ECONOMIA › TEMAS DE DEBATE: CUALES SON LAS DEMANDAS QUE PODRIAN SURGIR A PARTIR DE AHORA COMO SIGUE EL CONFLICTO CON LOS BUITRES
El Gobierno celebró la “salida del default”, como se hizo en 2005 y 2010, pero aún persisten houldouts no representados en el tribunal de Griesa que podrían demandar al país. El impacto en la economía del acuerdo con Singer.
Producción: Javier Lewkowicz
Por Francisco Cantamutto * y Martín Schorr **
La semana pasada se cerró el acuerdo con una parte de los fondos buitres, tras la aprobación en el Congreso de los términos propuestos por el gobierno argentino. La propuesta implica ganancias exorbitantes sobre el capital invertido y fue aceptada por la mayor parte de los litigantes. Persisten holdouts no representados en el tribunal de Griesa, por lo que se desconoce si procederán a nuevos juicios. De hecho, el fondo Greylock, que había ingresado en la reapertura de 2010, ya presentó un reclamo por el trato desigual recibido. El arreglo no garantiza per se el cierre de la conflictividad por los bonos del default de 2001 y sus arreglos sucesivos.
El canje de 2005 y sus reaperturas implicaron una mejora en la gestión de la deuda, al prometer pagos atados al crecimiento de la economía. Pero dieron continuidad a la cesión de soberanía al reconocer tribunales externos como ámbito de resolución de diferendos. Más aún, la negativa a auditar la deuda permitió la renovación de un ilícito, viciado en origen y en cada reestructuración. Así, los casi 200 mil millones de dólares pagados durante los gobiernos kirchneristas no impidieron un nuevo episodio de presión.
El gobierno de Cambiemos, que incluye varios funcionarios provenientes de la banca acreedora, tomó una actitud de negociación complaciente y aceptó los reclamos de la minoría litigante. Como se dijo, la posibilidad de nuevos juicios no está cancelada. El monto autorizado por el Congreso alcanza los 15 mil millones de dólares, que en la licitación de la semana pasada tuvo ofertas por 67 mil millones con un interés promedio superior al 7 por ciento. La abundancia de prestamistas y el “desendeudamiento” heredado abren las puertas a un nuevo ciclo de endeudamiento.
La importancia de la deuda es central para el programa económico en curso, como el propio gobierno aceptó (“no hay plan B”). La quita de retenciones y otras reducciones de impuestos implican una caída en la recaudación real. Por el lado de los gastos, el supuesto ahorro a través de los despidos masivos, la cancelación de programas sociales y la quita de subsidios a los servicios públicos deberán competir con el aumento de la carga de intereses. A esta tensión fiscal debe agregarse el aumento del déficit cuasifiscal, debido a la colocación de letras del Banco Central a tasas que orillan el 40 por ciento y han resultado un negocio formidable, al margen de que no han tenido utilidad alguna en materia de contención inflacionaria (mostrando, una vez más, las falacias de las tesis monetaristas).
Además de cubrir ese creciente descalce, la toma de deuda, articulada con otras medidas, otorgan un lugar central al capital financiero, que se erige como una de las fracciones más favorecidas. Pero los beneficios no se restringen a esta fracción del gran capital.
Para el conjunto de la cúpula empresaria el nuevo ciclo de endeudamiento abre una oportunidad ostensible. Porque se ha beneficiado fuertemente con la devaluación sin mayores impactos negativos sobre su patrimonio. Y por la existencia de “dólares fáciles” para alimentar, por caso, la remisión de utilidades y la fuga de capitales, ahora reactivadas ante la supresión de los controles cambiarios.
Además de utilizar la deuda como elemento articulador de intereses entre las distintas fracciones del poder económico (capital financiero, empresas extranjeras y grupos económicos locales), el gobierno tiene posibilidades de lograr la anuencia de sectores medios y así ampliar su base de sustento social. Estos sectores, normalmente asociados a empleos formales, pueden participar de los beneficios del nuevo esquema de políticas. En caso de que la inflación se logre reducir, la mejora real de sus ingresos puede impulsar un nuevo ciclo de consumo. A su vez, resultarían beneficiados por la apertura comercial, al tiempo que podrían acceder a dólares con motivo de ahorro, sin controles o regulaciones. La probabilidad de galvanizar el apoyo o la indiferencia de los sectores medios al gobierno se incrementa en caso de reanudar el crédito. Así, la urgencia del gobierno por restablecer los mecanismos de endeudamiento no tiene por único fin satisfacer las demandas del capital concentrado, sino que potencialmente puede ofrecerle un mecanismo de legitimación más allá de esta clase social.
En tanto la nueva deuda no se destine a cambios en la estructura productiva, es esperable que los pagos de capital e intereses generen complicaciones en la balanza de pagos, al tiempo que el costoso arreglo presionará sobre las cuentas fiscales. Ambos motivos permiten suponer la renovación de la deuda con nueva deuda, en una lógica con elevado riesgo de acabar en una nueva crisis.
* Doctor Flacso-México.
** Investigador Idaes.
Ingresarán más dólares
Por Nicolás Hernán Zeolla *
Con la ratificación del “stay” por la cámara de Nueva York y el pago a los fondos buitres la semana pasada, la Argentina puso fin a una problema judicial (y no financiero) que le impedía desde hacía un año y medio pagar al 93 por ciento de los acreedores reestructurados y, principalmente, emitir nueva deuda. La arbitrariedad del juez, la existencia de los buitres en futuras reestructuraciones y las megaganancias que se embolsó Paul Singer quedarán para otro capítulo. Ahora, se abre un nuevo panorama y la cuestión es saber cómo se sigue desde acá.
Desde la óptica del gobierno, y al igual que como sostiene la teoría económica convencional, la participación de la Argentina en los mercados financieros internacionales generaría una mayor disponibilidad de recursos que destrabaría el sobrecosto de financiamiento de la inversión, dinamizando la actividad económica y el crecimiento. Sin embargo, aunque esto fuese así, todavía el costo es alto. Y en el caso que baje, nada dice que los empresarios invertirán más solo por el hecho de que les resulta más barato fondearse. Si la economía no crece, no tiene sentido aumentar la capacidad productiva porque no hay a quien venderle la mayor producción.
Por lo tanto, lejos de perderse en la neblina del optimismo de los anuncios la cuestión central parece ser otra. La economía necesita dólares, muchos y rápido, y el Gobierno lo sabe. No es novedad que la escasez de dólares para financiar el crecimiento es un fantasma que recorre la economía argentina desde hace ya varios años. Sin embargo, lo que sucede ahora y que no pasaba antes es el volumen y la rapidez con la que se los necesita.
Y esta es una de las claves: el hecho de poder contar con financiamiento externo es el pilar fundamental se basa la legitimidad del plan económico actual. Los dólares son un instrumento de ordenamiento político y el acceso a los mercados internacionales garantiza los dólares para hacer funcionar el circuito local de dolarización del excedente y fuga de capitales. En este sentido, la solución del problema legal para colocar nueva deuda fue el primer paso, pero todavía falta el recorrido. Algunos cálculos indican la necesidad de contar con 40.000 millones de dólares adicionales a los que aportaría la cosecha para todo 2016 y así cumplir con los objetivos de cerrar el rojo fiscal, pagar deuda pública, con importadores y remisión de utilidades pendientes. La cuestión que aparece ahora es quien va aportar los dólares que hacen falta. En este sentido, tener capacidad para acceder a los mercados financieros es un instrumento muy valioso, con el que no se contó en el pasado. Aunque también muy delicado.
Durante el anuncio, el gobierno se comprometió a que era la última emisión de deuda externa del año. Veremos si cumple. En el caso de que cumpla, igual existen otras posibilidades. La primera de ellas es que se emita deuda en divisas en el mercado local. La segunda es que el ingreso de divisas provenga del sector privado. Por un lado, podría ser mandando a las empresas locales a endeudarse en el exterior o, alternativamente, podrían mantener tasas altas en dólares el que incentive el ingreso de capitales para la valorización financiera.
Cualquiera sea la salida, el resultado en términos de incrementar la oferta de divisas seguiría equivalente. Sin embargo, los problemas en el futuro podrían variar. En el caso de que se opte por la ventanilla de dólares públicos, es la historia conocida: la aplicación de financiamiento externo a gastos corrientes es el prólogo a una futura crisis fiscal y de deuda externa. Si se va por la ventanilla de los privados, al montar un esquema de oferta de divisas sobre fondos líquidos de corta permanencia, el riesgo de una salida repentina de fondos daría lugar a una crisis externa. Por ello, en el fondo, la cuestión central sigue siendo la misma.
La clave de la sostenibilidad del endeudamiento externo es que el destino de estos fondos como inversiones productivas generen mayor cantidad de divisas que lo que costará pagarlos. Ya sea el Estado o las empresas, la garantía el nuevo endeudamiento debe destinarse a generar recursos legítimos que aumenten la base exportadora de la estructura productiva nacional.
* Idaes/Conicet y C. C. de la Cooperación/ Dto. Economía Política.
El Gobierno celebró la “salida del default”, como se hizo en 2005 y 2010, pero aún persisten houldouts no representados en el tribunal de Griesa que podrían demandar al país. El impacto en la economía del acuerdo con Singer.
Producción: Javier Lewkowicz
Por Francisco Cantamutto * y Martín Schorr **
La semana pasada se cerró el acuerdo con una parte de los fondos buitres, tras la aprobación en el Congreso de los términos propuestos por el gobierno argentino. La propuesta implica ganancias exorbitantes sobre el capital invertido y fue aceptada por la mayor parte de los litigantes. Persisten holdouts no representados en el tribunal de Griesa, por lo que se desconoce si procederán a nuevos juicios. De hecho, el fondo Greylock, que había ingresado en la reapertura de 2010, ya presentó un reclamo por el trato desigual recibido. El arreglo no garantiza per se el cierre de la conflictividad por los bonos del default de 2001 y sus arreglos sucesivos.
El canje de 2005 y sus reaperturas implicaron una mejora en la gestión de la deuda, al prometer pagos atados al crecimiento de la economía. Pero dieron continuidad a la cesión de soberanía al reconocer tribunales externos como ámbito de resolución de diferendos. Más aún, la negativa a auditar la deuda permitió la renovación de un ilícito, viciado en origen y en cada reestructuración. Así, los casi 200 mil millones de dólares pagados durante los gobiernos kirchneristas no impidieron un nuevo episodio de presión.
El gobierno de Cambiemos, que incluye varios funcionarios provenientes de la banca acreedora, tomó una actitud de negociación complaciente y aceptó los reclamos de la minoría litigante. Como se dijo, la posibilidad de nuevos juicios no está cancelada. El monto autorizado por el Congreso alcanza los 15 mil millones de dólares, que en la licitación de la semana pasada tuvo ofertas por 67 mil millones con un interés promedio superior al 7 por ciento. La abundancia de prestamistas y el “desendeudamiento” heredado abren las puertas a un nuevo ciclo de endeudamiento.
La importancia de la deuda es central para el programa económico en curso, como el propio gobierno aceptó (“no hay plan B”). La quita de retenciones y otras reducciones de impuestos implican una caída en la recaudación real. Por el lado de los gastos, el supuesto ahorro a través de los despidos masivos, la cancelación de programas sociales y la quita de subsidios a los servicios públicos deberán competir con el aumento de la carga de intereses. A esta tensión fiscal debe agregarse el aumento del déficit cuasifiscal, debido a la colocación de letras del Banco Central a tasas que orillan el 40 por ciento y han resultado un negocio formidable, al margen de que no han tenido utilidad alguna en materia de contención inflacionaria (mostrando, una vez más, las falacias de las tesis monetaristas).
Además de cubrir ese creciente descalce, la toma de deuda, articulada con otras medidas, otorgan un lugar central al capital financiero, que se erige como una de las fracciones más favorecidas. Pero los beneficios no se restringen a esta fracción del gran capital.
Para el conjunto de la cúpula empresaria el nuevo ciclo de endeudamiento abre una oportunidad ostensible. Porque se ha beneficiado fuertemente con la devaluación sin mayores impactos negativos sobre su patrimonio. Y por la existencia de “dólares fáciles” para alimentar, por caso, la remisión de utilidades y la fuga de capitales, ahora reactivadas ante la supresión de los controles cambiarios.
Además de utilizar la deuda como elemento articulador de intereses entre las distintas fracciones del poder económico (capital financiero, empresas extranjeras y grupos económicos locales), el gobierno tiene posibilidades de lograr la anuencia de sectores medios y así ampliar su base de sustento social. Estos sectores, normalmente asociados a empleos formales, pueden participar de los beneficios del nuevo esquema de políticas. En caso de que la inflación se logre reducir, la mejora real de sus ingresos puede impulsar un nuevo ciclo de consumo. A su vez, resultarían beneficiados por la apertura comercial, al tiempo que podrían acceder a dólares con motivo de ahorro, sin controles o regulaciones. La probabilidad de galvanizar el apoyo o la indiferencia de los sectores medios al gobierno se incrementa en caso de reanudar el crédito. Así, la urgencia del gobierno por restablecer los mecanismos de endeudamiento no tiene por único fin satisfacer las demandas del capital concentrado, sino que potencialmente puede ofrecerle un mecanismo de legitimación más allá de esta clase social.
En tanto la nueva deuda no se destine a cambios en la estructura productiva, es esperable que los pagos de capital e intereses generen complicaciones en la balanza de pagos, al tiempo que el costoso arreglo presionará sobre las cuentas fiscales. Ambos motivos permiten suponer la renovación de la deuda con nueva deuda, en una lógica con elevado riesgo de acabar en una nueva crisis.
* Doctor Flacso-México.
** Investigador Idaes.
Ingresarán más dólares
Por Nicolás Hernán Zeolla *
Con la ratificación del “stay” por la cámara de Nueva York y el pago a los fondos buitres la semana pasada, la Argentina puso fin a una problema judicial (y no financiero) que le impedía desde hacía un año y medio pagar al 93 por ciento de los acreedores reestructurados y, principalmente, emitir nueva deuda. La arbitrariedad del juez, la existencia de los buitres en futuras reestructuraciones y las megaganancias que se embolsó Paul Singer quedarán para otro capítulo. Ahora, se abre un nuevo panorama y la cuestión es saber cómo se sigue desde acá.
Desde la óptica del gobierno, y al igual que como sostiene la teoría económica convencional, la participación de la Argentina en los mercados financieros internacionales generaría una mayor disponibilidad de recursos que destrabaría el sobrecosto de financiamiento de la inversión, dinamizando la actividad económica y el crecimiento. Sin embargo, aunque esto fuese así, todavía el costo es alto. Y en el caso que baje, nada dice que los empresarios invertirán más solo por el hecho de que les resulta más barato fondearse. Si la economía no crece, no tiene sentido aumentar la capacidad productiva porque no hay a quien venderle la mayor producción.
Por lo tanto, lejos de perderse en la neblina del optimismo de los anuncios la cuestión central parece ser otra. La economía necesita dólares, muchos y rápido, y el Gobierno lo sabe. No es novedad que la escasez de dólares para financiar el crecimiento es un fantasma que recorre la economía argentina desde hace ya varios años. Sin embargo, lo que sucede ahora y que no pasaba antes es el volumen y la rapidez con la que se los necesita.
Y esta es una de las claves: el hecho de poder contar con financiamiento externo es el pilar fundamental se basa la legitimidad del plan económico actual. Los dólares son un instrumento de ordenamiento político y el acceso a los mercados internacionales garantiza los dólares para hacer funcionar el circuito local de dolarización del excedente y fuga de capitales. En este sentido, la solución del problema legal para colocar nueva deuda fue el primer paso, pero todavía falta el recorrido. Algunos cálculos indican la necesidad de contar con 40.000 millones de dólares adicionales a los que aportaría la cosecha para todo 2016 y así cumplir con los objetivos de cerrar el rojo fiscal, pagar deuda pública, con importadores y remisión de utilidades pendientes. La cuestión que aparece ahora es quien va aportar los dólares que hacen falta. En este sentido, tener capacidad para acceder a los mercados financieros es un instrumento muy valioso, con el que no se contó en el pasado. Aunque también muy delicado.
Durante el anuncio, el gobierno se comprometió a que era la última emisión de deuda externa del año. Veremos si cumple. En el caso de que cumpla, igual existen otras posibilidades. La primera de ellas es que se emita deuda en divisas en el mercado local. La segunda es que el ingreso de divisas provenga del sector privado. Por un lado, podría ser mandando a las empresas locales a endeudarse en el exterior o, alternativamente, podrían mantener tasas altas en dólares el que incentive el ingreso de capitales para la valorización financiera.
Cualquiera sea la salida, el resultado en términos de incrementar la oferta de divisas seguiría equivalente. Sin embargo, los problemas en el futuro podrían variar. En el caso de que se opte por la ventanilla de dólares públicos, es la historia conocida: la aplicación de financiamiento externo a gastos corrientes es el prólogo a una futura crisis fiscal y de deuda externa. Si se va por la ventanilla de los privados, al montar un esquema de oferta de divisas sobre fondos líquidos de corta permanencia, el riesgo de una salida repentina de fondos daría lugar a una crisis externa. Por ello, en el fondo, la cuestión central sigue siendo la misma.
La clave de la sostenibilidad del endeudamiento externo es que el destino de estos fondos como inversiones productivas generen mayor cantidad de divisas que lo que costará pagarlos. Ya sea el Estado o las empresas, la garantía el nuevo endeudamiento debe destinarse a generar recursos legítimos que aumenten la base exportadora de la estructura productiva nacional.
* Idaes/Conicet y C. C. de la Cooperación/ Dto. Economía Política.