En la última década, más de 50 millones de latinoamericanos pasaron a formar parte de la clase media. A pesar de que el continente todavía es el más desigual del mundo, en la región hay más personas pertenecientes a los sectores medios que a las clases bajas. Sin dudas, las políticas macroeconómicas implementadas por los gobiernos de la región, centradas principalmente en la generación de empleo, tuvieron –y tienen– mucho que ver con esa nueva realidad. Sin embargo, las relaciones entre los gobiernos populares y las clases medias son más bien problemáticas y conflictivas. Ya sea en Argentina, Brasil o Venezuela, esos gobiernos mantienen tensos vínculos con los sectores medios. ¿Por qué ocurre eso? ¿Se trata de cuestiones ideológicas o, en realidad, está relacionado con que el Estado no puede proveer de algunos servicios a este actor social cada vez más amplio? ¿El crecimiento de la clase media, alentado por los gobiernos populares, es lo que al mismo tiempo los pone en jaque?
Entre 2003 y la actualidad, la clase media latinoamericana creció aproximadamente en un 50% y llegó a las 160 millones de personas, cerca del 32% de la población del continente. A caballo del aumento del empleo, de los salarios y gracias a los programas sociales que benefician a amplios sectores, en Argentina el número de habitantes comprendidos dentro de la clase media creció, entre 2003 y 2009, de 9,3 millones a 18,6 millones. El incremento representa un 25% de la población total de Argentina, el mayor porcentaje de crecimiento de la clase media en toda la región durante la última década. “Aquellos que son de clase media o media alta tienen que entender que otros tienen también derecho a ser de clase media y, por qué no, de clase alta”, dijo, cuando se conocieron esos datos del Banco Mundial, la presidenta Cristina Fernández sobre el fenómeno de movilidad social.
En Brasil, unos 35 millones de ciudadanos se sumaron a la clase media, que ya representa al 53% del total de la población. Diez años antes, apenas llegaba al 38%. “Brasil generó cerca de 18 millones de nuevos empleos en la última década. Ese aumento del empleo y la política del gobierno de reajustar el salario mínimo anualmente por encima de la inflación han contribuido al crecimiento del consumo en el país”, afirmó hace unos días Wellington Moreira Franco, secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia.
¿Pero qué grupo de personas entra en la categoría “clase media”? Según informes del Banco Mundial, se trata de aquellas personas que tienen entre 10 y 50 dólares diarios. La definición, sin embargo, parece ser menos técnica y más compleja. “En los hechos, también hay factores educativos y culturales. Además, suele ser un universo amplio, que por lo general también puede dividirse en media-baja, media-media y media-alta”, explicó Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, ante la consulta de Tiempo Argentino.
En ese sentido también opinó el sociólogo Ricardo Rouvier, para quien “no hay que olvidar que los docentes, los cooperativistas y mutualistas, los trabajadores más calificados, las enfermeras, los médicos residentes, los filósofos, los comerciantes del barrio, los empleados, los dueños de las pymes también son clase media”.
Mientras aumenta a paso acelerado, ese segmento genera desafíos a resolver para los gobiernos de la región. En Brasil, las masivas movilizaciones de junio durante la Copa de las Confederaciones fueron protagonizadas por los sectores medios. En especial, por una juventud desencantada con los desorbitados gastos para financiar eventos como el Mundial de Fútbol, mientras la salud, el transporte y la educación se convierten en servicios cada vez más precarios. “Lo que ocurre en algunos gobiernos populares es que a pesar de promoverse el ascenso social, políticas de empleo, de consumo, de igualdad social, no se reforma el Estado que permanece como en la época tradicional”, comentó Ricardo Rouvier. La propia Dilma Rousseff reconoció en el momento de las protestas que la nueva clase media del país “quiere más” y se vio obligada a prometer “mejores escuelas y hospitales y un transporte público de calidad y con precio justo”.
Los estudiantes brasileños se ubican en el puesto 53 -entre 65 naciones- en una evaluación educativa efectuada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). La duración promedio de un desplazamiento diario en colectivo en San Pablo es de más de una hora, a menudo en colectivos atestados y sin asientos. En algunas zonas de la ciudad, el tiempo de viaje puede ser de tres horas o más. Algo similar ocurre en Buenos Aires y Caracas. ¿Estas cuestiones influyen a la
hora de analizar las relaciones entre la “nueva” clase media y los gobiernos populares?
Para Rosendo Fraga, sí. “Lula asume en Brasil once años atrás, proponiendo como objetivo central que todos los brasileños puedan comer tres veces por día. Una vez que este objetivo se logra, esas mismas personas que han logrado satisfacer la aspiración de comer reclaman mejor educación, mejor salud, mejores transportes. No es fácil que el mismo liderazgo político que supo resolver las necesidades básicas insatisfechas pueda resolver sucesivamente lo que reclaman las clases medias insatisfechas”, sostuvo el analista, quien agregó que “las nuevas clases medias comienzan a reclamar cuando todavía no se ha terminado de sacar de la pobreza a importantes sectores de la población. Tomando Brasil como ejemplo, por primera vez en la historia tiene más gente en la clase media que en la pobreza, pero ésta no ha desaparecido ni mucho menos. El desafío en consecuencia es superponer las dos agendas al mismo tiempo”.
En ese sentido, Rouvier también consideró que la disminución de la desigualdad en la región “estimuló otras demandas”. “Al ascender socialmente los sectores bajos y medios bajos, se modifica el horizonte aspiracional y hay demandas nuevas que suponen otra relación con el Estado”, explicó el sociólogo, que reconoció al transporte público como uno de los sectores que más preocupan a la clase media: “Al reavivarse los mercados laborales, al crecer la industria y el comercio, se agudiza la demanda de cantidad y calidad de transporte”.
Para el escritor y periodista venezolano Modesto Guerrero, todas las clases sociales subalternas aumentan sus demandas cuando se producen fenómenos de movilidad social. “La diferencia está en que la clase media tiene los medios para visibilizar sus demandas. Ella se hace sentir en la prensa, en las organizaciones intermedias, en el Parlamento y en la Justicia. Los demás, los obreros, son demonizados o reprimidos”, sostuvo Guerrero.
Pero, además del crecimiento en sus demandas como consecuencia de las mejoras económicas, también hay factores ideológicos que explican la distancia entre las clases medias y los gobiernos populares. Comentando el caso argentino y en referencia a las masivas movilizaciones del 8 de noviembre del año pasado en Buenos Aires, el historiador y economista Mario Rapoport recordó que “la clase media se compró el libreto de la oligarquía”. “La oligarquía logró transmitir valores rentísticos a la clase media. Los dos casos más claros fueron los de Yrigoyen y Perón: nunca creció más la clase media que durante esos gobiernos. Y sin embargo, fueron liquidados por los sectores de poder con el apoyo de las clases medias”, explicó Rapoport, para quien además de lo ideológico existe un “odio visceral” por parte de los sectores medios hacia las clases populares. “Hay una cuestión visceral ahí, que ya no tiene que ver con lo económico. Porque en relación a lo económico mucha gente se benefició en los últimos años con el gobierno de Néstor y Cristina. Pero hay un odio visceral a que otros también se beneficien, a que los sectores postergados se queden con parte de la torta”, comentó el investigador.
Modesto Guerrero, por su parte, opinó que la clase media tiene una matriz conservadora. “Tiene miedo a los cambios, a la redistribución del ingreso, a la inclusión de los más pobres”, comentó el analista venezolano, quien también habló del “temor” que reside “en la psiquis de la clase media” y que “contiene una gigantesca acumulación de propaganda sucia, discriminatoria, etnicista, clasista”.
Para Guerrero, además, hay una cuestión de “identidad”. “Los nuevos gobiernos son de alteridad en algo (Brasil, Argentina, Uruguay) o en mucho (Bolivia, Ecuador, Venezuela). Traen otra semiótica política, valores, discursos, aunque no siempre se concrete en transformaciones completas. La clase media no se siente representada en ellos, aunque ellos la beneficien”, aseguró el periodista, quien además opinó que “la distancia ideológica o cultural se potencia con la inseguridad y con las deficiencias educativas. De poco le valió al chavismo producir la mayor cantidad proporcional de profesionales en el continente, desde 2004, según la UNESCO”.
Otro de los rasgos a tener en cuenta es la influencia que las grandes corporaciones comunicacionales tienen sobre los sectores medios. “Los emporios de comunicación, sobre todo los audiovisuales, tienen una gran incidencia en la construcción de lo percibido. Son extraordinarias poleas de transmisión de la sociedad de consumo. Es decir que lo perceptual colabora en lo aspiracional; ergo, la comunicación globalizada colabora en la construcción de una subjetividad individualista y capitalista. Esto confirma que el contenido de la batalla cultural es por los contenidos, una vez obtenida la seguridad jurídica de la pluralidad de voces. El paradigma de los grandes medios es, justamente, la denominada clase media”, explicó Rouvier.
Rapoport, en tanto, hizo hincapié en los procesos culturales que minaron la mentalidad de la clase media. “Nosotros tuvimos mucho más de 30 años de un poder mediático y militar que taladró la mente de la gente de una u otra forma, mintiendo descaradamente. Este es un tema de lejos, no nació ayer. Son procesos culturales de largo alcance que sirven para dominar a la opinión pública. (Mariano) Grondona hace 40 años que viene diciendo lo mismo y está ahí, la gente lo escucha. Ese es el fenómeno más extraordinario”, señaló el historiador y economista.
La relación entre la clase media y los gobiernos de la región es altamente volátil. Por más que los presidentes latinoamericanos hagan esfuerzos para acercarse a ella, hay una distancia ideológica y cultural tatuada en el ADN de los sectores medios que resulta difícil de saldar. Y que, en algunos casos, hasta parece una cuestión de piel. «
El pasado 10 de octubre, el diario El País y el Banco Mundial (BM) convocaron a expertos, líderes políticos y empresarios para discutir este asunto con ponentes del más alto nivel en el foro “El crecimiento de las clases medias y la brecha de servicios en Latinoamérica”.
El aumento del ingreso en los países en desarrollo llevará a que para 2020 se sumen 400 millones de personas más a los 1,8 mil millones que actualmente constituyen la clase media mundial.
Según el Banco Mundial, Uruguay es el país latinoamericano con mayor clase media. El 63% de la población forma parte de ese sector.
el cristiano-marxista padece un velo ideológico
para comprender a la clase media
http://rib-moregeometrico.blogspot.com.ar/2013/04/clase-media-argentina.html
es que «no es un sujeto» para él … claro
me parece muy util el articulo y en artepolitica ya venimos marcando este factor causal en los votos de ese sector social.
incluso el entiintelectualismo originario del peronismo forma parte del factor cultural que se menciona dentro del articulo.Sospechados por ser conservadores dada su formacion institucional academica los intelectuales en muchos casos se han ubicado o han sido colocados por esa corriente politica en la oposicion.