Por Emir Sader
Voceros de la Unión Europea (UE) alegan en contra de países latinoamericanos que han aceptado exportar a Rusia, como alternativa a las exportaciones de Europa y de Estados Unidos. Expresión más de cómo Europa se encuentra encerrada en sí misma, sin darse cuenta de lo que pasa en el mundo ni en América latina y, a lo mejor, ni siquiera de lo pasa en la misma Europa.
Cuando solicita un tipo de solidaridad con los países que pierden mercado en Rusia, no se sabe muy bien por qué Latinoamérica tendría que ser solidaria con la UE. En este caso concreto, la UE y los Estados Unidos han decidido sanciones en contra de Rusia, sin ningún tipo de consulta a América latina. ¿Acaso creen que habría alguna forma de alineamiento automático de los países de “Occidente” con ellos, como si fueran líderes “naturales” de esta parte del mundo?
Han tomado medidas por su propia cuenta y ahora quieren que países latinoamericanos –Brasil, Argentina, Ecuador, Chile– se sumen a decisiones de ellos, dejando de defender sus propios intereses. ¿Suponen que sus enemigos son nuestros enemigos y que ellos son, por definición, nuestros amigos?
Ya hace mucho tiempo que Europa optó por ser el aliado subalterno de Washington. Varios gobiernos latinoamericanos se han decidido por un camino opuesto: en contra del modelo neoliberal todavía vigente en Europa y en contra de la hegemonía imperial norteamericana, en favor de un mundo multipolar. Parece que la UE no se ha dado cuenta de eso.
A lo mejor ni se da cuenta de la importancia de las resoluciones tomadas por los Brics recientemente en la reunión en Brasil, así como de las reuniones de los Brics con el Mercosur y con la Unasur y la Celac. Encerradas y atrapadas por la crisis de Ucrania, no saben que el mundo camina en dirección opuesta a la que ellas representan.
Tan encerrada en sus enormes problemas pareciera ser que la UE no se da cuenta de la tristemente acelerada decadencia de Europa. Después de haber construido el Estado de Bienestar Social, uno de los más generosos y democráticos sistemas que la humanidad ha construido, esa misma Europa se pone ahora, dolorosa y cruelmente, a destruirlo.
Después de haberse posicionado, en algunos momentos, como un liderazgo alternativo al de los Estados Unidos y con alianzas con regiones como América latina, Europa ha decidido adherir al modelo neoliberal –del que la política de austeridad es una expresión directa– y al rol subalterno respecto del país del Norte. Las sanciones a Rusia son producto de esta postura, con la que América latina no tiene por qué solidarizarse.
Al contrario, somos solidarios con las víctimas de las políticas de ajuste en Europa. Solidarios con Africa y con Asia, en la resistencia a las políticas imperiales de Estados Unidos, con las que se asocia Europa. No nos pidan solidaridad con esa política de sumarse a Washington en su imperialismo.
Nosotros estamos construyendo otro tipo de sociedad, distinta del neoliberalismo, otro mundo posible, fundado en el desarrollo con inclusión social –como decía el lema de la reunión de los Brics en Brasil– y no en el estancamiento con exclusión como lo hace tristemente Europa.