Se crió en La Cava, es pianista, líder comunitario, fue gerente de Cultura y Felicidad de Páez y fundó Creer Hacer, una empresa B que busca derribar los prejuicios
Foto: LA NACION / Soledad Aznarez
Cuando sorprendió a los argentinos con su charla en TEDx sobre «¿Qué es la pobreza?», en 2014, Daniel Cerezo ya era una estrella en su barrio, La Cava. De orígenes muy humildes, a Cerezo, muchas manos lo ayudaron a abrir muchas puertas. Y empezó a dedicar su vida a hacer lo mismo.
Es pianista, estudió Psicología Social, lideró proyectos comunitarios, enseñó a presos del penal de San Martín, fue gerente de Cultura y Felicidad de la empresa Páez y fundó Creer Hacer, una empresa B que tiene como principal objetivo mejorar la calidad de vida de las personas a través de la integración y la transformación social.
Desde ahí trabaja con los sectores privado, público y social para derribar prejuicios. ?Cerezo nació hace 33 años en San Juan y, cuando todavía era un bebe, su familia se mudó a Buenos Aires con falsas promesas laborales. Pasó hambre, frío, empezó a trabajar a los cinco años, perdió a su papá de chico, usurpó un terreno con sus hermanos en Bajo Boulogne y sufrió discriminación por vivir en la villa. Pero durante ese proceso también aprendió sobre las diferentes caras de la pobreza.
«La pobreza no tiene que ver con el hambre y el frío, sino con qué hacés vos para armar tu proyecto de vida, decidir quién sos como persona. Yo tenía muchos prejuicios contra los empresarios y me di cuenta de que la pobreza del prejuicio era mucho peor que la económica. Por eso hablo de múltiples pobrezas. Porque erradicar la pobreza no pasa por dar dinero, sino por empoderar a las personas. Y así nace Creer Hacer.»
-¿Cómo ves el barrio hoy?
-Veo una gran violencia. No física sino de dividirnos. De unos contra otros. Se ha alimentado mucho esa grieta, que ya no es entre ricos y pobres, sino entre vecinos. Veo una gran falta de diálogo. Una grieta en instituciones que antes eran bases para los barrios, como las escuelas, la policía y los hospitales. Veo muy pocas oportunidades para que alguien pueda hacer un crecimiento progresivo.
-¿Qué aprendiste en la calle?
-Lo que más aprendí son los valores. Yo nunca viví en situación de calle, pero era un pibe que estaba todo el tiempo en la calle. La calle te enseña a superarte. Ahí aprendí códigos, que la palabra es fundamental, la humildad, compartir. La gente piensa que porque vivimos en donde vivimos tenemos que sobrevivir. Y todas las políticas sociales apuntan a que las personas sobrevivan. Y yo quiero vivir. Y para eso hace falta ser feliz, tener una cultura, valores, dignidad, identidad con tu propio barrio.
-¿Cuáles fueron las oportunidades que se te dieron a vos para poder estar en este lugar?
-La primera fue haber sido amado por mi familia, mis amigos, mis vecinos. Después, que alguien haya estado interesado y haya confiado en mí. Que alguien confiara en que yo podía ser pianista. Que me reconocieran que era bueno en algo. La otra gran oportunidad que tuve fue encontrarme con gente que quería compartir su conocimiento conmigo.
-Hablás mucho de los prejuicios de la pobreza, ¿qué prejuicio nos falta superar como sociedad?
-Entender que todo lo que me hace bien a mí no siempre les va a hacer bien a los demás. Yo el mayor prejuicio que tuve que superar fue pensar que sólo con los míos podía conversar y compartíamos valores. Entender que podía dialogar con otros que venían de otros contextos y no tenían la misma formación. Capaz no compartíamos nuestra historia, contexto social, ideologías políticas, sin embargo todo el mundo persigue el mismo bien común, que es querer tener un mundo mejor. El desafío es ver cómo desde la diferencia trabajar para generar oportunidades de igualdad.
-¿Los argentinos son solidarios?
-Yo trabajé clasificando donaciones y el 80% de lo que recibíamos eran porquerías. Si vos realmente querés donar, andá a comprar la remera que vos también usarías. Yo tenía que usar la ropa que me llegaba porque no tenía otra. La mejor manera de terminar con la pobreza es construyendo la dignidad de esa persona. Y no como me pasaba a mí, que tenía que usar ropa interior sucia o juguetes rotos. Los padres deberían decirles a sus hijos: «este juguete que a vos te hizo tan feliz cuidalo para que otros chicos tengan la misma oportunidad de ser felices como vos». Es compartir la felicidad en vez de las carencias. Hay que cambiar el concepto de dar por el de compartir y el mundo será otro.
-¿Qué revolución querés hacer con Creer Hacer?
-Queremos fortalecer, formar, hacer una integración, aportar valor. Instalar esto de que no vengo a dar, sino que vengo a compartir. Ése es el eje que nosotros proponemos, que es muy distinto. Creemos que si al barrio le va bien a la empresa también le tiene que ir bien. Buscamos cómo formar capital social en las empresas. Damos capacitación, talleres y buscamos que aprendan sobre habilidades sociales. Tiene que haber una relación recíproca entre las empresas y los barrios. Así como la empresa puede acompañar un proceso de empoderamiento del barrio, también puede adquirir habilidades de las personas del barrio. Hacemos una gestión de las riquezas múltiples.
-¿Por qué te emocionás tanto cuando hablás de tu infancia??¿O cuando terminaste la ?charla TED?
-A veces hay preguntas que tocan lo más profundo de uno. Jamás quisiera olvidar de dónde vengo, aunque duela. Le debo tanto a tanta gente que una manera de poder devolver eso que me dieron es recordándolos. En TED me pasaron varias cosas: por un lado era la primera charla en la que estaban mi mujer, mis hermanos, mi madre y amigos, además de otras 10.000 personas. Y me emocionaba saber que había 15 que eran ellos y eso fue muy fuerte para mí.
-¿Cuál es tu próximo sueño?
-Mi sueño es trabajar en el mundo entero, conociendo otras realidades y poder aprender de emprendedores comunitarios. Y también terminar con la pobreza mundial. Yo me pregunto: ¿está en la agenda de las principales potencias este tema? Realmente si los ocho líderes más poderosos del mundo tuvieran este tema en agenda, lo podrían solucionar.
Cómo colaborar
Foto: LA NACION / Soledad Aznarez
Cuando sorprendió a los argentinos con su charla en TEDx sobre «¿Qué es la pobreza?», en 2014, Daniel Cerezo ya era una estrella en su barrio, La Cava. De orígenes muy humildes, a Cerezo, muchas manos lo ayudaron a abrir muchas puertas. Y empezó a dedicar su vida a hacer lo mismo.
Es pianista, estudió Psicología Social, lideró proyectos comunitarios, enseñó a presos del penal de San Martín, fue gerente de Cultura y Felicidad de la empresa Páez y fundó Creer Hacer, una empresa B que tiene como principal objetivo mejorar la calidad de vida de las personas a través de la integración y la transformación social.
Desde ahí trabaja con los sectores privado, público y social para derribar prejuicios. ?Cerezo nació hace 33 años en San Juan y, cuando todavía era un bebe, su familia se mudó a Buenos Aires con falsas promesas laborales. Pasó hambre, frío, empezó a trabajar a los cinco años, perdió a su papá de chico, usurpó un terreno con sus hermanos en Bajo Boulogne y sufrió discriminación por vivir en la villa. Pero durante ese proceso también aprendió sobre las diferentes caras de la pobreza.
«La pobreza no tiene que ver con el hambre y el frío, sino con qué hacés vos para armar tu proyecto de vida, decidir quién sos como persona. Yo tenía muchos prejuicios contra los empresarios y me di cuenta de que la pobreza del prejuicio era mucho peor que la económica. Por eso hablo de múltiples pobrezas. Porque erradicar la pobreza no pasa por dar dinero, sino por empoderar a las personas. Y así nace Creer Hacer.»
-¿Cómo ves el barrio hoy?
-Veo una gran violencia. No física sino de dividirnos. De unos contra otros. Se ha alimentado mucho esa grieta, que ya no es entre ricos y pobres, sino entre vecinos. Veo una gran falta de diálogo. Una grieta en instituciones que antes eran bases para los barrios, como las escuelas, la policía y los hospitales. Veo muy pocas oportunidades para que alguien pueda hacer un crecimiento progresivo.
-¿Qué aprendiste en la calle?
-Lo que más aprendí son los valores. Yo nunca viví en situación de calle, pero era un pibe que estaba todo el tiempo en la calle. La calle te enseña a superarte. Ahí aprendí códigos, que la palabra es fundamental, la humildad, compartir. La gente piensa que porque vivimos en donde vivimos tenemos que sobrevivir. Y todas las políticas sociales apuntan a que las personas sobrevivan. Y yo quiero vivir. Y para eso hace falta ser feliz, tener una cultura, valores, dignidad, identidad con tu propio barrio.
-¿Cuáles fueron las oportunidades que se te dieron a vos para poder estar en este lugar?
-La primera fue haber sido amado por mi familia, mis amigos, mis vecinos. Después, que alguien haya estado interesado y haya confiado en mí. Que alguien confiara en que yo podía ser pianista. Que me reconocieran que era bueno en algo. La otra gran oportunidad que tuve fue encontrarme con gente que quería compartir su conocimiento conmigo.
-Hablás mucho de los prejuicios de la pobreza, ¿qué prejuicio nos falta superar como sociedad?
-Entender que todo lo que me hace bien a mí no siempre les va a hacer bien a los demás. Yo el mayor prejuicio que tuve que superar fue pensar que sólo con los míos podía conversar y compartíamos valores. Entender que podía dialogar con otros que venían de otros contextos y no tenían la misma formación. Capaz no compartíamos nuestra historia, contexto social, ideologías políticas, sin embargo todo el mundo persigue el mismo bien común, que es querer tener un mundo mejor. El desafío es ver cómo desde la diferencia trabajar para generar oportunidades de igualdad.
-¿Los argentinos son solidarios?
-Yo trabajé clasificando donaciones y el 80% de lo que recibíamos eran porquerías. Si vos realmente querés donar, andá a comprar la remera que vos también usarías. Yo tenía que usar la ropa que me llegaba porque no tenía otra. La mejor manera de terminar con la pobreza es construyendo la dignidad de esa persona. Y no como me pasaba a mí, que tenía que usar ropa interior sucia o juguetes rotos. Los padres deberían decirles a sus hijos: «este juguete que a vos te hizo tan feliz cuidalo para que otros chicos tengan la misma oportunidad de ser felices como vos». Es compartir la felicidad en vez de las carencias. Hay que cambiar el concepto de dar por el de compartir y el mundo será otro.
-¿Qué revolución querés hacer con Creer Hacer?
-Queremos fortalecer, formar, hacer una integración, aportar valor. Instalar esto de que no vengo a dar, sino que vengo a compartir. Ése es el eje que nosotros proponemos, que es muy distinto. Creemos que si al barrio le va bien a la empresa también le tiene que ir bien. Buscamos cómo formar capital social en las empresas. Damos capacitación, talleres y buscamos que aprendan sobre habilidades sociales. Tiene que haber una relación recíproca entre las empresas y los barrios. Así como la empresa puede acompañar un proceso de empoderamiento del barrio, también puede adquirir habilidades de las personas del barrio. Hacemos una gestión de las riquezas múltiples.
-¿Por qué te emocionás tanto cuando hablás de tu infancia??¿O cuando terminaste la ?charla TED?
-A veces hay preguntas que tocan lo más profundo de uno. Jamás quisiera olvidar de dónde vengo, aunque duela. Le debo tanto a tanta gente que una manera de poder devolver eso que me dieron es recordándolos. En TED me pasaron varias cosas: por un lado era la primera charla en la que estaban mi mujer, mis hermanos, mi madre y amigos, además de otras 10.000 personas. Y me emocionaba saber que había 15 que eran ellos y eso fue muy fuerte para mí.
-¿Cuál es tu próximo sueño?
-Mi sueño es trabajar en el mundo entero, conociendo otras realidades y poder aprender de emprendedores comunitarios. Y también terminar con la pobreza mundial. Yo me pregunto: ¿está en la agenda de las principales potencias este tema? Realmente si los ocho líderes más poderosos del mundo tuvieran este tema en agenda, lo podrían solucionar.
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