En un texto difundido ayer a la tarde, Daniel Artana, economista jefe de FIEL, lanza varias críticas al plan económico oficial. Veamos.
Por un lado, argumenta, “el Gobierno parece haber subestimado el impacto del ajuste de precios relativos (tipo de cambio y tarifas) sobre la inflación, al menos luego del ‘éxito’ del primer trimestre del año cuando se observó un pass-through (Nota del Redactor: la inflación adicional que genera el corrimiento cambiario) de la devaluación a precios relativamente bajos”.
“La sensación para el consumidor medio de que cada principio de mes se anunciará un nuevo aumento extraordinario genera zozobra y puede motivar algún aumento en el ahorro ante la mayor incertidumbre respecto del futuro de los ingresos medidos en moneda constante”
Asimismo, “no son claros los motivos por los cuales se eligió que las ‘malas noticias’ ocurrieran casi todos los meses desde que asumió el nuevo Gobierno”. A saber: “Se devaluó en diciembre, se aumentaron las tarifas eléctricas en febrero (con efecto en el bolsillo en marzo), aumentaron las naftas tres veces en lo que va del año, aumentó el transporte en abril y el gas natural y el agua en ese mismo mes (pero con efecto en el bolsillo en mayo) y en mayo se agregó al tercer aumento de 10% en los combustibles un aumento en la presión tributaria sobre los cigarrillos que tendría un efecto del 50% en los precios de venta al público”, enumera Artana. “La sensación para el consumidor medio de que cada principio de mes se anunciará un nuevo aumento extraordinario genera zozobra y puede motivar algún aumento en el ahorro ante la mayor incertidumbre respecto del futuro de los ingresos medidos en moneda constante”, dice y concluye que “el gradualismo en los anuncios ‘impopulares’ parece un costo innecesario de la política económica”.
Además, Artana apunta a un tema que gana lugar en el debate: la coordinación dentro del amplio equipo económico. “El Gobierno muestra cierta descoordinación en los anuncios sobre sus expectativas de inflación. Curiosamente se anunciaron objetivos más ambiciosos que los originales, al mismo tiempo que los aumentos salariales superan en casi todos los casos a las metas ‘sugeridas’ por la administración a comienzos de su gestión, lo cual sugiere que empresarios y sindicatos no creen que se alcanzará la proyección del Gobierno”, manifiesta Artana.
Por último, “también parece haber una reacción espasmódica a las ‘malas noticias’, restando credibilidad a la política fiscal y trasmitiendo la sensación de que el Gobierno corre detrás de los acontecimientos. Ese fue el caso con los anuncios que siguieron a la difusión de altos índices de pobreza y del proyecto para aumentar los costos del despido”, puntualiza.
Los efectos
“El resultado final de una combinación de una depreciación del peso en términos reales moderada para el panorama real del sector externo, gradualismo extremo en lo fiscal y política monetaria más dura presenta algunos riesgos para la recuperación de la economía. La apuesta es que el endeudamiento público para financiar déficit primario y algo de inversión y de mayores inversiones privadas debería ser suficiente para permitir una recuperación de la economía con capacidad ociosa y una tasa de desempleo mayor que la tasa natural. Si bien este es el escenario más probable para el año próximo, aparecen algunos problemas que sortear”, advierte Artana.
“El resultado final de una combinación de una depreciación del peso en términos reales moderada para el panorama real del sector externo, gradualismo extremo en lo fiscal y política monetaria más dura presenta algunos riesgos para la recuperación de la economía”.
“El primero y más obvio es la inconsistencia entre la tasa de interés de las Lebac y las posibilidades de recuperación. Dicha tasa marca el piso al costo del financiamiento del capital de trabajo de las empresas y de los préstamos para consumo. El dilema para el BCRA es que es alta en términos reales a futuro si se cumplen las proyecciones de inflación del Gobierno, pero en el cortísimo plazo parece imprudente reducirla cuando todavía no es contundente la tendencia a la reducción de la inflación núcleo y la inflación general en la Ciudad es muy alta”, dice.
“El segundo es que los aumentos salariales que impacten en el segundo semestre del año sean consistentes con la inflación prevista para ese período, que debería ser mucho más baja que la del primer trimestre del año, que promedió 3,3% al mes y la de abril fue del orden del 8%. A mediano plazo, es necesario contar con mayores precisiones respecto a cómo se lograrán cumplir con las metas fiscales de 2016 y sobre todo de 2017. Será necesario revisar el Presupuesto para este año, dadas las pautas nominales irrealistas con las que fue confeccionado. Pero, antes de ello, sería conveniente contar con mayores precisiones respecto a cómo se contendrá el gasto nacional cuando dos partidas que explican la mitad del mismo (salarios y jubilaciones) crecerán por encima de la inflación como consecuencia del efecto ‘arrastre’ de la moratoria previsional y de los nombramientos de empleados públicos que se fueron dando a lo largo de 2015. El apretón de caja del primer bimestre del año fue reemplazado en marzo por un aumento de los pagos por encima de la inflación”, dice Artana y deja una sugerencia: “En definitiva mayores precisiones sobre la política fiscal y mayor consistencia en las políticas públicas del Gobierno Nacional deberían ayudar a reducir la incertidumbre”.
Por un lado, argumenta, “el Gobierno parece haber subestimado el impacto del ajuste de precios relativos (tipo de cambio y tarifas) sobre la inflación, al menos luego del ‘éxito’ del primer trimestre del año cuando se observó un pass-through (Nota del Redactor: la inflación adicional que genera el corrimiento cambiario) de la devaluación a precios relativamente bajos”.
“La sensación para el consumidor medio de que cada principio de mes se anunciará un nuevo aumento extraordinario genera zozobra y puede motivar algún aumento en el ahorro ante la mayor incertidumbre respecto del futuro de los ingresos medidos en moneda constante”
Asimismo, “no son claros los motivos por los cuales se eligió que las ‘malas noticias’ ocurrieran casi todos los meses desde que asumió el nuevo Gobierno”. A saber: “Se devaluó en diciembre, se aumentaron las tarifas eléctricas en febrero (con efecto en el bolsillo en marzo), aumentaron las naftas tres veces en lo que va del año, aumentó el transporte en abril y el gas natural y el agua en ese mismo mes (pero con efecto en el bolsillo en mayo) y en mayo se agregó al tercer aumento de 10% en los combustibles un aumento en la presión tributaria sobre los cigarrillos que tendría un efecto del 50% en los precios de venta al público”, enumera Artana. “La sensación para el consumidor medio de que cada principio de mes se anunciará un nuevo aumento extraordinario genera zozobra y puede motivar algún aumento en el ahorro ante la mayor incertidumbre respecto del futuro de los ingresos medidos en moneda constante”, dice y concluye que “el gradualismo en los anuncios ‘impopulares’ parece un costo innecesario de la política económica”.
Además, Artana apunta a un tema que gana lugar en el debate: la coordinación dentro del amplio equipo económico. “El Gobierno muestra cierta descoordinación en los anuncios sobre sus expectativas de inflación. Curiosamente se anunciaron objetivos más ambiciosos que los originales, al mismo tiempo que los aumentos salariales superan en casi todos los casos a las metas ‘sugeridas’ por la administración a comienzos de su gestión, lo cual sugiere que empresarios y sindicatos no creen que se alcanzará la proyección del Gobierno”, manifiesta Artana.
Por último, “también parece haber una reacción espasmódica a las ‘malas noticias’, restando credibilidad a la política fiscal y trasmitiendo la sensación de que el Gobierno corre detrás de los acontecimientos. Ese fue el caso con los anuncios que siguieron a la difusión de altos índices de pobreza y del proyecto para aumentar los costos del despido”, puntualiza.
Los efectos
“El resultado final de una combinación de una depreciación del peso en términos reales moderada para el panorama real del sector externo, gradualismo extremo en lo fiscal y política monetaria más dura presenta algunos riesgos para la recuperación de la economía. La apuesta es que el endeudamiento público para financiar déficit primario y algo de inversión y de mayores inversiones privadas debería ser suficiente para permitir una recuperación de la economía con capacidad ociosa y una tasa de desempleo mayor que la tasa natural. Si bien este es el escenario más probable para el año próximo, aparecen algunos problemas que sortear”, advierte Artana.
“El resultado final de una combinación de una depreciación del peso en términos reales moderada para el panorama real del sector externo, gradualismo extremo en lo fiscal y política monetaria más dura presenta algunos riesgos para la recuperación de la economía”.
“El primero y más obvio es la inconsistencia entre la tasa de interés de las Lebac y las posibilidades de recuperación. Dicha tasa marca el piso al costo del financiamiento del capital de trabajo de las empresas y de los préstamos para consumo. El dilema para el BCRA es que es alta en términos reales a futuro si se cumplen las proyecciones de inflación del Gobierno, pero en el cortísimo plazo parece imprudente reducirla cuando todavía no es contundente la tendencia a la reducción de la inflación núcleo y la inflación general en la Ciudad es muy alta”, dice.
“El segundo es que los aumentos salariales que impacten en el segundo semestre del año sean consistentes con la inflación prevista para ese período, que debería ser mucho más baja que la del primer trimestre del año, que promedió 3,3% al mes y la de abril fue del orden del 8%. A mediano plazo, es necesario contar con mayores precisiones respecto a cómo se lograrán cumplir con las metas fiscales de 2016 y sobre todo de 2017. Será necesario revisar el Presupuesto para este año, dadas las pautas nominales irrealistas con las que fue confeccionado. Pero, antes de ello, sería conveniente contar con mayores precisiones respecto a cómo se contendrá el gasto nacional cuando dos partidas que explican la mitad del mismo (salarios y jubilaciones) crecerán por encima de la inflación como consecuencia del efecto ‘arrastre’ de la moratoria previsional y de los nombramientos de empleados públicos que se fueron dando a lo largo de 2015. El apretón de caja del primer bimestre del año fue reemplazado en marzo por un aumento de los pagos por encima de la inflación”, dice Artana y deja una sugerencia: “En definitiva mayores precisiones sobre la política fiscal y mayor consistencia en las políticas públicas del Gobierno Nacional deberían ayudar a reducir la incertidumbre”.