San Pablo. Corresponsal – 19/03/12
Por un exceso impacto de la crisis internacional, que retornó fuerte el año pasado, pero sobre todo por un exceso de celo en el combate a la inflación, Brasil tuvo en 2011 el crecimiento más pobre de América del Sur . Con una expansión de su economía de 2,7%, no fue el peor de Latinoamérica sólo porque dos países centroamericanos, Guatemala y El Salvador, tuvieron indicadores todavía más bajos. Las estadísticas regionales muestran en promedio un avance económico de 4%.
Uno de los datos más llamativos fue la tasa de inversión, que define los límites para que se expanda cualquier economía. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en el caso de Brasil fue de solo 19,3% del PBI, frente a 23% de la región y, en particular, a 24% de la Argentina.
Según el técnico de la CEPAL Carlos Mussi, citado por el diario Folha de Sao Paulo , la mayor adjudicación de recursos para invertir por parte de los Estados redunda necesariamente en un crecimiento más poderoso: “La gran decisión de un gobierno cuando se trata de garantizar una expansión alta es cuánto irá a invertir el país”.
El actual perfil de la economía brasileña contrasta, en ese sentido, con las ilusiones que se habían forjado sus ciudadanos, cuando creyeron que la Copa del Mundo de 2014 tornaría el país en un “cantero de obras” con un natural aumento de las riquezas en todos los niveles sociales.
Analistas entrevistados por el diario Folha de Sao Paulo dijeron que una de las causas del freno en el crecimiento, en vista del 7,5% de aumento del PBI registrado en 2010, se debió a una “exagerada campaña anti inflacionaria” comandada directamente por la presidenta Dilma Rousseff.
Basta señalar que a principios de 2011, el gobierno redujo en forma sustantiva el gasto público al retirar más de 30.000 millones de dólares de las partidas previstas en el presupuesto nacional . En febrero último volvió a anunciar un recorte drástico en las arcas de dispendios oficiales, con impacto en todas las áreas incluidas educación y salud.
La estrategia adoptada por Dilma y sus ministros del área económica, Guido Mántega y Fernando Pimentel, respondió a la urgencia de frenar un alza inflacionaria que devino de la fuerte expansión registrada en 2010 (de 7,5%). Eso llevó a que las medidas de 2011, y en parte también de enero y febrero de este año, estuvieran enfocadas en poner frenos al desarrollo económico. Pero el remedio resultó fuerte en exceso, en especial, para amplios sectores de la industria que vivieron un período desalentador en los 14 primeros meses de gobierno de Dilma.
Pero hay otros elementos a tomar en cuenta, según afirman los economistas.
Hay una gran liquidez de capitales y pocas oportunidades de abultar rentas con la especulación en las naciones del Primer Mundo. Eso produjo una entrada significativa de divisas en Brasil, que registra récords de ingresos de capitales mes a mes. Eso sólo se explica por la alta tasa de interés vigente en el país, que atrae las inversiones financieras extranjeras.
Según la CEPAL, “la entrada de capitales puede representar mayores oportunidades de inversión y crecimiento”; pero la volatilidad de esos flujos son capaces de generar también “problemas macroeconómicos profundos”. Esta organización sugiere que ”una apreciación excesiva del tipo de cambio real, puede reducir la competitividad” de sus productos frente a los extranjeros. Es lo que causa una caída de exportaciones manufactureras y, al mismo tiempo, una competencia creciente de los importados en el propio mercado. Es lo que Brasil vivió al menos hasta principio de marzo.
Con una producción industrial en caída, Brasil “corre el riesgo de perder lo que fue uno de sus ejes claves para el desarrollo: la industria”. Con el precio de un real equivalente a 1,7 dólares, disminuyeron las chances fabriles de defenderse de la “agresividad externa”. La semana pasada, el gobierno de Dilma tuvo que renegociar con México un acuerdo en el sector de automóviles. El ministro de Desarrollo e Industria, Fernando Pimentel, uno de los negociadores con el gobierno mexicano, comentó que Brasil tuvo que limitar el comercio con ese país “porque hubo un brote de importaciones de autos mexicanos”.
Algunos especialistas, inclusive de organismos oficiales como el Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas (IPEA), sostienen que Brasil no logró aprovechar las oportunidades que ofrece el crecimiento de América Latina para sus exportaciones industriales.
Por un exceso impacto de la crisis internacional, que retornó fuerte el año pasado, pero sobre todo por un exceso de celo en el combate a la inflación, Brasil tuvo en 2011 el crecimiento más pobre de América del Sur . Con una expansión de su economía de 2,7%, no fue el peor de Latinoamérica sólo porque dos países centroamericanos, Guatemala y El Salvador, tuvieron indicadores todavía más bajos. Las estadísticas regionales muestran en promedio un avance económico de 4%.
Uno de los datos más llamativos fue la tasa de inversión, que define los límites para que se expanda cualquier economía. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en el caso de Brasil fue de solo 19,3% del PBI, frente a 23% de la región y, en particular, a 24% de la Argentina.
Según el técnico de la CEPAL Carlos Mussi, citado por el diario Folha de Sao Paulo , la mayor adjudicación de recursos para invertir por parte de los Estados redunda necesariamente en un crecimiento más poderoso: “La gran decisión de un gobierno cuando se trata de garantizar una expansión alta es cuánto irá a invertir el país”.
El actual perfil de la economía brasileña contrasta, en ese sentido, con las ilusiones que se habían forjado sus ciudadanos, cuando creyeron que la Copa del Mundo de 2014 tornaría el país en un “cantero de obras” con un natural aumento de las riquezas en todos los niveles sociales.
Analistas entrevistados por el diario Folha de Sao Paulo dijeron que una de las causas del freno en el crecimiento, en vista del 7,5% de aumento del PBI registrado en 2010, se debió a una “exagerada campaña anti inflacionaria” comandada directamente por la presidenta Dilma Rousseff.
Basta señalar que a principios de 2011, el gobierno redujo en forma sustantiva el gasto público al retirar más de 30.000 millones de dólares de las partidas previstas en el presupuesto nacional . En febrero último volvió a anunciar un recorte drástico en las arcas de dispendios oficiales, con impacto en todas las áreas incluidas educación y salud.
La estrategia adoptada por Dilma y sus ministros del área económica, Guido Mántega y Fernando Pimentel, respondió a la urgencia de frenar un alza inflacionaria que devino de la fuerte expansión registrada en 2010 (de 7,5%). Eso llevó a que las medidas de 2011, y en parte también de enero y febrero de este año, estuvieran enfocadas en poner frenos al desarrollo económico. Pero el remedio resultó fuerte en exceso, en especial, para amplios sectores de la industria que vivieron un período desalentador en los 14 primeros meses de gobierno de Dilma.
Pero hay otros elementos a tomar en cuenta, según afirman los economistas.
Hay una gran liquidez de capitales y pocas oportunidades de abultar rentas con la especulación en las naciones del Primer Mundo. Eso produjo una entrada significativa de divisas en Brasil, que registra récords de ingresos de capitales mes a mes. Eso sólo se explica por la alta tasa de interés vigente en el país, que atrae las inversiones financieras extranjeras.
Según la CEPAL, “la entrada de capitales puede representar mayores oportunidades de inversión y crecimiento”; pero la volatilidad de esos flujos son capaces de generar también “problemas macroeconómicos profundos”. Esta organización sugiere que ”una apreciación excesiva del tipo de cambio real, puede reducir la competitividad” de sus productos frente a los extranjeros. Es lo que causa una caída de exportaciones manufactureras y, al mismo tiempo, una competencia creciente de los importados en el propio mercado. Es lo que Brasil vivió al menos hasta principio de marzo.
Con una producción industrial en caída, Brasil “corre el riesgo de perder lo que fue uno de sus ejes claves para el desarrollo: la industria”. Con el precio de un real equivalente a 1,7 dólares, disminuyeron las chances fabriles de defenderse de la “agresividad externa”. La semana pasada, el gobierno de Dilma tuvo que renegociar con México un acuerdo en el sector de automóviles. El ministro de Desarrollo e Industria, Fernando Pimentel, uno de los negociadores con el gobierno mexicano, comentó que Brasil tuvo que limitar el comercio con ese país “porque hubo un brote de importaciones de autos mexicanos”.
Algunos especialistas, inclusive de organismos oficiales como el Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas (IPEA), sostienen que Brasil no logró aprovechar las oportunidades que ofrece el crecimiento de América Latina para sus exportaciones industriales.