Cristina impuso otra vez el secreto y la política del poder concentrado

En Foco – 30/12/11
La política del secreto y la desconfianza sigue férrea. El vicepresidente Amado Boudou, formalmente el segundo hombre en el poder, se enteró apenas un rato antes que el resto de los argentinos de que la Presidenta tiene un tumor en la tiroides, del que será operada el próximo miércoles. La certeza sobre la enfermedad presidencial databa entonces de cinco días.
Fue como cuando Cristina anunció quién sería su vicepresidente. Nadie, salvo un muy estricto círculo íntimo, conocía que el elegido era Boudou. Ella se lo comunicó media hora antes del anuncio oficial, en Olivos. La casi totalidad de los invitados de aquella noche, representativos de las fuerzas que confluyen en el kirchnerismo, no lo supo hasta que Cristina lo dijo en el mensaje transmitido por TV.
Antes con el elegido para la fórmula presidencial, ahora con la enfermedad de Cristina, se evitó la filtración anticipada de la noticia.
Ella mantuvo a todos en un puño, tributarios ciegos de su única voluntad. Es su estilo de ejercer el poder.
William Casey, quien fuera director de la CIA entre 1981 y 1987 en las presidencias de Ronald Reagan, acuñó una frase popular en el mundillo de la inteligencia: “Todos decimos siempre más de lo que debiéramos y gracias a eso la CIA puede llevar adelante su tarea ”. Lo recordó en estos días un agudo observador de la política, a propósito del modo en que los Kirchner han conservado sus secretos: sencillamente no contándoselos a nadie . Aunque eso supusiera una forma de maltrato a personas cercanas que integran cierta escala de méritos y jerarquías.
Boudou supo de la enfermedad presidencial y la operación inminente por boca de Cristina ese martes por la tarde, en Olivos. Ella lo llamó para contarle y decirle que se olvide de las vacaciones . Un día después repitió esa orden en público, casi como un reto preventivo dirigido ya a todos los funcionarios, cuando los reunió junto a los gobernadores en la Casa Rosada.
El factor sorpresa es un placer personal y una herramienta política que la Presidenta, antes con Kirchner y en soledad desde hace más de un año, ha usado de modo intensivo. Si hay que guiarse por los hechos, no le dio mal resultado. Y ayudó a consolidarla como el vértice exclusivo sobre el que pivotea todo el sistema de poder . Esa es su fortaleza, pero también el punto débil del entramado que la sostiene.
Desde este punto de vista, primero que nada por ella, después por su familia; pero también por su Gobierno y, por qué no, por un país que pretende mantener cierta armonía, es de desear con toda sinceridad que la Presidenta se recupere bien y pronto de su dolencia.
Sucede que la máquina de poder que Kirchner creó y que Cristina amplió y perfeccionó, no parece capaz de resistir demasiada ausencia temporal, ni siquiera la disminución transitoria , de quien es dueño de las decisiones grandes, medianas o pequeñas. Las formas en que Cristina se dirigió a Boudou en el acto del miércoles, el pedido que hizo a los presentes para que el vicepresidente sea ayudado, reforzaron esa imagen de un poder que se concibe a sí mismo concentrado en un solo punto ; que puede tener delegados o representantes, pero nunca socios ni aliados con gravitación propia.
Desde ya, Boudou tendrá el apoyo y la consideración que merece su lugar institucional durante las tres semanas que ejerza la Presidencia. El conglomerado de sectores que componen el universo oficialista actuará siguiendo el mandato de Cristina y la más elemental racionalidad política .
Pero eso no significa que le reconozcan liderazgo a Boudou las fortalecidas corrientes políticas y sociales del kirchnerismo que digieren con dificultad la historia, el estilo y ciertas posturas del vicepresidente, ni la aletargada estructura territorial del peronismo o la inquieta comunidad sindical.
No es que el vicepresidente tenga impedido escalar a esas alturas, pero esa tarea requiere tiempo y acción propia imposibles de florecer en este interinato, sin contar lo inconveniente que le resultaría intentarlo.
Boudou tampoco mastica vidrio.
Sosegado después de los paños helados que le aplicó la Presidenta, siempre en público; y alertado de que pisaba terreno cenagoso tras alguna discusión dura con Máximo Kirchner, es del todo razonable esperar que se mueva con extrema prudencia, en todo caso sembrando para el futuro.
Con Cristina convaleciente quizás Daniel Scioli tenga algunos días de paz , aunque la dinámica de la ofensiva cristinista sobre el gobernador tiene una lógica propia que ya se disparó y no parece sencillo desactivar, aunque sea por un corto tiempo.
Más seguro es que se atenúen los ruidos desde la tribuna gremial . Después de aquella enérgica diatriba en el estadio de Huracán, apenas pasados cinco días desde la reasunción presidencial, Hugo Moyano moderó notoriamente su lenguaje y dejó espacio a expresiones más conciliadoras.
Moyano, por genética sindical, está acostumbrado al ejercicio de apretar y negociar como parte de un mismo gesto.
Apretó con el vaciamiento funcional del peronismo, con la plata de las obras sociales, con el amplio espacio cedido a los jóvenes centuriones de la Presidenta que poco demostraron todavía en el terreno de la construcción y conservación del poder.
Planteó su desafío pero no rompió . Quedó aguardando el turno de negociar. Pero ese turno no llega, quizás porque negociar no está en el vocabulario de Cristina . Parece más una carencia que un mérito de la Presidenta, pero hoy ella tiene todas las cartas del mazo.
Moyano no sólo contuvo sus palabras en las últimas dos semanas. También mandó señales concretas de distensión en forma reservada, a través de sus canales habituales de interlocución con el Gobierno. Las últimas, poco antes que se anunciara la enfermedad de Cristina. Sigue esperando respuesta.
Al interior del cristinismo se despliega un debate sordo entre el deseo de tirar a Moyano por la ventana y la noción de los costos que supondría empujarlo a la vereda opositora . Mientras tanto, pasan cosas curiosas.
Por ejemplo, que el diálogo roto entre Cristina y Moyano por momentos se regenera en un espacio entre familiar y político: Máximo Kirchner y Facundo Moyano hablan entre sí más de lo que se sabe. Quienes conocen de esos intercambios sostienen que los hijos de la Presidenta y el jefe de la CGT no se hicieron amigos, pero han encontrado la forma de entenderse aún en la diferencia.
Puede sorprender que un vínculo tan sensible como el de Cristina y Moyano dependa en parte de cuánta racionalidad sean capaces de aportar Máximo y Facundo . Pero la cultura política argentina siempre tiene una sorpresa más para ofrecer.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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