Jueves 28 de Marzo de 2013
Ignacio Olivera Doll.- Por: Ignacio Olivera Doll
El día resultó demasiado desprolijo desde los inicios: en el esfuerzo por cubrir sus posiciones de encajes de fin de mes en el Banco Central, las principales entidades del sistema debieron ayer amontonarse desesperadas por hacerse de pesos en el mercado interbancario. Pero se encontraron ahí con una oferta tan escasa que, en apenas unas horas, el costo del dinero para ellas llegó a trepar hasta siete puntos porcentuales. El llamado call money (es decir, la tasa de interés que rige para las líneas interbancarias de muy corto plazo) pasó del 11,4% a un máximo del 17% en la mitad de la rueda; hasta ceder, sólo sobre el final, al 15%. No apareció para auxiliarlas en ningún momento del día el Banco Nación. Tampoco las grandes entidades privadas, como el Santander y el HSBC, que suelen asistirlas y estar presentes en la rueda para estos casos.
El fenómeno fue interpretado en el sistema como una primera reacción oficial para hacerle frente a la corrida que se está percibiendo en el dólar «blue». Un «baldazo de ortodoxia», o una primera señal concreta de que el Banco Central no se quedará de brazos cruzados frente a la actual estampida del «blue». Y que podría convertirse hacia adelante en un impulso para las tasas de interés que hoy están pagando todos los bancos a sus depositantes (del 15,2%).
El día ya había empezado caótico. La llegada de un feriado inéditamente largo había alimentado, desde el principio, la especulación sobre un inminente paquete de medidas que podría tomar el Gobierno para ponerle fin a la histeria del «blue». Un gerente financiero se sorprendió desde las primeras horas por la fuerte demanda que recibió de parte de las empresas para pasar el fin de semana con contratos de dólar a futuro en sus manos que vencen en abril. Pero, también, por la cantidad de llamados telefónicos que simultáneamente recibió de sus clientes y amigos con consultas sobre alguna «cueva de confianza». Temían, empresas y particulares, que el Poder Ejecutivo aprovechara el receso turístico para probar alguna receta novedosa contra un «blue» que ayer volvió a mostrar signos de vitalidad. Con esta especulación en su mente, las compañías llegaron a pactar con los bancos contratos de dólar a futuro que llevaban implícita una tasa de devaluación del 21,5% anual.
Desde el Banco Central desestimaron ayer ante este diario la posibilidad de que haya un cambio en las tasas de interés con el propósito de frenar el dólar. Aunque, para los grandes bancos, el movimiento es una señal que esperaban desde hace tiempo: «En algún momento el Central tiene que apretar la tasa. Está claro que si se corren los bancos públicos y el Central, con el dólar así, la intención es frenar la corrida», comentó un ejecutivo. En el sistema presumen que, si esta escalada del call money se prolonga, las mesas de dinero de las principales entidades deberán ajustar entre 50 y 100 puntos básicos las tasas de los plazos fijos. «Si la estampida del ‘blue’ amenaza con descontrolarse, el uso de la tasa como valla de contención de los pesos será inexorable», comentó ayer el economista (y exgerente del Central), Hernán Lacunza, en un informe de su consultora. «Paradójicamente, en un contexto de abundancia relativa de pesos el BCRA podría encontrarse haciendo módicos esfuerzos por impulsar las tasas de interés. El resultado: una tasa Badlar levemente superior a la actual, en torno al 16% anual», completó.
El cambio resultó tan atípico que, hasta última hora de ayer, algunos banqueros dudaban de que significara un ajuste sobre la liquidez. Y preferían atribuirlo, antes que eso, a una «desprolijidad» de Marcó del Pont: «Evidentemente, les llegó de sorpresa fin de mes, y se olvidaron de que teníamos que cubrir nuestras posiciones de encajes», justificaron en una mesa de dinero. El Central se había visto obligado a volcar, el día anterior, más de $ 1.800 millones en el sistema frente a una fuerte reticencia de los bancos para renovar vencimientos.
En una entidad pública explicaron que habían tenido que cancelar préstamos a empresas para hacer frente a la escasez de pesos en la jornada. Y que por otorgar líneas de entre uno y siete días de plazo habían llegado a cobrar tasas de entre un 16,25% y un 17% anual a empresas y bancos privados.
El escenario de escasez de pesos dejó una sensación demasiado extraña para los banqueros, acostumbrados en estos años a nadar en la caudalosa liquidez de la heterodoxia. Tan excepcional y extraordinaria en la gestión de Marcó del Pont, que justificaría especulaciones sobre un abrupto cambio de rumbo, de ahora en más, en la conducción de la política monetaria del Banco Central.
Ignacio Olivera Doll.- Por: Ignacio Olivera Doll
El día resultó demasiado desprolijo desde los inicios: en el esfuerzo por cubrir sus posiciones de encajes de fin de mes en el Banco Central, las principales entidades del sistema debieron ayer amontonarse desesperadas por hacerse de pesos en el mercado interbancario. Pero se encontraron ahí con una oferta tan escasa que, en apenas unas horas, el costo del dinero para ellas llegó a trepar hasta siete puntos porcentuales. El llamado call money (es decir, la tasa de interés que rige para las líneas interbancarias de muy corto plazo) pasó del 11,4% a un máximo del 17% en la mitad de la rueda; hasta ceder, sólo sobre el final, al 15%. No apareció para auxiliarlas en ningún momento del día el Banco Nación. Tampoco las grandes entidades privadas, como el Santander y el HSBC, que suelen asistirlas y estar presentes en la rueda para estos casos.
El fenómeno fue interpretado en el sistema como una primera reacción oficial para hacerle frente a la corrida que se está percibiendo en el dólar «blue». Un «baldazo de ortodoxia», o una primera señal concreta de que el Banco Central no se quedará de brazos cruzados frente a la actual estampida del «blue». Y que podría convertirse hacia adelante en un impulso para las tasas de interés que hoy están pagando todos los bancos a sus depositantes (del 15,2%).
El día ya había empezado caótico. La llegada de un feriado inéditamente largo había alimentado, desde el principio, la especulación sobre un inminente paquete de medidas que podría tomar el Gobierno para ponerle fin a la histeria del «blue». Un gerente financiero se sorprendió desde las primeras horas por la fuerte demanda que recibió de parte de las empresas para pasar el fin de semana con contratos de dólar a futuro en sus manos que vencen en abril. Pero, también, por la cantidad de llamados telefónicos que simultáneamente recibió de sus clientes y amigos con consultas sobre alguna «cueva de confianza». Temían, empresas y particulares, que el Poder Ejecutivo aprovechara el receso turístico para probar alguna receta novedosa contra un «blue» que ayer volvió a mostrar signos de vitalidad. Con esta especulación en su mente, las compañías llegaron a pactar con los bancos contratos de dólar a futuro que llevaban implícita una tasa de devaluación del 21,5% anual.
Desde el Banco Central desestimaron ayer ante este diario la posibilidad de que haya un cambio en las tasas de interés con el propósito de frenar el dólar. Aunque, para los grandes bancos, el movimiento es una señal que esperaban desde hace tiempo: «En algún momento el Central tiene que apretar la tasa. Está claro que si se corren los bancos públicos y el Central, con el dólar así, la intención es frenar la corrida», comentó un ejecutivo. En el sistema presumen que, si esta escalada del call money se prolonga, las mesas de dinero de las principales entidades deberán ajustar entre 50 y 100 puntos básicos las tasas de los plazos fijos. «Si la estampida del ‘blue’ amenaza con descontrolarse, el uso de la tasa como valla de contención de los pesos será inexorable», comentó ayer el economista (y exgerente del Central), Hernán Lacunza, en un informe de su consultora. «Paradójicamente, en un contexto de abundancia relativa de pesos el BCRA podría encontrarse haciendo módicos esfuerzos por impulsar las tasas de interés. El resultado: una tasa Badlar levemente superior a la actual, en torno al 16% anual», completó.
El cambio resultó tan atípico que, hasta última hora de ayer, algunos banqueros dudaban de que significara un ajuste sobre la liquidez. Y preferían atribuirlo, antes que eso, a una «desprolijidad» de Marcó del Pont: «Evidentemente, les llegó de sorpresa fin de mes, y se olvidaron de que teníamos que cubrir nuestras posiciones de encajes», justificaron en una mesa de dinero. El Central se había visto obligado a volcar, el día anterior, más de $ 1.800 millones en el sistema frente a una fuerte reticencia de los bancos para renovar vencimientos.
En una entidad pública explicaron que habían tenido que cancelar préstamos a empresas para hacer frente a la escasez de pesos en la jornada. Y que por otorgar líneas de entre uno y siete días de plazo habían llegado a cobrar tasas de entre un 16,25% y un 17% anual a empresas y bancos privados.
El escenario de escasez de pesos dejó una sensación demasiado extraña para los banqueros, acostumbrados en estos años a nadar en la caudalosa liquidez de la heterodoxia. Tan excepcional y extraordinaria en la gestión de Marcó del Pont, que justificaría especulaciones sobre un abrupto cambio de rumbo, de ahora en más, en la conducción de la política monetaria del Banco Central.