Desde el sector financiero, Jorge Brito pide, entre otros cambios, volver al mantenimiento de un tipo de cambio competitivo, el superávit fiscal y el superávit comercial.
De manera preliminar quiero destacar que me complace enormemente esta invitación de El Cronista Comercial para pensar a la Argentina en el mediano plazo, cuando por lo general, y a veces en virtud de razones atendibles, los argentinos tenemos la costumbre de vivir obsesionados por la coyuntura inminente. Creemos que este ejercicio necesario propuesto por El Cronista va a servir para identificar aquellas estrategias y objetivos de la Nación que deberían ser de ineludible cumplimiento para aquella persona que resulte elegida para conducir su destino, independientemente de su color político. Estamos hablando de las célebres políticas de Estado, la metodología de la que se han valido los países más importantes del mundo para construir su futuro.
El primer aporte que podemos hacer en tal sentido, y sin duda el más importante, es el que está referido a nuestra propia actividad, el ámbito económico financiero. En repetidas oportunidades, muchas veces desde estas páginas, he destacado que el notable crecimiento económico registrado en el país desde el año 2003 en adelante se debió a la instalación simultánea de tres políticas que, apalancadas unas en otras, trajeron como resultado un vigoroso ciclo de desarrollo económico con inclusión social. Estas políticas fueron el mantenimiento de un tipo de cambio competitivo, el superávit fiscal y el superávit comercial, los llamados superávits gemelos. Creemos que estas políticas deberían ser restablecidas lo antes posible para imaginar, en el período 2015-2020, un horizonte de crecimiento sostenido.
En esta oportunidad nos gustaría profundizar algunos aspectos relativos al superávit fiscal. El superávit del período mencionado fue inédito en la Argentina, acostumbrada a déficits que se financiaron alternativamente con emisión monetaria o con endeudamiento, es decir con instrumentos que hicieron que los modelos económicos de turno no fueran sustentables en el tiempo y concluyeran en crisis recurrentes acompañadas de costos sociales significativos.
En otros tiempos el superávit fiscal era una propuesta ligada a los sectores más ortodoxos del pensamiento económico. Pero hoy vemos que esta política no es privativa de los gobiernos de ese tenor ideológico y que, por el contrario, ha sido adoptada por países con gobiernos que se dicen progresistas, como es el caso de Brasil, como un instrumento que hace posible el crecimiento y mejora la distribución del ingreso. También debemos pensar en las conclusiones que se extraen de la gran crisis de los años 2008-2009, en que países centrales históricamente deficitarios en el plano fiscal, pasaron grandes sofocones y no están todavía hoy plenamente reactivados. En el concierto actual, nosotros vemos al superávit fiscal como una prueba de independencia económica. Tiene además un efecto muy ponderable sobre las expectativas, ya que el sector privado ve en el superávit fiscal un testimonio de la seriedad en la administración del Estado.
Otro tanto podemos decir del tipo de cambio competitivo. Este nivel del tipo de cambio ha sido la excepción y no la regla a lo largo de la historia económica argentina y es probable que esa contingencia explique en parte la baja performance de nuestro país en términos de la tasa de crecimiento de largo plazo. En esa serie, los períodos de tipo de cambio competitivo están siempre asociados a etapas de crecimiento con industrialización y niveles ponderables de inversión. El tipo de cambio competitivo alienta las exportaciones y la sustitución de importaciones, por lo que es un factor que trae como contrapartida el superávit comercial.
En conclusión, nuestra recomendación principal para la Argentina del 2015-2020 es la búsqueda obsesiva para la instalación de este trípode virtuoso de política económica. Sabemos que esto está influido por el comportamiento de un número grande de variables y de condiciones ligadas al comportamiento de los mercados internos reales y monetarios, de las vicisitudes de la economía internacional y hasta de factores climáticos, entre otros. Pero creemos que esa debe ser la orientación principal de la política económica, llevada adelante con convicción y energía.
Otra recomendación que nos parece importante, conclusión extraída de experiencias recientes, es que el Estado debe mantener un comportamiento transparente en el suministro de información económica. Vemos que el daño que se ha hecho por la difusión de estadísticas oficiales que no se condescendían con lo que los agentes económicos podían constatar con la realidad ha sido muy grande, porque la misma provoca incredulidad y desconfianza y conduce a la adopción de comportamientos defensivos que terminan por amplificar las distorsiones. Argentina debe volver a ser ejemplo en el mundo, como lo ha sido, por la calidad de sus estadísticas oficiales.
Tal como lo hemos dicho en muchas oportunidades creemos que el diálogo entre el Gobierno y los sectores sociales, obreros y empresarios, es la metodología más adecuada para construir consensos, establecer acuerdos sobre los temas de fondo y disipar las tensiones que son propias de los procesos de crecimiento. Ese es el camino a recorrer para evitar confrontaciones evitables que no agregan nada para la solución de los problemas de la sociedad.
Por último, y ya como habitantes de este gran país, nuestra invocación para disminuir la inseguridad y para encarar con energía la lucha contra el narcotráfico, porque estos males, de acuerdo con la experiencia internacional, encierran el germen de la disolución social y de la disminución de la calidad de vida.
Nuestro anhelo, como empresarios y como personas, es el de un país desarrollado, integrado y más justo, bajo la premisa de que el desarrollo sustentable es el que incluye a todos los habitantes de la Nación, ya que no hay éxito individual posible en el marco de una comunidad que retrocede y se degrada. Si tenemos esto claro, nuestras previsiones sobre el futuro, para el 2015-2020 y para después, son francamente optimistas.
De manera preliminar quiero destacar que me complace enormemente esta invitación de El Cronista Comercial para pensar a la Argentina en el mediano plazo, cuando por lo general, y a veces en virtud de razones atendibles, los argentinos tenemos la costumbre de vivir obsesionados por la coyuntura inminente. Creemos que este ejercicio necesario propuesto por El Cronista va a servir para identificar aquellas estrategias y objetivos de la Nación que deberían ser de ineludible cumplimiento para aquella persona que resulte elegida para conducir su destino, independientemente de su color político. Estamos hablando de las célebres políticas de Estado, la metodología de la que se han valido los países más importantes del mundo para construir su futuro.
El primer aporte que podemos hacer en tal sentido, y sin duda el más importante, es el que está referido a nuestra propia actividad, el ámbito económico financiero. En repetidas oportunidades, muchas veces desde estas páginas, he destacado que el notable crecimiento económico registrado en el país desde el año 2003 en adelante se debió a la instalación simultánea de tres políticas que, apalancadas unas en otras, trajeron como resultado un vigoroso ciclo de desarrollo económico con inclusión social. Estas políticas fueron el mantenimiento de un tipo de cambio competitivo, el superávit fiscal y el superávit comercial, los llamados superávits gemelos. Creemos que estas políticas deberían ser restablecidas lo antes posible para imaginar, en el período 2015-2020, un horizonte de crecimiento sostenido.
En esta oportunidad nos gustaría profundizar algunos aspectos relativos al superávit fiscal. El superávit del período mencionado fue inédito en la Argentina, acostumbrada a déficits que se financiaron alternativamente con emisión monetaria o con endeudamiento, es decir con instrumentos que hicieron que los modelos económicos de turno no fueran sustentables en el tiempo y concluyeran en crisis recurrentes acompañadas de costos sociales significativos.
En otros tiempos el superávit fiscal era una propuesta ligada a los sectores más ortodoxos del pensamiento económico. Pero hoy vemos que esta política no es privativa de los gobiernos de ese tenor ideológico y que, por el contrario, ha sido adoptada por países con gobiernos que se dicen progresistas, como es el caso de Brasil, como un instrumento que hace posible el crecimiento y mejora la distribución del ingreso. También debemos pensar en las conclusiones que se extraen de la gran crisis de los años 2008-2009, en que países centrales históricamente deficitarios en el plano fiscal, pasaron grandes sofocones y no están todavía hoy plenamente reactivados. En el concierto actual, nosotros vemos al superávit fiscal como una prueba de independencia económica. Tiene además un efecto muy ponderable sobre las expectativas, ya que el sector privado ve en el superávit fiscal un testimonio de la seriedad en la administración del Estado.
Otro tanto podemos decir del tipo de cambio competitivo. Este nivel del tipo de cambio ha sido la excepción y no la regla a lo largo de la historia económica argentina y es probable que esa contingencia explique en parte la baja performance de nuestro país en términos de la tasa de crecimiento de largo plazo. En esa serie, los períodos de tipo de cambio competitivo están siempre asociados a etapas de crecimiento con industrialización y niveles ponderables de inversión. El tipo de cambio competitivo alienta las exportaciones y la sustitución de importaciones, por lo que es un factor que trae como contrapartida el superávit comercial.
En conclusión, nuestra recomendación principal para la Argentina del 2015-2020 es la búsqueda obsesiva para la instalación de este trípode virtuoso de política económica. Sabemos que esto está influido por el comportamiento de un número grande de variables y de condiciones ligadas al comportamiento de los mercados internos reales y monetarios, de las vicisitudes de la economía internacional y hasta de factores climáticos, entre otros. Pero creemos que esa debe ser la orientación principal de la política económica, llevada adelante con convicción y energía.
Otra recomendación que nos parece importante, conclusión extraída de experiencias recientes, es que el Estado debe mantener un comportamiento transparente en el suministro de información económica. Vemos que el daño que se ha hecho por la difusión de estadísticas oficiales que no se condescendían con lo que los agentes económicos podían constatar con la realidad ha sido muy grande, porque la misma provoca incredulidad y desconfianza y conduce a la adopción de comportamientos defensivos que terminan por amplificar las distorsiones. Argentina debe volver a ser ejemplo en el mundo, como lo ha sido, por la calidad de sus estadísticas oficiales.
Tal como lo hemos dicho en muchas oportunidades creemos que el diálogo entre el Gobierno y los sectores sociales, obreros y empresarios, es la metodología más adecuada para construir consensos, establecer acuerdos sobre los temas de fondo y disipar las tensiones que son propias de los procesos de crecimiento. Ese es el camino a recorrer para evitar confrontaciones evitables que no agregan nada para la solución de los problemas de la sociedad.
Por último, y ya como habitantes de este gran país, nuestra invocación para disminuir la inseguridad y para encarar con energía la lucha contra el narcotráfico, porque estos males, de acuerdo con la experiencia internacional, encierran el germen de la disolución social y de la disminución de la calidad de vida.
Nuestro anhelo, como empresarios y como personas, es el de un país desarrollado, integrado y más justo, bajo la premisa de que el desarrollo sustentable es el que incluye a todos los habitantes de la Nación, ya que no hay éxito individual posible en el marco de una comunidad que retrocede y se degrada. Si tenemos esto claro, nuestras previsiones sobre el futuro, para el 2015-2020 y para después, son francamente optimistas.