‘The Economist’ (7/12/13) se burla de los «teóricos de la conspiración» a quienes se les escapa BlackRock entre su lista nociva: «Pregunten a los teóricos de la conspiración quiénes son los que realmente gobiernan el mundo, y probablemente señalarán a los bancos globales, como Citigroup, Bank of America y JP Morgan, también citarán a gigantes petroleras como ExxonMobil y Shell». O quizá “se enfocarán a las firmas de bienes de consumo que tienen a miles de millones en esclavitud, como Apple, McDonald’s o Nestlé”, pero «una firma que probablemente no aparecerá en su lista es BlackRock, un banco de manejo de inversiones cuyo nombre hará sonar pocas campanas fuera de los círculos financieros», pese a que «es el mayor accionista de todas las empresas mencionadas».
BlackRock –una transmutación de Blackstone y Evercore Partnership–, la poco conocida entidad financiera de EEUU, maneja azorantemente 15,1 millones de millones de dólares de activos bursátiles que la colocan como la máxima inversionista del planeta, según ‘The Economist’.
Tal descomunal cifra es muy cercana al PIB (medido nominalmente) de la Unión Europea (el primero del mundo) y al de EEUU (el segundo) y casi al doble de China.
BlackRock controla la mayoría de las acciones del Grupo Pearson, que a su vez domina a ‘The Economist’ y a ‘The Financial Times’, este último adónde acudieron Peña y Videgaray a obsequiar los hidrocarburos de México.
Los más de 15 millones de millones de dólares se conforman por 4,1 millones de millones en «activos bajo manejo» (AUM: Assets Under Management) y por «otros 11 millones de millones que vigila a través de su plataforma de transacciones Aladino».
Tal cantidad «equivale al 7 por ciento de todas las acciones, bonos y préstamos del mundo», alardea su revista controlada que explaya como «17 mil mercaderes en bancos, empresas de seguros, fondos soberanos de riqueza y otros dependen en parte de los modelos analíticos de BlackRock para guiar sus inversiones». Por cierto, BlackRock obtuvo el año pasado una ganancia mirifica de 40 por ciento.
Tales 15 millones de millones de dólares convierten a BlackRock en el banco de inversiones «mayor a cualquier banco, empresa de seguros, fondo de gobierno o rival de manejo de activos» y “ella sola maneja casi todo el dinero de los hedge funds (fondos de cobertura de riesgo) y de capitales privados (private equity) del mundo”. ¡Vaya megapoder!
Entre las tenencias de BlackRock en las principales 20 empresas del mundo predominan sus activos como máximo inversionista en megabancos y petroleras de EEUU y Gran Bretaña, lo cual le confiere una enorme influencia, poco conocida por la ciudadanía: ExxonMobil (5.4 por ciento, primer accionista), Chevron (6.2 por ciento, primer accionista), JP Morgan Chase (6.4 por ciento, primer accionista), WellsFargo/Wachovia (5.4 por ciento, segundo lugar), Shell (4.9 por ciento, primer accionista) –sin contar Apple (5.1 por ciento, primer accionista), Google (5.8 por ciento, segundo accionista) y Microsoft (5.5 por ciento, primer accionista [por encima de Bill Gates]).
Resalta que tres de las cuatro trasnacionales anglosajonas –ExxonMobil, Chevron y Shell, que ‘Bloomberg’ (9/12/13) da por descontado serán beneficiadas por la entreguista/masoquista Reforma Peña/Videgaray/Aspe– sean controladas por BlackRock.
No se puede soslayar la interconectividad fiduciaria de BlackRock en las grandes petroleras con los otros megabancos de inversiones de EEUU: The Vanguard Group, BNY Mellon, State Street, Wellington Management y Capital Group Companies, superpotencias financieras que operan lejos de los distractores reflectores.
Más allá de la conocida bidireccionalidad entre las cuatro grandes petroleras y los megabancos anglosajones, también sobresale la asombrosa circularidad intermegabancaria entre BlackRock, Bank of America, WellsFargo/Wachovia, JP Morgan Chase (de la que son y/o fueron miembros corporativos Tony Blair, Zedillo, Bernard Madoff, Lehman Brothers, Bear Stearns, etcétera.
Mucho más inquietante es la red de interconexión multiempresarial de BlackRock, donde despunta su conectividad con los siguientes bancos: Barclays, Bear Stearns, Morgan Stanley, Merrill Lynch, First Boston; no se diga con el muy influyente Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés), que prácticamente es financiado por todos los megabancos de EEUU (para aquellos que aún creen en el Santa Claus de los ‘think tanks’ desinteresados).
Por demás interesantes son los vínculos del presidente de BlackRock, el israelí-estadounidense Laurence Fink –quien recientemente vino a México a bendecir la privatización de Pemex– y su polémico hijo Joshua, con Larry Summers, ex secretario del Tesoro, y Rahm Emanuel, alcalde de Chicago y anterior jefe del gabinete de Obama.
Como era de esperarse, ‘The Economist’ omitió deliberadamente los perturbadores nexos y la macabra historia del mayor banco de inversiones del mundo, cuyo rastreo de huellas radiactivas llegan a dos entidades financieras fantasmagóricas: Blackstone, que cobró el extraño doble seguro de las torres gemelas del 11/9, y a Evercore Partnership, que preside el megafinanciero cupular Roger Altman y que compró la polémica Protego de Pedro Aspe y su alumno Luis Videgaray: ambos vinculados al ITAM cuyo consejo preside Alberto Bailleres.
No se puede pasar por alto la interconexión estratégica del muy silenciosamente influyente Albright Stonebridge Group tras las bambalinas cupulares del Olimpo de EEUU que vinculan a Lee Hamilton con Roger Altman, Charles Prince (ex director de Citigroup), Zedillo y Samuel Berger (asesor de Seguridad Nacional de Clinton). Destaca también la interconexión del Wilson Center que preside Lee Hamilton con Chevron y Condy Rice, ex asesora de Seguridad Nacional de Baby Bush.
Sobresale que BlackRock tenga en su poder casi 9 por ciento del capital de Televisa, así como el gran capital que acumuló Zedillo. Ahora ya sabemos puntualmente quiénes son los beneficiados en EEUU y aquí con la privatización de Pemex.
alfredojalife.com