Se ha puesto de moda sostener que la política necesita de mitos para entusiasmar al pueblo y, sobre todo, darles trabajo a los académicos. Cuando se dice «mito» se dice «entusiasmo». Kant escribía que la Revolución Francesa era una virtualidad permanente más allá de su fracaso. Pensaba que la gesta francesa quedaría en la memoria de los hombres. La emparentaba con su teoría de la estética, en la que lo que definía como «sublime» en el arte nos da la vivencia de lo imponente, infinito, apabullante. El romanticismo en sus variadas expresiones también invoca a las intensidades que superan el dominio seco de la razón. Wagner, al diagnosticar la decadencia de la cultura alemana impregnada de cristianismo episcopal e ilustración afeminada, ponía al día en sus óperas las sagas de los Nibelungos y la belleza de su Sigfrido matando al dragón. Su alumno Federico Nietzsche, en sus momentos de melancolía extrema, creaba el Zaratustra superhombre. Thomas Carlyle ungió a la figura del héroe. El dominio de los afectos tampoco es extraño a Michel Foucault, quien nos habla de la espiritualidad, la dianoia griega, una conversión que a través de la construcción de una nueva subjetividad exige una serie de trabajos que llama «tecnologías del yo». Se le ocurrió que la revolución iraní de Khomeini era un ejemplo de nueva espiritualidad política.
El filósofo Richard Rorty también desconfía de la razón como motivadora de la acción colectiva. Pero su apelación no es a los mitos con sus héroes, sino al prójimo. Considera que existen los medios de sensibilización a través de la educación sentimental. Lo que llama «solidaridad» se logra mediante la identificación con el sufrimiento de los otros, aunque pertenezcan a culturas diferentes y países lejanos. El dolor es universal; la felicidad es individual. Sensibilizar a sociedades narcisistas puede lograrse, dice, con tecnologías comunicativas y obras de la imaginación, desde la literatura hasta los documentos audiovisuales, potenciados hoy por la velocidad digital.
Para el filósofo del pragmatismo, no se trata de enarbolar dioses terrestres, sino de creer que la crueldad o el abuso del poder es el mayor mal que un hombre puede infligir a otro. Solidaridad y libertad son valores que no necesitan de intensidades estéticas fértiles para la creación artística, pero fatales para la gestión de los asuntos políticos.
No sólo la muerte les da sentido a las cosas.
Sin embargo, entre politólogos y cazadores de utopías, la fabricación de mitos se ha convertido en una inquietud intelectual en la era de la ciencia. Constituye una nueva figura de la racionalidad que se critica a sí misma. Este malestar en la cultura, la necesidad de nuevas ilusiones que alegren el porvenir -esta vez, recordando al escéptico Freud- es peculiar de la clase media. Es el estamento social en el que elucubran los eruditos preocupados por la mitología política. Los intelectuales de clase media odian a la clase media y practican el desprecio de la razón.
Entre nosotros, la idea de mito es insistente. La política se edifica a partir de las figuras sacrificiales de Evita, la «juventud maravillosa» y ahora Néstor. Los tres son símbolos del discurso político de estos años, y configuran la filigrana sobre la cual se teje el relato oficial. «El mito es inherente a la política», dicen, como si volviera Pascal para repetirnos que el corazón tiene razones que la razón no comprende.
Este sentimentalismo burgués nace por el ocaso de la idea de revolución. Ni a Lenin ni a Mao se les ocurría confesar que las masas proletarias necesitan mitos. Creían en la ciencia de la historia llamada materialismo histórico y provenían de una tradición ilustrada. Los jóvenes hegelianos, Marx a la cabeza, de acuerdo con su maestro Feuerbach, concebían la religión como un mecanismo de alienación de las conciencias, que despojaba a los hombres de su libertad a favor de la producción de fetiches.
Del tótem o del ídolo religioso, del reino de los dioses al mundo de las mercancías, el camino es considerado breve y rápido. Adorar efigies celestiales ponía en funcionamiento el mismo mecanismo que el fetichismo de la mercancía. Lo mismo pasa en la actualidad. La creación de mitos en la sociedad del espectáculo y del consumo masivo hace que la intención academicista de crear mitos para la felicidad del pueblo sea una secreción del capital y de su hermana la burocracia de Estado.
A esta necesidad romántica de mitificar y crear panteones sacrificiales se le opone una especie de utilitarismo que pregona que lo que le importa a la gente es que se le solucionen los problemas. Hacen un llamado a lo concreto y descreen de toda ideologización. Lo percibimos en el macrismo y en el sciolismo. En este último caso, ha habido un ligero cambio desde el momento en que su referente invoca a Dios y habla de su vida con un sentido religioso y agradecido.
La gratitud y la compasión son parte del discurso religiosamente correcto.
Un relato mitologizante necesita dos ingredientes: un mártir y un enemigo. Ambos protagonistas han sido la característica principal del mensaje cristiano, que comienza con la pasión de un Dios que muere por amor a los hombres, y de un enemigo que no es el diablo, sino más bien el hereje, es decir, el enemigo interno. Nuestro país, eminentemente católico, ha separado por ley la Iglesia del Estado, al tiempo que ha reintegrado el sentimiento de culpa cristiano en el corazón de los intelectuales del Modelo de Crecimiento con Inclusión, para completarlo con el de Compasión con Resentimiento.
Hace poco, un dirigente progresista me decía que necesitaba un mito. En su foja de servicios carecía de mártires, de héroes y de enemigos. Lo primero que pensé fue lo absurdo que es pretender construir un mito. Se invalida por su mismo enunciado. Nadie cree en un mito. A nadie se le ocurre creer en el mito mesopotámico. Se cree en el Dios de los judíos o no. Se cree en la Verdad, no en una narración de la que no se puede ocultar su artificio retórico. En todo caso, respondí que, desde mi punto de vista, lo que en realidad necesitaba era una Idea, así, con mayúscula, como la escribiría Herr professor Hegel, una idea fuerza que tuviera la potencia de una imagen.
La diferencia con el mito es que mientras éste remite a un origen sacrificial que les da sentido al relato y a la historia, la idea es clave de futuro, sin que por eso deba ser mesiánica. La mención de un futuro no está de más en este país de los recuerdos, en el que las sombras son cada vez más largas.
No todos los fundadores de mitos o epopeyas son mártires del amor; los hay más divertidos, como el conocido Prometeo, creador de la civilización por haber robado el fuego divino que ofrendó a los hombres para que cocieran la carne animal y el barro. Así, hizo posible la cocina y el techo, la comida y el abrigo, la cuna de la humanidad.
Al insistir el mentado dirigente en que no veía cómo las meras ideas pueden atraer a una juventud que necesita ídolos y camisetas estampadas, le dije que había que pensar en un nombre entusiasmante que compitiera con La Cámpora.
Luego de unos minutos de reflexión, se me ocurrió que frente al nombre de quien fue un simple adláter del trío Juan D. Perón-Isabel-López Rega, bien podía surgir el nombre de una verdadera mole del firmamento nacional, no la «Mole» Moli, sino el hombre más genial de la historia argentina.
De ese modo, se podía crear La Sarmiento, rama juvenil de la Argentina del futuro, aprovechando la coyuntura que favorece el intento. Después de la alocución de Hugo Biolcatti en la Sociedad Rural, en la que se sirvió del ilustre sanjuanino para criticar al Gobierno, hubo una reacción generalizada ante lo que se consideró una apropiación indebida del gran escritor presidente.
Para sorpresa de muchos, vimos cómo un contingente de revisionistas históricos multiplicó las citas de textos dispersos y nos remitió al famoso discurso de Chivilcoy y demás intervenciones para mostrar que el autor del Facundo denunciaba la codicia de la oligarquía y elogiaba los menesteres y la conducta de los gauchos.
El prócer olvidado del Bicententario resurgía así como herramienta crítica de la Mesa de Enlace, y se le hacía un lugar en el panteón oficial. Sarmiento pasaba de ser genocida a ser antioligarca.
Por eso pensé que en esta nueva muestra de neooportunismo histórico se creaba un contexto favorable para que Sarmiento adquiriera su femenino correspondiente y encolumnara a las juventudes de un proyecto progresista con miras al futuro.
El pasado mítico se origina en una muerte, mientras que la idea de futuro es una llama de vida. No está mal como consigna. Finalmente, no todo es memoria, menos cuando se la usa para manipular el presente.
Es posible, entonces, pasar de la Idea al Ideal sin pagar el peaje mítico.
Sarmiento le habla a la juventud con algo más que con el gesto del puño derecho en el corazón, mueca de funcionarios en busca de aliento. La mística sobreactuada de hoy, el lenguaje liberacionista degradado, sólo encubren el único modelo real impuesto en estos años: construir poder con el dinero del Estado. Hay otro nervio en Sarmiento, otro vigor, otro talento, otra locura. Nos toca redescubrirla y hacerla joven. © La Nacion.
El filósofo Richard Rorty también desconfía de la razón como motivadora de la acción colectiva. Pero su apelación no es a los mitos con sus héroes, sino al prójimo. Considera que existen los medios de sensibilización a través de la educación sentimental. Lo que llama «solidaridad» se logra mediante la identificación con el sufrimiento de los otros, aunque pertenezcan a culturas diferentes y países lejanos. El dolor es universal; la felicidad es individual. Sensibilizar a sociedades narcisistas puede lograrse, dice, con tecnologías comunicativas y obras de la imaginación, desde la literatura hasta los documentos audiovisuales, potenciados hoy por la velocidad digital.
Para el filósofo del pragmatismo, no se trata de enarbolar dioses terrestres, sino de creer que la crueldad o el abuso del poder es el mayor mal que un hombre puede infligir a otro. Solidaridad y libertad son valores que no necesitan de intensidades estéticas fértiles para la creación artística, pero fatales para la gestión de los asuntos políticos.
No sólo la muerte les da sentido a las cosas.
Sin embargo, entre politólogos y cazadores de utopías, la fabricación de mitos se ha convertido en una inquietud intelectual en la era de la ciencia. Constituye una nueva figura de la racionalidad que se critica a sí misma. Este malestar en la cultura, la necesidad de nuevas ilusiones que alegren el porvenir -esta vez, recordando al escéptico Freud- es peculiar de la clase media. Es el estamento social en el que elucubran los eruditos preocupados por la mitología política. Los intelectuales de clase media odian a la clase media y practican el desprecio de la razón.
Entre nosotros, la idea de mito es insistente. La política se edifica a partir de las figuras sacrificiales de Evita, la «juventud maravillosa» y ahora Néstor. Los tres son símbolos del discurso político de estos años, y configuran la filigrana sobre la cual se teje el relato oficial. «El mito es inherente a la política», dicen, como si volviera Pascal para repetirnos que el corazón tiene razones que la razón no comprende.
Este sentimentalismo burgués nace por el ocaso de la idea de revolución. Ni a Lenin ni a Mao se les ocurría confesar que las masas proletarias necesitan mitos. Creían en la ciencia de la historia llamada materialismo histórico y provenían de una tradición ilustrada. Los jóvenes hegelianos, Marx a la cabeza, de acuerdo con su maestro Feuerbach, concebían la religión como un mecanismo de alienación de las conciencias, que despojaba a los hombres de su libertad a favor de la producción de fetiches.
Del tótem o del ídolo religioso, del reino de los dioses al mundo de las mercancías, el camino es considerado breve y rápido. Adorar efigies celestiales ponía en funcionamiento el mismo mecanismo que el fetichismo de la mercancía. Lo mismo pasa en la actualidad. La creación de mitos en la sociedad del espectáculo y del consumo masivo hace que la intención academicista de crear mitos para la felicidad del pueblo sea una secreción del capital y de su hermana la burocracia de Estado.
A esta necesidad romántica de mitificar y crear panteones sacrificiales se le opone una especie de utilitarismo que pregona que lo que le importa a la gente es que se le solucionen los problemas. Hacen un llamado a lo concreto y descreen de toda ideologización. Lo percibimos en el macrismo y en el sciolismo. En este último caso, ha habido un ligero cambio desde el momento en que su referente invoca a Dios y habla de su vida con un sentido religioso y agradecido.
La gratitud y la compasión son parte del discurso religiosamente correcto.
Un relato mitologizante necesita dos ingredientes: un mártir y un enemigo. Ambos protagonistas han sido la característica principal del mensaje cristiano, que comienza con la pasión de un Dios que muere por amor a los hombres, y de un enemigo que no es el diablo, sino más bien el hereje, es decir, el enemigo interno. Nuestro país, eminentemente católico, ha separado por ley la Iglesia del Estado, al tiempo que ha reintegrado el sentimiento de culpa cristiano en el corazón de los intelectuales del Modelo de Crecimiento con Inclusión, para completarlo con el de Compasión con Resentimiento.
Hace poco, un dirigente progresista me decía que necesitaba un mito. En su foja de servicios carecía de mártires, de héroes y de enemigos. Lo primero que pensé fue lo absurdo que es pretender construir un mito. Se invalida por su mismo enunciado. Nadie cree en un mito. A nadie se le ocurre creer en el mito mesopotámico. Se cree en el Dios de los judíos o no. Se cree en la Verdad, no en una narración de la que no se puede ocultar su artificio retórico. En todo caso, respondí que, desde mi punto de vista, lo que en realidad necesitaba era una Idea, así, con mayúscula, como la escribiría Herr professor Hegel, una idea fuerza que tuviera la potencia de una imagen.
La diferencia con el mito es que mientras éste remite a un origen sacrificial que les da sentido al relato y a la historia, la idea es clave de futuro, sin que por eso deba ser mesiánica. La mención de un futuro no está de más en este país de los recuerdos, en el que las sombras son cada vez más largas.
No todos los fundadores de mitos o epopeyas son mártires del amor; los hay más divertidos, como el conocido Prometeo, creador de la civilización por haber robado el fuego divino que ofrendó a los hombres para que cocieran la carne animal y el barro. Así, hizo posible la cocina y el techo, la comida y el abrigo, la cuna de la humanidad.
Al insistir el mentado dirigente en que no veía cómo las meras ideas pueden atraer a una juventud que necesita ídolos y camisetas estampadas, le dije que había que pensar en un nombre entusiasmante que compitiera con La Cámpora.
Luego de unos minutos de reflexión, se me ocurrió que frente al nombre de quien fue un simple adláter del trío Juan D. Perón-Isabel-López Rega, bien podía surgir el nombre de una verdadera mole del firmamento nacional, no la «Mole» Moli, sino el hombre más genial de la historia argentina.
De ese modo, se podía crear La Sarmiento, rama juvenil de la Argentina del futuro, aprovechando la coyuntura que favorece el intento. Después de la alocución de Hugo Biolcatti en la Sociedad Rural, en la que se sirvió del ilustre sanjuanino para criticar al Gobierno, hubo una reacción generalizada ante lo que se consideró una apropiación indebida del gran escritor presidente.
Para sorpresa de muchos, vimos cómo un contingente de revisionistas históricos multiplicó las citas de textos dispersos y nos remitió al famoso discurso de Chivilcoy y demás intervenciones para mostrar que el autor del Facundo denunciaba la codicia de la oligarquía y elogiaba los menesteres y la conducta de los gauchos.
El prócer olvidado del Bicententario resurgía así como herramienta crítica de la Mesa de Enlace, y se le hacía un lugar en el panteón oficial. Sarmiento pasaba de ser genocida a ser antioligarca.
Por eso pensé que en esta nueva muestra de neooportunismo histórico se creaba un contexto favorable para que Sarmiento adquiriera su femenino correspondiente y encolumnara a las juventudes de un proyecto progresista con miras al futuro.
El pasado mítico se origina en una muerte, mientras que la idea de futuro es una llama de vida. No está mal como consigna. Finalmente, no todo es memoria, menos cuando se la usa para manipular el presente.
Es posible, entonces, pasar de la Idea al Ideal sin pagar el peaje mítico.
Sarmiento le habla a la juventud con algo más que con el gesto del puño derecho en el corazón, mueca de funcionarios en busca de aliento. La mística sobreactuada de hoy, el lenguaje liberacionista degradado, sólo encubren el único modelo real impuesto en estos años: construir poder con el dinero del Estado. Hay otro nervio en Sarmiento, otro vigor, otro talento, otra locura. Nos toca redescubrirla y hacerla joven. © La Nacion.
esto se supone que es un filósofo?
qué lo parió…
T.A.USA LA FILOSOFIA COMO INTRUMENTO POLITICO PARA DECIR DE OTRO MODO LO QUE LA OPOSICION SIEMPRE PRETENDE:QUE EL GOBIERNO ENGAÑA A LA GENTE,QUE ROBA PARA TENER MAS PODER.Y QUE HAY OLVIDAR EL PASADO PORQUE ES MITICO Y ATENERSE A LA IDEA QUE NOS DA FUTURO…OLVIDA QUE LA REVOLUCION SIEMPRE TIENE UN INGREDIENTE DE UTOPIA Y POR LO TANTO DE MITO PARA MOVILIZAR A LA GENTE.ESO LA DISTIBGUE DE LA RELIGION QUE ES UN FENOMENO CONSERVADOR Y DISCRIMINADOR A TRAVES DE LAS IGLESIAS.
Isabel, a qué revolución se refiere usted?
el analisis detallado del escrito de T.A.ME LLEVA A SEÑALAR SU FALTA DE UBICACION EN EL PENSAMIENTO ACTUAL,POSMODERNO,REIVINDICADOR DE LOS MITOS.A rechazar sus opiniones de que la muerte da sentido a las cosas,de que la Idea de HEGEL es solo un fenomeno racional,dado el romanticismo del aleman,su afirmacion de que los intelectuales odian a la clase media,de la cual provienen,porque lo que les pasa es que conservan un sentimiento de culpa frente a los desposeidos,su banalizacion de Prometeo,a quien quita el profundo significado de su rebeldia,a su pretension de comparar a Sarmiento con Campora,sin reparar cuanto han sido ambos utiles para el desarrollo y el avance de las mayorias en el pais.
Dijo Sarmiento: «No ahorre sangre de gauchos»
Otra:» La guerra con el Paraguay termina por la sencilla razón de que hemos matado a todos los parauayos mayores de 10 años» «Era preciso expurgar de la tierra esa excrecencia humana»
En 1871 cae sobre Buenos Aires la epidemia de fiebre amarilla. Los barrios de los negros se cercan de modo que nadie pueda salir ni escapar. Así la población negra queda diezmada.¿Quién era presidente?. El gran sanjuanino.
Es bueno reparar en el hecho de que los sectores ilustrados, que se reservan la posisión racional, apelan en la Argentina a motivos míticos. En especial al del pecado original;el hombre americano adolece de una falla primordial, está mal hecho. Por lo tanto debe expiar, ser sustituido o en última instancia se lo debe suprimir. Este ademán recorre la hisatoria argentina y está detrás de persecuciones, asesinatos y matanzas sufridos por el pueblo arentino.
Y ahora viene el filósofo textil con su retórica parisina, frívola y hueca, a descalificar las mayorías legítimas
pro 2003:me referia a las revoluciones en general como cambios rapidos,profundos y no exentos de violencia.
Con respecto a Sarmiento,cerca del dia del maestro,precisamente,el revisionismo historico se encargo de marcar sus acciones condenables,como a tantos otros,y a levantar la imagen de Rosas,llamado el tirano en la historia tradicional.Todo procer ha sido humano,y solo se lo puede llegar a comprender ubicandolo en su tiempo.Entusiasmado por el progreso de EEUU y por la cultura europea,Sarmiento desprecio lo americano.Enojado con el trato federal en su juventud,se enrolo en el grupo unitario.La guerra con el Paraguay y la epidemia de fiebre amarilla son temas complejos en los que tienen que ver muchos,basicamente B.Mitre y el atraso cientifico de la epoca,que Sarmiento trato de superar.Y sobre todo¿que seria de nosotros sin el gran desarrollo escolar que propicio el sanjuanino?
Perdón Isabel, pero un genocida no se redime por escribir como periodista sobre el tema educativo.Además, para él las escuelas debían transmitir la cultura anglosajona
Quiero agregar que no me interesa debatir sobre Sarmiento sino sobre esa tradición que se remite a él y que postula que la construcción del país, de la república, exige el sacrificio -la supresión física o simbólica- del otro, del pueblo, no admitir su carácter de sujeto.
En cuanto a la complejidad, Isabel, muchos pretendieron, pretenden y pretenderán escudarse en ella a la hora de juzgar los horrores de la dictadura militar del 76 y sus antecesoras (55, 66).
Isabel:
Es un texto muy preciso, donde TA hace gala de una fina ironía, establece la diferencia entre mito e idea, habla sobre la carencia de ideas (revolucionarias) suplantadas éstas por la fabricación de mitos, signo del ocaso de la idea de revolución, por último recupera a Sarmiento, ausente en el bicentenario pero al que acuden así como así los refutadores de Biolcatti en una suerte revival vale todo.
No hay que tomarlo como un escrito meramente antioficialista, es un texto sobre el que debiéramos reflexionar.
Saludos
Juan:SARMIENTO NO SOLO ESCRIBIO SOBRE EDUCACION SINO FUNDO ESCUELAS DE TODO TIPO:primarias,secundarias,agrarias,mineras,militares,navales,superiores(academicas).Si esto no te parece importante por su enfoque politico cultural en el Facundo me parece que se te olvida que la escuela argentina tuvo y tiene un contenido unificador y universal,que logro la asimilacion de los inmigrantes que son nuestros padres y o abuelos.Mayor vinculo con la tradicion que coloco al saber bajo la tutela eclesiastica es la rosista,tan o mas genocida que la sarmientina.La guerra con el Paraguay comenzo siendo un problema entre el Uruguay y sus vecinos.Es un tema largo que requiere estudio propio y excede el accionar de Sarmiento,que vio sacrificado en ella a Dominguito.Achacarle la epidemia de fiebre amarilla a Sarmiento me recuerda a los que ahora frente a cualquier sucso le echan la culpa al gobierno.
Ricardo F.:creo que no me has leido bien en el comentario sobre el»fino analisis»de T.A.En lo unico que coincido con el es en señalar al dinero como el gran mito de nuestra epoca,pero su intencion de acusar al gobierno como demagogico,apegado al mito,manipulador de los derechos humanos y obsesivo del poder,me resultan muy claras.
Cuando Tomás Abrahm escrique que «La diferencia con el mito es que mientras éste remite a un origen sacrificial que les da sentido al relato y a la historia, la idea es clave de futuro, sin que por eso deba ser mesiánica. La mención de un futuro no está de más en este país de los recuerdos, en el que las sombras son cada vez más largas», me acuerdo de la «sombra terrible de Facundo», que evoca Sarmiento, y también ¿por qué no?, la sombra a veces terrible del mismo sanjuanino,porque ambos tuvieron sus luces y sombras; sombras ´del pasado que también evoca en nuestros días Horacio Verbitsky, cuando en apoyo de las declaraciones del ministro Randazzo y dirigiéndose a los periodistas, les advierte: “Si vienen por más es posible que lo encuentren. Sigan así”.
Sigan así muchachos, que el pueblo es inteligente y en octubre se pueden volver a llevar una sorpresa.-
¿¿fue la inteligencia la que operó en el pueblo el 14/8???
soñar no cuesta nada.Las so mbras solo pueden desvanerse haciendo justicia.»La historia es la mestra de la vida».El hombre que no tiene sombra se quema.T.A.es de los que piensan que los K.no pueden vivir sin inventar un enemigo.El asunto es reconocer o no que los procesos son dialecticos,al modo hegeliano,Entonces estamos mas cerca de la realidad si distinguimos quienes son los que ponen obstaculos a lo que nosotros queremos,que el conflicto existe y hay que vivirlo.
Isabel:
Si no existieran los conflictos, no estaríamos en democracia, sino en la paz del cementerio totalitario.-
Pero uno cosa es que existan conflictos, y otra que se los invente,como ha sido el caso de este gobierno, vaya el ejemplo del ministro Randazzo y Tato Bores: «»Yo no voy a hacer una acusación sobre Tato Bores , no me siento con la autoridad para hacerlo, pero viendo lo que ocurrió después… me extraña que hombres que tenían una enorme responsabilidad y un enorme crédito… eh… deberían haber tenido otra actitud , absolutamente otra actitud, lo digo con mucho respeto, una actitud mucho más combativa sobre lo que estaba ocurriendo en la Argentina. No alcanza ni la ironía ni el chiste porque la historia fue trágica… si hubieran tenido otra actitud no hubiéramos tenido que lamentar 30.000 personas, lo digo con el miedo de estar cometiendo una injusticia». Eso lo dice un funcionario de dos presidentes que durante la dictadura …
Esos no son políticos sino caraduras que creen que su relato es la realidad. Si siguen así, van a terminar en el Borda, sin excepciones.-
sl señalar por un lado que los conflictos son reales y necesarios para la democracia,y que son inventados,es,de por si,un conflicto.Tal vez propones resolverlos erigiendote en juez que divide las aguas.Asi,siempre tendras la ultima palabra,Daio.