Máximo Kirchner
Nosotros decidimos que sos la persona indicada.
Cristina de Kirchner pronunció la frase y en esa primera persona del plural abarcó, sin nombrarlo, al tercero presente en la oficina: su hijo Máximo, que asintió sentado a su izquierda.
El episodio, registrado cuando Amado Boudou fue notificado que integraría la fórmula presidencial, expone un modus operandi de toma de decisiones que vuelve a activarse en estas horas a la espera de las definiciones sobre cómo se conformará el próximo gabinete.
Ayer, Cristina voló a Santa Cruz. Tiene previsto regresar el lunes. Y el miércoles partirá hacia Venezuela donde pautó una bilateral con Hugo Chávez y asistir a la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), una OEA con Cuba y sin EE.UU.
La estadía en el sur se palpita como un retiro para analizar, y quizá resolver, el perfil de los futuros ministros con los que la Presidente encarará su segundo mandato. El vórtice de poder K redujo, o hasta inhibió, la fuga de pistas sólidas sobre lo que viene.
Se arriesgan, sin embargo, variantes y tendencias. Veamos:
Se da por hecho, por caso, que Máximo intervendrá -como intervino en la elección de Boudou y en el diseño de las listas del FpV- en el proceso de selección de funcionarios. Puede, en ese caso, convertirse en un elemento central: demiurgo de La Cámpora y padrino de todos los funcionarios sub 40 del Gobierno, la intervención de Máximo podría potenciar la tendencia que se inició con las listas: la irrupción de figuras jóvenes o de escaso pasado fuera del kirchnerismo como Gabriel Mariotto -a quien, sola, Cristina le avisó que sería el vice de Scioli: «Daniel se resistió un poquito», le dijo con una media sonrisa- en el nuevo gabinete.
Sobre ese pilar se apoya la tesis de que la Presidente buscará expresar renovación, marco teórico que engorda las chances de figuras como Juan Manuel Abal Medina, Julián Alvarez, Eduardo «Wado» De Pedro, Ivan Heyn o Axel Kicillof. Pone en baja, a su vez, las acciones de antiguos cruzados K como Julio De Vido o Carlos Tomada, ambos invocados en etapas diferentes como posibles jefe de Gabinete. En un punto intermedio aparece Nilda Garré: multiministra K que en 2005 fue a Defensa y luego derivó en Seguridad.
En despachos de Casa Rosada exponen la antítesis y sostienen que el cambio de ministros será «mínimo» y que, en esencia, será continuista o conservador; más orientado a garantizar la administración para una posible etapa de crisis económica por los rebotes de la debacle internacional que a ensayar con un staff de dirigentes con profusión de masters pero escasa o nula experiencia en gestión. Recurren, como argumento anticipatorio, al giro «racional» o «centrista» que tuvo la Presidente al anunciar medidas de austeridad económica. Son los mismos que recelan a La Cámpora y remiten al accidentado desempeño de Mariano Recalde, escoltado por De Pedro y Kicillof, en Aerolíneas Argentinas.
En ese golpe a golpe las síntesis son parciales. Una variable, en particular para la Jefatura de Gabinete, es que si avanza la creación del Ministerio de Comunicación, la oficina que todavía habita Aníbal Fernández pierda una de sus llaves mágicas: el vínculo con los medios, es decir la pauta. Sin ese rubro (que hoy administra Abal Medina pero operativamente todavía depende de la firma del administrativo de la JdG) sería una jefatura reducida ante lo cual, se especula, se acotan el quilaje y los pergaminos requeridos para ese oficio. Para Comunicación suena Abal Medina aunque también, por espasmos, se mencionó a Tristán Bauer.
Otro factor que invocan los pitonisos de la Presidente refiere al perfil estético que Cristina quiere para su Gobierno. ¿Un relato de renovación es compatible con la entronización de, por caso, De Vido?. El ministro de Planificación sonó como «reinstalado» en el esquema K y en parte porque fue el vocero de la seguidilla de anuncios incómodos del Gobierno, los subsidios y el ajuste de Aerolíneas. Pero hay dos bibliotecas: se puede creer que fue el entrenamiento pre-jefatura o un oficio inercial para liberar al futuro jefe de los ministros de tener que debutar con malas noticias.
Sin embargo, los que apuestan a que De Vido aterrice en la oficina de su ex rival Alberto Fernández, apuestan a que la Presidente priorizará la continuidad. Surge, en esa línea, otra presunción: que el recambio de diciembre sólo involucrará a los ministros que deben dejar sus cargos para asumir en el Congreso, es decir: Boudou, el Fernández de Quilmes y Julián Domínguez, de Agricultura. Y que dejaría para una segunda etapa, luego de las vacaciones, otros movimientos, enroques e incorporaciones en su staff de gobierno.
Las esquirlas de ese remolino de marzo podría llegar hasta la ANSeS, actualmente en manos de Diego Bossio: se afirma que la Presidente mencionó el nombre de una dirigente para ocupar ese cargo a partir de la segunda mitad de 2012, lo que supone el traslado del dirigente de Tandil a otro cargo. La misma teoría, con formato de consuelo, se aplica a Héctor Timerman: que continuaría en Cancillería por unos meses más, quizá para tratar -por enésima vez- de convencer a Carlos Bettini que huya de la crisis española con destino a Retiro.
Nosotros decidimos que sos la persona indicada.
Cristina de Kirchner pronunció la frase y en esa primera persona del plural abarcó, sin nombrarlo, al tercero presente en la oficina: su hijo Máximo, que asintió sentado a su izquierda.
El episodio, registrado cuando Amado Boudou fue notificado que integraría la fórmula presidencial, expone un modus operandi de toma de decisiones que vuelve a activarse en estas horas a la espera de las definiciones sobre cómo se conformará el próximo gabinete.
Ayer, Cristina voló a Santa Cruz. Tiene previsto regresar el lunes. Y el miércoles partirá hacia Venezuela donde pautó una bilateral con Hugo Chávez y asistir a la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), una OEA con Cuba y sin EE.UU.
La estadía en el sur se palpita como un retiro para analizar, y quizá resolver, el perfil de los futuros ministros con los que la Presidente encarará su segundo mandato. El vórtice de poder K redujo, o hasta inhibió, la fuga de pistas sólidas sobre lo que viene.
Se arriesgan, sin embargo, variantes y tendencias. Veamos:
Se da por hecho, por caso, que Máximo intervendrá -como intervino en la elección de Boudou y en el diseño de las listas del FpV- en el proceso de selección de funcionarios. Puede, en ese caso, convertirse en un elemento central: demiurgo de La Cámpora y padrino de todos los funcionarios sub 40 del Gobierno, la intervención de Máximo podría potenciar la tendencia que se inició con las listas: la irrupción de figuras jóvenes o de escaso pasado fuera del kirchnerismo como Gabriel Mariotto -a quien, sola, Cristina le avisó que sería el vice de Scioli: «Daniel se resistió un poquito», le dijo con una media sonrisa- en el nuevo gabinete.
Sobre ese pilar se apoya la tesis de que la Presidente buscará expresar renovación, marco teórico que engorda las chances de figuras como Juan Manuel Abal Medina, Julián Alvarez, Eduardo «Wado» De Pedro, Ivan Heyn o Axel Kicillof. Pone en baja, a su vez, las acciones de antiguos cruzados K como Julio De Vido o Carlos Tomada, ambos invocados en etapas diferentes como posibles jefe de Gabinete. En un punto intermedio aparece Nilda Garré: multiministra K que en 2005 fue a Defensa y luego derivó en Seguridad.
En despachos de Casa Rosada exponen la antítesis y sostienen que el cambio de ministros será «mínimo» y que, en esencia, será continuista o conservador; más orientado a garantizar la administración para una posible etapa de crisis económica por los rebotes de la debacle internacional que a ensayar con un staff de dirigentes con profusión de masters pero escasa o nula experiencia en gestión. Recurren, como argumento anticipatorio, al giro «racional» o «centrista» que tuvo la Presidente al anunciar medidas de austeridad económica. Son los mismos que recelan a La Cámpora y remiten al accidentado desempeño de Mariano Recalde, escoltado por De Pedro y Kicillof, en Aerolíneas Argentinas.
En ese golpe a golpe las síntesis son parciales. Una variable, en particular para la Jefatura de Gabinete, es que si avanza la creación del Ministerio de Comunicación, la oficina que todavía habita Aníbal Fernández pierda una de sus llaves mágicas: el vínculo con los medios, es decir la pauta. Sin ese rubro (que hoy administra Abal Medina pero operativamente todavía depende de la firma del administrativo de la JdG) sería una jefatura reducida ante lo cual, se especula, se acotan el quilaje y los pergaminos requeridos para ese oficio. Para Comunicación suena Abal Medina aunque también, por espasmos, se mencionó a Tristán Bauer.
Otro factor que invocan los pitonisos de la Presidente refiere al perfil estético que Cristina quiere para su Gobierno. ¿Un relato de renovación es compatible con la entronización de, por caso, De Vido?. El ministro de Planificación sonó como «reinstalado» en el esquema K y en parte porque fue el vocero de la seguidilla de anuncios incómodos del Gobierno, los subsidios y el ajuste de Aerolíneas. Pero hay dos bibliotecas: se puede creer que fue el entrenamiento pre-jefatura o un oficio inercial para liberar al futuro jefe de los ministros de tener que debutar con malas noticias.
Sin embargo, los que apuestan a que De Vido aterrice en la oficina de su ex rival Alberto Fernández, apuestan a que la Presidente priorizará la continuidad. Surge, en esa línea, otra presunción: que el recambio de diciembre sólo involucrará a los ministros que deben dejar sus cargos para asumir en el Congreso, es decir: Boudou, el Fernández de Quilmes y Julián Domínguez, de Agricultura. Y que dejaría para una segunda etapa, luego de las vacaciones, otros movimientos, enroques e incorporaciones en su staff de gobierno.
Las esquirlas de ese remolino de marzo podría llegar hasta la ANSeS, actualmente en manos de Diego Bossio: se afirma que la Presidente mencionó el nombre de una dirigente para ocupar ese cargo a partir de la segunda mitad de 2012, lo que supone el traslado del dirigente de Tandil a otro cargo. La misma teoría, con formato de consuelo, se aplica a Héctor Timerman: que continuaría en Cancillería por unos meses más, quizá para tratar -por enésima vez- de convencer a Carlos Bettini que huya de la crisis española con destino a Retiro.