21/11/12
Cristina Fernández podría volver sobre una frase suya, pronunciada hace dos días, para intentar rehacer una noción aproximada de la realidad que la rodea. Al hablar del parate que afecta la construcción, producto sobre todo del cepo cambiario, advirtió que habría que observar toda la película y no sólo la foto actual . Es cierto que el crecimiento de la construcción estuvo en la última década por encima del promedio del avance de la economía.
Del mismo modo, la Presidenta incurría en otro serio error político si interpretara el fuerte paro general de ayer, promovido por Hugo Moyano, Pablo Micheli y Luis Barrionuevo, como un episodio más.
Producto quizás de una novedosa agitación opositora. O, como señaló, de una simple extorsión. A la huelga sería difícil escindirla del sorprendente 13S o de la muchedumbre que terminó moldeando el 8N.
En todos los casos, se resumió un indisimulado malestar con el Gobierno.
La película serviría para relatar, sin dudas, el serio y persistente aislamiento en que se ha sumido Cristina.
Aun las fotos desnudarían el mismo fenómeno. Las calles del país se llenaron dos veces con reproches hacia ella. Esas mismas calles, semivacías ayer, transmitieron un mensaje parecido . Un sindicalismo heterogéneo (CGT de Moyano, CTA de Micheli, CGT Azul y Blanca de Barrionuevo, expresiones radicalizadas) se apoderó del centro de la escena. El peronismo adhirió con complicidad pero en silencio . La Presidenta apareció al atardecer del mismo día rodeada de los militantes de La Cámpora y su ya raída coreografía.
Un símbolo de lo que le iría quedando como refugio político incondicional en esta hora complicada .
Las cosas son así porque Cristina hiló sólo equívocos políticos desde que resultó reelecta. En otro tópico se podrían contabilizar los errores económicos. Pero su ruptura con Moyano y el progresivo arrinconamiento al que condenó al peronismo , en provecho de La Cámpora y algunos movimientos sociales, le limaron con velocidad llamativa las vigas de sustentación de un poder que alumbró con el 54% de los votos. Cualquier politólogo diría que la mala praxis ha podido más, hasta ahora, que la legitimación que tuvo en origen.
La huelga exhibió múltiples aristas negativas para el kirchnerismo. La primera sería la comprobación de que el reemplazo de la alianza con Moyano por el nuevo vínculo con la CGT de Antonio Caló resultó pésimo negocio . La dimensión que alcanzó la medida de fuerza fortaleció el liderazgo del camionero.
También, su asociación con sectores que no le son ideológicamente afines. Tan ganador se sintió ayer Moyano que hasta abrió las puertas de una posible transa de unidad al gremialismo que se agrupa en la CGT de los K.
Cristina debería empezar a preguntarse, tal vez, qué cosas le garantizan esos dirigentes del noventismo puro, a los cuales alguna vez supo combatir. Ricardo Pignanelli, titular de SMATA, tendría que explicar por qué razón fue alto el ausentismo en las fábricas automotrices. José Pedraza, desde la cárcel, argumentar por qué sólo uno de los ramales ferroviarios prestó servicio. Armando Cavalieri, de los mercantiles, justificar el motivo de que tantos comercios, sobre todo en el centro de las grandes ciudades, hayan bajado sus persianas. Hasta el metrodelegado Roberto Pianelli, hombre de Martín Sabbatella, titular de la AFSCA, podría buscar algún atajo para referir a las líneas de subte, cuyo funcionamiento total tampoco logró asegurar.
El encierro de Cristina y su gobierno también se advierte en el resquebrajamiento, las contradicciones e hipocresías del meneado relato. Cristina criticó en San Pedro los cientos de piquetes de los sindicalistas que tuvieron su incidencia, sin dudas, en la huelga. Disintió en la terminología con el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, y coincidió con el ministro del Interior, Florencio Randazzo.
Habló de aprietes, amenazas y extorsiones .
En cualquiera de las versiones sería imposible no evocar al kirchnerismo y a los Kirchner. Ellos fueron diseñadores de todas esas variantes. Alentaron los piquetes de un modo tal que terminaron por convertirlos –como se observa hoy– en una práctica perversa de la sociedad . Moyano fue para esa práctica, durante ocho años, su socio dilecto. Hasta los dirigentes del campo se copiaron en aquellos tiempos turbulentos del conflicto.
También el kirchnerismo ha sabido desarrollar, como nadie en democracia, los aprietes, las amenazas y las extorsiones.
Cristina utilizó incluso la cadena nacional para esos menesteres . El Poder Judicial y los medios de comunicación que no le responden sufren ahora mismo esa forma de violencia.
La apelación inclaudicable a la mentira sería otro reflejo de su ruptura con la realidad.
Cristina Fernández podría volver sobre una frase suya, pronunciada hace dos días, para intentar rehacer una noción aproximada de la realidad que la rodea. Al hablar del parate que afecta la construcción, producto sobre todo del cepo cambiario, advirtió que habría que observar toda la película y no sólo la foto actual . Es cierto que el crecimiento de la construcción estuvo en la última década por encima del promedio del avance de la economía.
Del mismo modo, la Presidenta incurría en otro serio error político si interpretara el fuerte paro general de ayer, promovido por Hugo Moyano, Pablo Micheli y Luis Barrionuevo, como un episodio más.
Producto quizás de una novedosa agitación opositora. O, como señaló, de una simple extorsión. A la huelga sería difícil escindirla del sorprendente 13S o de la muchedumbre que terminó moldeando el 8N.
En todos los casos, se resumió un indisimulado malestar con el Gobierno.
La película serviría para relatar, sin dudas, el serio y persistente aislamiento en que se ha sumido Cristina.
Aun las fotos desnudarían el mismo fenómeno. Las calles del país se llenaron dos veces con reproches hacia ella. Esas mismas calles, semivacías ayer, transmitieron un mensaje parecido . Un sindicalismo heterogéneo (CGT de Moyano, CTA de Micheli, CGT Azul y Blanca de Barrionuevo, expresiones radicalizadas) se apoderó del centro de la escena. El peronismo adhirió con complicidad pero en silencio . La Presidenta apareció al atardecer del mismo día rodeada de los militantes de La Cámpora y su ya raída coreografía.
Un símbolo de lo que le iría quedando como refugio político incondicional en esta hora complicada .
Las cosas son así porque Cristina hiló sólo equívocos políticos desde que resultó reelecta. En otro tópico se podrían contabilizar los errores económicos. Pero su ruptura con Moyano y el progresivo arrinconamiento al que condenó al peronismo , en provecho de La Cámpora y algunos movimientos sociales, le limaron con velocidad llamativa las vigas de sustentación de un poder que alumbró con el 54% de los votos. Cualquier politólogo diría que la mala praxis ha podido más, hasta ahora, que la legitimación que tuvo en origen.
La huelga exhibió múltiples aristas negativas para el kirchnerismo. La primera sería la comprobación de que el reemplazo de la alianza con Moyano por el nuevo vínculo con la CGT de Antonio Caló resultó pésimo negocio . La dimensión que alcanzó la medida de fuerza fortaleció el liderazgo del camionero.
También, su asociación con sectores que no le son ideológicamente afines. Tan ganador se sintió ayer Moyano que hasta abrió las puertas de una posible transa de unidad al gremialismo que se agrupa en la CGT de los K.
Cristina debería empezar a preguntarse, tal vez, qué cosas le garantizan esos dirigentes del noventismo puro, a los cuales alguna vez supo combatir. Ricardo Pignanelli, titular de SMATA, tendría que explicar por qué razón fue alto el ausentismo en las fábricas automotrices. José Pedraza, desde la cárcel, argumentar por qué sólo uno de los ramales ferroviarios prestó servicio. Armando Cavalieri, de los mercantiles, justificar el motivo de que tantos comercios, sobre todo en el centro de las grandes ciudades, hayan bajado sus persianas. Hasta el metrodelegado Roberto Pianelli, hombre de Martín Sabbatella, titular de la AFSCA, podría buscar algún atajo para referir a las líneas de subte, cuyo funcionamiento total tampoco logró asegurar.
El encierro de Cristina y su gobierno también se advierte en el resquebrajamiento, las contradicciones e hipocresías del meneado relato. Cristina criticó en San Pedro los cientos de piquetes de los sindicalistas que tuvieron su incidencia, sin dudas, en la huelga. Disintió en la terminología con el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, y coincidió con el ministro del Interior, Florencio Randazzo.
Habló de aprietes, amenazas y extorsiones .
En cualquiera de las versiones sería imposible no evocar al kirchnerismo y a los Kirchner. Ellos fueron diseñadores de todas esas variantes. Alentaron los piquetes de un modo tal que terminaron por convertirlos –como se observa hoy– en una práctica perversa de la sociedad . Moyano fue para esa práctica, durante ocho años, su socio dilecto. Hasta los dirigentes del campo se copiaron en aquellos tiempos turbulentos del conflicto.
También el kirchnerismo ha sabido desarrollar, como nadie en democracia, los aprietes, las amenazas y las extorsiones.
Cristina utilizó incluso la cadena nacional para esos menesteres . El Poder Judicial y los medios de comunicación que no le responden sufren ahora mismo esa forma de violencia.
La apelación inclaudicable a la mentira sería otro reflejo de su ruptura con la realidad.