La lógica en que se funda el asedio a Macri ya la ha usado el peronismo radicalizado en el pasado. Se recordará por ejemplo que Ubaldini sostenía que Alfonsín expresaba la “democracia formal”, la letra de la Constitución, los procedimientos vacíos de contenido del Parlamento, mientras que él y el resto del peronismo combativo eran la voz de la “democracia real”, la que defendía en serio los derechos del pueblo y luchaba por la justicia social, la soberanía y demás. Aunque no hubieran ganado las elecciones. Eso era un detalle.
Con esa idea le hicieron una cantidad de paros generales al primer gobierno democrático, en muchos de los cuales colaboraron con entusiasmo otros partidos y también sectores empresarios. Todos los que creían que Alfonsín era una suerte de error histórico, un liberal encantador de serpientes que había logrado confundir de momento a las masas para frustrar al “movimiento nacional y popular”. Y lo asediaron por tanto durante años, acusándolo de que si no había reactivación económica y distribución del ingreso era porque él no quería, o no sabía qué hacer.
El kirchnerismo residual y sus actuales aliados e instrumentos, grupos de izquierda dura, organismos de derechos humanos ultra fanatizados y piqueteros de distinto pelaje, más un sector de medios militantes que logró sobrevivir al papelón y el derrumbe del financiamiento estatal, y una parte de la Justicia y del aparato de inteligencia sobre los que aun no se logró restablecer el control público y republicano, rescató del fondo de la historia la idea de la Resistencia y esa oposición entre democracia real y formal. Y como hace con todo lo que toca, las radicalizó. En esencia, para disimular lo complicado que es acomodarlas a una situación que, en verdad, poco tiene que ver con sus parámetros.
Para empezar lo hizo cambiando poco sutilmente el lugar y carácter de su antagonista: no combaten a un nuevo Alfonsín, un liberal que ganó por casualidad, manipulación artera o distracción del movimiento popular, sino al heredero de Martínez de Hoz en persona. “Macri, vos sos la dictadura”. Lo que justificaría hacerle todo el daño imaginable para detenerlo, frustrar sus planes, y lisa y llanamente echarlo.
Recordemos que Ubaldini, igual que Menem, coquetearon con los carapintadas. Pero siempre tuvieron en mente vengarse del líder radical del 83 venciéndolo en las urnas. Acá no. De lo que se trata para los kirchneristas, y cada vez más a medida que pierden anclaje en el peronismo, es de pudrirla cuanto antes, y que Macri se las tome habiendo cumplido menos tiempo de mandato incluso que De la Rúa. Esta es la razón principal por la que el asedio no puede dar descanso, no tiene tiempo que perder. Se ha lanzado en la provincia de Buenos Aires y casi al mismo tiempo en un apresurado pedido de juicio político al Presidente en el Congreso. Se multiplica con ya centenares de denuncias de los fiscales de Verbitsky – Gils Carbó, con piqueteros que después de conseguir una generosa ley de emergencia social y que se les asignen para uso casi discrecional miles de millones del presupuesto, dicen que eso no alcanza para nada, y quieren sueldo fijo y con todas las prestaciones por 13000 pesos al mes para todos sus representados. Suena loco pero es lo que piden. Ahora bien. Lo importante es entender por qué el apuro. Es la clave para no prenderse en la histeria actualmente reinante respecto a un gobierno supuestamente debilitado, y una oposición salvaje que supuestamente gana chances de salirse con la suya.
Hay al menos cuatro factores que explican ese apuro, el sobregiro que practican los “destituyentes nac & pop” y que bien analizados moderan la histeria y el pesimismo. Primero, saben que lenta pero segura la reactivación avanza. Y en pocos meses las cosas no serán un jardín de rosas, pero sí lo suficientemente simpáticas para que el griterío vuelva a ser marginal. Segundo, saben que a diferencia de los cientos de causas que Justicia Legítima ha inventado, las que apuntan contra los Kirchner, Scioli, Milani, Sala, De Vido y demás tienen muchas chances de avanzar, igual que hicieron las de José Revoleo López y Ricardo Jaime. Tercero y más importante, entienden aunque no lo digan que el “salvaje neoliberalismo” del que acusan a Macri se ajusta mal con un enfoque gradualista y muy atento a compensar costos sociales que fortaleció las opiniones moderadas y los factores de equilibrio instaurados ya al comienzo de este proceso de salida del populismo k, por lo que la Resistencia rema contra la corriente, en la política y en la sociedad. Y cuarto, comprenden también que el control del peronismo se les escapa un poco más cada día. Que en la mayoría de sus líderes territoriales y sindicales hay ya pocas dudas de la necesidad de tomar distancia de Cristina y sus acólitos, un pasado que les conviene olvidar y que la sociedad olvide cuanto antes, para que tengan un futuro como “renovación”.
Los Renovadores de los años ‘80 pudieron usar a Ubaldini sin problemas, sin tener que dar muchas explicaciones por sus desbordes, porque porciones importantes de la sociedad creían entonces que con el fin de la dictadura todo podía volver a ser como en los buenos tiempos previos: pleno empleo, ingresos altos en industrias protegidas, un estado dadivoso que convivía con inflación alta pero no descontrolada. Ha pasado mucha agua bajo el puente para que los argentinos crean ahora un cuento semejante. Pasaron las hiperinflaciones y Menem, el 2001 y los 12 años de delirios, entusiasmo y decepciones del propio kirchnerismo. Algo aprendimos como sociedad y democracia.
Tan ignorantes como ciudadanos no somos para dejarnos seducir por un discurso y una estrategia que, comparados con los de Ubaldini, tienen la peculiaridad de sonar a la vez mentirosos y desesperados. Resumiendo, no conviene comprarse el pesimismo ni la histeria en boga. Menos frente a estos tigres de papel que se queman solos. Como diría Winston Churchill, “mantengamos la calma y sigamos adelante”
Con esa idea le hicieron una cantidad de paros generales al primer gobierno democrático, en muchos de los cuales colaboraron con entusiasmo otros partidos y también sectores empresarios. Todos los que creían que Alfonsín era una suerte de error histórico, un liberal encantador de serpientes que había logrado confundir de momento a las masas para frustrar al “movimiento nacional y popular”. Y lo asediaron por tanto durante años, acusándolo de que si no había reactivación económica y distribución del ingreso era porque él no quería, o no sabía qué hacer.
El kirchnerismo residual y sus actuales aliados e instrumentos, grupos de izquierda dura, organismos de derechos humanos ultra fanatizados y piqueteros de distinto pelaje, más un sector de medios militantes que logró sobrevivir al papelón y el derrumbe del financiamiento estatal, y una parte de la Justicia y del aparato de inteligencia sobre los que aun no se logró restablecer el control público y republicano, rescató del fondo de la historia la idea de la Resistencia y esa oposición entre democracia real y formal. Y como hace con todo lo que toca, las radicalizó. En esencia, para disimular lo complicado que es acomodarlas a una situación que, en verdad, poco tiene que ver con sus parámetros.
Para empezar lo hizo cambiando poco sutilmente el lugar y carácter de su antagonista: no combaten a un nuevo Alfonsín, un liberal que ganó por casualidad, manipulación artera o distracción del movimiento popular, sino al heredero de Martínez de Hoz en persona. “Macri, vos sos la dictadura”. Lo que justificaría hacerle todo el daño imaginable para detenerlo, frustrar sus planes, y lisa y llanamente echarlo.
Recordemos que Ubaldini, igual que Menem, coquetearon con los carapintadas. Pero siempre tuvieron en mente vengarse del líder radical del 83 venciéndolo en las urnas. Acá no. De lo que se trata para los kirchneristas, y cada vez más a medida que pierden anclaje en el peronismo, es de pudrirla cuanto antes, y que Macri se las tome habiendo cumplido menos tiempo de mandato incluso que De la Rúa. Esta es la razón principal por la que el asedio no puede dar descanso, no tiene tiempo que perder. Se ha lanzado en la provincia de Buenos Aires y casi al mismo tiempo en un apresurado pedido de juicio político al Presidente en el Congreso. Se multiplica con ya centenares de denuncias de los fiscales de Verbitsky – Gils Carbó, con piqueteros que después de conseguir una generosa ley de emergencia social y que se les asignen para uso casi discrecional miles de millones del presupuesto, dicen que eso no alcanza para nada, y quieren sueldo fijo y con todas las prestaciones por 13000 pesos al mes para todos sus representados. Suena loco pero es lo que piden. Ahora bien. Lo importante es entender por qué el apuro. Es la clave para no prenderse en la histeria actualmente reinante respecto a un gobierno supuestamente debilitado, y una oposición salvaje que supuestamente gana chances de salirse con la suya.
Hay al menos cuatro factores que explican ese apuro, el sobregiro que practican los “destituyentes nac & pop” y que bien analizados moderan la histeria y el pesimismo. Primero, saben que lenta pero segura la reactivación avanza. Y en pocos meses las cosas no serán un jardín de rosas, pero sí lo suficientemente simpáticas para que el griterío vuelva a ser marginal. Segundo, saben que a diferencia de los cientos de causas que Justicia Legítima ha inventado, las que apuntan contra los Kirchner, Scioli, Milani, Sala, De Vido y demás tienen muchas chances de avanzar, igual que hicieron las de José Revoleo López y Ricardo Jaime. Tercero y más importante, entienden aunque no lo digan que el “salvaje neoliberalismo” del que acusan a Macri se ajusta mal con un enfoque gradualista y muy atento a compensar costos sociales que fortaleció las opiniones moderadas y los factores de equilibrio instaurados ya al comienzo de este proceso de salida del populismo k, por lo que la Resistencia rema contra la corriente, en la política y en la sociedad. Y cuarto, comprenden también que el control del peronismo se les escapa un poco más cada día. Que en la mayoría de sus líderes territoriales y sindicales hay ya pocas dudas de la necesidad de tomar distancia de Cristina y sus acólitos, un pasado que les conviene olvidar y que la sociedad olvide cuanto antes, para que tengan un futuro como “renovación”.
Los Renovadores de los años ‘80 pudieron usar a Ubaldini sin problemas, sin tener que dar muchas explicaciones por sus desbordes, porque porciones importantes de la sociedad creían entonces que con el fin de la dictadura todo podía volver a ser como en los buenos tiempos previos: pleno empleo, ingresos altos en industrias protegidas, un estado dadivoso que convivía con inflación alta pero no descontrolada. Ha pasado mucha agua bajo el puente para que los argentinos crean ahora un cuento semejante. Pasaron las hiperinflaciones y Menem, el 2001 y los 12 años de delirios, entusiasmo y decepciones del propio kirchnerismo. Algo aprendimos como sociedad y democracia.
Tan ignorantes como ciudadanos no somos para dejarnos seducir por un discurso y una estrategia que, comparados con los de Ubaldini, tienen la peculiaridad de sonar a la vez mentirosos y desesperados. Resumiendo, no conviene comprarse el pesimismo ni la histeria en boga. Menos frente a estos tigres de papel que se queman solos. Como diría Winston Churchill, “mantengamos la calma y sigamos adelante”