Primero dos islas y, después, Asís . La geografía de las visitas del Papa Bergoglio marcan la hoja de ruta de su papado y sus prioridades. El primer viaje italiano a la isla de Lampedusa , la de los desesperados en busca de una vida digna que, a menudo, mueren en el intento. La segunda visita a la isla de Cerdeña , víctima de una crisis feroz, con tasas de paro como las andaluzas. La visita a los trabajadores sin trabajo, a los jóvenes que se les cierra el futuro. Los pobres, los pobres y siempre los pobres . Y por si quedaba alguna duda, la tercera visita a la ciudad del Poverello , el santo icono del servicio a los pobres. El santo que inspira su papado reformador: «Repara mi iglesia» .
Y Bergoglio fue Francisco en Asís. Con sus prioridades a contrapelo de lo hasta ahora eclesiasticamente correcto. Y no digamos, de los políticamente correcto. Francisco es un papa incómodo . Cada vez más incómodo, porque es un Papa transparente y radical. No como un radical de izquierdas, sino con la radicalidad más profunda todavía que ofrece el Evangelio.
Había muchas expectativas puestas en su viaje a Asís. Por lo que Asís significa en el imaginario colectivo y por la personalidad del propio Papa. Un Papa capaz de todo. Un Papa que llena con su presencia. Que comunica sin parar. Que sintoniza con la gente. Que comunica con todo su ser: cuerpo, gestos, palabras… Un Papa que irradia, que sin decir, dice. Que se adelanta, que va al encuentro, que abraza y besa con ternura, que mira con amor, que se deja estrujar, que aguanta besos y abrazos (Ayer, por ejemplo, una fila interminable de frailes franciscanos, a los que fue abrazando uno a uno… Alguien debería controlar estos excesos, sobre todo con los de «casa»).
Francisco lo aguanta todo, con su sempiterna sonrisa de felicidad . Aguanta los abrazos que le imponen y, por supuesto, los que provoca. Por eso, se tiró mucho tiempo besando y abrazando a los enfermos, a los discapacitados y a los pobres. Y consolando a sus familiares. La caricia de Dios y de su ternura en las manos del Papa .
Ellos, los pobres y los enfermos, son sus favoritos . Como lo fueron de Cristo. Con ellos se explaya, pierde el tiempo, no tiene prisa. Claro que saluda a las autoridades (al propio Enrico Letta, primer ministro italiano, presente en la misa), pero de pasada. El Papa ya no come con las autoridades, se sienta a la mesa con los pobres. Son sus hijos más débiles y, por lo tanto, sus preferidos, los que necesitan sus atenciones.
En su histórico viaje a Asis, hay varios hitos, que pasarán a la Historia. Enumeremos algunos:
– En la sala de la Expoliación (donde Francisco se desnudó como signo de su entrega absoluta a Dios), el Papa no se desnudó (como algún periódico había especulado) ni anunció que iba a despojar a cardenales y obispos de mitras, mucetas y demás capisayos. Ya irán cayendo por sí solos, porque, entre los pobres, los capisayos se manchan y quedan feos .
Allí pronunció un discurso ‘a braccio’ (improvisado), de esos que le salen del alma y que reflejan sus sentimientos más profundos. Escúchenlo, vale la pena. Un discurso lleno de dolor de un Papa atormentado por el recuerdo de los muertos de Lampedusa. «Dia de lágrimas», dijo. Y denunció la «globalización de la indiferencia» y la vergüenza de un capitalismo salvaje que condena a estos inocentes, que buscan una vida digna, a la muerte. «Al mundo no le importa los que mueren en busca de una vida digna». Y añadió suplicante: «Escuchemos el grito de los que sufren». Y, además, pidió a la Iglesia que se despoje de la mundanidad, de la vanidad, del orgullo, del poder, del dinero. Una Iglesia pobre para los pobres . Una Iglesia despojada.
– Consciente de que la gente busca respuestas a sus problemas cotidianos , el Papa sabio y anciano tira de consejos . Y les dice a las madres que, si no quieren tener en sus casas a sus hijos hasta los 30, «dejen de plancharles las camisas». O dice a las parejas que es lógiclo que, de vez en cuando, «se tiren los platos», pero que, si quieren seguir amándose, no pueden acostarse «sin antes haber hecho las paces».
– Y, por supuesto, en todas sus intervenciones abundan aún más los consejos pastorales . Advertencias y recomendaciones a los suyos, al universo clerical que tan bien conoce. A las monjas de clausura les pidió que sean capaces de soportarse y que sus monastrios «no sean purgatorios». Y sobre todo, que tengan alegría, pero una alegría profunda, no como la «de las azafatas de vuelo».
Consejos y tirones de oreja a los obispos , a los que advirtió que «no pueden gobernar una diócesis sin consejos pastorales», que habían sido desactivados, marginados o ninguneados hasta ahora. Se acabaron los obispos-señores. Francisco quiere obispos que sean capaces de crear «la armonía de la diversidad». Obispos de todos , no de unos pocos movimientos.
A los curas vino a decirles algo parecido: que tienen que caminar con el pueblo, que tienen que volver a activar los consejos pastorales en las parroquias, que sin los laicos no son nadie , que no pueden mandar en la parroquia, que tienen que estar atentos al ‘sensus fidei’ de los fieles y que dejen ya de largar «homilías largas, aburridas y que nadie entiende». En una palabra, que se bajen del pedestal, pisen barro y salgan a las periferias .
A un Papa de gestos como Francisco es lógico que le encanten los signos . Hubo muchos y variados en su viaje a Asís. Por ejemplo, sus ramitos de rosas blancas (las que le gustan, proque le recuerdan a Santa Teresita de Lisieux, una de sus santas favoritas) con alguna amarilla (quizás como concesión a los colores vaticanos) para San Francisco o Santa Clara. El pectoral con la Tau franciscana, que le regalaron los frailes y se puso encima del suyo. O la contemplación extasiada del famoso y bello Cristo de San Damián.
– Y como signo evidente de colegialidad en acción, Francisco estuvo acompañado en todo momento por su G8, su guardia de corps cardenalicia, sus 8 consejeros con los que va a «reparar la Iglesia». Y a fondo . Allí estuvieron todos, capitaneados por el hondureño Maradiaga. Signo visible de que el Papa de las reformas no está solo, que cuenta con más apoyos que resistencias. Tanto en las bases como en la cúpula. No le dejan solo. Y han prometido defenderlo incluso hasta el derramamiento de sangre. El Papa tiene equipo. Se consolida el horizonte esperanzador en la Iglesia. La primavera ha llegado para quedarse. Paz y bien .
Y Bergoglio fue Francisco en Asís. Con sus prioridades a contrapelo de lo hasta ahora eclesiasticamente correcto. Y no digamos, de los políticamente correcto. Francisco es un papa incómodo . Cada vez más incómodo, porque es un Papa transparente y radical. No como un radical de izquierdas, sino con la radicalidad más profunda todavía que ofrece el Evangelio.
Había muchas expectativas puestas en su viaje a Asís. Por lo que Asís significa en el imaginario colectivo y por la personalidad del propio Papa. Un Papa capaz de todo. Un Papa que llena con su presencia. Que comunica sin parar. Que sintoniza con la gente. Que comunica con todo su ser: cuerpo, gestos, palabras… Un Papa que irradia, que sin decir, dice. Que se adelanta, que va al encuentro, que abraza y besa con ternura, que mira con amor, que se deja estrujar, que aguanta besos y abrazos (Ayer, por ejemplo, una fila interminable de frailes franciscanos, a los que fue abrazando uno a uno… Alguien debería controlar estos excesos, sobre todo con los de «casa»).
Francisco lo aguanta todo, con su sempiterna sonrisa de felicidad . Aguanta los abrazos que le imponen y, por supuesto, los que provoca. Por eso, se tiró mucho tiempo besando y abrazando a los enfermos, a los discapacitados y a los pobres. Y consolando a sus familiares. La caricia de Dios y de su ternura en las manos del Papa .
Ellos, los pobres y los enfermos, son sus favoritos . Como lo fueron de Cristo. Con ellos se explaya, pierde el tiempo, no tiene prisa. Claro que saluda a las autoridades (al propio Enrico Letta, primer ministro italiano, presente en la misa), pero de pasada. El Papa ya no come con las autoridades, se sienta a la mesa con los pobres. Son sus hijos más débiles y, por lo tanto, sus preferidos, los que necesitan sus atenciones.
En su histórico viaje a Asis, hay varios hitos, que pasarán a la Historia. Enumeremos algunos:
– En la sala de la Expoliación (donde Francisco se desnudó como signo de su entrega absoluta a Dios), el Papa no se desnudó (como algún periódico había especulado) ni anunció que iba a despojar a cardenales y obispos de mitras, mucetas y demás capisayos. Ya irán cayendo por sí solos, porque, entre los pobres, los capisayos se manchan y quedan feos .
Allí pronunció un discurso ‘a braccio’ (improvisado), de esos que le salen del alma y que reflejan sus sentimientos más profundos. Escúchenlo, vale la pena. Un discurso lleno de dolor de un Papa atormentado por el recuerdo de los muertos de Lampedusa. «Dia de lágrimas», dijo. Y denunció la «globalización de la indiferencia» y la vergüenza de un capitalismo salvaje que condena a estos inocentes, que buscan una vida digna, a la muerte. «Al mundo no le importa los que mueren en busca de una vida digna». Y añadió suplicante: «Escuchemos el grito de los que sufren». Y, además, pidió a la Iglesia que se despoje de la mundanidad, de la vanidad, del orgullo, del poder, del dinero. Una Iglesia pobre para los pobres . Una Iglesia despojada.
– Consciente de que la gente busca respuestas a sus problemas cotidianos , el Papa sabio y anciano tira de consejos . Y les dice a las madres que, si no quieren tener en sus casas a sus hijos hasta los 30, «dejen de plancharles las camisas». O dice a las parejas que es lógiclo que, de vez en cuando, «se tiren los platos», pero que, si quieren seguir amándose, no pueden acostarse «sin antes haber hecho las paces».
– Y, por supuesto, en todas sus intervenciones abundan aún más los consejos pastorales . Advertencias y recomendaciones a los suyos, al universo clerical que tan bien conoce. A las monjas de clausura les pidió que sean capaces de soportarse y que sus monastrios «no sean purgatorios». Y sobre todo, que tengan alegría, pero una alegría profunda, no como la «de las azafatas de vuelo».
Consejos y tirones de oreja a los obispos , a los que advirtió que «no pueden gobernar una diócesis sin consejos pastorales», que habían sido desactivados, marginados o ninguneados hasta ahora. Se acabaron los obispos-señores. Francisco quiere obispos que sean capaces de crear «la armonía de la diversidad». Obispos de todos , no de unos pocos movimientos.
A los curas vino a decirles algo parecido: que tienen que caminar con el pueblo, que tienen que volver a activar los consejos pastorales en las parroquias, que sin los laicos no son nadie , que no pueden mandar en la parroquia, que tienen que estar atentos al ‘sensus fidei’ de los fieles y que dejen ya de largar «homilías largas, aburridas y que nadie entiende». En una palabra, que se bajen del pedestal, pisen barro y salgan a las periferias .
A un Papa de gestos como Francisco es lógico que le encanten los signos . Hubo muchos y variados en su viaje a Asís. Por ejemplo, sus ramitos de rosas blancas (las que le gustan, proque le recuerdan a Santa Teresita de Lisieux, una de sus santas favoritas) con alguna amarilla (quizás como concesión a los colores vaticanos) para San Francisco o Santa Clara. El pectoral con la Tau franciscana, que le regalaron los frailes y se puso encima del suyo. O la contemplación extasiada del famoso y bello Cristo de San Damián.
– Y como signo evidente de colegialidad en acción, Francisco estuvo acompañado en todo momento por su G8, su guardia de corps cardenalicia, sus 8 consejeros con los que va a «reparar la Iglesia». Y a fondo . Allí estuvieron todos, capitaneados por el hondureño Maradiaga. Signo visible de que el Papa de las reformas no está solo, que cuenta con más apoyos que resistencias. Tanto en las bases como en la cúpula. No le dejan solo. Y han prometido defenderlo incluso hasta el derramamiento de sangre. El Papa tiene equipo. Se consolida el horizonte esperanzador en la Iglesia. La primavera ha llegado para quedarse. Paz y bien .