Guillermo Kohan Periodista
Los periodistas y analistas políticos mejor informados alertan a los amateurs que conviene abstenerse de formular pronósticos políticos en la Argentina de aquí a fin de año, atento a la imprevisibilidad de los meses por venir en el país. Se habla de conflicto de poderes, de choque institucional entre la Casa Rosada y la Corte Suprema, si fuera cierto que el máximo tribunal, por unanimidad y hasta con la firma del propio ministro Eugenio Zafaroni, se dispone a voltear la reforma judicial de Cristina Kirchner. Entre otros efectos, semejante terremoto coloca en suspenso el decisivo calendario electoral que debería orientar un poco respecto de cómo sigue el futuro político y económico en el país.
Con semejante incertidumbre, la vida continúa más que compleja para los hombres de negocios, en un ambiente en donde crece la zozobra en la mayoría de las empresas y los emprendedores privados, particularmente porque no se vislumbran cambios significativos para el corto plazo en el rumbo político y económico, con los cual las bases del modelo inflacionario con creciente control de cambios y mayor intervención del Estado en la vida de las familias y las empresas no solo podrían continuar hasta 2015 por lo menos, sino que hay riesgo cierto de que se profundicen. Se invierte poco, se factura y se cobra mucho en pesos, pero al final del día nadie sabe muy bien si ganó o perdió dinero.
Desde luego que el futuro político dependerá de cómo vote el padrón electoral este año y, sin dudas, de cómo y quién contabilice los sufragios. Las encuestas más serias y la realidad cotidiana parecen indicar que luce difícil pronosticar un triunfo contundente de Cristina este año. Pero estos augurios no calman la ansiedad y la preocupación que se transmite en la mayoría de los directorios de compañías locales y sobre todo extranjeras. En los diarios y en las encuestas todos dicen que Cristina está complicada, pero también votan 14 millones de personas que todos los meses reciben un cheque del Gobierno.
Las encuestas nada dicen sobre la posibilidad de una derrota contundente del oficialismo, digamos menos de 30% a nivel nacional. Ni mucho menos. Aún con la mala elección del 2009 con 34% en todo el país para el oficialismo, esos guarismos ahora supondrían una ligera ventaja del Frente para la Victoria o un virtual empate contra la oposición otra vez atomizada. Mirando 2015, le permitiría a la Presidenta seguir con una cuota interesante de poder, mantener la pelea sin bajarse del ring. Si no es por su propia reelección, al menos por una sucesión a su conveniencia. Para eso tiene u$s 35.000 millones en el Banco Central, dos cosechas por venir, la inflación y la suba de anual de los impuestos; la AFIP y otras agencias gubernamentales muy eficientes que controlan la vida de las personas y las empresas, y por cierto numerosas cajas y emprendimientos privados a punto caramelo para estatizar. Serán 30 meses de gran suspenso para quien tenga que tomar decisiones, con la economía cada vez más débil, con bastante menos reservas que hace dos años, y con escenarios políticos que muchos anticipan imprevisibles.
Una vez que se cuenten los votos en pocos meses, los pasos de la Presidenta para conjurar las crecientes dificultades económicas vuelven a desatar intrigas. Si mantiene la característica de doblar la apuesta y profundizar el estatismo, corre mayores riesgos de inestabilidad que cuando lo hizo después de ganar con 54% en 2011. En ese momento, en el Banco Central había más de u$s 46.000 millones, la economía crecía al 8% anual y creaba empleo. Seguir asustando a las empresas y a las familias que viven del sector privado se torna cada vez más complejo. Por suerte entendieron en Economía que si seguían embromando con las cajas de seguridad, iban a terminar desatando un problema mayor con los depósitos, decían estos días en la City.
La economía está hoy mucho más débil que hace un año y medio, cuando Cristina anunció el Vamos por Todo en Rosario. Lo cual torna el futuro más preocupante, ya que el agravamiento de los problemas económicos nunca logró que Cristina torciera el rumbo, siempre por más Estado y menos mercado.
En lo inmediato, tal vez a la Presidenta no le cueste tanto lograr el empate en octubre y aguantar los trapos, aún con los errores no forzados que derrama el Gobierno producto del malhumor social que dispara el parate económico. Por lo pronto se sabe que la matemática electoral juega un poco a favor del Gobierno, porque la renovación de Diputados y Senadores es contra los magros números del oficialismo en 2009. Y el armado electoral de la oposición en los principales distritos que definen la elección, con o sin el fantasma de Sergio Massa (a quien Cristina le dedicó la estatización del Tren de la Costa para complicarle un nuevo desarrollo inmobiliario en su distrito), parece formulado a medida de la Casa Rosada. En Capital, por ejemplo, el candidato de Cristina (¿Filmus?) podría volver a salir segundo si suma más de 25% y así retener la banca de senador por la minoría, dado que la oposición va toda dividida (Gabriela Michetti, Roberto Lavagna, Elisa Carrió, UCR-FAP, al menos dos izquierdas, etc). En Provincia viene parecido: habrá no menos de tres y tal vez cinco listas expectantes que competirán contra el candidato o la candidata del FpV. No termina tampoco de unificarse la oposición en Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Entre Ríos.
Estas semanas, a la vez, los especialistas ya están hablando de que la economía seguirá básicamente igual hasta las elecciones, o aún mejorando algo por la cosecha récord, sector automotor en una isla de felicidad, obra pública, algo de construcción privada porque el dinero blanco no puede salir fácil del país, más la montaña de pesos que el Gobierno seguirá inyectando en el año electoral vía el empleo público, subsidios, jubilaciones y asistencia social. Nada indica que la cosa vaya a empeorar demasiado, y ayuda mucho el dólar más calmo por la intervención muy activa del Gobierno. A juicio de los profesionales del dinero, todavía tiene muchas fichas el Banco Central para sostenerlo quieto hasta las elecciones.
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Con semejante incertidumbre, la vida continúa más que compleja para los hombres de negocios, en un ambiente en donde crece la zozobra en la mayoría de las empresas y los emprendedores privados, particularmente porque no se vislumbran cambios significativos para el corto plazo en el rumbo político y económico, con los cual las bases del modelo inflacionario con creciente control de cambios y mayor intervención del Estado en la vida de las familias y las empresas no solo podrían continuar hasta 2015 por lo menos, sino que hay riesgo cierto de que se profundicen. Se invierte poco, se factura y se cobra mucho en pesos, pero al final del día nadie sabe muy bien si ganó o perdió dinero.
Desde luego que el futuro político dependerá de cómo vote el padrón electoral este año y, sin dudas, de cómo y quién contabilice los sufragios. Las encuestas más serias y la realidad cotidiana parecen indicar que luce difícil pronosticar un triunfo contundente de Cristina este año. Pero estos augurios no calman la ansiedad y la preocupación que se transmite en la mayoría de los directorios de compañías locales y sobre todo extranjeras. En los diarios y en las encuestas todos dicen que Cristina está complicada, pero también votan 14 millones de personas que todos los meses reciben un cheque del Gobierno.
Las encuestas nada dicen sobre la posibilidad de una derrota contundente del oficialismo, digamos menos de 30% a nivel nacional. Ni mucho menos. Aún con la mala elección del 2009 con 34% en todo el país para el oficialismo, esos guarismos ahora supondrían una ligera ventaja del Frente para la Victoria o un virtual empate contra la oposición otra vez atomizada. Mirando 2015, le permitiría a la Presidenta seguir con una cuota interesante de poder, mantener la pelea sin bajarse del ring. Si no es por su propia reelección, al menos por una sucesión a su conveniencia. Para eso tiene u$s 35.000 millones en el Banco Central, dos cosechas por venir, la inflación y la suba de anual de los impuestos; la AFIP y otras agencias gubernamentales muy eficientes que controlan la vida de las personas y las empresas, y por cierto numerosas cajas y emprendimientos privados a punto caramelo para estatizar. Serán 30 meses de gran suspenso para quien tenga que tomar decisiones, con la economía cada vez más débil, con bastante menos reservas que hace dos años, y con escenarios políticos que muchos anticipan imprevisibles.
Una vez que se cuenten los votos en pocos meses, los pasos de la Presidenta para conjurar las crecientes dificultades económicas vuelven a desatar intrigas. Si mantiene la característica de doblar la apuesta y profundizar el estatismo, corre mayores riesgos de inestabilidad que cuando lo hizo después de ganar con 54% en 2011. En ese momento, en el Banco Central había más de u$s 46.000 millones, la economía crecía al 8% anual y creaba empleo. Seguir asustando a las empresas y a las familias que viven del sector privado se torna cada vez más complejo. Por suerte entendieron en Economía que si seguían embromando con las cajas de seguridad, iban a terminar desatando un problema mayor con los depósitos, decían estos días en la City.
La economía está hoy mucho más débil que hace un año y medio, cuando Cristina anunció el Vamos por Todo en Rosario. Lo cual torna el futuro más preocupante, ya que el agravamiento de los problemas económicos nunca logró que Cristina torciera el rumbo, siempre por más Estado y menos mercado.
En lo inmediato, tal vez a la Presidenta no le cueste tanto lograr el empate en octubre y aguantar los trapos, aún con los errores no forzados que derrama el Gobierno producto del malhumor social que dispara el parate económico. Por lo pronto se sabe que la matemática electoral juega un poco a favor del Gobierno, porque la renovación de Diputados y Senadores es contra los magros números del oficialismo en 2009. Y el armado electoral de la oposición en los principales distritos que definen la elección, con o sin el fantasma de Sergio Massa (a quien Cristina le dedicó la estatización del Tren de la Costa para complicarle un nuevo desarrollo inmobiliario en su distrito), parece formulado a medida de la Casa Rosada. En Capital, por ejemplo, el candidato de Cristina (¿Filmus?) podría volver a salir segundo si suma más de 25% y así retener la banca de senador por la minoría, dado que la oposición va toda dividida (Gabriela Michetti, Roberto Lavagna, Elisa Carrió, UCR-FAP, al menos dos izquierdas, etc). En Provincia viene parecido: habrá no menos de tres y tal vez cinco listas expectantes que competirán contra el candidato o la candidata del FpV. No termina tampoco de unificarse la oposición en Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Entre Ríos.
Estas semanas, a la vez, los especialistas ya están hablando de que la economía seguirá básicamente igual hasta las elecciones, o aún mejorando algo por la cosecha récord, sector automotor en una isla de felicidad, obra pública, algo de construcción privada porque el dinero blanco no puede salir fácil del país, más la montaña de pesos que el Gobierno seguirá inyectando en el año electoral vía el empleo público, subsidios, jubilaciones y asistencia social. Nada indica que la cosa vaya a empeorar demasiado, y ayuda mucho el dólar más calmo por la intervención muy activa del Gobierno. A juicio de los profesionales del dinero, todavía tiene muchas fichas el Banco Central para sostenerlo quieto hasta las elecciones.
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