Tres acontecimientos de los últimos días quizá no hayan recibido suficiente atención, porque parecen ajenos al sector agropecuario. Sin embargo, los une un denominador común: la cuestión ambiental, una de las tribulaciones con las que tiene que lidiar el campo, que se ha convertido en un polo de atracción de los autodenominados ecologistas.
El primer evento fue el derrame de cianuro en la mina Veladero, donde la compañía canadiense Barrick Gold extrae oro y cobre. Aun cuando sea muy poco probable que la contaminación generada implique algún riesgo para la población (la ciudad de Jáchal, la más cercana, está a 150 kilómetros; y expertos independientes señalan que el cianuro se descompone rápidamente en compuestos no tóxicos), es totalmente inadmisible el manejo de la crisis.
Los responsables de la mina no dieron cuenta del problema en tiempo y forma, y en aparente complicidad con las autoridades escondieron la basura debajo de la montaña. Si bien la empresa terminó separando a quince funcionarios, fue evidente la desidia por acción y omisión.
Barrick Gold está en la mira de los verdes desde hace tiempo. Sus directivos lo saben, y hacen constantes esfuerzos por mostrar sus acciones en favor del medio ambiente. Pero alguien dejó la canilla abierta, otro no cambió un cuerito, y alguno se olvidó de poner el tapón. Imperdonable.
No estamos frente a una catástrofe ambiental. Estamos frente a una catástrofe económica y social: el ejército de activistas ambientales, donde militan, entre otros, políticos, médicos y abogados ávidos de popularidad, se encontró con la mesa servida.
El segundo evento fue afuera, pero también impacta porque también erosiona la confianza de la comunidad. La automotriz alemana Volkswagen alteró la computadora de sus autos diesel, de modo de que no se pudieran detectar las emisiones reales. El hecho fue descubierto por la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de los Estados Unidos.
La acción de la empresa cayó un 30 por ciento en pocas horas, ante la necesidad de previsionar miles de millones de dólares para corregir el problema y pagar multas equivalentes al valor de los autos vendidos. El asunto no está terminado: el tsunami arrastró las acciones de Porsche (principal accionista de Volkswagen) y la ligó también BMW. Hay un estudio que dice que las Compañías que hacen fraude son castigadas por el mercado por hasta siete veces los costos legales del mismo.
El tercer acontecimiento ha sido la visita del Papa Francisco a los Estados Unidos, tras su periplo por Cuba, y en particular su imponente discurso en el Capitolio. El Santo Padre no dejó pasar el tema ambiental, evocando su reciente encíclica Laudato Si. Y una vez más, hizo centro en la necesidad de que la academia, la ciencia y la tecnología se pongan al servicio de la casa de todos.
Estos eventos son auspiciosos para el campo argentino. En noviembre, una delegación liderada por ExpoAgro irá nuevamente a Agritechnika, en Hannover. Otra oportunidad para explicar y exhibir cómo en estas pampas se está revolucionando la forma de producir alimentos. Y que a los enormes beneficios económicos de la siembra directa y otras tecnologías que “alivianan” la agricultura, también implican avances en la lucha contra el cambio climático.
Menos emisiones, más carbono secuestrado en los suelos, biocombustibles a partir de almidón y aceite vegetal, sistemas de almacenaje flexibles que evitan la elevación de millones de toneladas de granos. Es la parte de la copa medio llena. Ya sabemos todo lo que falta.
Pero sabemos también ahora que no hay lugar para errores. Que hay mucha ignorancia al acecho, agazapada para salir al cruce de cualquier desviación. La agricultura consciente y las buenas prácticas agrícolas no deben convertirse en una muletilla para sacarse el sayo. Somos todos responsables.
El primer evento fue el derrame de cianuro en la mina Veladero, donde la compañía canadiense Barrick Gold extrae oro y cobre. Aun cuando sea muy poco probable que la contaminación generada implique algún riesgo para la población (la ciudad de Jáchal, la más cercana, está a 150 kilómetros; y expertos independientes señalan que el cianuro se descompone rápidamente en compuestos no tóxicos), es totalmente inadmisible el manejo de la crisis.
Los responsables de la mina no dieron cuenta del problema en tiempo y forma, y en aparente complicidad con las autoridades escondieron la basura debajo de la montaña. Si bien la empresa terminó separando a quince funcionarios, fue evidente la desidia por acción y omisión.
Barrick Gold está en la mira de los verdes desde hace tiempo. Sus directivos lo saben, y hacen constantes esfuerzos por mostrar sus acciones en favor del medio ambiente. Pero alguien dejó la canilla abierta, otro no cambió un cuerito, y alguno se olvidó de poner el tapón. Imperdonable.
No estamos frente a una catástrofe ambiental. Estamos frente a una catástrofe económica y social: el ejército de activistas ambientales, donde militan, entre otros, políticos, médicos y abogados ávidos de popularidad, se encontró con la mesa servida.
El segundo evento fue afuera, pero también impacta porque también erosiona la confianza de la comunidad. La automotriz alemana Volkswagen alteró la computadora de sus autos diesel, de modo de que no se pudieran detectar las emisiones reales. El hecho fue descubierto por la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de los Estados Unidos.
La acción de la empresa cayó un 30 por ciento en pocas horas, ante la necesidad de previsionar miles de millones de dólares para corregir el problema y pagar multas equivalentes al valor de los autos vendidos. El asunto no está terminado: el tsunami arrastró las acciones de Porsche (principal accionista de Volkswagen) y la ligó también BMW. Hay un estudio que dice que las Compañías que hacen fraude son castigadas por el mercado por hasta siete veces los costos legales del mismo.
El tercer acontecimiento ha sido la visita del Papa Francisco a los Estados Unidos, tras su periplo por Cuba, y en particular su imponente discurso en el Capitolio. El Santo Padre no dejó pasar el tema ambiental, evocando su reciente encíclica Laudato Si. Y una vez más, hizo centro en la necesidad de que la academia, la ciencia y la tecnología se pongan al servicio de la casa de todos.
Estos eventos son auspiciosos para el campo argentino. En noviembre, una delegación liderada por ExpoAgro irá nuevamente a Agritechnika, en Hannover. Otra oportunidad para explicar y exhibir cómo en estas pampas se está revolucionando la forma de producir alimentos. Y que a los enormes beneficios económicos de la siembra directa y otras tecnologías que “alivianan” la agricultura, también implican avances en la lucha contra el cambio climático.
Menos emisiones, más carbono secuestrado en los suelos, biocombustibles a partir de almidón y aceite vegetal, sistemas de almacenaje flexibles que evitan la elevación de millones de toneladas de granos. Es la parte de la copa medio llena. Ya sabemos todo lo que falta.
Pero sabemos también ahora que no hay lugar para errores. Que hay mucha ignorancia al acecho, agazapada para salir al cruce de cualquier desviación. La agricultura consciente y las buenas prácticas agrícolas no deben convertirse en una muletilla para sacarse el sayo. Somos todos responsables.