Con el Operativo Sol y el despliegue uniformado, Cariló quedó «blindada»

Los controles policiales de vehículos son constantes en el ingreso a Cariló. Foto: Fabián Marelli
CARILÓ.- Claudia D’Arralde y Marina Salvia caminan por las calles de arena de este balneario y al toparse con el tercer control policial se acercan a un grupo de agentes que hay en la entrada del paseo Alondra a preguntar qué pasó. La respuesta es que nada, que son controles de rutina. Claudia, que es de Adrogué y pasa sus vacaciones con su familia, menea la cabeza: «En casi 15 años que venimos a Cariló, jamás vimos tanta policía», argumenta.
Tiene razón. Cariló parece una ciudad sitiada. Prácticamente en cada manzana uno se cruza con un efectivo de seguridad. Lo mismo ocurre en Pinamar, donde la presencia policial este verano es permanente y notoria.
En la caminata matutina hacia la playa, uno podrá toparse con miembros del Grupo Halcón, oficiales de policía montada, efectivos del servicio penitenciario, representantes de la guardia urbana comunal, policía vial o agentes de la división narcotráfico. Verá efectivos a pie, a caballo, en moto, en cuatriciclos, en areneros, en patrulleros e incluso en helicópteros.
Este año el Operativo Sol, que todos los años despliega el Ministerio de Seguridad bonaerense, abrió un abanico que prácticamente no dejó rincón sin presencia policial. En total, se desplegaron en las zonas balnearias y turísticas provinciales unos 8000 policías, 500 patrulleros, 185 motos y cuatriciclos, seis helicópteros, 100 patrullas montadas y dos comandos tácticos de operaciones para cuidar a las familias que veranean en Buenos Aires.
Crear la «sensación de seguridad». Ése es el criterio que primó en la decisión del ministro de Seguridad, Alejandro Granados, al desplegar el operativo estival de prevención.
Que la policía no sólo esté, sino que se vea. Que se sienta. Que todo veraneante tenga la sensación de que en caso de requerir ayuda no hará falta más que caminar 100 metros para dar con un efectivo de seguridad.
Las 130 cámaras de la municipalidad de Pinamar, sumadas a las del Operativo Sol, con sus respectivos comandos de monitoreo; las garitas de seguridad elevadas para que los turistas las vean a lo lejos; los controles en los accesos a las localidades balnearias. Todo eso contribuye a la sensación de que hay un ojo que todo lo ve.
De hecho, hasta a los 100 caballos de la policía montada que recorren las zonas más boscosas de los balnearios se les colocó una pechera con luces LED para que se los vea a la distancia.
«La seguridad está. Y es buenísimo, pero es extraño estar de vacaciones así, rodeado de policías. Uno tiene la sensación de estar en Río de Janeiro o en una ciudad militarizada», cuestiona Marina Salvia, que pasa su descanso con otra familia, en una casa que alquilaron en este balneario.
«Uno se pregunta si es necesario todo esto. Es muy bueno ocuparse de la seguridad, pero así es contraproducente. Da la imagen de que ésta es una ciudad violenta. Prácticamente no hay una manzana en la que no haya un efectivo policial. Parece demasiado», cuestionó un empresario de Pinamar.
Al combo policial hay que sumarle los controles de alcoholemia y vehiculares en los accesos. Además, se colocó un sistema de lectura automática de patentes que permitió en lo que va de la temporada secuestrar en Pinamar 32 automóviles que tenían pedido de captura.
En las playas, los responsables de la seguridad son los agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense y también la guardia comunal que fue creada el año pasado por el Concejo Deliberante de Pinamar para colaborar con el control urbano.
Son unos 40 efectivos que caminan por la arena y que, entre otras tareas, tienen la misión de fiscalizar a los vendedores ambulantes. Y, llegado el caso, evitar que vendedores de anteojos de sol, de comidas elaboradas (a excepción de choclos, helados y bebidas) o copias piratas de CD o de DVD se comercialicen en las playas. Una tarea nada sencilla, ya que sólo 150 de los tantos vendedores ambulantes que pueblan la playa tienen efectivamente la habilitación del municipio. .

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