Veamos los números. Efectivamente según el Estimador Mensual Industrial (EMI) del Indec, la actividad manufacturera (no la actividad económica total como dice la nota) cayó 3,2% entre el segundo trimestre de 2011 e igual período de 2012.
Este comportamiento, desigual para los diferentes sectores de actividad (la industria automotriz cayó un 30,9 en junio con respecto al mes anterior, en tanto la industria alimenticia creció un 2,8 en igual período) se vio reflejada en una ralentización del crecimiento del empleo. Si comparamos los segundos trimestres de 2010 y 2011 el índice de obreros ocupados creció un 3%, en tanto entre iguales períodos de 2011 y 2012 la velocidad de crecimiento del indicador se redujo casi a la mitad, 1,7 por ciento.
En la Argentina, gracias a las políticas laborales nacidas a la luz de la Constitución del ’49, y a las políticas implementadas por el gobierno nacional, existe una protección del empleo que impide que se ajuste simultáneamente con la actividad. Existe una brecha temporal entre la evolución del ritmo de la actividad y del empleo, no son simultáneos. Pareciera que el autor de la nota añora la época de las políticas de flexibilización laboral.
El comportamiento respecto del empleo se verifica, además, en las respuestas a la encuesta cualitativa del EMI, en la cual el 97,9% de los empresarios consultados afirman que no advierten cambios en la dotación de personal para el tercer trimestre 2012, previendo una suba el 1,2% y una baja el 0,9% de los consultados.
Donde sí se nota la caída de la actividad manufacturera es en las horas efectivamente trabajadas. En efecto, mientras entre los segundos trimestres de 2010 y 2011 las horas trabajadas crecieron un 3,4%, entre los mismos períodos de 2011 y 2012 el indicador cayó 1,7%, reflejando la menor actividad manufacturera.
En cualquier proceso manufacturero, ante una caída en la actividad, primero se ajusta la inversión, luego la producción, la cantidad de horas trabajadas y por último la cantidad de obreros ocupados, si el proceso contractivo se manifestara irreversible a mediano plazo. Tal no es el caso de la economía argentina actual.
Si se toma en consideración la información del SIPA (Sistema Integrado Previsional Argentino), que para tranquilidad del autor de la nota no elabora el Indec, las cifras son absolutamente consistentes con las estadísticas del órgano oficial. Mientras en el primer trimestre de 2011 había 1.191.000 puestos de trabajo en la industria manufacturera, en igual período de 2012 ese número se incrementó un 2,4%, hasta 1.219.000 puestos.
Por último, si se toma la recaudación de la AFIP por seguridad social, la misma creció un 31,7% en el acumulado enero-junio 2012 respecto de igual período 2011. Al comparar este incremento con la evolución del índice de salarios del Indec (excluyendo a los trabajadores no registrados) que fue del 25.4% tomando el primer semestre 2011 contra primer semestre 2012, resulta evidente que también este indicador confirma la tendencia reflejada en las estadísticas del Indec, respecto del incremento en la cantidad de trabajadores aportantes.
Las supuestas inconsistencias del Indec no son más que errores de interpretación de la información, producto de la desesperación por publicar falsas noticias que alimenten el mito del «Indec intervenido».
Para realizar buenos análisis es necesario evaluar la película y no la foto y, al tiempo, tratar de despojarse de los fervientes deseos de fracaso, que enceguecen y perturban, llevando a conclusiones equívocas.
Este comportamiento, desigual para los diferentes sectores de actividad (la industria automotriz cayó un 30,9 en junio con respecto al mes anterior, en tanto la industria alimenticia creció un 2,8 en igual período) se vio reflejada en una ralentización del crecimiento del empleo. Si comparamos los segundos trimestres de 2010 y 2011 el índice de obreros ocupados creció un 3%, en tanto entre iguales períodos de 2011 y 2012 la velocidad de crecimiento del indicador se redujo casi a la mitad, 1,7 por ciento.
En la Argentina, gracias a las políticas laborales nacidas a la luz de la Constitución del ’49, y a las políticas implementadas por el gobierno nacional, existe una protección del empleo que impide que se ajuste simultáneamente con la actividad. Existe una brecha temporal entre la evolución del ritmo de la actividad y del empleo, no son simultáneos. Pareciera que el autor de la nota añora la época de las políticas de flexibilización laboral.
El comportamiento respecto del empleo se verifica, además, en las respuestas a la encuesta cualitativa del EMI, en la cual el 97,9% de los empresarios consultados afirman que no advierten cambios en la dotación de personal para el tercer trimestre 2012, previendo una suba el 1,2% y una baja el 0,9% de los consultados.
Donde sí se nota la caída de la actividad manufacturera es en las horas efectivamente trabajadas. En efecto, mientras entre los segundos trimestres de 2010 y 2011 las horas trabajadas crecieron un 3,4%, entre los mismos períodos de 2011 y 2012 el indicador cayó 1,7%, reflejando la menor actividad manufacturera.
En cualquier proceso manufacturero, ante una caída en la actividad, primero se ajusta la inversión, luego la producción, la cantidad de horas trabajadas y por último la cantidad de obreros ocupados, si el proceso contractivo se manifestara irreversible a mediano plazo. Tal no es el caso de la economía argentina actual.
Si se toma en consideración la información del SIPA (Sistema Integrado Previsional Argentino), que para tranquilidad del autor de la nota no elabora el Indec, las cifras son absolutamente consistentes con las estadísticas del órgano oficial. Mientras en el primer trimestre de 2011 había 1.191.000 puestos de trabajo en la industria manufacturera, en igual período de 2012 ese número se incrementó un 2,4%, hasta 1.219.000 puestos.
Por último, si se toma la recaudación de la AFIP por seguridad social, la misma creció un 31,7% en el acumulado enero-junio 2012 respecto de igual período 2011. Al comparar este incremento con la evolución del índice de salarios del Indec (excluyendo a los trabajadores no registrados) que fue del 25.4% tomando el primer semestre 2011 contra primer semestre 2012, resulta evidente que también este indicador confirma la tendencia reflejada en las estadísticas del Indec, respecto del incremento en la cantidad de trabajadores aportantes.
Las supuestas inconsistencias del Indec no son más que errores de interpretación de la información, producto de la desesperación por publicar falsas noticias que alimenten el mito del «Indec intervenido».
Para realizar buenos análisis es necesario evaluar la película y no la foto y, al tiempo, tratar de despojarse de los fervientes deseos de fracaso, que enceguecen y perturban, llevando a conclusiones equívocas.