Cómo GE y Alstom echaron por la borda el sueño europeo de Francia

El presidente ejecutivo de Alstom SA, Patrick Kron, recibió en abril una carta de su rival alemán Siemens AG proponiéndole una «oportunidad única». Siemens, decía la misiva, estaba dispuesta a unirse con Alstom y crear «dos potencias europeas sólidas» en energía y transporte y hacer realidad un sueño que el gobierno francés había acariciado desde hace mucho tiempo.
Cuando Siemens puso manos a la obra, sin embargo, el sueño de Francia iba en camino a desvanecerse. El conglomerado estadounidense General Electric Co. estaba sumido en negociaciones que le permitieron quedarse con los principales activos de Alstom. No sólo eliminó a Siemens del juego, sino que aplastó la ambición de Francia de forjar nuevas alianzas con Alemania -la potencia económica de Europa- semejantes al coloso aeroespacial Airbus Group NV.
Al unir fuerzas, dicen las autoridades francesas, los grupos industriales de Europa pueden dominar su mercado interno además de alcanzar la escala necesaria para competir con gigantes globales como GE en los mercados de exportación más competitivos. La batalla por Alstom, sin embargo, es un ejemplo de cómo las altas metas europeas pueden verse socavadas por rivalidades personales y empresariales, las reglas de competitividad de la Unión Europea y la conducta errática de los gobiernos que defienden sus propios intereses por encima de los supranacionales.
Al final, Kron desafió exitosamente a Siemens y a su propio gobierno y prometió permanecer en Alstom para implementar el acuerdo de US$17.000 millones con GE. «Este es un buen proyecto. Creo en él y deseo concentrarme en él para llevarlo a buen puerto», señaló el ejecutivo en una entrevista mientras le mostraba a Jeffrey Immelt, presidente ejecutivo de GE, una fábrica en el este de Francia.
Tras su intento fallido por combinar Alstom con Siemens, el gobierno francés queda en una posición incómoda: al convertirse en el principal accionista de Alstom, será socio de GE y rival directo de la empresa alemana.
«El gobierno francés ha puesto los intereses unilaterales de Francia por encima de los intereses europeos», lamenta Peter Ramsauer, presidente de la comisión de economía del Parlamento alemán y un aliado clave de la canciller Angela Merkel.
El gobierno francés señala que su intervención produjo un acuerdo que, a final de cuentas, protege miles de empleos así como la identidad francesa de Alstom.
GE y Alstom se unirán como socios igualitarios en tres empresas conjuntas que fabricarán turbinas para proyectos política-mente sensibles como plantas de energía nuclear y proveer servicios para redes eléctricas dentro y fuera de Francia. Alstom, fabricante de los icónicos trenes de alta velocidad de Francia, también se quedará con la división de señalización de GE.
Para dar su visto bueno a la operación, el gobierno francés planea adquirir 20% de Alstom a un precio de al menos 2.160 mi-llones de euros (unos US$2.940 millones), alrededor de 440 millones de euros más que su valor en la Bolsa de París.
El acuerdo vincula a GE con el gobierno de una las mayores economías de Europa. La última vez que una firma de ingeniería extranjera realizó una adquisición tan transcendental fue cuando Siemens ingresó en Norteamérica con la compra del negocio de generación eléctrica de Westinghouse en 1997, dicen los analistas. «La adquisición del negocio de energía de Alstom por parte de GE significa una mayor competencia a largo plazo para Siemens, en particular en Europa, donde GE aún no ha dejado huella», señala Christoph Niesel, gerente sénior de portafolio de Union Investment, un brazo de los bancos cooperativos de Alemania que controla alrededor de 1% de las acciones de Siemens en nombre de sus clientes.
Intentos recientes de consolidar otras industrias europeas, como las telecomunicaciones, han quedado en el camino debido a la mano dura de los reguladores encargados de promover la competencia y reducir los precios para el consumidor.
Cuando la carta de Siemens llegó a manos de Kron a fines de abril, el ejecutivo llevaba meses negociando con GE a espaldas del gobierno, lo que fue duramente criticado en el Parlamento francés, llevó al gobierno a invocar un poder de veto a la venta de Alstom y creó presión sobre Siemens para que hiciera una oferta formal.
La propuesta que Siemens presentó en mayo, no obstante, difería marcadamente de su carta de intención. La firma sólo quería los activos de turbinas de gas de Alstom y había reclutado a la japonesa Mitsubishi Heavy Industries Ltd. para que hiciera una oferta por el resto del negocio de equipos de energía de Alstom.
La clase política de Francia quedó anonadada e increpó a los directivos de Siemens sobre los motivos por los que había desechado la creación de dos gigantes europeos, un fabricante de trenes encabezado por Alstom y uno de equipos de energía liderado por Siemens. «En nuestra cultura tenemos una ambición europea particular en torno al modelo de Airbus», indicó Clotilde Valter, una parlamentaria socialista.
Un alto ejecutivo de Siemens les dijo a reporteros que la empresa alemana no hizo una oferta por todos los activos energéticos de Alstom porque los reguladores europeos habrían bloqueado el acuerdo por razones de competitividad. Sin embargo, según una persona al tanto de la estrategia de Siemens, la «meta principal» de la empresa era simplemente truncar cualquier acuerdo entre Alstom y GE.
Joe Kaeser, presidente ejecutivo de Siemens, sostuvo en una carta enviada a sus empleados el fin de semana que el interés de la empresa en Alstom era «genuino» y agregó que su participación obligó a GE a abandonar su plan inicial de comprar todos los activos de Alstom para quedarse con alianzas difíciles de manejar: «La implementación de este acuerdo mantendrá a dos de nuestros rivales ocupados durante años», dijo en la carta a la que tuvo acceso The Wall Street Journal. «Esto vale la pena por sí solo».
Sus palabras resaltan una rivalidad de larga data, y a veces amarga, entre las empresas francesas y alemanas. En su carta, Kaeser también se jactó de que Alstom había caído en manos del Estado francés. «Con el gobierno francés como accionista principal, cualquier medida de productividad o reestructuración al estilo estadounidense será extremadamente difícil de llevar a cabo», aseveró.
-Andrea Thomas, en Berlín, y Gráinne McCarthy, en París, contribuyeron a este artículo..

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