Argentina es más que Clarín y Chile mucho más que Lan

El problema no es la pregunta. Lo llamativo es que ni siquiera la respuesta haya merecido el lugar central de noticia en Clarín y La Nación. Se pregunta para obtener una respuesta. Cuando la pregunta se transforma en noticia y la respuesta es deliberadamente ignorada, se demuestra que el objetivo no era saber, sino ocultar o desviar la atención sobre otra cosa. ¿Qué cosa, en este caso? Argentina y Chile estuvieron a punto de ir a la guerra hace cuatro décadas. Las derechas paranoicas de ambos países intentaron sellar cada uno de los cruces de la Cordillera que San Martín y O’Higgins abrieron a punta de fusil para liberar a un continente. Las fábricas culturales de las élites, azuzando el chauvinismo, trabajaron a destajo para que ser chileno fuera sinónimo de ser antiargentino y viceversa. Los Estados Unidos operan permanentemente para producir una grieta, seduciendo a Chile con la Alianza del Pacífico e intentado quebrar el ideal mercosuriano y unasuriano de integración regional. Por eso, que Bachellet haya elegido a nuestro país como primer destino a visitar en su segunda presidencia, es una noticia importante, una señal poderosa. Mucho más importante que la pregunta sobre el hangar de LAN en Aeroparque.
También merecía algún despliegue mayor la sintonía generacional e ideológica de las dos presidentas, la mención al Plan Cóndor de parte de la chilena, el compromiso para luchar contra la desigualdad y la gratuidad de la enseñanza, la vocación expresa por duplicar los pasos fronterizos y comerciales entre ambos vecinos (ya no con mulas y fusiles, como en el siglo XIX, sino con mercaderías, tecnologías y transporte, aprovechando la conexión entre Atlántico y Pacífico con vistas al mercado asiático) y la renovación del histórico Acuerdo de Maipú suscripto en 2009.
Pero no. La noticia fue que una cronista de Clarín formuló una pregunta. Mala o buena, eso queda a criterio de cada uno. En teoría, quería saber si Bachellet había intercedido ante Cristina por el problema de una empresa privada de su país. A su modo, Cristina dijo que no. Con su estilo, Bachellet dijo lo mismo. Y, sin embargo, al día siguiente, la noticia –que no decide la cronista, sino sus editores– ni siquiera fue que ambas presidentas negaron haber tratado el problema de LAN. No fue la respuesta. La noticia fue la pregunta.
Conviene hacer un poco de historia. Cuando por pedido de la ORSNA –la autoridad aeroportuaria nacional–, LAN fue emplazada a abandonar un hangar en Aeroparque en beneficio del crecimiento y el volumen de tráfico de Aerolíneas Argentinas, nuestra aerolínea de bandera, la empresa chilena tuvo aliados firmes y solidarios en su planteo para no resignar su actual situación de privilegio: la justicia corporativa expedita que le regaló una cautelar trucha y las tapas de Clarín y La Nación apuntándole a Mariano Recalde, titular de AA, a quien acusaron de intentar perjudicar a un inversor privado y a La Cámpora como ariete «chavista» radicalizado contra el libre mercado. Esa fue la operación de sentido. Está el archivo para verificarlo.
Cuando ambas presidentas relanzan la relación entre dos países hermanos, ¿de qué modo LAN puede introducir en el debate su pequeño gran problema? ¿De qué manera reabrir la grieta para colar su asunto? ¿Cómo agudizar una controversia judicial y elevarla al nivel político de dos mandatarias? Por la ventana, claro. ¿Cómo? Con una pregunta. Por eso, esta pregunta, que llevaba implícita la reinstalación de la operación original motorizada por la empresa privada chilena, fue la noticia, y no la respuesta enfática de dos jefas de Estado.
Para el ejercicio cotidiano del derecho a la comunicación, es imprescindible que las sociedades puedan advertir qué es lo que realmente pasa cuando las agendas corporativas (LAN y Clarín son corporaciones con intereses puntuales) suplantan a las agendas bilaterales de los gobiernos democráticos. Pasa que las preguntas se vuelven noticias y las repuestas, inocuas anécdotas que simplemente la decoran.
Si no fuera porque Argentina y Chile son dos países hermanos que comparten una misma columna vertebral montañosa que los condena a entenderse por las buenas o por las buenas. Y si no hubiera dos presidentas, democráticas y latinoamericanistas ellas, que comprenden que eso es lo mejor para sus pueblos, suprimiendo viejas hipótesis de conflicto que atrasan un siglo, ambos países nos estaríamos alistando para una nueva y estúpida escalada fomentada por dos Ceos de compañías privadas –Magnetto y Piñeira– en busca de plata y poder.
Ya no sería la guerra por el Beagle. Ahora sería por un hangar.

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