Cristina quiere su 17, pero está acorralada por las denuncias

Cristina Kirchner puede estar soñando con un 17 de octubre propio. No en la Plaza de Mayo, como aquel mítico día del ‘45, sino frente a Comodoro Py, el miércoles. En el lugar donde por primera vez ha sido imputada por lavado de dinero, después de que la incontinencia verbal de Fariña le diera a la Justicia las pistas, datos y nombres para dejar al descubierto la red de corrupción montada desde la cúspide del poder kirchnerista. Si alguna vez Cristina comparó a su gobierno y a su marido Néstor con los próceres menos discutidos de la historia, bien puede imaginarse en el centro de una gesta como la que aupó a Perón. Pero ocurre que ella no es Perón, Cipriano Reyes no son Luis Delía ni Sabatella, ni Evita es Juliana Di Tullio, sólo para mencionar algunos de los personajes involucrados.
Ese imaginario, según fuentes políticas, se jerarquizaría con el cálculo de los propios kirchneristas de ver a su jefa salir con chaleco antibalas y manos esposadas. Sería, apuestan, el ícono de las víctimas y el motor de un volcán político incontrolable. Cristina quedó enredada en ese magma descripto por Fariña que no habla de épica ni de gestos emancipadores. Habla de corrupción.
En la audiencia con Bonadio, Cristina será indagada el miércoles sobre la venta de dólares futuros. Su defensa será política: hay decisiones políticas, buenas o malas, que adoptan los gobiernos que pueden ser juzgadas por la política, no por los jueces. Y ésta fue una de ellas, puede decir.
Estará frente a un juez al que desprecia y será la primera vez –no la única– que deberá hacer algo que nunca imaginó: rendir cuentas.
Nunca habrá pensado un escenario peor para lo que imaginó como retorno estelar desde su insólita negativa de entregarle a Macri los atributos del mando. Esa teatralización de la política, que tanto atrae a Cristina, estará afectada por la imputación por lavado de dinero que amenaza extender como una mancha venenosa sobre el legado de Néstor Kirchner y su familia. La declaración del testigo protegido, que parece saber demasiado, es una bomba de tiempo para cualquier plan de retorno político.
El kirchnerismo se aferra a la empresa offshore de Macri para tratar de empardar la catarata de infortunios. Su estrategia se está reduciendo a una sola y peligrosa carta: acortar, como fuera, el mandato del macrismo. Es que cada día que pasa, los K pierden algo de poder. Ya hasta el PJ los está dejando afuera del juego. Cada uno cosecha lo que sembró.
La movilización para arropar a su líder en esta hora aciaga no libera a Cristina de sus responsabilidades. Ni la exculpa de haber malversado, también, banderas políticas.
Este remedo de este 17 para Cristina tiene un problema mayúsculo. Fariña mostró un camino para seguir la ruta del dinero K pero la llave del reino la tiene Báez. Cuando haya una ley que lo beneficie, o beneficie a su hijo, Lázaro puede también arrepentirse y abrir la bóveda.

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