La llegada de Miguel Galuccio a la presidencia de YPF fue presentada casi como el pase del año. Sin embargo, este hombre que vino de Londres y al que se le atribuye ambición por escalar muy alto ha sentido, en pocos días, el gusto amargo de la medicina K .
Hace una semana, recibió una dosis grande: el decreto firmado por Cristina Kirchner y armado por el secretario de Política Económica, Axel Kicillof, que regula por completo la actividad de petroleras y gasíferas. Y otra, este martes: la alianza estrátegica entre YPF y la venezolana PDVSA para encarar proyectos conjuntos que anunciaron la Presidenta y Hugo Chávez.
El decreto sorprendió a Galuccio justo cuando interesaba a gerentes de bancos internacionales sobre los beneficios de poner plata en YPF. La noticia lo dejó descolocado, en medio de una afanosa búsqueda de créditos y capitales para la empresa donde fueron expropiadas las acciones de Repsol.
Por decisión presidencial, Kicillof lidera un comité que controlará el destino de las inversiones, intervendrá en precios y utilidades, se ocupará de garantizar la competencia y de verificar el cumplimiento de obligaciones tanto tributarias como previsionales. Bajo este régimen, las compañías petroleras y gasíferas deben entregar toda la información que les exijan.
Según comentarios del mercado, Galuccio tampoco estaba al tanto del emprendimiento con PDVSA: “Ni siquiera fue tratado por el directorio de YPF” , dicen fuentes privadas. Uno más uno, dos: el fulgor del principio empezó a diluirse rápidamente.
Kicillof tiene acceso directo a Cristina y pesa fuerte en sus determinaciones. Con esa chapa, avanza como un pacman sobre las posiciones de otros .
Sólo en las formas, depende del ministro de Economía. Limitado al manejo de las finanzas del Estado y siempre bajo la amenaza de seguir perdiendo piezas, eso es algo que Hernán Lorenzino conoce de sobra. Pese a todo, no se lo nota muy preocupado.
La más reciente estrella del firmamento K también ha invadido el territorio del ministro Julio De Vido . Sin andarse con vueltas, ya había criticado la política energética el día cuando presentó el plan de estatización parcial de YPF.
Más aún, vuelve a sacudirlo en el decreto que lleva su sello. “Del autoabastecimiento y la recuperación de las reservas hidrocarburíferas”, se titula un capítulo clave del plan.
Queda claro: del autoabastecimiento y las reservas de gas y petróleo perdidos durante el kirchnerismo . Y si De Vido tiene responsabilidad por lo que pasó, es igualmente cierto que está en el Gabinete desde 2003.
“Alec”, como lo llama Guillermo Moreno, o “Alex”, como le dicen en el balneario uruguayo El Ensueño, donde tiene una casa que suele visitar los fines de semana largos, Axel Kicillof no para de extender su campo de acción. A él reportan los directores del Estado en empresas y entidades financieras de primera línea. Maneja los contactos con el Banco Mundial, el BID y la Corporación Andina de Fomento. Interviene en la relación comercial con China. Hay gente suya en Cammesa, la administradora del mercado eléctrico, y está metido en el recorte de subsidios y en planes para mejorar la competitividad de sectores productivos.
Algunas son áreas de su competencia. Y muchas otras las capturó con venia presidencial.
Comparte con Cristina el modelo de intervención del Estado y la afición por el método de la sospecha permanente. Ella ha encontrado en él un perfil ideológico que le cae bien.
Quienes lo frecuentan, niegan que Kicillof se haya rodeado de un batallón de técnicos: “Son muchos, aunque no los 500 que se dice”, afirman.
Es idea suya aumentar las retenciones a las exportaciones de soja, pero dispara que el corralito cambiario nunca pasó por su cabeza. Y ahora que las acciones de Moreno parecen en caída, “el pendex”, como lo ha bautizado la Presidenta, emerge semejante a un Moreno 0 kilómetro .
Si pudiera sacar de la cancha al secretario de Comercio, no dudaría. Aún así, debiera saber que también en el cielo K existen las estrellas fugaces .
Ninguna administración empieza y termina con los mismos funcionarios. Pero una cosa distinta es un modo de gestionar del Gobierno que, a menudo, echa poca claridad sobre el rumbo que quiere imprimirles a las actividades económicas . Como afirma un ex ministro que atravesó por etapas convulsionadas de la historia reciente: “Las señales por lo menos a seis meses vista son siempre imprescindibles y sirven para dar certezas sobre adónde vamos. Más, cuando las inversiones están cayendo”.
Salvo escasas excepciones, algunas breves, el universo K no admite la posibilidad de un jefe de Economía con capacidad de decisión, ni alguien inclinado a confrontar ideas: en fin, nadie que haga sombra. Y es otra rareza que secretarios de Estado o supuestos viceministros desempeñen papeles más relevantes que sus ministros , sin consultarlos, a veces sin siquiera comunicarles medidas que han acordado en la Casa Rosada o en Olivos. Así sea a la manera de cada cual, cuidar las jerarquías trae el beneficio de no depreciar al funcionario de mayor rango.
Para el kirchnerismo, el poder centralizado y el sistema radial donde todo confluye en una o pocas personas son la mejor fórmula para definir acciones. De ese modelo viene su escaso apego por los equipos y el trabajo coordinado entre varias áreas del Gobierno.
Y ni hablar de conferencias de prensa, aunque sirvan al solo fin de aclarar dudas e informar a la gente. En ese mundo, las preguntas son siempre molestas .
Hace una semana, recibió una dosis grande: el decreto firmado por Cristina Kirchner y armado por el secretario de Política Económica, Axel Kicillof, que regula por completo la actividad de petroleras y gasíferas. Y otra, este martes: la alianza estrátegica entre YPF y la venezolana PDVSA para encarar proyectos conjuntos que anunciaron la Presidenta y Hugo Chávez.
El decreto sorprendió a Galuccio justo cuando interesaba a gerentes de bancos internacionales sobre los beneficios de poner plata en YPF. La noticia lo dejó descolocado, en medio de una afanosa búsqueda de créditos y capitales para la empresa donde fueron expropiadas las acciones de Repsol.
Por decisión presidencial, Kicillof lidera un comité que controlará el destino de las inversiones, intervendrá en precios y utilidades, se ocupará de garantizar la competencia y de verificar el cumplimiento de obligaciones tanto tributarias como previsionales. Bajo este régimen, las compañías petroleras y gasíferas deben entregar toda la información que les exijan.
Según comentarios del mercado, Galuccio tampoco estaba al tanto del emprendimiento con PDVSA: “Ni siquiera fue tratado por el directorio de YPF” , dicen fuentes privadas. Uno más uno, dos: el fulgor del principio empezó a diluirse rápidamente.
Kicillof tiene acceso directo a Cristina y pesa fuerte en sus determinaciones. Con esa chapa, avanza como un pacman sobre las posiciones de otros .
Sólo en las formas, depende del ministro de Economía. Limitado al manejo de las finanzas del Estado y siempre bajo la amenaza de seguir perdiendo piezas, eso es algo que Hernán Lorenzino conoce de sobra. Pese a todo, no se lo nota muy preocupado.
La más reciente estrella del firmamento K también ha invadido el territorio del ministro Julio De Vido . Sin andarse con vueltas, ya había criticado la política energética el día cuando presentó el plan de estatización parcial de YPF.
Más aún, vuelve a sacudirlo en el decreto que lleva su sello. “Del autoabastecimiento y la recuperación de las reservas hidrocarburíferas”, se titula un capítulo clave del plan.
Queda claro: del autoabastecimiento y las reservas de gas y petróleo perdidos durante el kirchnerismo . Y si De Vido tiene responsabilidad por lo que pasó, es igualmente cierto que está en el Gabinete desde 2003.
“Alec”, como lo llama Guillermo Moreno, o “Alex”, como le dicen en el balneario uruguayo El Ensueño, donde tiene una casa que suele visitar los fines de semana largos, Axel Kicillof no para de extender su campo de acción. A él reportan los directores del Estado en empresas y entidades financieras de primera línea. Maneja los contactos con el Banco Mundial, el BID y la Corporación Andina de Fomento. Interviene en la relación comercial con China. Hay gente suya en Cammesa, la administradora del mercado eléctrico, y está metido en el recorte de subsidios y en planes para mejorar la competitividad de sectores productivos.
Algunas son áreas de su competencia. Y muchas otras las capturó con venia presidencial.
Comparte con Cristina el modelo de intervención del Estado y la afición por el método de la sospecha permanente. Ella ha encontrado en él un perfil ideológico que le cae bien.
Quienes lo frecuentan, niegan que Kicillof se haya rodeado de un batallón de técnicos: “Son muchos, aunque no los 500 que se dice”, afirman.
Es idea suya aumentar las retenciones a las exportaciones de soja, pero dispara que el corralito cambiario nunca pasó por su cabeza. Y ahora que las acciones de Moreno parecen en caída, “el pendex”, como lo ha bautizado la Presidenta, emerge semejante a un Moreno 0 kilómetro .
Si pudiera sacar de la cancha al secretario de Comercio, no dudaría. Aún así, debiera saber que también en el cielo K existen las estrellas fugaces .
Ninguna administración empieza y termina con los mismos funcionarios. Pero una cosa distinta es un modo de gestionar del Gobierno que, a menudo, echa poca claridad sobre el rumbo que quiere imprimirles a las actividades económicas . Como afirma un ex ministro que atravesó por etapas convulsionadas de la historia reciente: “Las señales por lo menos a seis meses vista son siempre imprescindibles y sirven para dar certezas sobre adónde vamos. Más, cuando las inversiones están cayendo”.
Salvo escasas excepciones, algunas breves, el universo K no admite la posibilidad de un jefe de Economía con capacidad de decisión, ni alguien inclinado a confrontar ideas: en fin, nadie que haga sombra. Y es otra rareza que secretarios de Estado o supuestos viceministros desempeñen papeles más relevantes que sus ministros , sin consultarlos, a veces sin siquiera comunicarles medidas que han acordado en la Casa Rosada o en Olivos. Así sea a la manera de cada cual, cuidar las jerarquías trae el beneficio de no depreciar al funcionario de mayor rango.
Para el kirchnerismo, el poder centralizado y el sistema radial donde todo confluye en una o pocas personas son la mejor fórmula para definir acciones. De ese modelo viene su escaso apego por los equipos y el trabajo coordinado entre varias áreas del Gobierno.
Y ni hablar de conferencias de prensa, aunque sirvan al solo fin de aclarar dudas e informar a la gente. En ese mundo, las preguntas son siempre molestas .
Para echarlo al Napia no trepidan en usar un rabino marxicista de Odessa que estudia alemán para entender mejor «Der Kapital».
Me recuerda a Homero cuando para deshacerse de las ratas inundó la ciudad de gatos, para deshacerse de los gatos la inundó de perros, para deshacerse de los perros, de osos, luego de cocodrilos y así…
Pronto veremos titulares tipo «Napia, volvé, te perdonamos».