Por Artemio LópezLos medios opositores y la dirigencia política por ellos editorializada han fracasado nuevamente en el intento de utilizar con fines político-partidarios la conmemoración del primer aniversario de la tragedia ferroviaria del 22 de febrero de 2012 en la estación Once y, apenas unos días después, la memoria de los muertos en la AMIA , tras la fallida convocatoria a la movilización contra el memorándum de entendimiento. Este al menos asigna una chance de encontrar responsables del ataque terrorista a la mutual israelita de hace 19 años, causa prácticamente paralizada antes de la iniciativa oficial.
Sucede que la lógica de la construcción de oposición político-partidaria realmente existente no reconoce trazos comunes ni se roza con la crítica que realizan los medios opositores, de manera sostenida y sistemática, al Gobierno nacional. Todo lo contrario; cuando los medios toman la iniciativa de manera tan intensa y excluyente, opacan, invisibilizan a los políticos opositores, transformándolos en improvisados editorialistas, comentaristas mediocres de una realidad que ellos deberían transformar y no informar, que para eso están, paradojalmente, los medios que los llevan a cometer semejante anomalía de su rol esperado.
La sociedad, decía el general Perón en La hora de los pueblos, está compuesta por 90% de materialistas y 10% de idealistas; el materialista elude el conflicto y sólo reacciona por desesperación, y el idealista vive en la confrontación y reacciona por instinto.
La opinión pública construye su sistema de preferencias electorales de manera abrumadoramente mayoritaria siguiendo el modelo que el general Perón imaginó para analizar la sociedad: el 90% de las adhesiones de la opinión pública se construyen basadas en la evolución de las condiciones materiales de existencia personales y/o familiares, si mejoran o por el contrario se degradan, y resta apenas un pequeño espacio del 10% en el que juegan las preferencias ideológicas, espacio donde los medios sí tienen intervención.
Suponer que la proporción es inversa e impulsar comportamientos desesperados cuando materialmente las condiciones de existencia son satisfactorias para una gran mayoría de ciudadanos resulta conceptualmente erróneo y políticamente ineficaz siempre, pero cuando lo que se pretende para instalar el desespero comunitario es la utilización de grandes tragedias, la maniobra mediática se vuelve particularmente penosa e indignante.
Es lo que estas semanas estuvo sucediendo con la construcción de oposición política a través de los medios que adversan al Gobierno. Hay un desfasaje evidente entre las condiciones materiales de existencia mayoritarias y la idealización catastrófica de las mismas que se propala con furia desde los medios opositores.
Mientras este gap no se resuelva y la única manera de que suceda la reparación del abismo sea la emergencia de oposición político-partidaria autónoma del sistema de medios, capaz de pensarse como alternativa al kirchnerismo y no como un magazine periodístico opositor, el oficialismo, sostenido en la gestión y satisfaciendo los atributos que le dieron volumen electoral en octubre de 2011 de empleo y consumo, se encamina a una elección de medio mandato que nuevamente será inédita, tanto por el nivel de adhesiones propias como por la diferencia respecto de la segunda fuerza en competencia.
Cuando las elecciones de medio término sucedan, entonces sí, surgirán la sorpresa de algunos y las preguntas inevitables de muchos que atravesarán de Ushuaia a La Quiaca a la opinión pública nacional:
¿Puede gobernar el país otra fuerza que no sea aquella que arrasa electoralmente al punto de que sólo la diferencia que obtiene respecto de la segunda representa el 70% de los votos de toda la oposición sumada?
¿Puede gobernar una fuerza sin volumen electoral genuino, ni mayorías parlamentarias, sin articulación territorial sólida, ausente de clivaje sindical de volumen y sólo sostenida en parte del establishment más conservador y los editoriales animosos de los grandes pensadores antikirchneristas que supimos conseguir, en esta década pletórica de “viento de cola”?
¿Puede suceder tal extravagancia política-electoral y hacer como que se gobierna y que, por ejemplo, los ciudadanos de a pie sigamos parando en los semáforos, estimados lectores de PERFIL?
*Director de Consultora Equis.
Sucede que la lógica de la construcción de oposición político-partidaria realmente existente no reconoce trazos comunes ni se roza con la crítica que realizan los medios opositores, de manera sostenida y sistemática, al Gobierno nacional. Todo lo contrario; cuando los medios toman la iniciativa de manera tan intensa y excluyente, opacan, invisibilizan a los políticos opositores, transformándolos en improvisados editorialistas, comentaristas mediocres de una realidad que ellos deberían transformar y no informar, que para eso están, paradojalmente, los medios que los llevan a cometer semejante anomalía de su rol esperado.
La sociedad, decía el general Perón en La hora de los pueblos, está compuesta por 90% de materialistas y 10% de idealistas; el materialista elude el conflicto y sólo reacciona por desesperación, y el idealista vive en la confrontación y reacciona por instinto.
La opinión pública construye su sistema de preferencias electorales de manera abrumadoramente mayoritaria siguiendo el modelo que el general Perón imaginó para analizar la sociedad: el 90% de las adhesiones de la opinión pública se construyen basadas en la evolución de las condiciones materiales de existencia personales y/o familiares, si mejoran o por el contrario se degradan, y resta apenas un pequeño espacio del 10% en el que juegan las preferencias ideológicas, espacio donde los medios sí tienen intervención.
Suponer que la proporción es inversa e impulsar comportamientos desesperados cuando materialmente las condiciones de existencia son satisfactorias para una gran mayoría de ciudadanos resulta conceptualmente erróneo y políticamente ineficaz siempre, pero cuando lo que se pretende para instalar el desespero comunitario es la utilización de grandes tragedias, la maniobra mediática se vuelve particularmente penosa e indignante.
Es lo que estas semanas estuvo sucediendo con la construcción de oposición política a través de los medios que adversan al Gobierno. Hay un desfasaje evidente entre las condiciones materiales de existencia mayoritarias y la idealización catastrófica de las mismas que se propala con furia desde los medios opositores.
Mientras este gap no se resuelva y la única manera de que suceda la reparación del abismo sea la emergencia de oposición político-partidaria autónoma del sistema de medios, capaz de pensarse como alternativa al kirchnerismo y no como un magazine periodístico opositor, el oficialismo, sostenido en la gestión y satisfaciendo los atributos que le dieron volumen electoral en octubre de 2011 de empleo y consumo, se encamina a una elección de medio mandato que nuevamente será inédita, tanto por el nivel de adhesiones propias como por la diferencia respecto de la segunda fuerza en competencia.
Cuando las elecciones de medio término sucedan, entonces sí, surgirán la sorpresa de algunos y las preguntas inevitables de muchos que atravesarán de Ushuaia a La Quiaca a la opinión pública nacional:
¿Puede gobernar el país otra fuerza que no sea aquella que arrasa electoralmente al punto de que sólo la diferencia que obtiene respecto de la segunda representa el 70% de los votos de toda la oposición sumada?
¿Puede gobernar una fuerza sin volumen electoral genuino, ni mayorías parlamentarias, sin articulación territorial sólida, ausente de clivaje sindical de volumen y sólo sostenida en parte del establishment más conservador y los editoriales animosos de los grandes pensadores antikirchneristas que supimos conseguir, en esta década pletórica de “viento de cola”?
¿Puede suceder tal extravagancia política-electoral y hacer como que se gobierna y que, por ejemplo, los ciudadanos de a pie sigamos parando en los semáforos, estimados lectores de PERFIL?
*Director de Consultora Equis.