Cantidad y calidad de la inversión

Según los datos del indicador de restricciones a las inversiones extranjeras directas que elabora la OCDE, Argentina se encuentra entre las once economías con mayor apertura a la inversión del mundo y se ubica segunda entre los miembros del G-20.
“Hay una campaña contra Argentina de corporaciones internacionales que quieren aumentar su rentabilidad en el país para obtener mayores beneficios y girarlos a sus casas matrices que están en crisis”, argumentó el ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Timerman. Durante una conferencia de prensa que ofreció ayer, el canciller advirtió de la existencia de presiones de distintas empresas extranjeras para incrementar la remisión de utilidades y dividendos a sus países de origen. “Argentina no va a permitir que la inversión extranjera venga a hacer juegos especulativos financieros”, afirmó Timerman, quien consideró que la inversión extranjera directa (IED) es “bienvenida cuando es para la creación de trabajo digno y se respetan las normas tal cual lo hacen sus casas matrices en los países de origen”.
Como parte de la respuesta formal que viene ofreciendo el Gobierno, en distintos foros internacionales, a los cuestionamientos sobre la política de administración comercial, el funcionario buscó refutar distintos elementos de mitología sobre la IED y el supuesto “aislamiento” argentino. Timerman informó que, según los datos del indicador de restricciones a las inversiones extranjeras directas que elabora la OCDE, Argentina se encuentra entre las once economías con mayor apertura a la inversión del mundo y se ubica segunda entre los miembros del G-20. “En América latina, el país también es la segunda economía más abierta, detrás de Colombia”, agregó el funcionario, quien aseguró que Argentina está entre los principales países que “defienden la inversión extranjera”.
Al mismo tiempo, el funcionario resaltó la fuerte presencia de empresas extranjeras en el tejido productivo local: “En los últimos años, las 2000 empresas extranjeras instaladas en el país alcanzaron una rentabilidad promedio que no bajó del nueve por ciento anual”, señaló el funcionario.
Entre 2003 y 2011, Argentina recibió en promedio 5480 millones de dólares anuales, sin considerar las operaciones de fusiones y adquisiciones de empresas. A escala regional, la participación de Argentina en la entrada de IED es baja. Argentina explica el 4,7 por ciento del flujo de capital que recibió la región en 2011. No obstante, desde el equipo económico enfatizan que, a diferencia de la dinámica registrada durante los años noventa cuando los flujos estaban impulsados por el proceso de privatizaciones, a lo largo de los últimos ocho años se observó una mejora en la calidad de esos desembolsos en sintonía con el sostenido proceso de crecimiento económico interno. Desde 2003 en adelante el 96 por ciento de los flujos de IED se destina a nuevos emprendimientos, mientras que en la década del noventa el 57 por ciento se destinó a compra de empresas.
Según consignó Timerman, “Argentina recibe la mayor proporción de proyectos de alta intensidad tecnológica de América del Sur”. El 51 por ciento de los proyectos de IED durante 2010 poseen una intensidad tecnológica media-alta, mientras que en Brasil sólo el 36 por ciento de las iniciativas tiene esa característica, el 10 por ciento en Perú y el 3 por ciento en Chile. La mejora en la composición de los flujos inversores hacia el país observada desde 2004 se explica porque esas inversiones están destinadas a aumentar la capacidad instalada, ingreso de nuevas firmas y apertura de nuevas plantas.
Sin embargo, antes que maximizar el ingreso de capitales extranjeros al país como indica la lógica neoliberal, especialistas heterodoxos como Ha-Joon Chang o Gabriel Palma enfatizan la relevancia de regular esos flujos para garantizar la generación de puestos de trabajo, limitar la remisión de utilidades y dividendos a las casas matrices y lograr un comportamiento exportador.
Algunos de esos objetivos comenzaron a ser instrumentados por el gobierno nacional a través de acuerdos informales para que las empresas extranjeras alcancen un equilibrio en sus balanzas comerciales o para que reinviertan sus ganancias para ampliar la capacidad instalada en lugar de enviar esos recursos a sus países de origen. No obstante, el canciller aseguró que “para Argentina no hay diferencias entre inversores extranjeros y locales. Los extranjeros acceden aquí a créditos e incluso a préstamos otorgados por el Estado”.
Durante la conferencia de prensa, Timerman informó que los 55 tratados bilaterales de inversión que firmó el país entre los años ’90 y comienzos de 2000 se considera que “atan la soberanía a las legislaciones de otros países”. A pesar de esa descripción del canciller, ninguno de esos TBI fue denunciado todavía por el gobierno nacional.

Acerca de Napule

es Antonio Cicioni, politólogo y agnotólogo, hincha de Platense y adicto en recuperación a la pizza porteña.

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