Por Aníbal Fernández *
Con tono aparentemente azorado, pero con eco admonitorio, The Washington Post retoma, en un editorial del 23 de abril, la meneada cuestión del antisemitismo peronista para aplicarla, esta vez, a la defensa militante de los fondos buitre.
Con apenas leer su título: “La Presidenta argentina recurre a teorías conspirativas antisemitas” y el primer párrafo del editorial: (“¿Qué tienen que ver los lobbistas en el American Israel Public Affairs Committee y el director de un think tank en Washington con Paul Singer, gerente de un hedge fund, y el fiscal argentino Alberto Nisman…”) alcanza para saber hacia dónde van lanzados y, si me apuran, hasta para tener una idea bastante precisa sobre quién ha hecho la operación o, como les gusta a ellos llamarlo, el “lobby”.
Porque va de suyo que si uno pone la palabra “antisemita” en el título y se pregunta sobre la relación de los actores nombrados en el párrafo (American Israel Public Affairs Committee + Paul Singer + Alberto Nisman) la primer respuesta que surge es que la relación es que son judíos.
Convengamos en que la pregunta que se hace The Washington Post fue largamente contestada por nuestra Presidenta. No voy a volver sobre esos vínculos probados para no ser tedioso… Sólo un detalle: la información utilizada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para su análisis proviene de un artículo firmado por Jorge Elbaum, a quien supongo que The Washington Post no tratará de antisemita, salvo que crean que la DAIA nombra a antisemitas como directores ejecutivos de la institución.
Pero el editorial no se agota en sus preguntas retóricas y, en su antepenúltimo párrafo, arremete: “¿Qué tienen que ver el señor Singer, American Israel Public Affairs Committee y Mark Dubowitz, de la Foundation for Defense of Democracies, en todo esto? El Sr. Singer (…) ganó el año pasado una batalla judicial en nombre de los tenedores de la deuda argentina” y cierra explicando que preferimos caer en default antes de pagar. Es decir utiliza a los actores para exhibir un mensaje subliminal sobre que estamos en default, cosa que el mundo ha desmentido teórica y fácticamente: 1416 millones de dólares en Bonar 24 hablan a las claras de la cero importancia que le dan los inversores de todo el planeta –y las entidades bancarias que operan por ellos– a las amenazas buitres.
Por supuesto que el editorial es un decálogo de lugares comunes que la operación montada sobre la endeble denuncia de Nisman viene blandiendo desde el primer día. Las palmas se las lleva la frase “el gobierno de la señora Kirchner ha continuado cortejando a Teherán”, escrita pocos días después del acuerdo nuclear firmado por el presidente Barack Obama con la República Islámica de Irán. Si no fuera algo tan serio, parecería un chiste.
En su anteúltimo párrafo, el editorial parecería querer avisarles a sus lectores de dónde surge el lobby que los obliga a escribirlo. Dice: “El think tank del señor Dubowitz ha publicado documentos sobre las relaciones argentino-iraníes, mientras que American Israel Public Affairs Committee ha criticado el acuerdo nuclear preliminar con Irán de la administración de Obama” y, seguido, se pregunta: “¿Están confundidos?”. Y a uno le dan ganas de gritarles con las manos como megáfono: Sí, están confundidos. Que ellos que supieron ir hasta el hueso mismo de la noticia en el caso Watergate, escuchando la voz de “Garganta Profunda”, hoy han elegido surfear sobre la superficie de una especie inventada, fruto de los graznidos de los cogotes desplumados de los buitres.
Desplumados sí, pero con los bolsillos llenos de dólares mal habidos.
* Jefe de Gabinete de ministros.
Con tono aparentemente azorado, pero con eco admonitorio, The Washington Post retoma, en un editorial del 23 de abril, la meneada cuestión del antisemitismo peronista para aplicarla, esta vez, a la defensa militante de los fondos buitre.
Con apenas leer su título: “La Presidenta argentina recurre a teorías conspirativas antisemitas” y el primer párrafo del editorial: (“¿Qué tienen que ver los lobbistas en el American Israel Public Affairs Committee y el director de un think tank en Washington con Paul Singer, gerente de un hedge fund, y el fiscal argentino Alberto Nisman…”) alcanza para saber hacia dónde van lanzados y, si me apuran, hasta para tener una idea bastante precisa sobre quién ha hecho la operación o, como les gusta a ellos llamarlo, el “lobby”.
Porque va de suyo que si uno pone la palabra “antisemita” en el título y se pregunta sobre la relación de los actores nombrados en el párrafo (American Israel Public Affairs Committee + Paul Singer + Alberto Nisman) la primer respuesta que surge es que la relación es que son judíos.
Convengamos en que la pregunta que se hace The Washington Post fue largamente contestada por nuestra Presidenta. No voy a volver sobre esos vínculos probados para no ser tedioso… Sólo un detalle: la información utilizada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para su análisis proviene de un artículo firmado por Jorge Elbaum, a quien supongo que The Washington Post no tratará de antisemita, salvo que crean que la DAIA nombra a antisemitas como directores ejecutivos de la institución.
Pero el editorial no se agota en sus preguntas retóricas y, en su antepenúltimo párrafo, arremete: “¿Qué tienen que ver el señor Singer, American Israel Public Affairs Committee y Mark Dubowitz, de la Foundation for Defense of Democracies, en todo esto? El Sr. Singer (…) ganó el año pasado una batalla judicial en nombre de los tenedores de la deuda argentina” y cierra explicando que preferimos caer en default antes de pagar. Es decir utiliza a los actores para exhibir un mensaje subliminal sobre que estamos en default, cosa que el mundo ha desmentido teórica y fácticamente: 1416 millones de dólares en Bonar 24 hablan a las claras de la cero importancia que le dan los inversores de todo el planeta –y las entidades bancarias que operan por ellos– a las amenazas buitres.
Por supuesto que el editorial es un decálogo de lugares comunes que la operación montada sobre la endeble denuncia de Nisman viene blandiendo desde el primer día. Las palmas se las lleva la frase “el gobierno de la señora Kirchner ha continuado cortejando a Teherán”, escrita pocos días después del acuerdo nuclear firmado por el presidente Barack Obama con la República Islámica de Irán. Si no fuera algo tan serio, parecería un chiste.
En su anteúltimo párrafo, el editorial parecería querer avisarles a sus lectores de dónde surge el lobby que los obliga a escribirlo. Dice: “El think tank del señor Dubowitz ha publicado documentos sobre las relaciones argentino-iraníes, mientras que American Israel Public Affairs Committee ha criticado el acuerdo nuclear preliminar con Irán de la administración de Obama” y, seguido, se pregunta: “¿Están confundidos?”. Y a uno le dan ganas de gritarles con las manos como megáfono: Sí, están confundidos. Que ellos que supieron ir hasta el hueso mismo de la noticia en el caso Watergate, escuchando la voz de “Garganta Profunda”, hoy han elegido surfear sobre la superficie de una especie inventada, fruto de los graznidos de los cogotes desplumados de los buitres.
Desplumados sí, pero con los bolsillos llenos de dólares mal habidos.
* Jefe de Gabinete de ministros.