No se toleran y las chicanas que se dedican en público, como “lengua larga” hacia un lado y “señor teñido” como réplica, esconden una pelea sorda por influir en Mauricio Macri. Pese a ello, a veces, Jaime Durán Barba y Elisa Carrió coinciden.
La semana política comenzó con una polémica disparada por el ecuatoriano . “Si alguien vota por Cristina y está vinculado a la economía informal, produce o vende mercaderías con marcas falsificadas, vive de subsidios o es parte del millón de personas vinculadas al narcomenudeo en la Ciudad y en la Provincia, es probablemente un votante duro”, dijo el domingo en una columna. “No decimos que todos los partidarios de Cristina vivan en esas circunstancias, sino que quienes las viven pueden respaldarla con más firmeza. Desde otro punto de vista, si el encuestado tiene poca información de lo que ocurre en el mundo, cree que sería mejor que todas las empresas fueran estatales para que subsidiaran sus productos, cree en líderes mesiánicos, votará fácilmente por el populismo”, trató (¿trató?) de suavizar.
El miércoles, cuando su encendido discurso en defensa de la expulsión de Julio De Vido de la Cámara de Diputados finalizaba, Carrió dijo con énfasis: “La culpa no es de Cambiemos si es débil, la responsabilidad la tiene también aquella parte del pueblo de la Nación que sabiendo que roban, votan ladrones”.
En rigor, no es la primera vez que la chaqueña embiste, ya no contra sus enemigos políticos sino contra los ciudadanos que los votan. “Van a ser corresponsables de la historia; no sólo Cristina, también millones de argentinos que vieron lo que pasaba e igual la votaron”, se desahogó contra ellos en octubre de 2011, después de hacer la peor elección de su vida.
Lo dicho por Durán Barba y por Carrió entraña, sin embargo, una novedad. Desde el fondo de nuestra historia, el debate político nacional se ha destacado por su extrema aspereza, pero ahora los insultos van dirigidos por primera vez contra quienes votan… en plena campaña electoral.
Se trata de toda una innovación en lo que hace a estrategias y discursos políticos, que imprime un melancólico tono sepia sobre las imágenes de las diatribas de Cristina Kirchner desde el atril de la Rosada y de los estallidos de Fito Páez contra los votantes macristas, tan criticados (con razón) en su momento. Incluso hoy, candidata a senadora, la líder de la Unidad Ciudadana llama a los suyos a no cuestionar a los votantes de Cambiemos de 2015 y asegura que fueron engañados por los medios y los candidatos. ¿Se sincera o encubre lo que piensa? Como sea, no rompe con la ortodoxia. La innovación viene del oficialismo.
“Durán Barba y Carrió son dos personajes singulares, y lo que dicen resulta bastante difícil de comprender en base a la memoria política acumulada desde 1983”, le dijo a ambito.com Gustavo Bulla, profesor en la carrera de Comunicación de la UBA y especialista en discursos políticos.
Para Raúl Aragón, encuestador y analista político, esos dichos “revelan la verdadera percepción que algunos referentes tienen sobre la sociedad, a la que dividen entre ‘gente como uno’ y una suerte de ‘aluvión zoológico’, algo rayano con el racismo. No entiendo cómo el Inadi no interviene de oficio”.
Pero si una demasía puede resultar del libre fluir de la conciencia, la reiteración del argumento suena a estrategia. En este punto coinciden los dos especialistas.
“Como nunca antes, se desecha al sector del electorado al que se supone que no se llega, al que no se le entra. Se considera entonces que (en el territorio bonaerense) hay un núcleo duro del 35 o hasta del 40 % que es kirchnerista o peronista-kirchnerista y el Gobierno asume que no tiene argumentos para presentarle. Entonces sale a disputar con otros espacios el voto del 60 o del 65 % restante”, explica Bulla.
“Creo que salen a disputar el voto del electorado no kirchnerista instalando el clivaje que eligen, en este caso el de la corrupción. La cuestión es si esas expresiones caen bien: yo no estoy dentro del 30 % al que se refieren de ese modo y me cae decididamente mal. Entonces cabe preguntarse si no se trata de un error estratégico, porque al insultar a algunos puede que sean percibidos como excesivamente clasistas por el resto”, arriesga Aragón.
Cabe, más allá de lo anterior, interrogarse por qué razón los votantes del kirchnerismo sostienen su identidad política más allá de las revelaciones y sospechas sobre corruptelas pasadas. ¿Tiene razón Carrió cuando se saca de quicio y los reduce al nivel de cómplices e indolentes?
El modo en que la población evalúa el fenómeno de la corrupción a la hora de decidir el voto “es algo muy difícil de determinar, porque no hay estudios serios que permitan hacer semejantes afirmaciones. Sin embargo, sí podríamos arriesgar que los medios de comunicación que hacen esas denuncias son justamente los que perdieron toda credibilidad ante esos votantes. Lo seguro es que no se trata de un valor que se haya perdido o que haya una parte del electorado de menor moralidad”, señala el profesor de la UBA.
Aragón indica al respecto que “la corrupción es un fenómeno abstracto en términos electorales, porque sus efectos no se perciben directamente, al revés de lo que pasa con la inflación o la inseguridad. La gente no ve en qué medida la perjudican los bolsos de (José) López, lo que termina haciendo de la corrupción un tema de campaña débil. Por esa razón es mejor lo que están haciendo Cristina Kirchner y Sergio Massa, que giran en torno a la economía”.
Podría agregarse algo a lo que plantean los especialistas. Al menos en forma de preguntas.
¿Ese clivaje entre corruptos y honestos que se aplica sobre la sociedad, es visto por esta con nitidez cuando evalúa a sus dirigentes? ¿Es el macrismo, a los ojos de los sectores que lo rechazan, una opción política estructuralmente decente? Se trata de una cuestión delicada, porque si la corrupción es percibida como omnipresente, la diferencia a la hora de decidir el voto bien puede surgir de otras ponderaciones.
En este sentido, aun si se creyera en la palabra de quienes se declaran dueños de la honestidad, ¿toda la política se reduce a esa dimensión? ¿Qué pasa con el combo que trae toda propuesta política, que implica decisiones de política económica que, inevitablemente, benefician a algunos y perjudican a otros?
La vida no es una película en blanco y negro en la que se mueven buenos y malos.
La semana política comenzó con una polémica disparada por el ecuatoriano . “Si alguien vota por Cristina y está vinculado a la economía informal, produce o vende mercaderías con marcas falsificadas, vive de subsidios o es parte del millón de personas vinculadas al narcomenudeo en la Ciudad y en la Provincia, es probablemente un votante duro”, dijo el domingo en una columna. “No decimos que todos los partidarios de Cristina vivan en esas circunstancias, sino que quienes las viven pueden respaldarla con más firmeza. Desde otro punto de vista, si el encuestado tiene poca información de lo que ocurre en el mundo, cree que sería mejor que todas las empresas fueran estatales para que subsidiaran sus productos, cree en líderes mesiánicos, votará fácilmente por el populismo”, trató (¿trató?) de suavizar.
El miércoles, cuando su encendido discurso en defensa de la expulsión de Julio De Vido de la Cámara de Diputados finalizaba, Carrió dijo con énfasis: “La culpa no es de Cambiemos si es débil, la responsabilidad la tiene también aquella parte del pueblo de la Nación que sabiendo que roban, votan ladrones”.
En rigor, no es la primera vez que la chaqueña embiste, ya no contra sus enemigos políticos sino contra los ciudadanos que los votan. “Van a ser corresponsables de la historia; no sólo Cristina, también millones de argentinos que vieron lo que pasaba e igual la votaron”, se desahogó contra ellos en octubre de 2011, después de hacer la peor elección de su vida.
Lo dicho por Durán Barba y por Carrió entraña, sin embargo, una novedad. Desde el fondo de nuestra historia, el debate político nacional se ha destacado por su extrema aspereza, pero ahora los insultos van dirigidos por primera vez contra quienes votan… en plena campaña electoral.
Se trata de toda una innovación en lo que hace a estrategias y discursos políticos, que imprime un melancólico tono sepia sobre las imágenes de las diatribas de Cristina Kirchner desde el atril de la Rosada y de los estallidos de Fito Páez contra los votantes macristas, tan criticados (con razón) en su momento. Incluso hoy, candidata a senadora, la líder de la Unidad Ciudadana llama a los suyos a no cuestionar a los votantes de Cambiemos de 2015 y asegura que fueron engañados por los medios y los candidatos. ¿Se sincera o encubre lo que piensa? Como sea, no rompe con la ortodoxia. La innovación viene del oficialismo.
“Durán Barba y Carrió son dos personajes singulares, y lo que dicen resulta bastante difícil de comprender en base a la memoria política acumulada desde 1983”, le dijo a ambito.com Gustavo Bulla, profesor en la carrera de Comunicación de la UBA y especialista en discursos políticos.
Para Raúl Aragón, encuestador y analista político, esos dichos “revelan la verdadera percepción que algunos referentes tienen sobre la sociedad, a la que dividen entre ‘gente como uno’ y una suerte de ‘aluvión zoológico’, algo rayano con el racismo. No entiendo cómo el Inadi no interviene de oficio”.
Pero si una demasía puede resultar del libre fluir de la conciencia, la reiteración del argumento suena a estrategia. En este punto coinciden los dos especialistas.
“Como nunca antes, se desecha al sector del electorado al que se supone que no se llega, al que no se le entra. Se considera entonces que (en el territorio bonaerense) hay un núcleo duro del 35 o hasta del 40 % que es kirchnerista o peronista-kirchnerista y el Gobierno asume que no tiene argumentos para presentarle. Entonces sale a disputar con otros espacios el voto del 60 o del 65 % restante”, explica Bulla.
“Creo que salen a disputar el voto del electorado no kirchnerista instalando el clivaje que eligen, en este caso el de la corrupción. La cuestión es si esas expresiones caen bien: yo no estoy dentro del 30 % al que se refieren de ese modo y me cae decididamente mal. Entonces cabe preguntarse si no se trata de un error estratégico, porque al insultar a algunos puede que sean percibidos como excesivamente clasistas por el resto”, arriesga Aragón.
Cabe, más allá de lo anterior, interrogarse por qué razón los votantes del kirchnerismo sostienen su identidad política más allá de las revelaciones y sospechas sobre corruptelas pasadas. ¿Tiene razón Carrió cuando se saca de quicio y los reduce al nivel de cómplices e indolentes?
El modo en que la población evalúa el fenómeno de la corrupción a la hora de decidir el voto “es algo muy difícil de determinar, porque no hay estudios serios que permitan hacer semejantes afirmaciones. Sin embargo, sí podríamos arriesgar que los medios de comunicación que hacen esas denuncias son justamente los que perdieron toda credibilidad ante esos votantes. Lo seguro es que no se trata de un valor que se haya perdido o que haya una parte del electorado de menor moralidad”, señala el profesor de la UBA.
Aragón indica al respecto que “la corrupción es un fenómeno abstracto en términos electorales, porque sus efectos no se perciben directamente, al revés de lo que pasa con la inflación o la inseguridad. La gente no ve en qué medida la perjudican los bolsos de (José) López, lo que termina haciendo de la corrupción un tema de campaña débil. Por esa razón es mejor lo que están haciendo Cristina Kirchner y Sergio Massa, que giran en torno a la economía”.
Podría agregarse algo a lo que plantean los especialistas. Al menos en forma de preguntas.
¿Ese clivaje entre corruptos y honestos que se aplica sobre la sociedad, es visto por esta con nitidez cuando evalúa a sus dirigentes? ¿Es el macrismo, a los ojos de los sectores que lo rechazan, una opción política estructuralmente decente? Se trata de una cuestión delicada, porque si la corrupción es percibida como omnipresente, la diferencia a la hora de decidir el voto bien puede surgir de otras ponderaciones.
En este sentido, aun si se creyera en la palabra de quienes se declaran dueños de la honestidad, ¿toda la política se reduce a esa dimensión? ¿Qué pasa con el combo que trae toda propuesta política, que implica decisiones de política económica que, inevitablemente, benefician a algunos y perjudican a otros?
La vida no es una película en blanco y negro en la que se mueven buenos y malos.