Las últimas encuestas son indiscutibles: la caída de la imagen positiva de la presidenta Cristina Fernández es cada vez más pronunciada. Además, el malhumor de quienes no la votaron y de una porción de los que sí lo hicieron aumenta todos los meses, y nada parece indicar que la tendencia desaparecerá.
Me lo dijo uno de los socios de una encuestadora que cada día tiene más trabajo. En su empresa, además de las tradicionales consultas de imagen, elaboran un «índice de optimismo». En ese rubro, las respuestas del último mes fueron las más preocupantes: casi nadie tiene certeza sobre su futuro inmediato; casi nadie sabe hacia dónde va la política económica de este gobierno; casi todos afirman que lo que viene será mucho peor. «Nunca percibimos tanto pesimismo desde abril de 2008, cuando empezó el conflicto con el campo», interpretó el especialista. En diciembre del año pasado, dos meses después de haber ganado con más del 54% de los votos, Cristina Fernández tenía una imagen positiva superior al 70%. «Ahora no pasa del 45. Y, aunque nosotros nunca damos nada por sentado, todo parece indicar que caerá todavía más, porque ni el golpe de efecto de Malvinas ni el de la nacionalización de YPF sirvieron para detener el descenso», informó.
Si a cualquier argentino le cuesta entender y además lo irrita el cepo para comprar y vender dólares, a la dirigencia política también se le hace difícil analizar por qué la Presidenta demora decisiones básicas que servirían para disminuir la tensión política y social. Ya no es sólo el líder de la CGT, Hugo Moyano, sino también el ministro de Educación del gobierno de la ciudad, Esteban Bullrich, o el ex presidente del Banco Central, Alfonso Prat Gay, los que vienen reclamando a grito pelado la suba del mínimo no imponible para que deje de afectar a miles de jubilados y a trabajadores que no deberían pagar ganancias, como los maestros de escuela. ¿Es posible que el mero deseo de no entregarle la bandera del «mínimo no imponible» al sindicalista de los camioneros sea lo que haga demorar la decisión presidencial?
Mañana será el día D para los empleados públicos cuyo sueldo depende de la provincia de Buenos Aires. ¿Girará al final la Nación a Daniel Scioli los 3000 millones de pesos que se necesitan para pagar los salarios y aguinaldos de este mes o la jefa del Estado seguirá tirando de la cuerda para disciplinar al gobernador y afectar su imagen positiva, que cada día supera más a la de ella misma?
La fantasía de una Presidenta muy generosa con sus incondicionales y tacaña con sus enemigos está inscripta en el ADN del cristinismo. Por eso le pregunté el martes, por radio, al ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, si Ella demoraba estas medidas por puro capricho o por motivos de fuerza mayor. El conoce a esta administración desde adentro, y no pierde la costumbre de seguir con atención los gastos del Presupuesto Nacional. «El problema, en este caso, no es político, sino económico. El problema es que no hay plata. Ni para subir el mínimo no imponible. Ni para girarle a Scioli, ni para la provincia de Entre Ríos tampoco, por citarle un distrito al que Cristina le gustaría ayudar.» Fernández consideró un verdadero error estratégico el anuncio de la Presidenta de pasar su plazo fijo de más de 3 millones de dólares a pesos para contagiar con su gesto al resto de los argentinos. «Yo no le hubiera aconsejado semejante cosa. Desde que lo hizo se están yendo del sistema 100 millones de dólares por día, lo que no sólo afecta su credibilidad. También demuestra que el verdadero problema de la economía no es el dólar, sino la inflación, palabra que no se nombra, como si no existiese», agregó.
Fernández, igual que Scioli; el intendente de Tigre, Sergio Massa, y el diputado Francisco de Narváez, entre otros, intentan representar al peronismo del próximo turno y observan con atención las amenazas de Moyano al corazón del poder. «Los reclamos de Hugo son de indudable legitimidad, pero las medidas de fuerza que dejan a los argentinos sin cajeros y sin nafta no perjudican tanto al Gobierno como al resto de los trabajadores», consideró el ex jefe de Gabinete. Igual que sus colegas, Fernández teme que si las cosas se complican y la crisis se acelera, Cristina Fernández y el núcleo duro de quienes manejan el poder empiecen a buscar entre sus circunstanciales enemigos a los verdaderos responsables de la debacle. Desde esa perspectiva, «el Negro» Moyano, considerado por una buena parte de la sociedad alguien «feo, sucio y malo», les vendría como anillo al dedo.
El jefe de gobierno de la ciudad, Mauricio Macri, piensa igual que los peronistas no kirchneristas. También pronostica un escenario de recesión con inflación. Y también considera que, en este contexto, Cristina Fernández no tiene la más mínima chance de forzar una reforma constitucional que incluya su propia reelección. Y también teme, como los demás, la activación de una estrategia oficial para responsabilizarlo, junto a otros dirigentes, por la inevitable crisis que se viene. Por lo pronto, los juicios en su contra, y en contra de uno de sus principales asesores, Jaime Durán Barba, avanzan a toda velocidad y todo parece indicar que su resolución coincidiría con las elecciones del año que viene. Con el mismo pálpito, Moyano sigue con atención la causa que mantiene «viva», pero «en estado vegetativo» el juez federal Claudio Bonadio y que incluye autorizaciones con su firma en la causa de la mafia de los medicamentos.
Los hombres de Scioli también esperan un carpetazo, como parte de la campaña de hostigamiento para evitar que el gobernador se transforme en el sucesor. En verdad, el fuero federal está que arde, pero en este contexto, el vicepresidente Amado Boudou debería ser el más preocupado de todos. Quienes conocen al veterano y «político» fiscal federal Jorge Di Lello nunca lo vieron tan entusiasmado con una causa que intenta probar el enriquecimiento ilícito y la influencia en los negocios de la ex Ciccone del compañero de fórmula de Cristina Fernández. En la inconsulta e imprudente decisión de nominar a Boudou se encuentra, también, uno de los motivos de la constante caída de la imagen positiva de la Presidenta.
Uno de los ministros más racionales de este gobierno acepta que éste es el peor momento desde la última asunción, pero recuerda que Ella llegó a soportar un 70% de imagen negativa y que después protagonizó quizás el mayor triunfo electoral en la historia de la Argentina. «Los que quieren sucederla no le llegan ni a los talones», se despidió. Ese, por ahora, es su único consuelo.
© La Nacion .
Me lo dijo uno de los socios de una encuestadora que cada día tiene más trabajo. En su empresa, además de las tradicionales consultas de imagen, elaboran un «índice de optimismo». En ese rubro, las respuestas del último mes fueron las más preocupantes: casi nadie tiene certeza sobre su futuro inmediato; casi nadie sabe hacia dónde va la política económica de este gobierno; casi todos afirman que lo que viene será mucho peor. «Nunca percibimos tanto pesimismo desde abril de 2008, cuando empezó el conflicto con el campo», interpretó el especialista. En diciembre del año pasado, dos meses después de haber ganado con más del 54% de los votos, Cristina Fernández tenía una imagen positiva superior al 70%. «Ahora no pasa del 45. Y, aunque nosotros nunca damos nada por sentado, todo parece indicar que caerá todavía más, porque ni el golpe de efecto de Malvinas ni el de la nacionalización de YPF sirvieron para detener el descenso», informó.
Si a cualquier argentino le cuesta entender y además lo irrita el cepo para comprar y vender dólares, a la dirigencia política también se le hace difícil analizar por qué la Presidenta demora decisiones básicas que servirían para disminuir la tensión política y social. Ya no es sólo el líder de la CGT, Hugo Moyano, sino también el ministro de Educación del gobierno de la ciudad, Esteban Bullrich, o el ex presidente del Banco Central, Alfonso Prat Gay, los que vienen reclamando a grito pelado la suba del mínimo no imponible para que deje de afectar a miles de jubilados y a trabajadores que no deberían pagar ganancias, como los maestros de escuela. ¿Es posible que el mero deseo de no entregarle la bandera del «mínimo no imponible» al sindicalista de los camioneros sea lo que haga demorar la decisión presidencial?
Mañana será el día D para los empleados públicos cuyo sueldo depende de la provincia de Buenos Aires. ¿Girará al final la Nación a Daniel Scioli los 3000 millones de pesos que se necesitan para pagar los salarios y aguinaldos de este mes o la jefa del Estado seguirá tirando de la cuerda para disciplinar al gobernador y afectar su imagen positiva, que cada día supera más a la de ella misma?
La fantasía de una Presidenta muy generosa con sus incondicionales y tacaña con sus enemigos está inscripta en el ADN del cristinismo. Por eso le pregunté el martes, por radio, al ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, si Ella demoraba estas medidas por puro capricho o por motivos de fuerza mayor. El conoce a esta administración desde adentro, y no pierde la costumbre de seguir con atención los gastos del Presupuesto Nacional. «El problema, en este caso, no es político, sino económico. El problema es que no hay plata. Ni para subir el mínimo no imponible. Ni para girarle a Scioli, ni para la provincia de Entre Ríos tampoco, por citarle un distrito al que Cristina le gustaría ayudar.» Fernández consideró un verdadero error estratégico el anuncio de la Presidenta de pasar su plazo fijo de más de 3 millones de dólares a pesos para contagiar con su gesto al resto de los argentinos. «Yo no le hubiera aconsejado semejante cosa. Desde que lo hizo se están yendo del sistema 100 millones de dólares por día, lo que no sólo afecta su credibilidad. También demuestra que el verdadero problema de la economía no es el dólar, sino la inflación, palabra que no se nombra, como si no existiese», agregó.
Fernández, igual que Scioli; el intendente de Tigre, Sergio Massa, y el diputado Francisco de Narváez, entre otros, intentan representar al peronismo del próximo turno y observan con atención las amenazas de Moyano al corazón del poder. «Los reclamos de Hugo son de indudable legitimidad, pero las medidas de fuerza que dejan a los argentinos sin cajeros y sin nafta no perjudican tanto al Gobierno como al resto de los trabajadores», consideró el ex jefe de Gabinete. Igual que sus colegas, Fernández teme que si las cosas se complican y la crisis se acelera, Cristina Fernández y el núcleo duro de quienes manejan el poder empiecen a buscar entre sus circunstanciales enemigos a los verdaderos responsables de la debacle. Desde esa perspectiva, «el Negro» Moyano, considerado por una buena parte de la sociedad alguien «feo, sucio y malo», les vendría como anillo al dedo.
El jefe de gobierno de la ciudad, Mauricio Macri, piensa igual que los peronistas no kirchneristas. También pronostica un escenario de recesión con inflación. Y también considera que, en este contexto, Cristina Fernández no tiene la más mínima chance de forzar una reforma constitucional que incluya su propia reelección. Y también teme, como los demás, la activación de una estrategia oficial para responsabilizarlo, junto a otros dirigentes, por la inevitable crisis que se viene. Por lo pronto, los juicios en su contra, y en contra de uno de sus principales asesores, Jaime Durán Barba, avanzan a toda velocidad y todo parece indicar que su resolución coincidiría con las elecciones del año que viene. Con el mismo pálpito, Moyano sigue con atención la causa que mantiene «viva», pero «en estado vegetativo» el juez federal Claudio Bonadio y que incluye autorizaciones con su firma en la causa de la mafia de los medicamentos.
Los hombres de Scioli también esperan un carpetazo, como parte de la campaña de hostigamiento para evitar que el gobernador se transforme en el sucesor. En verdad, el fuero federal está que arde, pero en este contexto, el vicepresidente Amado Boudou debería ser el más preocupado de todos. Quienes conocen al veterano y «político» fiscal federal Jorge Di Lello nunca lo vieron tan entusiasmado con una causa que intenta probar el enriquecimiento ilícito y la influencia en los negocios de la ex Ciccone del compañero de fórmula de Cristina Fernández. En la inconsulta e imprudente decisión de nominar a Boudou se encuentra, también, uno de los motivos de la constante caída de la imagen positiva de la Presidenta.
Uno de los ministros más racionales de este gobierno acepta que éste es el peor momento desde la última asunción, pero recuerda que Ella llegó a soportar un 70% de imagen negativa y que después protagonizó quizás el mayor triunfo electoral en la historia de la Argentina. «Los que quieren sucederla no le llegan ni a los talones», se despidió. Ese, por ahora, es su único consuelo.
© La Nacion .
Siguen los sueños húmedos…
Y yo que pensé que los pelos en las manos de Luisito eran de gorila.
¿Qué tiene que ver el FAP con Moyano? ¿Acaso el FAP se olvida que es una fuerza de izquierda, pero con territorio, que gobierna una provincia, o sea, que si sostiene la transformación del Estado sin embargo lo hace conservando la institucionalidad, ¿o acaso no gobiernan una provincia? ¿No significó nada el 38% que obtuvieron en Santa Fé, el esfuerzo, la funesta instalación mediática de Del Sel? ¿Qué es Moyano, ahora, el sindicalista que hace paros por TV? En esta lucha por la comunicación Uds. se oyen poco, hablan como una fuerza de izquierda que no conoce el territorio, que no quiere el Estado porque no aspira a ser gobierno en elecciones libres. Hablan de la transformación del Estado como hincha de fútbol que grita desde la popular porque cambien la dirigencia de tal club, pero que no aspira a postularse para formar parte de la dirección del juego político ni a ganar legitimidad en la voluntad popular para transformar el Estado.
No había empezado ya antes La Nación? Hace años que leemos «El fin de…». ¿es el fin que nunca termina de empezar? Dan Risa.