En el año 2003 la deuda pública neta era del 135,7% del PBI y al 30/09/2013 descendió al 17.9% del PBI, es decir a unos 79 mil millones de dólares. Este fuerte desendeudamiento se dio no sólo por la reestructuración de la deuda del 2005 y 2010 sino además porque la Argentina canceló u$s 190 mil millones durante los últimos 10 años. Es decir que redujo su deuda a raíz del esfuerzo de todos los argentinos que los sufrimos en menos infraestructura, menos inversión productiva y menores salarios. Este esfuerzo continuado llevó a este aparente agotamiento que se manifiesta en una incipiente recesión y una fuerte inflación con múltiples tensiones sociales. Y parecería que el porvenir será más árido aún.
Sin embargo, si observamos que los pagos de la deuda externa en capital e intereses, incluyendo los pagos al Club de París y los pagos por la adquisición del 52% de YPF, no superan los u$s 71 mil millones en los próximos 10 años, es decir que equivalen a un 37% de lo que hemos venido pagando, parecería que la situación no se agrava sino que tiende a mejorar, al menos en ese aspecto.
Esta idea se refuerza si comparamos el PBI a valores corrientes del 2003 de u$s 128 mil millones con el PBI del año 2013 de u$s 487 mil millones, lo que mostraría que el esfuerzo comparable con los años anteriores en los pagos de deuda solo llegaría a un 15% de lo que ya hemos realizado.
La reservas del BCRA que eran un 8% de la deuda pública neta en el 2003 ya alcanzaron en 2013 al 35% de la deuda pública neta. El gran obstáculo parece ser el no acuerdo con el total de los fondos buitre y el riesgo del default lo que nos acrece el temor.
Ahora bien, el total de deuda aún no reestructurada e impaga excedería los u$s 20 mil millones si el criterio del juez Griesa se impusiera a favor de todos ellos y en contra de lo que Argentina pretende. Pareciera ser sin embargo que el esfuerzo jurídico de la Argentina podría imponerse aunque sea parcialmente de aquí a los primeros meses de 2015 y reducir esta cifra a menos de la tercera parte, y con un cronograma de vencimiento que alcanza los 10 años.
En ese caso no se afectarán las reservas del BCRA y por otra parte no cambiará grandemente el cronograma de pagos mencionado, ya que solo se acrecería en 10%. Es decir que el escenario con respecto a la deuda externa sería el más favorable de los últimos 50 años dando lugar a un desarrollo sostenible, por lo que el esfuerzo realizado en esta década habrá valido la pena. Por otra parte, la inflación se produjo no solo por el esfuerzo mencionado sino además y principalmente por el agotamiento de la capacidad ociosa de la estructura productiva tanto de maquinaria como de mano de obra, es decir que sólo la inversión revertirá la misma, ya que el modelo de superávit fiscal, comercial y alto tipo de cambio no sería aplicable sin un incremento muy fuerte de la inversión que hiciera sostenibles y crecientes los salarios y el empleo. En estas circunstancias el cuello de botella no serían las reservas del BCRA, dado el bajo endeudamiento neto y externo, sino sería la desconfianza y los hábitos de la sociedad argentina que deberían cambiar de un ciclo de acumulación de divisas en el exterior y fuera del sistema financiero argentino a uno de recapitalización del circuito productivo.
Hoy la estimación es que hay más de 400 mil millones de dólares de argentinos en el exterior. Si estos volvieran al país, la Argentina entraría en un círculo virtuoso de eficiencia, competitividad y prosperidad general. Se convertiría así en el país que esperamos y merecemos todos los argentinos.