Martes 26 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
El Gobierno ha logrado colocarse en un lugar cómodo en la pelea con algunos periodistas, conocidos por la TV, la radio o simplemente por su firma en algunos diarios de la Argentina.
Su juego consiste en acusarlos de ser cómplices del poder económico, defensores de la mentira o del statu quo, aliados de la oposición. O, con ayuda de ministros, funcionarios de menor rango o legisladores nacionales, apelar a términos aún más degradantes.
Exigen diariamente un ADN de coherencia aquellos que casi no se han movido de la función pública desde el gobierno de Carlos Menem, a quien, curiosamente, ahora tienen como aliado y predicador de un seguro triunfo de Cristina Kirchner en octubre próximo.
Los periodistas que criticamos, elogiamos o sólo nos limitamos a narrar lo que hace o no el Gobierno no mentimos, ni torturamos, ni le «hacemos el juego a la derecha». Tampoco cobramos por «izquierda» para cambiar de opinión, según lo aconsejen las circunstancias.
El Gobierno, en cambio, manipula las estadísticas públicas desde hace más de cuatro años. Eso le permitió informar que hay menos inflación, pobreza e indigencia. En rigor, pocos le creen en el círculo de la política, las ciencias sociales y la economía. Ni siquiera la CTA de Hugo Yasky, Horacio Verbitsky desde el CELS o la consultora Equis de Artemio López. No le creen 12 provincias que publican otros datos cada mes, entre ellas el Chaco de Jorge Capitanich y la Mendoza de Celso Jaque. Ni cinco universidades nacionales que hicieron un lapidario informe (a pedido del propio Gobierno) sobre el Indec.
El Gobierno afirma que defiende al pueblo de los poderosos con el encargado de instrumentar esa manipulación, Guillermo Moreno. Moreno es el responsable, sin embargo, de que el Gobierno no tenga un Tribunal de Defensa de la Competencia que le permita determinar casos de posible monopolio o cartelización. Ha preferido siempre negociar acuerdos de precios con los poderosos y que se reflejen en sus índices mentirosos de baja inflación, que lee y repite la Presidenta.
El Gobierno jura que ha hecho más que nadie por la redistribución del ingreso al haber puesto en marcha el Plan de Asignación Universal por Hijo a fines de 2009. Pero no quiere recordar que lo hizo recién seis años después de que comenzara el kirchnerismo, tras despreciar la idea de un plan universal y cuando la inflación ya estaba ubicada en un nivel suficientemente alto como para carcomer gran parte de los efectos positivos de este plan asistencial.
La Presidenta se queja porque algunos comunicadores no valoran que, como nunca, la distribución del ingreso está cerca del » fifty-fifty «. Nadie sabe si usa las cifras del Indec para sostener esa temeraria afirmación. Otras cifras del mismo organismo estatal reflejan, en cambio, que el empleo en negro se ubica en el 34%, que la canasta básica de alimentos subió más del 20% el año pasado y que la desigualdad permanece en niveles escandalosamente altos luego de casi ocho años de crecimiento del PBI.
Cada día hay que soportar agresiones y chicanas de funcionarios que repiten los «principios» que el kirchnerismo dice defender y que muchos ciudadanos de buena fe han decidido hacer suyos para defender a un gobierno que renovó la Corte para no acatar sus fallos y que jura atacar al establishment mientras consolidó desde 2003 la extranjerización y la sojización de la economía argentina.
Este es el gobierno que jura que se desendeuda o que no sale al mercado de capitales para demostrarle al mundo cómo se construye la autonomía de un país, mientras les vende bonos a los acreedores externos a través de la Anses, con fondos de los futuros jubilados, sin licitación, a través de algunos bancos elegidos a dedo, luego de que explotara la discrecional asistencia financiera de Hugo Chávez, con una tasa cercana al 15 por ciento anual.
Cansa defenderse cada día frente a tanta necedad y, sobre todo, frente a la hipocresía de estos personajes que, cuando cambie el ciclo, seguramente se alinearán con otra corriente de pensamiento para mantenerse en el poder.
Así como gritaron contra las privatizaciones en los 80, las aprobaron en los 90, aplaudieron a rabiar el default en 2001 y luego repudiaron todo lo que se había hecho previamente, no sentirán culpa si tienen que volver a cambiar de opinión. No sentirán que nadie tiene derecho a pedirles explicaciones. Y menos, aquellos periodistas que militamos en la libertad de este oficio para construir una democracia más sólida, más justa, menos corrupta.
© La Nacion
El Gobierno ha logrado colocarse en un lugar cómodo en la pelea con algunos periodistas, conocidos por la TV, la radio o simplemente por su firma en algunos diarios de la Argentina.
Su juego consiste en acusarlos de ser cómplices del poder económico, defensores de la mentira o del statu quo, aliados de la oposición. O, con ayuda de ministros, funcionarios de menor rango o legisladores nacionales, apelar a términos aún más degradantes.
Exigen diariamente un ADN de coherencia aquellos que casi no se han movido de la función pública desde el gobierno de Carlos Menem, a quien, curiosamente, ahora tienen como aliado y predicador de un seguro triunfo de Cristina Kirchner en octubre próximo.
Los periodistas que criticamos, elogiamos o sólo nos limitamos a narrar lo que hace o no el Gobierno no mentimos, ni torturamos, ni le «hacemos el juego a la derecha». Tampoco cobramos por «izquierda» para cambiar de opinión, según lo aconsejen las circunstancias.
El Gobierno, en cambio, manipula las estadísticas públicas desde hace más de cuatro años. Eso le permitió informar que hay menos inflación, pobreza e indigencia. En rigor, pocos le creen en el círculo de la política, las ciencias sociales y la economía. Ni siquiera la CTA de Hugo Yasky, Horacio Verbitsky desde el CELS o la consultora Equis de Artemio López. No le creen 12 provincias que publican otros datos cada mes, entre ellas el Chaco de Jorge Capitanich y la Mendoza de Celso Jaque. Ni cinco universidades nacionales que hicieron un lapidario informe (a pedido del propio Gobierno) sobre el Indec.
El Gobierno afirma que defiende al pueblo de los poderosos con el encargado de instrumentar esa manipulación, Guillermo Moreno. Moreno es el responsable, sin embargo, de que el Gobierno no tenga un Tribunal de Defensa de la Competencia que le permita determinar casos de posible monopolio o cartelización. Ha preferido siempre negociar acuerdos de precios con los poderosos y que se reflejen en sus índices mentirosos de baja inflación, que lee y repite la Presidenta.
El Gobierno jura que ha hecho más que nadie por la redistribución del ingreso al haber puesto en marcha el Plan de Asignación Universal por Hijo a fines de 2009. Pero no quiere recordar que lo hizo recién seis años después de que comenzara el kirchnerismo, tras despreciar la idea de un plan universal y cuando la inflación ya estaba ubicada en un nivel suficientemente alto como para carcomer gran parte de los efectos positivos de este plan asistencial.
La Presidenta se queja porque algunos comunicadores no valoran que, como nunca, la distribución del ingreso está cerca del » fifty-fifty «. Nadie sabe si usa las cifras del Indec para sostener esa temeraria afirmación. Otras cifras del mismo organismo estatal reflejan, en cambio, que el empleo en negro se ubica en el 34%, que la canasta básica de alimentos subió más del 20% el año pasado y que la desigualdad permanece en niveles escandalosamente altos luego de casi ocho años de crecimiento del PBI.
Cada día hay que soportar agresiones y chicanas de funcionarios que repiten los «principios» que el kirchnerismo dice defender y que muchos ciudadanos de buena fe han decidido hacer suyos para defender a un gobierno que renovó la Corte para no acatar sus fallos y que jura atacar al establishment mientras consolidó desde 2003 la extranjerización y la sojización de la economía argentina.
Este es el gobierno que jura que se desendeuda o que no sale al mercado de capitales para demostrarle al mundo cómo se construye la autonomía de un país, mientras les vende bonos a los acreedores externos a través de la Anses, con fondos de los futuros jubilados, sin licitación, a través de algunos bancos elegidos a dedo, luego de que explotara la discrecional asistencia financiera de Hugo Chávez, con una tasa cercana al 15 por ciento anual.
Cansa defenderse cada día frente a tanta necedad y, sobre todo, frente a la hipocresía de estos personajes que, cuando cambie el ciclo, seguramente se alinearán con otra corriente de pensamiento para mantenerse en el poder.
Así como gritaron contra las privatizaciones en los 80, las aprobaron en los 90, aplaudieron a rabiar el default en 2001 y luego repudiaron todo lo que se había hecho previamente, no sentirán culpa si tienen que volver a cambiar de opinión. No sentirán que nadie tiene derecho a pedirles explicaciones. Y menos, aquellos periodistas que militamos en la libertad de este oficio para construir una democracia más sólida, más justa, menos corrupta.
© La Nacion
«y que jura atacar al establishment mientras consolidó desde 2003 la extranjerización y la sojización de la economía argentina»
expliquenme que mas deberia haber hecho el gobierno para frenar la sojizacion? retenciones del 90 por ciento? prohibicion? mas subsidios a otras producciones?
es muy graciosa ademas, esa chicana desde La Nación.
casi cualquier medida, aunque no sea polemicamente instrumentada por Moreno, que limite la extranjerizacion de la economia seria criticada por la linea editorial de ese diario y casi toda la oposicion ( la izquierda seguramente tambien por insuficiente)
Lo que hace el gobierno es impedir la entrada de algunos productos en pos de defender la industria nacional, respondiendo muchas veces a pedidos explicitos de empresarios puntuales.
creo que es bastante para una epoca en la que crecemos en buena medida gracias a la globalizacion.
Es tan fácil responder, a pesar de tu pregunta mal planteada.
Qué más? si no se hizo nada para frenar!!!!!
1 – Si en la 125 subías la retención a la soja y bajabas un poco las retenciones del resto generabas las condiciones, y así sí era desojizadora.
2 – mejorabas la situación de los ganaderos, en ESE momento, con los precios por el piso se pasaban todos a la soja.
para ser tan facil tu respuesta es bastante endeble.
los produtcores agropecuarios se pasan a la soja porque nunca en la historia tuvo tal margen de ganancia. Poco altera esta realidad lo que pudiese hacer el gobierno para fomentar otras producciones.
pasando al plano politico la protesta del campo fue POR LAS RETENCIONES A LA SOJA, no por la «sojizacion» ni por los pobres criadores de vacas.
la 125 subía las retenciones a todos los cultivos (obvio los principales que compiten con la soja), si subías solo a la soja y bajabas el resto, le sacabas el argumento a los productores y de paso no mentías con la desojización.
el gobierno puede alterar esa realidad, pero NO QUIERE, porque resignaria ingresos.
Y no, no es endeble porque conozco varios productores ganaderos que en esos años liquidaros stock y se pasaron a la soja, ni hablar de los que dejaron el trigo…
lo malo de la 125 es que no aprendieron nada.
«sacarle el argumento» no es algo que les preocupe a los empresarios del campo.
si la soja es muchisimo mas negocio van a seguir pasandose a la soja.
la 125 no puso en contra solo a los chacareros, por eso el «argumento» era necesario.
Seguís emperrado, la soja es muchísimo más negocio porque a nuestro gobierno le conviene que así sea, en ningún momento intentó otra cosa, ni siquiera con la 125.
existe algo llamado mercado.
la soja es mas negocio porque el mercado asi lo dictamina hoy.
partiendo de ESA base, al gobierno le «conviene» cobrar retenciones ante esa ganancia.
de hecho acaba de anunciar un proyecto para limitar la extranjerizacion