Luis Majul, Periodista
Fuentes muy cercanas a la Presidenta dicen que instruyó a sus colaboradores más fieles para que vuelvan a apoyar, con más fuerza y mejores argumentos, al vicepresidente Amado Boudou. Pero si está tan convencida de la inocencia de su compañero de fórmula ¿por qué no sale ella misma a sostenerlo? Se trataría del mayor espaldarazo que Boudou podría recibir desde que Jorge Lanata hizo públicas, en febrero de este año, las denuncias de Laura Muñoz, quien caracterizó a su ex pareja, Alejandro Vanderbroele, como el testaferro del vicepresidente. Otra vez, la jefa de Estado parece inclinada a pensar que las acusaciones contra su vicepresidente existen porque son impulsadas por su supuesto enemigo público número uno, Héctor Magnetto. Sin embargo, otros miembros de su reducido círculo, como Carlos Zannini, considerarían que el asunto es un poco más complejo. Clarín, lo único que hizo, fue amplificar y potenciar datos que ya se habían filtrado, y que no parecen un invento ni de La Corpo ni de la Opo, me dijo el colaborador de un ministro a quien se lo considera un adversario interno del ex ministro de Economía nacido en Mar del Plata. En efecto, la información sobre el curioso interés de Boudou para salvar a la ex Ciccone fue publicada, por primera vez, por Jorge Asís, pocos días después de que la Presidenta nominara a su entonces ministro de Economía como candidato a vicepresidente. Y esto sucedió en julio del año pasado. Lo que hizo la denuncia de Laura Muñoz fue instalarlo en la agenda nacional. Ayer Lanata, a través de Perfil, activó el mismo procedimiento: dio a conocer que dos funcionarios públicos amigos de Boudou usaron sus influencias para aprobar la compra de acciones con dinero de la ANSES en empresas donde ellos mismos eran o son socios. Se trata de Sergio Chodos, actual director del Banco Central, y de Hernán Fardi, ahora vicepresidente de la Comisión Nacional de Valores. La denuncia había sido presentada en 2009 por el diputado nacional Claudio Lozano. Fue rememorada por él mismo el 8 de marzo pasado, durante una entrevista en La Cornisa radio. Ahora también se sabe que la Oficina Anticorrupción investiga a Fardi por haber realizado inversiones en la Bolsa incompatibles con su cargo público. ¿Será este el inicio de otro gran escándalo que a la vez desemboque en una investigación judicial? Quienes conocen como la palma de la mano a la justicia federal sostienen que Boudou tuvo la mala suerte de caer en manos del fiscal Carlos Rívolo y el juez Daniel Rafecas. El Negro Rívolo tiene fama de ir al frente para investigar cualquier irregularidad si está convencido de que hubo delito. De hecho, persiguió hasta donde pudo, en nombre del Estado, a los responsables de la tragedia de LAPA; investiga con rigurosidad y energía alguno de los delitos que se le imputan al ex secretario de Transporte Ricardo Jaime y es uno de los pocos funcionarios judiciales que puso la lupa en la discrecional distribución de la pauta oficial, al constatar que Radio del Plata había aumentado el 300 por ciento sus ingresos por esa vía de un año al otro, cuando los empresarios oficialistas de Electroingeniería se hicieron cargo de la emisora en lugar de Marcelo Tinelli. Rafecas, por otra parte, es un juez que exige la acumulación de evidencia contundente antes de llamar a indagatoria a un funcionario público. Pero el problema de Boudou, además de judicial, es político. Amado es, como mínimo un desprolijo, y como máximo, un oportunista que se metió en lo más alto del Estado para llevarse al mundo por delante evaluó un peronista que habla con casi todos los jueces federales y tiene un cargo de uno de los organismos de control del Poder Ejecutivo. El funcionario recordó que Boudou todavía tiene una causa abierta en el despacho del juez federal Claudio Bonadío por haber adquirido y luego intentado vender un automóvil cuyo título de propiedad era falso. Y también rememoró el episodio en que uno de sus más íntimos amigos y socio, también involucrado en el caso ex Ciccone, José María Nariga Nuñez Carmona. El 8 de marzo de 2008 Nariga había sido denunciado por el entonces responsable de Télam, Martín Granovsky, de haberle dejado sobre su escritorio un sobre con 15 mil pesos, en concepto de agradecimiento anticipado para cobrar una deuda por emisión de publicidad oficial. Nuñez Carmona fue sobreseído por la justicia pero Granovsky no se arrepiente de haber actuado como lo hizo. Y de hecho, los que dentro del gobierno no quieren ni respetan al vicepresidente dicen que aquel episodio es otra muestra de lo desprolijos que son él y sus amigos. Ellos, con información que consideran de alta calidad, afirman que, en aquella oportunidad, el error de Nuñez Carmona no habría sido la acción en sí misma, sino el haberse equivocado de escritorio. Y ahora esperan nuevas denuncias explosivas contra el vicepresidente. Unas podrían venir desde la ANSES, en la época en que manejaba millonarias partidas de publicidad oficial. Y la otra de acreedores que fueron convencidos para no mandar a la quiebra a la ex Ciccone. Algunos ministros y ex ministros de la administración están desconcertados. ¿Sabía la Presidenta que, al nominar a Boudou, estaba eligiendo a un vicepresidente flojo de papeles o, en todo caso, con una imagen de hombre de negocios no demasiado favorable? ¿Lo investigaron sus hombres de inteligencia con el rigor que se merece alguien con un cargo institucional de semejante importancia? ¿O es que en la secretaría, en efecto, solo se dedican a espiar y a perseguir a los que la Presidenta considera enemigos y se hace la vista gorda con la propia tropa? ¿Ella se encandiló con su carisma y su simpatía y compró a alguien que no es como parece y el resto obedeció, por miedo u obsecuencia, ni siquiera le advirtió las consecuencias políticas de aquella elección? Es evidente que, en este caso, el recurso de echarle la culpa a Clarín y a los esbirros de Magnetto no está dando el resultado que se esperaba. ¿Saldrá la Presidenta a sostener a su vice en público, basada en la confianza de que su enorme imagen positiva serviría para dejarlo libre de culpa y cargo frente a la sociedad? ¿Se quedará callada, como hasta ahora, y esperará cruzada de brazos que el Boudougate siga desgastando al gobierno y a Ella misma? ¿O elegirá el mejor momento para soltarle la mano y afianzar su imagen de que Ella puede soportar cualquier cosa, menos la corrupción dentro de su gabinete? Todavía tiene algo de tiempo antes de tomar una decisión de fondo. Lo que no debería hacer es simular que no está pasando nada.
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Fuentes muy cercanas a la Presidenta dicen que instruyó a sus colaboradores más fieles para que vuelvan a apoyar, con más fuerza y mejores argumentos, al vicepresidente Amado Boudou. Pero si está tan convencida de la inocencia de su compañero de fórmula ¿por qué no sale ella misma a sostenerlo? Se trataría del mayor espaldarazo que Boudou podría recibir desde que Jorge Lanata hizo públicas, en febrero de este año, las denuncias de Laura Muñoz, quien caracterizó a su ex pareja, Alejandro Vanderbroele, como el testaferro del vicepresidente. Otra vez, la jefa de Estado parece inclinada a pensar que las acusaciones contra su vicepresidente existen porque son impulsadas por su supuesto enemigo público número uno, Héctor Magnetto. Sin embargo, otros miembros de su reducido círculo, como Carlos Zannini, considerarían que el asunto es un poco más complejo. Clarín, lo único que hizo, fue amplificar y potenciar datos que ya se habían filtrado, y que no parecen un invento ni de La Corpo ni de la Opo, me dijo el colaborador de un ministro a quien se lo considera un adversario interno del ex ministro de Economía nacido en Mar del Plata. En efecto, la información sobre el curioso interés de Boudou para salvar a la ex Ciccone fue publicada, por primera vez, por Jorge Asís, pocos días después de que la Presidenta nominara a su entonces ministro de Economía como candidato a vicepresidente. Y esto sucedió en julio del año pasado. Lo que hizo la denuncia de Laura Muñoz fue instalarlo en la agenda nacional. Ayer Lanata, a través de Perfil, activó el mismo procedimiento: dio a conocer que dos funcionarios públicos amigos de Boudou usaron sus influencias para aprobar la compra de acciones con dinero de la ANSES en empresas donde ellos mismos eran o son socios. Se trata de Sergio Chodos, actual director del Banco Central, y de Hernán Fardi, ahora vicepresidente de la Comisión Nacional de Valores. La denuncia había sido presentada en 2009 por el diputado nacional Claudio Lozano. Fue rememorada por él mismo el 8 de marzo pasado, durante una entrevista en La Cornisa radio. Ahora también se sabe que la Oficina Anticorrupción investiga a Fardi por haber realizado inversiones en la Bolsa incompatibles con su cargo público. ¿Será este el inicio de otro gran escándalo que a la vez desemboque en una investigación judicial? Quienes conocen como la palma de la mano a la justicia federal sostienen que Boudou tuvo la mala suerte de caer en manos del fiscal Carlos Rívolo y el juez Daniel Rafecas. El Negro Rívolo tiene fama de ir al frente para investigar cualquier irregularidad si está convencido de que hubo delito. De hecho, persiguió hasta donde pudo, en nombre del Estado, a los responsables de la tragedia de LAPA; investiga con rigurosidad y energía alguno de los delitos que se le imputan al ex secretario de Transporte Ricardo Jaime y es uno de los pocos funcionarios judiciales que puso la lupa en la discrecional distribución de la pauta oficial, al constatar que Radio del Plata había aumentado el 300 por ciento sus ingresos por esa vía de un año al otro, cuando los empresarios oficialistas de Electroingeniería se hicieron cargo de la emisora en lugar de Marcelo Tinelli. Rafecas, por otra parte, es un juez que exige la acumulación de evidencia contundente antes de llamar a indagatoria a un funcionario público. Pero el problema de Boudou, además de judicial, es político. Amado es, como mínimo un desprolijo, y como máximo, un oportunista que se metió en lo más alto del Estado para llevarse al mundo por delante evaluó un peronista que habla con casi todos los jueces federales y tiene un cargo de uno de los organismos de control del Poder Ejecutivo. El funcionario recordó que Boudou todavía tiene una causa abierta en el despacho del juez federal Claudio Bonadío por haber adquirido y luego intentado vender un automóvil cuyo título de propiedad era falso. Y también rememoró el episodio en que uno de sus más íntimos amigos y socio, también involucrado en el caso ex Ciccone, José María Nariga Nuñez Carmona. El 8 de marzo de 2008 Nariga había sido denunciado por el entonces responsable de Télam, Martín Granovsky, de haberle dejado sobre su escritorio un sobre con 15 mil pesos, en concepto de agradecimiento anticipado para cobrar una deuda por emisión de publicidad oficial. Nuñez Carmona fue sobreseído por la justicia pero Granovsky no se arrepiente de haber actuado como lo hizo. Y de hecho, los que dentro del gobierno no quieren ni respetan al vicepresidente dicen que aquel episodio es otra muestra de lo desprolijos que son él y sus amigos. Ellos, con información que consideran de alta calidad, afirman que, en aquella oportunidad, el error de Nuñez Carmona no habría sido la acción en sí misma, sino el haberse equivocado de escritorio. Y ahora esperan nuevas denuncias explosivas contra el vicepresidente. Unas podrían venir desde la ANSES, en la época en que manejaba millonarias partidas de publicidad oficial. Y la otra de acreedores que fueron convencidos para no mandar a la quiebra a la ex Ciccone. Algunos ministros y ex ministros de la administración están desconcertados. ¿Sabía la Presidenta que, al nominar a Boudou, estaba eligiendo a un vicepresidente flojo de papeles o, en todo caso, con una imagen de hombre de negocios no demasiado favorable? ¿Lo investigaron sus hombres de inteligencia con el rigor que se merece alguien con un cargo institucional de semejante importancia? ¿O es que en la secretaría, en efecto, solo se dedican a espiar y a perseguir a los que la Presidenta considera enemigos y se hace la vista gorda con la propia tropa? ¿Ella se encandiló con su carisma y su simpatía y compró a alguien que no es como parece y el resto obedeció, por miedo u obsecuencia, ni siquiera le advirtió las consecuencias políticas de aquella elección? Es evidente que, en este caso, el recurso de echarle la culpa a Clarín y a los esbirros de Magnetto no está dando el resultado que se esperaba. ¿Saldrá la Presidenta a sostener a su vice en público, basada en la confianza de que su enorme imagen positiva serviría para dejarlo libre de culpa y cargo frente a la sociedad? ¿Se quedará callada, como hasta ahora, y esperará cruzada de brazos que el Boudougate siga desgastando al gobierno y a Ella misma? ¿O elegirá el mejor momento para soltarle la mano y afianzar su imagen de que Ella puede soportar cualquier cosa, menos la corrupción dentro de su gabinete? Todavía tiene algo de tiempo antes de tomar una decisión de fondo. Lo que no debería hacer es simular que no está pasando nada.
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