Mauricio Macri terminó la reunión conforme y buscó una despedida amable: “Bueno David, volvemos a dialogar a mediados de año en la reunión del G-20.”
Cameron asintió y Macri completó: “Prometo utilizar solo el tiempo que tenga asignado para mi exposición”.
El primer ministro del Reino Unido soltó una carcajada y le respondió: “Si cumple con el tiempo y el reglamento de la reunión, va a tener la simpatía de todos los otros presidentes del G-20.”
Ocurrió en Davos el 21 de enero. Fueron testigos el jefe de Gabinete, Marcos Peña, la canciller Susana Malcorra y el diputado Sergio Massa.
Cameron hizo alusión a los desplantes de la ex presidenta y al malhumor que a todos los mandatarios les provocaba que Cristina hablara, en los encuentros privados y plenarios del G-20, el doble del tiempo permitido a cada jefe de Estado. Cameron se sinceró. Contó que, por educación, nadie interrumpía a la ex Presidenta. Pero confió en la intimidad: “La mayoría se levantaban y dejaban que siguiera hablando sola.” El “relato” de Cristina generó un fuerte descrédito –en los países desarrollados– hacia la Argentina.
Macri y el equipo económico decidieron usar ese precedente adverso en favor de la actual negociación externa: actuar según las reglas de juego internacionales ya es un gran inicio y una buena presentación de la Casa Rosada.
Cristina generó rechazo con sus veleidades. Utilizó el frente externo para armar un relato interno sin importarle el impacto negativo que generaba: en sus últimos cuatro años de gestión se estancó la economía, no hubo inversión, se dilapidaron las reservas y se perdió el superávit comercial.
El propio juez Thomas Griesa lo puntualizó en el último documento que abrió las puertas al cierre del conflicto con los fondos buitre.
En su texto, al que accedió Clarín, Griesa dice: “Lo más importante de la República Argentina ahora, es que ha demostrado una disposición de buena fe para negociar con los holdouts.”
Después contrapone la situación con lo que venía ocurriendo y le pegó duro a la ex presidenta: “Hasta ahora el liderazgo de Argentina solo era en la retórica llamando a los demandantes buitres y reflejando el mayor desprecio por las resoluciones del tribunal.”
Y concluye: “Todo esto ha cambiado. Ahora hay una negociación en serio.”
En diciembre, Alfonso Prat-Gay destrabó las cosas al explicar la estrategia negociadora al secretario del Tesoro de los Estados Unidos. Jack Lew emitió un comunicado de apoyo decisivo para aceitar las conversaciones. Después, Luis Caputo mantuvo un diálogo permanente con el secretario adjunto Michel Kaplan. Este funcionario de EE. UU. fue el encargado de comunicarle al mediador Daniel Pollack que el gobierno de Macri iba a negociar en serio y que Washington avalaba el cierre del conflicto. La informal intervención del Tesoro ayudó a que existiera un giro copernicano en la posición de Pollack y después de Griesa.
Macri hizo lo suyo: el viernes 5 de febrero tuvo una accidentada charla con Pollack, donde avaló la propuesta argentina y dio todas las garantías políticas a la negociación. Pollack habló desde su despacho y Macri estaba en medio de un acto en el ingenio Trinidad de Tucumán. La comunicación tenía pésimo sonido, se cortó un par de veces y obligó a Economía a una serie de aclaraciones posteriores. Pero Macri trasmitió lo sustancial: “Yo garantizo que el plan de pago tendrá el apoyo del Congreso.”
También algo que aún no se precisa: los técnicos sostienen que la propuesta de pago de Argentina es generosa hacia los acreedores, con el objetivo de cerrar la crisis externa.
El acuerdo para salir del default está terminado. El convenio se cerró en la última semana tres veces y otras tantas fue reabierto por los propios abogados de Paul Singer.
Pero ayer estaban en lo último: ambas partes se intercambiaron los borradores del contrato que se firmará a la brevedad.
El acuerdo le permitirá a Macri salir a endeudarse, para financiar sin ajuste el tremendo déficit fiscal. En otras palabras: el endeudamiento actuará como bálsamo, pero no corregirá el déficit ni tampoco ordenará los desajustes macroeconómicos que provocan inflación.
Así, el convenio externo es importante, pero no soluciona los múltiples problemas internos que el gobierno todavía no enfrentó y posterga su solución.
La indefinición genera ya internas de ministros y múltiples pases de factura. También la propia dinámica de la Casa Rosada obliga a que los funcionarios no aborden los inconvenientes y menos estén dispuestos a explicar cómo van a solucionar los problemas heredados.
Macri tiene un claro diagnóstico de la realidad, pero Jaime Durán Barba lo convenció de no hablar de la herencia, porque sostiene la tesis de que, de conocer la realidad, la sociedad argentina se va a asustar y deprimir. Esto originó fuertes debates puertas adentro durante una reunión secreta en la Quinta de Olivos. El Presidente fue contundente y dijo que a la inflación “la genera el déficit fiscal.”
Pero aún no hay un claro programa fiscal y menos una estrategia para estabilizar los precios.
Macri también expresó una imagen clara de cómo encontró el Estado. La cruda descripción convenció a muchos. Ahora el Gobierno prometió a sus aliados una sincera exposición del Presidente en el Parlamento. Así lo dijo en la intimidad: “Cuando ganamos, Argentina era un avión en picada libre a punto de estallar en tierra.” Y agregó: “Nosotros evitamos el estallido, y levantamos el avión.” Pero admitió con sinceridad: “Estamos volando a tan solo cien metros de altura, y esto no puede durar mucho tiempo, porque te podés estrellar en cualquier momento.”
Copyright Clarín, 2016.
Cameron asintió y Macri completó: “Prometo utilizar solo el tiempo que tenga asignado para mi exposición”.
El primer ministro del Reino Unido soltó una carcajada y le respondió: “Si cumple con el tiempo y el reglamento de la reunión, va a tener la simpatía de todos los otros presidentes del G-20.”
Ocurrió en Davos el 21 de enero. Fueron testigos el jefe de Gabinete, Marcos Peña, la canciller Susana Malcorra y el diputado Sergio Massa.
Cameron hizo alusión a los desplantes de la ex presidenta y al malhumor que a todos los mandatarios les provocaba que Cristina hablara, en los encuentros privados y plenarios del G-20, el doble del tiempo permitido a cada jefe de Estado. Cameron se sinceró. Contó que, por educación, nadie interrumpía a la ex Presidenta. Pero confió en la intimidad: “La mayoría se levantaban y dejaban que siguiera hablando sola.” El “relato” de Cristina generó un fuerte descrédito –en los países desarrollados– hacia la Argentina.
Macri y el equipo económico decidieron usar ese precedente adverso en favor de la actual negociación externa: actuar según las reglas de juego internacionales ya es un gran inicio y una buena presentación de la Casa Rosada.
Cristina generó rechazo con sus veleidades. Utilizó el frente externo para armar un relato interno sin importarle el impacto negativo que generaba: en sus últimos cuatro años de gestión se estancó la economía, no hubo inversión, se dilapidaron las reservas y se perdió el superávit comercial.
El propio juez Thomas Griesa lo puntualizó en el último documento que abrió las puertas al cierre del conflicto con los fondos buitre.
En su texto, al que accedió Clarín, Griesa dice: “Lo más importante de la República Argentina ahora, es que ha demostrado una disposición de buena fe para negociar con los holdouts.”
Después contrapone la situación con lo que venía ocurriendo y le pegó duro a la ex presidenta: “Hasta ahora el liderazgo de Argentina solo era en la retórica llamando a los demandantes buitres y reflejando el mayor desprecio por las resoluciones del tribunal.”
Y concluye: “Todo esto ha cambiado. Ahora hay una negociación en serio.”
En diciembre, Alfonso Prat-Gay destrabó las cosas al explicar la estrategia negociadora al secretario del Tesoro de los Estados Unidos. Jack Lew emitió un comunicado de apoyo decisivo para aceitar las conversaciones. Después, Luis Caputo mantuvo un diálogo permanente con el secretario adjunto Michel Kaplan. Este funcionario de EE. UU. fue el encargado de comunicarle al mediador Daniel Pollack que el gobierno de Macri iba a negociar en serio y que Washington avalaba el cierre del conflicto. La informal intervención del Tesoro ayudó a que existiera un giro copernicano en la posición de Pollack y después de Griesa.
Macri hizo lo suyo: el viernes 5 de febrero tuvo una accidentada charla con Pollack, donde avaló la propuesta argentina y dio todas las garantías políticas a la negociación. Pollack habló desde su despacho y Macri estaba en medio de un acto en el ingenio Trinidad de Tucumán. La comunicación tenía pésimo sonido, se cortó un par de veces y obligó a Economía a una serie de aclaraciones posteriores. Pero Macri trasmitió lo sustancial: “Yo garantizo que el plan de pago tendrá el apoyo del Congreso.”
También algo que aún no se precisa: los técnicos sostienen que la propuesta de pago de Argentina es generosa hacia los acreedores, con el objetivo de cerrar la crisis externa.
El acuerdo para salir del default está terminado. El convenio se cerró en la última semana tres veces y otras tantas fue reabierto por los propios abogados de Paul Singer.
Pero ayer estaban en lo último: ambas partes se intercambiaron los borradores del contrato que se firmará a la brevedad.
El acuerdo le permitirá a Macri salir a endeudarse, para financiar sin ajuste el tremendo déficit fiscal. En otras palabras: el endeudamiento actuará como bálsamo, pero no corregirá el déficit ni tampoco ordenará los desajustes macroeconómicos que provocan inflación.
Así, el convenio externo es importante, pero no soluciona los múltiples problemas internos que el gobierno todavía no enfrentó y posterga su solución.
La indefinición genera ya internas de ministros y múltiples pases de factura. También la propia dinámica de la Casa Rosada obliga a que los funcionarios no aborden los inconvenientes y menos estén dispuestos a explicar cómo van a solucionar los problemas heredados.
Macri tiene un claro diagnóstico de la realidad, pero Jaime Durán Barba lo convenció de no hablar de la herencia, porque sostiene la tesis de que, de conocer la realidad, la sociedad argentina se va a asustar y deprimir. Esto originó fuertes debates puertas adentro durante una reunión secreta en la Quinta de Olivos. El Presidente fue contundente y dijo que a la inflación “la genera el déficit fiscal.”
Pero aún no hay un claro programa fiscal y menos una estrategia para estabilizar los precios.
Macri también expresó una imagen clara de cómo encontró el Estado. La cruda descripción convenció a muchos. Ahora el Gobierno prometió a sus aliados una sincera exposición del Presidente en el Parlamento. Así lo dijo en la intimidad: “Cuando ganamos, Argentina era un avión en picada libre a punto de estallar en tierra.” Y agregó: “Nosotros evitamos el estallido, y levantamos el avión.” Pero admitió con sinceridad: “Estamos volando a tan solo cien metros de altura, y esto no puede durar mucho tiempo, porque te podés estrellar en cualquier momento.”
Copyright Clarín, 2016.