«Pero ni bien el fuego arranque hay que arreglar nuestro sector fiscal», dice el director de investigación Financiera de la Universidad Di tella. Y apunta que no tiene sentido enojarse con el BCRA por las tasas y pedirle plata para el déficit.
En diálogo con El Cronista, el economista que dirige el Centro de Investigación Financiera de la Universidad Torcuato Di Tella repasó los desafíos en materia monetaria y fiscal que enfrenta el gobierno de Mauricio Macri.
Cuál cree que es el principal desafío que debe resolver la economía Argentina?
Desde 1960 hasta acá, la inmensa mayoría del tiempo, con la excepción de los primeros años del kirchnerismo, hubo déficit fiscal. La gran dicotomía argentina es que históricamente debe optar por o emitir dinero o emitir deuda. Nuestro equilibrio político es tal que cuando el estado gastaba 20 puntos del PBI, teníamos déficit; y ahora gasta 50 puntos del producto y seguimos teniendo déficit.
Sin embargo, luego de la presentación del plan monetario, se reclamó que se haga más específicas las metas fiscales…
La apuesta del Gobierno es convencer a los argentinos de que esto es deseable y viable. Si ahora vos hacés un ajuste fiscal draconiano la gente va a pensar que esto no es viable, entonces podemos volver a irnos camino a Venezuela, como íbamos hace tres o cuatro años. En el corto plazo hay que hacer modificaciones importantes en nuestra organización económica. Pero hace básicamente cuatro o cinco años que la economía argentina crece muy poco o no crece, y que el empleo privado está estancado o decreciendo. Con la economía deprimida no es el momento para hacer un ajuste. Hay una anécdota que puede servir para ilustrar esto. En la grey católica hay un santo muy famoso, San Agustín. Era un tipo que tenía una vida muy promiscua, y en algún momento decide convertirse al catolicismo. Entonces, se dirige a Dios y le dice: «Dios, dame castidad. Pero no todavía». Eso es lo que pasa con el orden fiscal de la Argentina: necesitamos una política «sanagustiniana». La apuesta del Gobierno es, mientras el mercado internacional pueda ayudar, tratar de ir gradualmente hacia «la castidad» o el «equilibrio fiscal». Propone llegar a esto en cuatro años, ojalá que les salga.
El Centro que usted dirige realiza el índice de la Confianza del Consumidor y en el último mes mostró una baja considerable respecto al mes anterior, ¿hay un desencanto con el Gobierno?
Es cierto que cayó un 18% con respecto a esta misma altura del año pasado; pero también es un 18% más alto que hace dos años a esta altura. En los últimos meses hay un sinceramiento de la situación y la gente se da cuenta de que no está Papa Noel para repartir plata.
¿Cómo evalúa la política de tasas altas del Banco Central?
El Central pone una tasa alta porque hay un stock de Lebacs muy grande. Se tiene que lograr refinanciar esas Lebacs, porque no hacerlo implica emitir muchísimo dinero. Y ese stock es tan grande porque durante el gobierno anterior se usó al BCRA para financiar el déficit público. La medicina amarga es que como tenés este stock de Lebacs, para que la gente te lo renueve, tenés que poner este punto de atracción alto que es la tasa de interés que a todos nos resulta antipática. Creo que ahí la cura es que esas Lebacs sean sustituidas por bonos de los que el gobierno emite habitualmente. Pero no tiene ningún sentido enojarse con el presidente del Banco Central porque la tasa de interés es del 38% pero por la otra ventanilla pedirle plata para financiar el déficit fiscal.
¿Cuáles son sus expectativas para el segundo semestre? ¿Logrará controlarse la inflación y reactivar el nivel de actividad económica?
Tengo fe en la pericia de este equipo económico y tengo fe en el capitalismo como forma de organización económica y social, con una adecuada regulación estatal. Creo que este gobierno también cree en eso y que va en esa dirección. Es cuestión de esperar un poco y bajar la ansiedad a que los resultados. No son cosas que pasan de la noche a la mañana. Los mercados que pueden mostrar efectos rápidos, que son los mercados financieros, hacen tres años que están subiendo con la expectativa de que se va el kirchnerismo.
¿Coincide con el Banco Central en que la inflación mensual bajará considerablemente en los últimos meses del año?
Tengo confianza de que lo va a lograr. Estamos en estos seis meses que es una transición difícil. Lo que ha habido más que inflación es una baja del salario real, porque cuando uno define la inflación académicamente, se trata de la suba de todos los precios de la economía, incluyendo el salario. Acá lo que hemos tenido es una suba de precios superior a la suba de salario.
¿Cómo evalúa la vuelta del país al mercado de capitales? ¿Piensa que el apetito por la Argentina alcanzará para respaldar las necesidades de financiamiento?
Apetito por Argentina hay, y eso es un arma de doble filo. Tenemos que cuidar nuestra sostenibilidad macroeconómica y el mercado no va a cuidarla por nosotros. El mercado hace negocios. Necesitamos usar la deuda con mucha prudencia para hacer proyectos de valor actual neto positivo y que permitan el repago. Si caemos en el facilismo de creer que la deuda es infinitamente refinanciable, estamos sembrando la semilla de la próxima crisis.
¿Por cuánto tiempo puede sostenerse este gradualismo en materia fiscal sin caer en los vicios del anterior sistema político?
Le daría de «changüí» este año y el año que viene. Si Argentina va a incrementar sus pasivos al ritmo del 5% anual, eso no es sostenible. Estamos en una recesión y la economía tiene que arrancar, entonces tenemos que avivar el fuego… Pero ni bien el fuego arranque hay que arreglar nuestro sector fiscal. Creo que es la política económica adecuada y los instrumentos técnicos adecuados. Ojalá que los argentinos saquemos los dólares del colchón, compremos un poco de bonos públicos, pongamos un poco de plata en los bancos, que los bancos entonces otorguen préstamos a las personas, que de a poco pueda ir menguando la inflación y que se reactive la actividad.
En diálogo con El Cronista, el economista que dirige el Centro de Investigación Financiera de la Universidad Torcuato Di Tella repasó los desafíos en materia monetaria y fiscal que enfrenta el gobierno de Mauricio Macri.
Cuál cree que es el principal desafío que debe resolver la economía Argentina?
Desde 1960 hasta acá, la inmensa mayoría del tiempo, con la excepción de los primeros años del kirchnerismo, hubo déficit fiscal. La gran dicotomía argentina es que históricamente debe optar por o emitir dinero o emitir deuda. Nuestro equilibrio político es tal que cuando el estado gastaba 20 puntos del PBI, teníamos déficit; y ahora gasta 50 puntos del producto y seguimos teniendo déficit.
Sin embargo, luego de la presentación del plan monetario, se reclamó que se haga más específicas las metas fiscales…
La apuesta del Gobierno es convencer a los argentinos de que esto es deseable y viable. Si ahora vos hacés un ajuste fiscal draconiano la gente va a pensar que esto no es viable, entonces podemos volver a irnos camino a Venezuela, como íbamos hace tres o cuatro años. En el corto plazo hay que hacer modificaciones importantes en nuestra organización económica. Pero hace básicamente cuatro o cinco años que la economía argentina crece muy poco o no crece, y que el empleo privado está estancado o decreciendo. Con la economía deprimida no es el momento para hacer un ajuste. Hay una anécdota que puede servir para ilustrar esto. En la grey católica hay un santo muy famoso, San Agustín. Era un tipo que tenía una vida muy promiscua, y en algún momento decide convertirse al catolicismo. Entonces, se dirige a Dios y le dice: «Dios, dame castidad. Pero no todavía». Eso es lo que pasa con el orden fiscal de la Argentina: necesitamos una política «sanagustiniana». La apuesta del Gobierno es, mientras el mercado internacional pueda ayudar, tratar de ir gradualmente hacia «la castidad» o el «equilibrio fiscal». Propone llegar a esto en cuatro años, ojalá que les salga.
El Centro que usted dirige realiza el índice de la Confianza del Consumidor y en el último mes mostró una baja considerable respecto al mes anterior, ¿hay un desencanto con el Gobierno?
Es cierto que cayó un 18% con respecto a esta misma altura del año pasado; pero también es un 18% más alto que hace dos años a esta altura. En los últimos meses hay un sinceramiento de la situación y la gente se da cuenta de que no está Papa Noel para repartir plata.
¿Cómo evalúa la política de tasas altas del Banco Central?
El Central pone una tasa alta porque hay un stock de Lebacs muy grande. Se tiene que lograr refinanciar esas Lebacs, porque no hacerlo implica emitir muchísimo dinero. Y ese stock es tan grande porque durante el gobierno anterior se usó al BCRA para financiar el déficit público. La medicina amarga es que como tenés este stock de Lebacs, para que la gente te lo renueve, tenés que poner este punto de atracción alto que es la tasa de interés que a todos nos resulta antipática. Creo que ahí la cura es que esas Lebacs sean sustituidas por bonos de los que el gobierno emite habitualmente. Pero no tiene ningún sentido enojarse con el presidente del Banco Central porque la tasa de interés es del 38% pero por la otra ventanilla pedirle plata para financiar el déficit fiscal.
¿Cuáles son sus expectativas para el segundo semestre? ¿Logrará controlarse la inflación y reactivar el nivel de actividad económica?
Tengo fe en la pericia de este equipo económico y tengo fe en el capitalismo como forma de organización económica y social, con una adecuada regulación estatal. Creo que este gobierno también cree en eso y que va en esa dirección. Es cuestión de esperar un poco y bajar la ansiedad a que los resultados. No son cosas que pasan de la noche a la mañana. Los mercados que pueden mostrar efectos rápidos, que son los mercados financieros, hacen tres años que están subiendo con la expectativa de que se va el kirchnerismo.
¿Coincide con el Banco Central en que la inflación mensual bajará considerablemente en los últimos meses del año?
Tengo confianza de que lo va a lograr. Estamos en estos seis meses que es una transición difícil. Lo que ha habido más que inflación es una baja del salario real, porque cuando uno define la inflación académicamente, se trata de la suba de todos los precios de la economía, incluyendo el salario. Acá lo que hemos tenido es una suba de precios superior a la suba de salario.
¿Cómo evalúa la vuelta del país al mercado de capitales? ¿Piensa que el apetito por la Argentina alcanzará para respaldar las necesidades de financiamiento?
Apetito por Argentina hay, y eso es un arma de doble filo. Tenemos que cuidar nuestra sostenibilidad macroeconómica y el mercado no va a cuidarla por nosotros. El mercado hace negocios. Necesitamos usar la deuda con mucha prudencia para hacer proyectos de valor actual neto positivo y que permitan el repago. Si caemos en el facilismo de creer que la deuda es infinitamente refinanciable, estamos sembrando la semilla de la próxima crisis.
¿Por cuánto tiempo puede sostenerse este gradualismo en materia fiscal sin caer en los vicios del anterior sistema político?
Le daría de «changüí» este año y el año que viene. Si Argentina va a incrementar sus pasivos al ritmo del 5% anual, eso no es sostenible. Estamos en una recesión y la economía tiene que arrancar, entonces tenemos que avivar el fuego… Pero ni bien el fuego arranque hay que arreglar nuestro sector fiscal. Creo que es la política económica adecuada y los instrumentos técnicos adecuados. Ojalá que los argentinos saquemos los dólares del colchón, compremos un poco de bonos públicos, pongamos un poco de plata en los bancos, que los bancos entonces otorguen préstamos a las personas, que de a poco pueda ir menguando la inflación y que se reactive la actividad.