De Perón a Kirchner, mundiales y política sin patrón providencial

Política Lunes 23 de Junio de 2014
Por Pablo Ibáñez.-
Más allá de los deseos, la estadística cruda muestra que resultados no inciden en gobiernos
Por: Pablo Ibáñez
Dos dosis de superstición, una pizca de deseo y el toque último de política ficción. El kirchnerismo, en horas duras, se enamoró de la receta fantasiosa de que un buen resultado en el Mundial de Brasil puede cambiar el mal humor social y resucitar, siquiera una parte, a la aplanadora electoral que fue el FpV en 2011.
El imaginario K, además de invocar una saga irrevocable de buenas nuevas económicas -del INDEC a los holdouts, augurio que falló- se abalanza sobre el supuesto de que el retorno victorioso del equipo de Lío Messi, cuyo DT, Alejandro Sabella, se declaró ferviente cristinista, podría marcar el regreso a los tiempos felices.
No son, en eso, innovadores. Juan Perón, Raúl Alfonsín y Carlos Menen, entre otros expresidentes, trataron de administrar -unos por la negativa, la mayoría por la positiva- el fenómeno de los mundiales y la pasión popular que generan. Perón, por caso -Antonio Cafiero teoriza que era hincha de Boca, pero se decía de Racing para evitar ser de uno de los dos grandes- tomó la decisión política de impedir que la Selección juegue en Brasil 50 y en Suiza 54.
Más de tres décadas después, el alfonsinismo en declive quiso echar a tras una eliminatoria difícil. Detrás de ese putch fallido ,
A Hipólito Yrigoyen, más de medio siglo antes, no le sirvió. El equipo argentino jugó y la final contra Uruguay en Montevideo el 30 de julio de 1930, pero en septiembre, José Félix Uriburu lo derrocó e inició la secuela trágica de golpes de Estado. Otro golpe impidió a Arturo Illia tener su mundial: Juan Carlos Onganía tomó el Gobierno en junio de 1966, días antes de que el equipo de Antonio Rattín participe en Inglaterra del mundial en que llegó a cuartos de final. Fernando de la Rúa, a fines de 2001, también quedó a mitad de camino y el desastroso Corea-Japón 2002 de Marcelo Bielsa -primera fase- sumó más desazón en un país en plena crisis.
El interino Eduardo Duhalde se convirtió, así, en el tercer peronista en ser presidente durante un Mundial después de Perón y Menem, que anotó tres episodios: en 1990, asistió al debut en Italia durante la derrota con Camerún, aunque el equipo terminó subcampeón, lo que, por caso, no le sirvió a Cafiero para ganar el plebiscito del 5 de agosto de ese año convocado para reformar la Constitución bonaerense y permitir su reelección como gobernador.
Así y todo, al año siguiente, el PJ ganó en casi todo el país, elecciones en las que asomaron dos gobernadores que luego cumplieron roles protagónicos: Duhalde ganó en Buenos Aires y Kirchner, en Santa Cruz.
Menem también apostó al equipo de EE.UU. 94 del Maradona recuperado y expulsado -el Diez sería, en 1995, un actor político en defensa de la reelección- y siguió el modesto desempeño en Francia 98 con Daniel Passarella como DT.
El club de presidentes PJ mundialeros se amplió con Néstor Kirchner que respaldó a José Pekerman en Alemania 2006 a pesar de tensiones con Julio Grondona.
Sudáfrica 2010 fue el mundial en el que Kirchner más se involucró porque construyó una relación estrecha con Maradona -jugó para que llegue a DT- y porque, como ahora, confiaba en un buen resultado para cambiar el clima social, por entonces cruzado por la crisis con el campo. La derrota en cuartos ante Alemania fue un duro golpe.

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