De la juventud rebelde a la del poder

Por Mario Cámpora
05/06/11 – 12:17
En el Parque de la Memoria figuran nombres de queridos compañeros asesinados por la dictadura militar: el de Luis Guagnini, brillante periodista muerto a los 33 años en el campo de tortura de El Banco, y el de Roberto Sinigaglia, que me preanunció “el holocausto de una generación” y fue secuestrado en 1976. Los nombro en representación de esa generación que entró a la vida pública durante la resistencia peronista y que, silenciada, creció bajo las dictaduras. En 1973 ya son profesionales y vertebran la lucha electoral de Héctor Cámpora.
Al lado de ellos emergieron los jóvenes, la juventud maravillosa, rebelde, que como sus mayores creció en la violencia del Estado autoritario. También ellos pagaron su militancia con la vida: en esas listas figura mi sobrina Alicia María Hobbs, asesinada a los 22 años. Desde fuera del poder, sin recursos ni cargos públicos, pretendimos cambiar un orden fundamentalmente injusto, antidemocrático, elitista y represor. El testimonio de esta lucha está reflejado en El Presidente que no fue de Miguel Bonasso.
En 1973, el país necesitaba reinstaurar las instituciones de la democracia que se encontraban totalmente sumergidas por el imperio de la fuerza militar. Ello suponía un desafío que Perón desde el exilio enfrentaba con grandes dificultades, aun cuando contaba con un aliado de gran lealtad, que era el pueblo argentino. Restaurar la democracia –vencer al régimen militar– era el objetivo que debíamos alcanzar y que se logró el 11 de marzo. Poco tiempo después, el país perdió el rumbo y volvió a imperar una feroz dictadura que lo ensangrentó.
Lo fundamental de la primavera del ’73 fue su vocación por cuestionar un poder sustancialmente injusto.
Hoy aparecen los jóvenes de La Cámpora que venturosamente levantan nuestras consignas. A diferencia nuestra, tienen la fortuna de militar en democracia. Ellos, también a diferencia nuestra, son el poder: ocupan altos cargos en la administración pública, administran empresas del Estado, se sientan en los directorios de las empresas privadas y logran lugares en las listas electorales.
Manejan por ello enormes recursos estatales y tienen, se dice, un líder en el corazón del poder: Máximo Kirchner.
Si levantan las banderas del ’73, se puede esperar entonces que –provocadores– disparen debates de singular relevancia para el futuro de la patria: denunciar el escándalo de la pobreza, la corrupción, la inseguridad, la violencia y el creciente descontrol del narcotráfico. Más allá del cotillón ideológico de izquierda o derecha, es evidente que el Estado se ha vuelto impotente para encarar de manera estructurada y sostenida los problemas que asuelan a los argentinos. El Estado impotente: que perdió el control de áreas urbanas y que ya no está en condiciones operativas de defender el territorio nacional.
También podrían cuestionar la matriz del modelo que produce efectos opuestos a la esencia de nuestro proyecto nacional y popular: mayor concentración de la riqueza en pocas manos, acelerada extranjerización de las empresas argentinas, manejo inconsulto de los recursos mineros e hidrocarburíferos, expansión irresponsable de la frontera agropecuaria a costa del bienestar de las generaciones futuras.
Frente a estos desafíos, la estrategia no puede consistir en transformar a Héctor Cámpora en una figura muda y abstracta, que sólo se invoca para ser funcional a las batallas circunstanciales del kirchnerismo. Mucho más útil resultaría retomar sus banderas y contextualizar sus luchas frente a los desafíos del presente. No parece cuestionable que la Presidenta –que también empezó a militar en democracia– considere que ser profesional y tener menos de 35 años sea un valor en sí mismo. Pero sí cabría recordarle que esos dos atributos no son una condición suficiente para manejar los bienes del Estado, los cuales, aunque últimamente haya tendido a olvidarlo, son de todos los argentinos.
*Diplomático y sobrino del ex presidente Héctor J. Cámpora.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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