Di Fiori, Mendiguren, Wagner, Gabbi, Brito y Biolcati, ayer, en la asociación de bancos; la consigna general: no irritar a la Casa Rosada. Foto: ADEBA
Hugo Biolcati volvió a llegar último. Sin embargo, antes de que el líder de la Rural arrimara su silla al almuerzo en la sede de Adeba (la asociación de bancos argentinos de capital nacional), sus compañeros del Grupo de los Seis (G-6) ya hablaban de un tema que lo involucra: la caída en el precio de la soja, que ayer cerró a US$ 449,56 la tonelada en Chicago.
«…Y ni te digo la preocupación que tendrá Hugo Luis», completó la frase uno de ellos, sonriente, para introducir al productor en lo medular de la charla: la crisis global y sus efectos sobre la Argentina. Participaban el banquero y anfitrión Jorge Brito, Carlos Wagner (Cámara de la Construcción), José Ignacio de Mendiguren (Unión Industrial Argentina), Jorge Di Fiori (Cámara de Comercio) y Adelmo Gabbi (Bolsa de Comercio).
Biolcati aprovechó entonces para contestar con otro chiste de evidente intencionalidad. «Bueno -bromeó-, la preocupación debería ser de todo el país y principalmente de ustedes, la mayoría productores de soja y socios de la Rural.» En efecto, al menos en el plano institucional, el dirigente más resistido por el Gobierno es el presidente de casi todos sus pares del grupo. Brito tiene un campo de unas 10.000 hectáreas bajo riego. Mendiguren es, como Biolcati, tambero y sojero. Y Gabbi tiene, ironías del establishment, el campo al lado de un ruralista que se viene resistiendo hace rato a integrar el G-6 por desacuerdos con la UIA: Mario Llambías.
Así empezó la conversación. Mendiguren buscó de entrada recomponer su relación con Biolcati tras la controversia que envolvió a ambos después del último almuerzo: al salir, el textil les había dicho al diario Tiempo Argentino y al ministro de Economía, Amado Boudou, que todo el G-6 le había «tirado de las orejas» al líder de la Rural, algo que fue negado al día siguiente por el resto y desmentido públicamente por el propio dueño de Texlona. «Quiero agradecer la presencia de Biolcati después del incidente», arrancó el de la UIA. «Yo lo desmentí porque fui malinterpretado y víctima de una operación de prensa.» Biolcati agradeció y se detuvo también en el factor de moda, el periodismo. «No te preocupes. Nadie más que yo sabe lo que son las malas interpretaciones», agregó, y se explayó sobre sus recientes declaraciones sobre los votantes de Cristina Kirchner, Tinelli y los plasmas.
Los unía a todos un trasfondo más abarcador: cómo cabalgar los próximos años frente a un gobierno áspero con los empresarios. La conclusión fue, una vez más, no irritar a la Casa Rosada y dedicarse a acercar propuestas. «Orientar», definió después a este diario uno de los presentes.
Mendiguren se ocupó también de la devaluación de Brasil, que perturba y mucho, pese a que el comunicado que el G-6 emitió después suavizaba el tema. «No se advierten por el momento pérdidas significativas de competitividad de la economía real», expuso el texto. Siempre pasa lo mismo: estos borradores son confeccionados antes de los almuerzos. A veces se actualizan con la conversación real, pero otras veces no. Son, después de todo, la versión del encuentro que el grupo quiere exponer en los medios.
El riesgo, se afirmó en la mesa, no es tanto la devaluación del real sino que el socio del Mercosur deje de crecer. Brito y Gabbi se adentraron un rato en la tasa de interés brasileña -de las más altas del mundo-, que permite, dijeron, el ingreso de capitales sólo «a colocarse en tasa». Gabbi atenuó con un dato positivo local: las pymes, contó, colocan aún cheques en la Bolsa a tasa atractiva, y alguna emitiría obligaciones negociables la semana próxima.
Di Fiori, que reemplazaba en su sector a Carlos de la Vega (ausente por enfermedad), casi no habló. Wagner encaró otra de las incógnitas que parecen lejos de develarse: los gremios. Dijo que su sector tenía buen trato con la Uocra, pero que el problema eran las bases, más díscolas.
Gabbi insistió con gestiones que vienen haciendo para evitar un pronunciamiento del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) que «sea contrario a los intereses del país», según reprodujo después el comunicado. Lo que les molesta es, además del asunto central, que el Gobierno esté «sobreactuando» (así lo definen) en controles a personas individuales. Lo que el GAFI llama «personas políticamente expuestas».
«Necesitamos ser optimistas», concluyeron todos, mientras pasaban el huevo poché con salmón, el lomo wellington y las frutas de estación con helado. Subyace, con todo, una presunción acaso inevitable: que ante un triunfo arrasador de Cristina Kirchner Hermes Binner salga segundo y el Congreso se vuelva un festival de ideas que ellos llaman «antiempresa». Es la razón por la que prefieren influir a confrontar. Nunca serán tan lobbistas como en estos cuatro años..
Hugo Biolcati volvió a llegar último. Sin embargo, antes de que el líder de la Rural arrimara su silla al almuerzo en la sede de Adeba (la asociación de bancos argentinos de capital nacional), sus compañeros del Grupo de los Seis (G-6) ya hablaban de un tema que lo involucra: la caída en el precio de la soja, que ayer cerró a US$ 449,56 la tonelada en Chicago.
«…Y ni te digo la preocupación que tendrá Hugo Luis», completó la frase uno de ellos, sonriente, para introducir al productor en lo medular de la charla: la crisis global y sus efectos sobre la Argentina. Participaban el banquero y anfitrión Jorge Brito, Carlos Wagner (Cámara de la Construcción), José Ignacio de Mendiguren (Unión Industrial Argentina), Jorge Di Fiori (Cámara de Comercio) y Adelmo Gabbi (Bolsa de Comercio).
Biolcati aprovechó entonces para contestar con otro chiste de evidente intencionalidad. «Bueno -bromeó-, la preocupación debería ser de todo el país y principalmente de ustedes, la mayoría productores de soja y socios de la Rural.» En efecto, al menos en el plano institucional, el dirigente más resistido por el Gobierno es el presidente de casi todos sus pares del grupo. Brito tiene un campo de unas 10.000 hectáreas bajo riego. Mendiguren es, como Biolcati, tambero y sojero. Y Gabbi tiene, ironías del establishment, el campo al lado de un ruralista que se viene resistiendo hace rato a integrar el G-6 por desacuerdos con la UIA: Mario Llambías.
Así empezó la conversación. Mendiguren buscó de entrada recomponer su relación con Biolcati tras la controversia que envolvió a ambos después del último almuerzo: al salir, el textil les había dicho al diario Tiempo Argentino y al ministro de Economía, Amado Boudou, que todo el G-6 le había «tirado de las orejas» al líder de la Rural, algo que fue negado al día siguiente por el resto y desmentido públicamente por el propio dueño de Texlona. «Quiero agradecer la presencia de Biolcati después del incidente», arrancó el de la UIA. «Yo lo desmentí porque fui malinterpretado y víctima de una operación de prensa.» Biolcati agradeció y se detuvo también en el factor de moda, el periodismo. «No te preocupes. Nadie más que yo sabe lo que son las malas interpretaciones», agregó, y se explayó sobre sus recientes declaraciones sobre los votantes de Cristina Kirchner, Tinelli y los plasmas.
Los unía a todos un trasfondo más abarcador: cómo cabalgar los próximos años frente a un gobierno áspero con los empresarios. La conclusión fue, una vez más, no irritar a la Casa Rosada y dedicarse a acercar propuestas. «Orientar», definió después a este diario uno de los presentes.
Mendiguren se ocupó también de la devaluación de Brasil, que perturba y mucho, pese a que el comunicado que el G-6 emitió después suavizaba el tema. «No se advierten por el momento pérdidas significativas de competitividad de la economía real», expuso el texto. Siempre pasa lo mismo: estos borradores son confeccionados antes de los almuerzos. A veces se actualizan con la conversación real, pero otras veces no. Son, después de todo, la versión del encuentro que el grupo quiere exponer en los medios.
El riesgo, se afirmó en la mesa, no es tanto la devaluación del real sino que el socio del Mercosur deje de crecer. Brito y Gabbi se adentraron un rato en la tasa de interés brasileña -de las más altas del mundo-, que permite, dijeron, el ingreso de capitales sólo «a colocarse en tasa». Gabbi atenuó con un dato positivo local: las pymes, contó, colocan aún cheques en la Bolsa a tasa atractiva, y alguna emitiría obligaciones negociables la semana próxima.
Di Fiori, que reemplazaba en su sector a Carlos de la Vega (ausente por enfermedad), casi no habló. Wagner encaró otra de las incógnitas que parecen lejos de develarse: los gremios. Dijo que su sector tenía buen trato con la Uocra, pero que el problema eran las bases, más díscolas.
Gabbi insistió con gestiones que vienen haciendo para evitar un pronunciamiento del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) que «sea contrario a los intereses del país», según reprodujo después el comunicado. Lo que les molesta es, además del asunto central, que el Gobierno esté «sobreactuando» (así lo definen) en controles a personas individuales. Lo que el GAFI llama «personas políticamente expuestas».
«Necesitamos ser optimistas», concluyeron todos, mientras pasaban el huevo poché con salmón, el lomo wellington y las frutas de estación con helado. Subyace, con todo, una presunción acaso inevitable: que ante un triunfo arrasador de Cristina Kirchner Hermes Binner salga segundo y el Congreso se vuelva un festival de ideas que ellos llaman «antiempresa». Es la razón por la que prefieren influir a confrontar. Nunca serán tan lobbistas como en estos cuatro años..