La crisis que afectó a los depósitos en dólares en noviembre, provocada por los intencionados rumores de pesificación, quedó atrás. Sin embargo, el sistema no logró recuperarse del todo: los depositantes siguen retirando en promedio alrededor de u$s 20 millones semanales. El stock de depósitos del sector privado en dólares se mantiene apenas por encima de los u$s 12.000 millones, lo que renovó algunas dudas respecto a su destino.
La caída, sin embargo, no afectó demasiado la capacidad de financiamiento que tienen los bancos en moneda extranjera, ya que en los últimos 30 días la financiación otorgada directamente en dólares subió u$s 300 millones, con lo que el total prestado en esa moneda ascendía al 3 de febrero a u$s 9.684 millones.
El costo de fondeo en moneda extranjera es para los bancos prácticamente nulo, ya que las tasas no superan el 0,5% anual. Y si bien en algunas entidades estudiaron la posibilidad de incrementar las tasas para recuperar los depósitos en dólares que cayeron u$s 2.590 millones en noviembre, desistieron rápidamente ante la falta de incentivo. De poco sirve capturar más fondeo en dólares si no aparece la demanda de créditos en moneda extranjera.
Sin embargo, en el último mes se notó un repunte, ya que de acuerdo con los datos divulgados por el BCRA el financiamiento en dólares subió u$s 300 millones, desde u$s 9.367 millones a u$s 9.684 millones. Parte de este incremento puede explicarse por razones estacionales, ya que se trata casi en su totalidad de líneas para prefinanciar exportaciones (se aproxima la temporada alta por la cosecha de soja).
La tasa para el exportador, o sus proveedores, es muy conveniente, ya que en promedio se ubica en LIBOR más 3 puntos, con un piso cercano al 6% anual. Además del fondeo de los depósitos, los bancos también acceden (aunque en menor medida) a líneas específicas de organismos como la Corporación Financiera Internacional para financiar al sector exportador. Y hay otras entidades especializadas a nivel internacional que ofrecen facilidades crediticias a través de la banca local.
Volviendo a la evolución de los depósitos en dólares, el detonante de la fuerte caída de noviembre fue la decisión de la AFIP de restringir el acceso a los dólares al público. La gente que desea comprar divisas en las sucursales debe pasar antes por el filtro del organismo recaudador. Esta situación provocó un rumor sobre la posible pesificación de los depósitos en dólares, que resultó infundado, pero igual generó una «minicorrida».
En diciembre se registró un incremento marginal, sobre todo a fin de año porque quienes mantienen su dinero en plazo fijo (ya sea en pesos o en dólares) no pagan bienes personales por ese monto. Sin embargo, en enero la caída llegó a los u$s 157 millones y la tendencia se mantiene en febrero. Algunos ahorristas prefieren tener los dólares en la mano luego del vencimiento del plazo fijo, otros simplemente se hacen de divisas ante la imposibilidad de acceder a las mismas a través del mercado cambiario. El panorama no luce demasiado alentador, ya que difícilmente se produzca un repunte significativo en los próximos meses.
La tendencia no preocupa ni al Gobierno ni a los bancos. Al contrario, desde diciembre se nota el estancamiento de las colocaciones en dólares, pero al mismo tiempo un fuerte repunte de los plazos fijos en pesos. Mientras que el sistema recupere fondos en moneda local y, por ende, capacidad pres-table, el goteo de depósitos en dólares pasa a un segundo plano.
El único interrogante que queda dando vueltas es si el Gobierno podría colocar un bono en dólares entre los bancos para apropiarse de esas divisas depositadas a plazo pero que no fueron prestadas al sector privado. No puede descartarse, al punto que hace tres años lo propuso el entonces jefe de Gabinete, Sergio Massa, para enfrentar la crisis generada por la caída de Lehman Brothers.
Sin embargo, tanto desde el BCRA como del Ministerio de Economía aseguran que «no hay nada en estudio». Claro que si quien promueve una medida semejante es el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, probablemente ni la titular del BCRA, Mercedes Marcó del Pont, ni el ministro Hernán Lorenzino serían consultados.
La posibilidad de la emisión de una suerte de «bono patriótico» en dólares entre los bancos fue mencionada a principios de febrero por un artículo del sitio web La Política Online, aunque posteriormente no hubo ni confirmaciones ni desmentidas. Para los bancos, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, no sería una mala noticia. La suscripción de un título público en dólares al Gobierno les daría una nueva fuente de rentabilidad, contra las divisas que hoy están encajadas en el BCRA sin rendimiento alguno.
Pero el hilo siempre se corta por lo más delgado. ¿Cómo reaccionaría el público si el dinero que va a los bancos se destinara, como ya sucedió en el pasado, a financiar al Tesoro? Lo delicado de esta ecuación posiblemente convenza a algunos funcionarios de dejar este «experimento» para más adelante.
La caída, sin embargo, no afectó demasiado la capacidad de financiamiento que tienen los bancos en moneda extranjera, ya que en los últimos 30 días la financiación otorgada directamente en dólares subió u$s 300 millones, con lo que el total prestado en esa moneda ascendía al 3 de febrero a u$s 9.684 millones.
El costo de fondeo en moneda extranjera es para los bancos prácticamente nulo, ya que las tasas no superan el 0,5% anual. Y si bien en algunas entidades estudiaron la posibilidad de incrementar las tasas para recuperar los depósitos en dólares que cayeron u$s 2.590 millones en noviembre, desistieron rápidamente ante la falta de incentivo. De poco sirve capturar más fondeo en dólares si no aparece la demanda de créditos en moneda extranjera.
Sin embargo, en el último mes se notó un repunte, ya que de acuerdo con los datos divulgados por el BCRA el financiamiento en dólares subió u$s 300 millones, desde u$s 9.367 millones a u$s 9.684 millones. Parte de este incremento puede explicarse por razones estacionales, ya que se trata casi en su totalidad de líneas para prefinanciar exportaciones (se aproxima la temporada alta por la cosecha de soja).
La tasa para el exportador, o sus proveedores, es muy conveniente, ya que en promedio se ubica en LIBOR más 3 puntos, con un piso cercano al 6% anual. Además del fondeo de los depósitos, los bancos también acceden (aunque en menor medida) a líneas específicas de organismos como la Corporación Financiera Internacional para financiar al sector exportador. Y hay otras entidades especializadas a nivel internacional que ofrecen facilidades crediticias a través de la banca local.
Volviendo a la evolución de los depósitos en dólares, el detonante de la fuerte caída de noviembre fue la decisión de la AFIP de restringir el acceso a los dólares al público. La gente que desea comprar divisas en las sucursales debe pasar antes por el filtro del organismo recaudador. Esta situación provocó un rumor sobre la posible pesificación de los depósitos en dólares, que resultó infundado, pero igual generó una «minicorrida».
En diciembre se registró un incremento marginal, sobre todo a fin de año porque quienes mantienen su dinero en plazo fijo (ya sea en pesos o en dólares) no pagan bienes personales por ese monto. Sin embargo, en enero la caída llegó a los u$s 157 millones y la tendencia se mantiene en febrero. Algunos ahorristas prefieren tener los dólares en la mano luego del vencimiento del plazo fijo, otros simplemente se hacen de divisas ante la imposibilidad de acceder a las mismas a través del mercado cambiario. El panorama no luce demasiado alentador, ya que difícilmente se produzca un repunte significativo en los próximos meses.
La tendencia no preocupa ni al Gobierno ni a los bancos. Al contrario, desde diciembre se nota el estancamiento de las colocaciones en dólares, pero al mismo tiempo un fuerte repunte de los plazos fijos en pesos. Mientras que el sistema recupere fondos en moneda local y, por ende, capacidad pres-table, el goteo de depósitos en dólares pasa a un segundo plano.
El único interrogante que queda dando vueltas es si el Gobierno podría colocar un bono en dólares entre los bancos para apropiarse de esas divisas depositadas a plazo pero que no fueron prestadas al sector privado. No puede descartarse, al punto que hace tres años lo propuso el entonces jefe de Gabinete, Sergio Massa, para enfrentar la crisis generada por la caída de Lehman Brothers.
Sin embargo, tanto desde el BCRA como del Ministerio de Economía aseguran que «no hay nada en estudio». Claro que si quien promueve una medida semejante es el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, probablemente ni la titular del BCRA, Mercedes Marcó del Pont, ni el ministro Hernán Lorenzino serían consultados.
La posibilidad de la emisión de una suerte de «bono patriótico» en dólares entre los bancos fue mencionada a principios de febrero por un artículo del sitio web La Política Online, aunque posteriormente no hubo ni confirmaciones ni desmentidas. Para los bancos, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, no sería una mala noticia. La suscripción de un título público en dólares al Gobierno les daría una nueva fuente de rentabilidad, contra las divisas que hoy están encajadas en el BCRA sin rendimiento alguno.
Pero el hilo siempre se corta por lo más delgado. ¿Cómo reaccionaría el público si el dinero que va a los bancos se destinara, como ya sucedió en el pasado, a financiar al Tesoro? Lo delicado de esta ecuación posiblemente convenza a algunos funcionarios de dejar este «experimento» para más adelante.