La Presidenta parece encerrada en un entorno cada vez más reducido, producto de un mes de malas noticias. Su discurso refleja una distancia de la realidad.
Por Jorge Lanata
16/03/12 – 09:34
Como decía Antonio Machado a través de Juan de Mairena, “el principal deber de un político es la fidelidad a su propia máscara”. Cristina debe entender que no está en un bar, la Presidenta debe ejercer de tal.
Muchos criticamos, hace años, los exabruptos de Elisa Carrió cuando calificó al gobierno kirchnerista de “fascista”; no lo es: se trata de un gobierno democrático, autoritario, con vocación hegemónica e intolerante, pero no es fascista. Tampoco Carlos Pagni, el periodista de La Nación es nazi, ni Osvaldo Pepe, de Clarín, es Menguele.
El comentario de bar de la Presidenta es el emergente de una situación que la trasciende: el Gobierno ha perdido, hace más de un mes, la iniciativa política. No es tan distinto este presente a la pasada crisis del campo, con la diferencia de que no hay hoy un solo frente sino varios: Boudou, la pelea con Macri, la tragedia de Once, las idas y vueltas con Malvinas, el Proyecto X, el ajuste que aún no se desata del todo dieron lugar a una serie de frases desafortunadas en las que el Gobierno termina defendiéndose de sí mismo.
La gaffe presidencial contra los maestros en la apertura de las sesiones legislativas no fue tan distinta al argumento de Julio De Vido por el que “hay que pensar en los que no se mueren a diario en los trenes”, la asunción del nuevo secretario de Transporte para que nada cambie, el absurdo vodevil de la Villa 31 con el corte de la Lugones y la “salvadora” llegada de Súper Berni (presentado por el ministro sin cartera Verbitsky como una mezcla de San Martín, Bolívar y Belgrano).
Fiel a su conducta cuando está acorralado por sus propias contradicciones, el Gobierno decidió “ir por todo” con la nacionalización de YPF que finalmente se cambió por el Plan B: ir a por las reservas del Banco Central; este año se pagarán 12 mil millones de dólares de deuda externa y estamos en el fondo del frasco: Moreno se ocupó de limitar, incluso, la importación de consoladores y forros premium estirando la agonía del dólar oficial mientras el dólar verdadero sube a más de 5 pesos en el mar azul de las cuevas de la City.
Ante la falta de argumentos, nada mejor que un buen insulto y luego un supuesto comunicado de la DAIA condenando el antisemitismo, comunicado que al día siguiente la propia DAIA se encargó de desmentir presentándolo como una “reflexión” extraoficial de algunos de sus miembros.
Cuando sale del bar, el círculo íntimo de la Presidenta es cada vez más chico: Máximo (quien se entrena en un curso de oratoria), Zannini e Icazuriaga, lo que significa que cada vez escucha menos y habla más.
Hace unos meses Marcelo Panozzo –periodista, editor de una importante casa editorial– resumía su imagen de los próximos años: “¿Sabés qué palabras resumen el futuro? Autismo y Gendarmería”.
Me reí, diciéndole que exageraba. Ahora empecé a cambiar de idea.
Por Jorge Lanata
16/03/12 – 09:34
Como decía Antonio Machado a través de Juan de Mairena, “el principal deber de un político es la fidelidad a su propia máscara”. Cristina debe entender que no está en un bar, la Presidenta debe ejercer de tal.
Muchos criticamos, hace años, los exabruptos de Elisa Carrió cuando calificó al gobierno kirchnerista de “fascista”; no lo es: se trata de un gobierno democrático, autoritario, con vocación hegemónica e intolerante, pero no es fascista. Tampoco Carlos Pagni, el periodista de La Nación es nazi, ni Osvaldo Pepe, de Clarín, es Menguele.
El comentario de bar de la Presidenta es el emergente de una situación que la trasciende: el Gobierno ha perdido, hace más de un mes, la iniciativa política. No es tan distinto este presente a la pasada crisis del campo, con la diferencia de que no hay hoy un solo frente sino varios: Boudou, la pelea con Macri, la tragedia de Once, las idas y vueltas con Malvinas, el Proyecto X, el ajuste que aún no se desata del todo dieron lugar a una serie de frases desafortunadas en las que el Gobierno termina defendiéndose de sí mismo.
La gaffe presidencial contra los maestros en la apertura de las sesiones legislativas no fue tan distinta al argumento de Julio De Vido por el que “hay que pensar en los que no se mueren a diario en los trenes”, la asunción del nuevo secretario de Transporte para que nada cambie, el absurdo vodevil de la Villa 31 con el corte de la Lugones y la “salvadora” llegada de Súper Berni (presentado por el ministro sin cartera Verbitsky como una mezcla de San Martín, Bolívar y Belgrano).
Fiel a su conducta cuando está acorralado por sus propias contradicciones, el Gobierno decidió “ir por todo” con la nacionalización de YPF que finalmente se cambió por el Plan B: ir a por las reservas del Banco Central; este año se pagarán 12 mil millones de dólares de deuda externa y estamos en el fondo del frasco: Moreno se ocupó de limitar, incluso, la importación de consoladores y forros premium estirando la agonía del dólar oficial mientras el dólar verdadero sube a más de 5 pesos en el mar azul de las cuevas de la City.
Ante la falta de argumentos, nada mejor que un buen insulto y luego un supuesto comunicado de la DAIA condenando el antisemitismo, comunicado que al día siguiente la propia DAIA se encargó de desmentir presentándolo como una “reflexión” extraoficial de algunos de sus miembros.
Cuando sale del bar, el círculo íntimo de la Presidenta es cada vez más chico: Máximo (quien se entrena en un curso de oratoria), Zannini e Icazuriaga, lo que significa que cada vez escucha menos y habla más.
Hace unos meses Marcelo Panozzo –periodista, editor de una importante casa editorial– resumía su imagen de los próximos años: “¿Sabés qué palabras resumen el futuro? Autismo y Gendarmería”.
Me reí, diciéndole que exageraba. Ahora empecé a cambiar de idea.
!Que buen análisis Lanata!. ¿Qué haríamos sin Vos?.Seguramente hubiéramos votado a Cristina