Borón: «El modelo argentino llegó a un límite: requiere revisión y rectificación»

Politólogo y sociólogo marxista. Su último libro es «América Latina en la geopolítica del imperialismo».
«A veces nos entusiasmamos tanto en exaltar lo que tenemos que nos olvidamos que todo lo construído está en peligro». Informalmente, de lo que habla el entrevistado, Atilio Borón, en el café introductorio es de Venezuela y de todo lo que viene detrás: luego de que su amigo Hugo Chávez se alineara con su referente Fidel Castro, lo que vino es la Bolivia de Evo Morales y el Ecuador de Rafael Correa.
Le preocupa la instalación de Nicolás Maduro en el poder. Hay que creerle. Al fin y al cabo, la noche anterior a este café cenó con él junto a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Pero más le preocupa -tal como lo dejará en claro sobre el final del extenso diálogo producido en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo- el futuro de la economía argentina. De eso depende, sostiene, que el país se alinea más o menos con el eje venezolano.
Atilio Borón junto a su anfitriona, Graciela Cousinet.
Dispuesto al diálogo, no ha sido fácil escucharlo reflexionar sobre el país. En privado es crítico y lo es, porque está convencido de lo que piensa. Con esa grandeza se explaya, tal como hace unos días -producto de la misma característica- lo hizo ante el mismo autor de esta entrevista quien puede considerarse el polo opuesto de Borón: Mario Vargas LLosa, también de paso por Mendoza.
Borón ha escrito una infinidad de libros y artículos como investigador del marxismo que ha sido toda su vida adulta. Pero el fenómeno bolivariano lo enfocó de lleno en proponer cómo debe ser la práctica más en la filosofía, en el «deber ser».
Hasta ahora usted ha venido hablando de lo que pasa o lo que debería pasar en los pueblos latinoamericanos a través de sus libros. Pero últimamente ha pasado a cuestiones más concretas: a ser parte de lo que pasa.
– Sí, en realidad yo he venido variando un poco mi eje de análisis, mi eje de trabajo como profesor e investigador. Normalmente yo trabajo en temas de teoría política, pero en función de todos los cambios que se han venido produciendo en América latina en estos 10 o 15 años, imperceptiblemente fui interesándome en cierto tipo de problemática en la cual yo no estaba acostumbrado a trabajar. Concretamente, la problemática geopolítica, porque todo eso pertenecía a un ámbito normalmente reservado a los especialistas en temas militares, pero ha habido un cambio muy grande en esa concepción.
¿Cuál ha sido?
– Hoy en día el planteo de la geopolítica no es lo que era hace 20 o 30 años atrás, que eran puramente militares. Hoy es una geopolítica, una geoeconomía, relaciones internacionales, un mix completamente diferente y, a través de esos cambios políticos que estimularon mi reflexión, yo me puse a ver un poco la realidad latinoamericana y contrastarla con la imagen que de América Latina se tiene en la propia América Latina y en el mundo desarrollado. ¿Cuál es esta imagen? Bueno, es la de un continente desvalido, pobre, aunque con bolsones de gran riqueza, con enormes océanos de indigencia y de pobreza y que carece de relevancia en la escena internacional.
¿El proceso de Chávez en Venezuela es el que lo provoca a usted y el que genera un liderazgo en un primer momento?
– Lo primero que me provoca es una gran perplejidad que me produjo el hecho de que la Revolución Cubana haya sido capaz de sobrevivir al “período especial”. Cuando se derrumba la Unión Soviética, lo que decía la Academia –y yo no soy un “cubanólogo”, como hay alguno- era que iba a ser muy difícil que esa revolución lograra sobrellevar el enorme impacto que fue el derrumbe, la implosión de la Unión Soviética. Eso me empezó a llamar la atención y a empezar a estudiar un poco esta nueva problemática. Luego, el triunfo de Chávez y la manera en como va radicalizando su proceso, desempeñó un papel muy importante para permitirme ver esto y revisar además algunas cuestiones que en la Argentina se daban como verdades inmutables e indiscutibles.
¿Por ejemplo?
– …Que teníamos que admitir un patrón de relacionamiento con los Estados Unidos que se dio en llamar “las relaciones carnales” a partir de la asunción de nuestra propia irrelevancia. El argumento era un poco así: “Miren, tenemos poco que ofrecerle al mundo, estamos en una región que tampoco le importa” y cada vez que uno habla con alguno de los presidentes americanos o con el secretario de Estado o los voceros de estos personajes, cuando se refieren a América Latina, lo que dicen es “en realidad no cuenta en la regla internacional, la preocupación del presidente norteamericano, que es un hombre abrumado por conflictos de todo tipo, tiene en primer lugar a Medio Oriente, después se dedica a ver qué pasa en Europa, porque es la alianza estratégica fundamental de Estados Unidos, Medio Oriente es la gran reserva de petróleo que es lo que mueve esta mal llamada civilización. En tercer lugar, al presidente norteamericano y a sus funcionarios no puede menos que interesarle lo que pasa en Extremo Oriente, porque allí tenemos a China, a Japón, a las dos Corea, incluso Rusia por Vladivostok tiene algo que ver por toda esa zona. Y en cuarto lugar, lo que hay es Asia Central, por los grandes oleoductos y gasoductos y finalmente, en quinto lugar, vendrían ustedes, los latinoamericanos. Así es que no molesten, no pidan de más, no se enojen, no demanden. El presidente, no tiene tiempo para ustedes, así que cuando les den algo, tómenlo sin chistar y punto…
Frente a esto, en un mismo proceso, Cuba es una cosa, Venezuela otra y Argentina se presenta como bastante diferente.
– La Argentina es bastante diferente, pero en los años 90 este tema, como recordarán todos, bajo la égida del canciller Guido Di Tella se estableció la doctrina de “las relaciones carnales” que era la aceptación de esa premisa. Ahora, cuando uno se pone a mirar, lo que encuentro es algo completamente, absolutamente diferente.
¿Qué encuentra?
– Encuentro un continente que hoy por hoy tiene el país que dispone de las mayores reservas probadas del todo el petróleo del planeta Tierra. No las hipotéticas, las probadas. Usted sabe que la OPEP tiene un protocolo para evaluarlo. Ese país es Venezuela, que en función de las nuevas tecnologías de extracción y refinamiento del petróleo hoy cuenta con reservas probadas superiores a las de Arabia Saudita. Después tenemos un gran manto de petróleo subacuático en Brasil y hay mucho petróleo en Ecuador, en Colombia, en Bolivia, todavía en México, algo en Argentina. Entonces: primera cuestión, no debe ser tan irrelevante un continente que tiene tanto petróleo. ¿Eso es todo? No. Es un continente que tiene el 7 por ciento de la población mundial, pero casi el 45 por ciento del agua dulce del planeta Tierra. Y cuando uno lee los pronósticos que se hacen para los años 2030, 2040, 2050, que en América Latina no los hacemos pero que Estados Unidos y Europa sí, en todos esos escenarios hay un capítulo que es infaltable y que es el de “las guerras por el agua”. Porque en gran parte del planeta comenzará a escasear y desaparecer el agua. Y por lo tanto, lograr tener agua, tener acceso al agua va a ser un elemento de enorme importancia. Entonces, como segunda cuestión, usted tiene aquí un continente con el 7 por ciento de la población mundial, 45 por ciento del agua. Y tenemos nosotros en el sur de Brasil, en el este de Paraguay y noreste argentino el acuífero Guaraní, que es el segundo acuático más grande del mundo después del de Siberia, pero el nuestro el que tiene mayor capacidad permanente de recarga. Repasando: un continente que tiene petróleo, agua, que tiene la mitad de la biodiversidad mundial que es la base de las modernas industrias de nuestro tiempo, como la ingeniería genética y la biotecnología, en la gran cuenca amazónica y subamazónica. Agrego un solo elemento más: el cuarto elemento: están 7 de los 10 países que producen minerales estratégicos, imprescindibles e irremplazables para el sistema de defensa de los Estados Unidos. Conclusión: evidentemente nos han vendido el cuento de que somos irrelevantes porque somos los más relevantes. Y si no, explíquenme por qué, la primera doctrina de política exterior que aplica Estados Unidos es la Monroe, en 1823, que se anticipa en casi un siglo a la segunda doctrina que es la Wilson, aplicada a los países europeos, a partir de 1918. Como buenos diplomáticos que son, la mejor manera de establecer términos de referencia favorables para Estados Unidos es cuando ellos convencen a los países del sur del Río Bravo que son irrelevantes.
Entendido así, se justifica la constitución de un bloque latinoamericano. Pero los países carecen individualmente de la relevancia geopolítica y geoestratégica de la que usted habla.
– Por supuesto. Estamos condenados fatalmente a unirnos porque de lo contrario los Estados Unidos van a arrasar con nosotros.
Los procesos sociales dentro de estos países, ¿acompañan este proceso? ¿O son reaccionarios y refractarios frente a lo que se pretende hacer?
– En general, han venido acompañando. Acá, hay un papel fundamental que es el que desempeñó Hugo Chávez en Venezuela a lo largo de toda su vida. Chávez es el gran abanderado de la causa de la unificación de los países de América Latina para librar ese combate y evitar ser absorbidos e incorporados como un protectorado americano. Y no vaya a creer que esto es un invento mío: yo cito en mi libro un discurso del presidente William Taft en 1912. Ya no la doctrina Monroe, más cerquita para acá. En ese discurso, él dice: “No está lejano el día en que la bandera de los estados Unidos flameen en Alaska, Panamá y en el Polo Sur”. Claramente el proyecto americano es la integración de toda esta amplia región al sur del Río Bravo como un satélite completamente controlado, por razones de los recursos naturales, de los mercados que tenemos, con más de 500 millones de personas con una capacidad de consumo que se puede ir elevando y por razones militares, porque la doctrina militar americana concibe a América como una gran isla que va desde Alaska hasta Tierra del Fuego, separada de la masa euroasiática que es en donde están los rivales de los Estados Unidos. Por eso ellos han tenido una política sistemática de impedir la unión de los países de América Latina.
Viniendo al presente, este proceso impulsado, como usted dice, por Chávez hay que verlo con un Chávez que físicamente no está y en donde su proyecto ha sufrido un golpe fuerte. El electorado en su propio país ha votado por mitades. ¿Corre riesgo ese proyecto?
– Yo creo que sí. Corre riesgo, pero aclaremos que todos los proyectos integracionistas corren riesgo. Por ejemplo, ¿quién diría hoy que no hay un riesgo que el proyecto de la Unión Europea termine hoy desbaratándose? La Unión Europea resistió mucho y no sé s pueda resistir 10 años más de gobierno de Ángela Merkel en Europa desde Alemania, porque está destruyendo a Europa. Aquí, corremos un riesgo, ciertamente. Pero yo creo que ha habido una inercia que se ha establecido que es muy importante, sobre todo en Sudamérica que es en donde hay un proceso de convergencia creciente, de familiaridad, de ciertos acuerdos tácitos, aun entre presidentes que responden a diferentes orientaciones políticas.
Por ejemplo, lo que acaba de pasar entre Perú y Venezuela.
– Eso, o el ejemplo de la rápida solidaridad que todos los países tuvieron el 30 de septiembre de 2010 cuando hubo un intento de golpe de estado en Ecuador en contra de Rafael Correa.
Lo mismo ocurrió antes en Bolivia.
– En 2008 en Bolivia. Hay ya una familiaridad, una mecánica de trabajo de los presidentes que se ven, que se juntan y que no implica que no haya diferencias y conflictos. Eso es inevitable. La Unión Europea vive lidiando permanentemente con tensiones comerciales. La prensa aquí en la Argentina dice: “Uy, se tensa la relación con Brasil”. Pero bueno, ¡que lean los diarios europeos! Van a ver que cada tanto se tensa la relación entre Gran Bretaña y Francia, entre Francia y Alemania, entre Alemania e Italia. Las tensiones son inherentes a estos procesos. Me parece que o tenemos un esquema de integración que funcione o el avance de los Estados Unidos llegará, y ese es un avance económico, peor también es político y militar. Al día de hoy, en mayo de 2013, existen en América Latina y el Caribe, hay 76 bases militares norteamericanas. ¿Se da cuenta la enormidad que es eso? No es que hay una; no es que hay dos: hay 76. Se habla siempre d ela de Guantánamo, pero esa es una. Setenta y seis; casi todas, propiedad de Estados Unidos salvo algunas pocas. ¿Cuáles? Aruba y Curasao, ahí al norte de Venezuela, a la salida del lago Maracaibo que son del Reino de Holanda, hoy en manos de una reina argentina, pero que no están en manos de la Argentina… esas islas tienen bases que han sido arrendadas a los Estados Unidos. Después hay dos bases británicas: una en nuestras Islas Malvinas y la otra en la isla Ascensión, a mitad de camino hacia África, a tres días de navegación desde el puerto de Fortaleza en Brasil. Y hay una base al norte de Sudamérica que está en la Guayana Francesa que por un acuerdo entre Sarkozy y Obama, en uno de los últimos actos del francés, fue cederles en arriendo a los norteamericanos. Setenta y seis. Entonces yo digo: hagamos un cálculo. Vivimos en un vecindario y nuestra casa está rodeada con 76 casas que están apuntando sus armas hacia nosotros. Entonces no me llamen paranoico. Objetivamente, ¿para qué están preparadas? ¿Para qué están allí?
¿Para qué considera que están?
– Bueno, esa es la pregunta que se hizo la secretaria de Estado de Clinton, Madelaine Albright. ¿Sabe qué le dijeron? “Van a ser puestas en funcionamiento cuando llegue el momento oportuno”. No están allí para mirar pajaritos, ni para ayuda humanitaria… Porque Estados Unidos no sabe hacer ayuda humanitaria. Si hay algo que no saben hacer es eso. Todavía no resolvieron lo que pasó con el huracán Katrina en New Orleans. Están para controlar regiones que son de gran importancia estratégica.
Para trabajar frente a esos grandes desafíos, ya sea que se trate de las amenazas externas o de poner a funcionar ese potencial económico en bloque del que usted habla, hacia adentro de nuestros países tenemos el 42 por ciento de las muertes violentas del mundo, una gran desigualdad y ese potencial económico no le está dando rédito alguno a la sociedad, a los trabajadores. ¿Cuál cree que son las tareas pendientes?
– Hay que avanzar muy fuertemente en una recuperación de la soberanía nacional de nuestros recursos. Este es un tema fundamental y en la Argentina estamos muy mal en ese punto, en comparación con otros países como Bolivia, Ecuador o Venezuela, por ejemplo. Esta es una de las economías más extranjerizadas del mundo. La cúpula empresarial argentina, si usted toma las 500 empresas más grandes, las dos terceras partes de ellas son extranjeras, cosa que en otros países no se llega a esos niveles. En la Argentina tenemos un problema que se deriva de la reforma constitucional de 1994 y Mercer a ella los bienes del subsuelo están en manos de los gobiernos provinciales. Entonces usted se encuentra con el absurdo de que la misma empresa minera, petrolera o hidrocaburífera que en la Argentina paga a los gobiernos provinciales un canon que oscila, según las provincias, un canon que oscila entre el 18 al 22/23 por ciento sobre la declaración en boca de mina o boca de pozo, esa misma empresa en Bolivia o Ecuador paga 80 por ciento de promedio. Cuando uno mira la gran expansión de la obra pública en Ecuador, en donde la tarea que ha hecho Correa en seis años es una cosa increíble en materia de infraestructura y comunicaciones, en un país quebrado, que tiene selva, los Andes y la costa, ¿de dónde salió el dinero? Es el mismo dinero que en la Argentina se llevan las empresas.
¿Qué hay que hacer?
– Recuperar el control de todo eso. ¿Por qué las empresas allá pagan el 80 por ciento y acá el 18?
Parémonos ahora en la Argentina para mirar hacia el resto de Latinoamérica. ¿Qué le falta al país para ser parte de ese proceso?
– En algún terreno, se ha hecho parte. Yo creo que hay un dato muy positivo y es que ha habido de parte del gobierno argentino en los últimos años una solidaridad total con el proyecto de unión de América Latina. Argentina ha jugado un rol muy importante y lo juega en la Unasur, y si bien no tiene el mismo régimen político que tienen Bolivia, Ecuador o Venezuela, de todas maneras en el alineamiento internacional juega con estos países.
Y Brasil también…
– Brasil y Uruguay también, lo cual es muy importante porque si bien hay diferencias entre estos dos grupos de países, digamos el Cono Sur versus Venezuela, Ecuador y Bolivia, lo cierto es que estos países lograron una victoria enormemente trascendente en 2005 cuando hicieron naufragar el proyecto de los Estados Unidos que era el ALCA en Mar del Plata. Habla de que más allá de que haya diferencias entre los regímenes, sin embargo en algunos puntos hay un acuerdo. Entonces, Argentina, en un cierto sentido, en ese plano internacional está bien situada. Lo que tiene como grandes asignaturas pendientes Argentina es mejorar el manejo de la política económica doméstica para avanzar en la recuperación de esos recursos naturales que en nuestro caso va a exigir una reforma constitucional. Porque como dijimos, la reforma del 94 le da a los estados provinciales el manejo de la riqueza del subsuelo, que constituye una aberración única a nivel mundial. No existe un país petrolero o minero de un mínimo de importancia, en donde la negociación entre empresa sy gobierno se realice con un gobierno provincial. Siempre se hace con el gobierno nacional. ¡Va a ser duro, eh!
Lo que sucede es que siempre que se hable de reformas constitucionales, inclusive a nivel local, es precisamente otro, el cambio de régimen político. Y el “cuco” es que se vaya a un régimen como el de Venezuela en donde se admite abiertamente –como no lo hace Cristina Kirchner- que van hacia “el socialismo”. Entonces eso es un escollo que impide discutir reformas necesarias.
– Pero va a llegar el momento en que vamos a tener que hacerlo, porque fíjese usted que Argentina se enfrenta a una serie de problemas que para resolverlos requiere contar con recursos que hoy el país no tiene.
¿Y para eso hace falta un cambio de régimen?
– Por lo menos, un cambio muy significativo de las políticas económicas del gobierno. O se cambia el régimen, que es el objetivo de máxima, o cambia la política económica. Hay que ver, eso sí, si esa política económica se puede aplicar con un régimen de este tipo. Estamos en Argentina en un momento muy delicado en el que me parece que hemos legado a un límite. Un límite del modelo que fue muy exaltado en los últimos años, que requiere de una tarea muy urgente de revisión, de rectificación, en algunos temas clave. Por ejemplo, en el de los recursos naturales. Es un tema fundamental si es que queremos poder hacer política. Y el otro tema clave es una reforma tributaria que, por ejemplo en países como ecuador se han aplicado con mucha fuerza y han obtenido un resultado.
¿Qué hizo Correa?
– Algo que no vengo proponiendo aquí desde hace muchos años, con “éxito cero”. Se me dice desde altas esferas del gobierno argentino que una reforma impositiva traería aparejada una reacción brutal de la ciudadanía en contra. Ante lo cual yo digo: para eso se inventaron los referendos. Entonces, convóquese a un referendo preguntándosele a la población: “¿Está usted de acuerdo con reformar el régimen tributario increíblemente regresivo e injusto que tiene la argentina, que entre otras cosas hace que un enfermero pague ganancias y un empresario que tiene plazos fijos obtiene réditos y no paga impuesto? ¿O quiere que nos quedemos con este régimen?”. A ver qué dice la gente. Yo estoy convencido de que la gente va a respaldar la reforma tributaria y le va a dar a la Presidenta para que mande el proyecto al Congreso, porque así como estamos no vamos a llegar muy lejos.

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Un comentario en «Borón: «El modelo argentino llegó a un límite: requiere revisión y rectificación»»

  1. no es raro qe don Atilio quiera que el gobierno argentino se acerque al modelo venezolano y a la socializacion,y que defienda mas nuestros recirsos naturales,asuntos no cumplidos suficientemente por el cristinismo.

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