Cristian Alarcón «“Quiero una revista que busque una nueva frontera para la crónica”»

En Youtube puede verse el video de un nadador en una pileta. Cuando emerge de ella, resulta que ese nadador es el juez Raúl Zaffaroni, de quien se aclara que es “un anfibio de verdad”. Este curioso video es la promoción de la revista digital Anfibia que se lanza hoy. Creada por el Programa Lectura Mundi de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), cuenta con el apoyo de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y está dirigida por Cristian Alarcón. Se trata de una nueva plataforma virtual de crónicas y relatos de no ficción con un novedoso cruce de discursos y saberes. Su director cuenta en esta entrevista las características del emprendimiento que se propone derribar encasillamientos arbitrarios.
–El nombre Anfibia sugiere algo dual, un entrecruzamiento. ¿Cuál es el cruce que se produce en esta revista digital?
–Creo que tiene las condiciones de la frontera, de una frontera rica, como la mayoría de las fronteras, pero también llena de tensión.
–¿Por qué tensión?
–Porque lo cierto es que el límite exacto no existe, mucho menos cuando hablamos no sólo de literatura y periodismo, sino que incorporamos un trabajo desde el periodismo literario o desde la crónica, que es el género más literario del periodismo, que se abre a la producción intelectual de los investigadores académicos. Estamos hablando entonces de una frontera, de un entrecruzamiento, de una especie de maridaje, de hermandad, de la búsqueda de un encuentro que es riesgoso porque a veces, como puede ocurrir en todo vínculo, ese encuentro no funciona (risas).
–Sí, suele suceder con cierta frecuencia.
–Entonces, nos embarcamos en una experiencia que es la de proponerles a unos autores con cierta sensibilidad, con cierto recorrido, con cierto compromiso con lo que hacen, que se mezclen y que de la manera que quieran o puedan investiguen juntos, piensen y, fundamentalmente, encuentren juntos nuevas preguntas sobre aquello que creían conocer y sobre aquello que creían desconocer.
–¿Quiénes son los convocados para trabajar de esta manera?
–Hay una variedad… Están los más consagrados como Juan Villoro o Martín Caparrós, por ejemplo, que esta semana los tenemos “anfibizados”, ya que Caparrós hace las fotos de Corea casi en el mismo momento del viaje que Villoro cuenta en una larga crónica. Esta mezcla fue casual y no tanto. Ellos estuvieron casi al mismo tiempo en Corea. Además de los más consagrados, hay mucha otra gente. Por ejemplo, comenzamos a pensar Venezuela. Tenemos en proceso un trabajo sobre la enfermedad de Chávez y sus metáforas, estamos muy pendientes de esa situación de amenaza de orfandad que está viviendo la sociedad venezolana. Descubrimos, además, que incluso desde el punto de vista de las ciencias sociales no están bien observados los “Ni, Ni”, es decir los que no son chavistas ni antichavistas. Entonces allí hay una cronista, Liza López, que junto a un politólogo trabajan sobre lo que ellos llaman “el tercer país” o “la tercera Venezuela” conformada por chavistas, antichavistas y estos otros que no son ni una cosa ni otra, que quizás en otro momento tuvieron una posición distinta, pero que ahora están indecisos y son los que van a definir las elecciones. Pensamos, por ejemplo, de qué tenemos que hablar para hablar de Brasil. Nos dimos cuenta de que la inminencia del Mundial estaba cambiando las políticas públicas y el desarrollo de las ciudades, sobre todo de Río de Janeiro, una ciudad cruzada por una tensión permanente entre las favelas y el turismo. Además tiene pendientes unas reformas impresionantes en museos, en estadios, en megainfraestructura. Nos empezamos a preguntar cómo iba a impactar esto en los cariocas. Ahí dimos con un grupo de cronistas jóvenes que empezaron a colaborar. Una de ellas, Natasha Felicidio con las unidades de pacificación, se metió en las favelas. Un día fuimos juntos porque estuve en Río y descubrimos que ahí había una punta para la crónica que es esto de lo tangencial, de entrar de manera oblicua a las historias. Resulta que se prohibieron los bailes funky. Estos bailes eran organizados por amigos, conocidos o por los mismos narcotraficantes que lideraban los territorios. La prohibición produjo desempleo para las peluquerías porque vivían de atender a la gente que iba a esos bailes y, por la misma razón, también produjo desempleo para las modistas y los DJ. Estos personajes fueron afectados por algo que benefició a gran parte de la gente de las favelas, como es la pacificación. Por esta vía oblicua podemos hablar del cambio urbano, de la pacificación y de lo cultural. Descubrimos allí a una académica, a una doctora en Antropología que trabaja justamente sobre el baile funky en las favelas y la juntamos con la cronista. Ahora estamos en plena edición de ese texto. Este es un proceso largo, que puede llevar tres meses o más.
–Vi en Youtube un video de promoción de Anfibia en el que aparecía un nadador. Cuando llegaba al borde se veía que ese nadador era el juez Raúl Zaffaroni. Resulta extraño ver a un magistrado en una situación que no tiene nada que ver con su trabajo habitual. ¿Por qué eligieron esta imagen como promoción de la revista?
–Habíamos comenzado hacía muchos meses un perfil de Raúl que iba a ser para una sección más pequeña que se llama “Cuerpo”. Hay una serie de pequeñas secciones conformadas por obsesiones nuestras. En “Cuerpo”, el cuerpo está tomado como un lugar de sentido en el que se configuran muchas de las tramas sociales y culturales, como experimentación, como lugar artístico y de inversión, como mercancía… Luego descubrimos que el compromiso de Zaffaroni con la natación trasuntaba muchas otras cosas, que hablaba de temas más universales como el paso del tiempo, la relación de un hombre que viene de lo intelectual y que tardíamente comienza con una práctica deportiva que se convierte en una obsesión cotidiana. Lo pensamos a él como un anfibio. Más que un caudal intelectual, lo que un hombre como Zaffaroni nos brinda es una posición en la vida. El vínculo de la Universidad de San Martín con Zaffaroni es muy espontáneo. Es muy amigo del rector de la Universidad, Carlos Ruta, que es el ideólogo de esta revista. Fue muy espontánea su participación en el spot. Hablamos sobre la revista, sobre un mundo anfibio. Así se llama, además, un disco que salió este mes, de Lisandro Aristimuño. Parece haber algo que está permeando. Silvia Delfino define estos momentos como de cierta “densidad cultural”. Son momentos en los que un concepto puede “aterrizar” con mayor facilidad habiendo estado siempre ahí. Por ejemplo, Maristella Svampa viene hablando del intelectual anfibio, hay una novela buenísima de Flavia Costa que se llama Las anfibias. Entonces invitamos a Flavia a escribir y seguramente lo haremos con Maristella. Zaffaroni, por su parte, hace un entrecruzamiento de disciplinas, no se queda en el Derecho, va hacia la Antropología, hacia la Sociología.
–Maristella Svampa, socióloga, también incursiona en la ficción y acaba de publicar una novela.
–Y es la segunda. Cada vez conozco más académicos que comienzan a tener una pata en la literatura como una forma de sobrevivir al anquilosamiento de los lenguajes académicos y de darle un lugar a su propia subjetividad. Muchas veces están encorsetados por las lógicas académicas que no son sólo discursivas sino también de producción, de búsqueda de financiamiento, de imposiciones burocráticas, de estructuras institucionales, de pertenencias disciplinares. Dentro de las ciencias sociales el sociólogo y el antropólogo pertenecen a tribus diferentes que muchas veces están en las antípodas. La paradoja de Anfibia es que hay un acercamiento a lo académico, pero está dirigida por un periodista como yo que ha hecho toda su carrera en diarios, si bien he escrito dos libros y trabajo en la fundación de García Márquez. Yo he tenido un compromiso absoluto con mi trabajo de cagatinta, me ha llenado de emoción y me ha completado. Hoy, sin embargo, hago una revista desde una universidad.
–Y, además, una revista digital.
–Sí, además, una revista digital. Este quilombo se lo debo también al atrevimiento de Ruta. Él y Mario Greco, el director de Lectura Mundi, un programa que intenta vincular a la Universidad de San Martín con la sociedad, son dos personajes fundamentales, de una manera muy especial. La semana pasada, por ejemplo, estuvo Alain Badiou y también hizo una obra de teatro, desempeñó el papel de diablo, es decir, volvió a ser actor como en su primera juventud. Esto está liderado por Greco, que es sociólogo. En realidad ellos fueron muy atrevidos. Me preguntaron qué creía yo que había que hacer y contesté que había que hacer una revista de crónicas que busque una nueva frontera para la crónica. Dijeron que sí y ya llevamos un año trabajando, con los beneficios de los tiempos de la Academia. Quizás, si hubiéramos encontrado un inversor, hubiéramos tenido que correr.
–Quizás el proyecto hubiera sido otro, porque hay cosas que necesitan tiempo.
–Exactamente. En mis talleres vengo viendo hace tiempo que es necesario resignificar el género de la crónica. Por un lado, hay académicos que se acercan a aprender a escribir y, por otro, cronistas que entienden que con la lectura de la literatura que cada uno consume para formarse como autor no basta, que les eran necesarias herramientas de otras disciplinas. Necesitan leer e informarse fuera del límite de la formación periodística clásica. Nosotros estamos intentando enfrentar ese desafío. Sabemos que no se trata de una frontera ideal. Hay autores que no quieren saber nada de trabajar con otro, aunque tengan ciertas condiciones anfibias y hayan cruzado la frontera posiblemente sin saberlo. El ejercicio de la crónica, tal como lo vemos nosotros, es un ejercicio de investigación. Nuestro intento con Anfibia es tener un contacto con lo contemporáneo y convertirlo en relatos trascendentes. Estos relatos, a pesar de que están dando una mirada con profundidad de campo sobre un fenómeno, sobre una ciudad, sobre un personaje, sobre una obsesión, también intentan, al mismo tiempo, dar conocimiento. <
Edición digital
EN LA WEB. La revista Anfibia de la UNSAM puede leerse por Internet: .
Periodista y escritor
Cristian Alarcón nació en La Unión, Chile, en 1970. Trabajó en diversos medios gráficos entre los que se cuentan Página/12, Gatopardo y Rolling Stone.
Publicó en 2003 Cuando muera quiero que me toquen cumbia y en 2010, Si me querés, quereme transa. Recibió, entre otros, el premio Samuel Chavkin a la integridad en el periodismo latinoamericano. Es uno de los nombres imprescindibles de la nueva narrativa del continente.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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