Bachelet arrasa y Piñera…. tuturutú

Dichato fue uno de los lugares más destruidos por el terremoto y tsunami de la madrugada del 27 de febrero y que el 85,16 % de esa localidad votara ayer por Michelle Bachelet en las primarias presidenciales, refleja el error garrafal de la estrategia de La Moneda de intentar sacar al pizarrón a la candidata de la Nueva Mayoría por una supuesta responsabilidad en el manejo de dicha crisis. No solo la abanderada opositora confirmó ayer lo “incombustible” de su liderazgo, sino que una vez más quedó demostrado que las campañas del terror nunca han sido efectivas ni generan los frutos esperados.
Esa votación de Dichato no fue un caso aislado. En la Región del Bío Bío, la candidata sacó el 79,8 % mientras que en la VII Región de El Maule —también devastada por el 27/F— su apoyo en las primarias alcanzó el 83,2 %. Es inevitable con estas cifras sacar a colación frases como las de la vocera de La Moneda, ministra Cecilia Pérez, quien a comienzos de febrero dijo que Bachelet “debiese reconocer públicamente la responsabilidad política que tuvo en el desastroso manejo en la madrugada del 27 de febrero. Siento que debiese romper el silencio y pedir perdón a los familiares”.
La declaración de la ministra no fue un hecho aislado y el 27/F tampoco fue el único flanco con que el gobierno, en forma sostenida, trató de mermar el liderazgo de Bachelet. No hay que olvidar que en todos estos meses, La Moneda se autoarrogó —en el afán de tratar de evitar el síndrome del pato cojo en su último año— la vocería de la campaña presidencial de la Alianza, eclipsando así en varias ocasiones a sus propios candidatos.
En un gesto ajeno a lo que se estila para el jefe de las finanzas públicas del país, el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, hace tres semanas dijo públicamente que “propuestas de asamblea constituyente, AFP y alzas de impuestos de los candidatos de la Concertación y el PC ya han provocado efectos negativos sobre la inversión. Hay que decirlo claramente: la inversión responde a señales, no responde sólo al dinamismo de la economía”. Una tentación en la que cayó el propio Presidente Sebastián Piñera, quien aseguró que “cualquier asomo de inestabilidad, de reglas no claras, de propuestas que cambian las cosas sin tener certeza de su alcance y contenido generan un clima de mayor incertidumbre”.
La brecha con el segundo lugar de Velasco (13 %) es inmensa, ni que decir con el candidato DC (8,6 %) y el radical (5 %). La inclusión de todos está garantizada en el nuevo comando opositor que se redibuja a partir de hoy, pero ciertos acentos quedan claros y es que la balanza no se inclinará hacia discursos más conservadores, sino que seguirá la senda de los cambios al sistema que la ciudadanía demanda. Anoche quedó poco margen para que en las siguientes semanas se desplieguen teorías que intenten llevar a Bachelet a moderar su discurso por la necesidad de salir en búsqueda del voto de centro.
Hace solo unos días, la ministra del Trabajo, Evelyn Matthei también se sumó a la estrategia cuando le pidió “a la candidata Bachelet y a su jefe programático (Alberto Arenas) que muestre y ponga a disposición de los círculos académicos, los estudios que a ella le llevan a pensar que su reforma tributaria no afectará a las PYME, porque si lo hace se afectará terriblemente el empleo”.
Hace una semana, el gobierno apuntaba con dureza a Bachelet por asegurar en el último debate que los desalojos de los colegios tomados podían provocar un “baño de sangre”. Sin contemplación, la ministra Pérez la criticó: “Qué frase más desafortunada, más irresponsable y más inoportuna (…) Sin duda, las palabras de la candidata son absolutamente innecesarias, irresponsables y no atingentes”.
Los resultados de las primarias presidenciales demostraron que La Moneda no supo leer correctamente el escenario político y que, en su suerte de obsesión por Bachelet, quedó como uno de los grandes derrotados de la jornada de ayer. Una semana antes de las primarias, en privado, en Palacio más de una autoridad sacaba cuentas alegres de lo que consideraban era un éxito absoluto de la estrategia que habían desplegado emplazando a Bachelet todos los días, porque aseguraban que al hacerla hablar bajaba en su apoyo y se debilitaba.
Claramente ni en sus peores cálculos Piñera y sus ministros se imaginaron un escenario como el de anoche, menos cuando puso todo su capital político para tratar de favorecer a sus abanderados, Pablo Longueira (UDI) y Andrés Allamand (RN).
Siempre cuestionado por los suyos, marginado hace casi dos años de casi todas las reuniones políticas de La Moneda, el vicepresidente de RN, Manuel José Ossandón es uno de los pocos que en la derecha advirtió públicamente del error de atacar a Bachelet, porque con ello solo lograban lo que siempre pasa con las políticas del terror, victimizarla.
Cerca de las 21:00 horas, cuando Bachelet ya se empinaba sola al millón y medio de votos, Ossandón en su Twitter hizo un diagnóstico descarnado: “Resultados desastrosos. No mintamos más: que Bachelet casi nos triplique es una caída indigna para nuestro sector que durante meses atacó a MB”.
En este escenario, se podría decir que los hechos le dieron la razón a Bachelet cuando hace poco más de una semana dijo que “el gobierno no debería estar preocupado de mi campaña, de mi persona. Que se dedique a gobernar para todos los chilenos”.
Quien lleva la batuta…
Todo pronóstico fue rebasado con creces. En esta primera elección primaria legal, nadie se atrevía a pronosticar porcentajes de participación y había cierto consenso que el umbral del millón de votos en total entre ambas coaliciones, Alianza y Nueva Mayoría, era un escenario que permitía hablar de cierto éxito, porque los cálculos de unos y otros coincidían en que las cifras iban a oscilar entre las 700 mil personas y el millón 200 mil participantes.
En la oposición, nadie dudaba que Bachelet iba a ganar y por una amplia distancia. Pero ciertamente no se les pasó por la cabeza que el pacto Nueva Mayoría lograría casi triplicar a los votos de la derecha, en gran medida gracias al apoyo que obtendría en las urnas la ex Presidenta.
De los tres millones 4 mil 230 personas que en total votaron, la candidata de la Nueva Mayoría sacó ella sola 1 millón 559 mil 818 votos, equivalentes al 73 % dentro de su pacto.
Y por más que la derecha anoche trató de mantener cierto grado de optimismo, lo cierto que es entre ambos candidatos de la derecha lograron un total de 806 mil 560 votos, mientras que Bachelet por sí sola casi los duplicó.
A ello se debe añadir los 570 mil votos que aportaron los otros tres candidatos del pacto: Andrés Velasco (278 mil 56 votos), Claudio Orrego (189 mil 582 votos) y José Antonio Gómez (108 mil 222 sufragios).
Con estas cifras, no es descabellado aventurar un escenario bastante auspicioso para Bachelet y el pacto opositor, que no es sólo recuperar La Moneda, sino que hacerlo quizás en primera vuelta, como no sucede desde 1993.
Así lo dejó ver Bachelet en su discurso del triunfo cuando aseguró que a partir de hoy “continuamos el camino que nos llevará en noviembre a La Moneda”, porque los dos millones 137 mil 423 personas que apoyaron el pacto Nueva Mayoría “han votado por una reforma tributaria que permita hacer realidad la gratuidad en la educación, pero también otras políticas sociales fundamentales. Que permita que quienes tienen más recursos contribuyan como corresponda (…) han votado por una nueva Constitución, que tenga el sello de nuestra democracia, que mire hacia el futuro, que nos sintamos identificados por ella y que consagre nuestros derechos”.
La brecha con el segundo lugar de Velasco (13 %) es inmensa, ni que decir con el candidato DC (8,6 %) y el radical (5 %). La inclusión de todos está garantizada en el nuevo comando opositor que se redibuja a partir de hoy, pero claramente ciertos acentos quedan claros y es que la balanza no se inclinará hacia discursos más conservadores, sino que a seguir la senda de los cambios al sistema que la ciudadanía demanda. Anoche quedó poco margen para que en las siguientes semanas se desplieguen teorías que intenten llevar a Bachelet a moderar su discurso por la necesidad de salir en búsqueda del voto de centro.
Una última lectura. En varios colegios donde se sufragaba, pequeños grupos de estudiantes, la mayoría secundarios, hicieron algún tipo de manifestación pacífica, ya fuera mostrando fotografías de desalojos de los que fueron víctimas recientemente o pegando huinchas en sus bocas en señal de sentirse sin voz en el sistema.
Una señal evidente de que no se sienten representados por el sistema ni por un instrumento electoral y las primarias, que no consideran un canal para encausar su descontento. Pero con tres millones de personas votando voluntariamente, los estudiantes tendrán que repensar sus conclusiones, puesto que al menos por ahora, la energía está más dentro del sistema que afuera.

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