En Página/12 de ayer José Natanson escribió un interesantísimo análisis tanto del voto a Cambiemos como de Cambiemos en tanto construcción política. Allí define al macrismo como “una derecha democrática y renovada”. Me pregunto, sin respuesta concluyente todavía, si la palabra “democrática” puede aplicársele en plenitud y sin salvedades a Cambiemos no ya como coalición sino como fuerza de gobierno.
Aclara José en el texto: “El objetivo de esta nota no es denunciar la simulación de Cambiemos ni desnudar la oscuridad de su alma verdadera sino entender por qué sus propuestas resultan convincentes, indagar los motivos profundos de su eficacia, entender por qué funciona”. Por eso no quiero citarlo corto y mal. Recomiendo leer entera su columna haciendo click en http://www.pagina12.com. ar/56997.
Solo quiero discutir una parte del párrafo final, que cito textualmente: “El macrismo no es, por recurrir a la fórmula de Ricardo Forster, una anomalía, un accidente o un golpe de suerte; es una fuerza potente que se encuentra en el trance de construir una nueva hegemonía. Los resultados socialmente negativos de sus políticas, el fondo individualista que late detrás de sus decisiones, la concepción liberal de justicia sobre la que sostiene su discurso lo empujan sin remedio a la derecha del cuadrante ideológico, pero es una derecha democrática y renovada, que hasta el momento estaba ausente de nuestra escena política. Esa es la gran novedad, la noticia que la oposición debería registrar si de verdad desea ganarle en octubre”.
A mí me parece que hay aún más novedades para no subestimar a esta nueva derecha. Y no solo para las elecciones del 22 de octubre sino pensando en términos de calidad democrática.
Para expresarlo con ejemplos:
El uso de decretos de necesidad y urgencia para decisiones sustanciales como la integración de los miembros de la Corte Suprema o la liquidación del régimen de legislación audiovisual que tenía previa sanción de ambas cámaras y un fallo favorable de la Corte Suprema.
La resistencia a continuar con la tradición de sintonía con el derecho internacional de los derechos humanos, sus convenciones con rango constitucional para el derecho interno y sus organismos, como la Comisión Interamericana.
La selección de nuevos miembros de la Corte Suprema tras valorar, entre otros antecedentes, sus cuestionamientos al sistema interamericano de derechos humanos. Una de sus consecuencias fue el fallo de la Corte aplicando el dos por uno a los genocidas. Otra, el fallo del supremo tribunal sobre la causa Fontevecchia, donde directamente cuestionó la jurisdicción del sistema interamericano.
El discurso pre-Nunca Más de Mauricio Macri sobre derechos humanos, con alusiones vagas y livianas a los años de plomo y su imposibilidad de pronunciar la frase “terrorismo de Estado”. En el caso de un Presidente lo discursivo no queda en el plano de las palabras. Siempre se traslada a los hechos.
La generalización de figuras como la imputación de resistencia a la autoridad para restringir la libertad de movimientos sobre todo de los adolescentes, y sobre todo de los adolescentes pobres.
La frivolización de un caso de desaparición forzada como la de Santiago Maldonado y el posible acto de encubrimiento que siguió a esa actitud.
La presión sobre la Justicia laboral a partir de palabras del mismo Presidente de la Nación, que llamó a nombrar “jueces que nos representen”.
El pedido de juicio político a camaristas laborales por convalidar la homologación de un acuerdo como el de la Asociación Bancaria con la patronal del sector.
La detención irregular, señalada por el propio Grupo de Detención Arbitraria de la ONU, de la dirigente social Milagro Sala.
El estilo barra brava aplicado para resolver la integración del nuevo Consejo de la Magistratura.
La bolilla negra al abogado de Abuelas Alan Iud y el retiro de su pliego de los candidatos a fiscales.
La designación de un juez subrogante a medida para manejar la Justicia electoral en la provincia de Buenos Aires.
El modo mañoso en que el Ejecutivo manejó los cómputos de las PASO en Santa Fe y en la provincia de Buenos Aires.
La derecha que representa el macrismo no debe ser subestimada porque, está claro, conecta con un amplio sector de la sociedad. La prueba es que ganó las elecciones de 2015 por el voto democrático de la mayoría y consiguió un buen desempeño en las PASO. Ni el análisis ni la pelea política quedan resueltos gritando cosas como “Macri/ basura/ vos sos la dictadura”. Esa consigna, como todo lema que solo busca referencias en el pasado, no da cuenta de una enorme novedad: la derecha que gobierna hoy muestra una inclinación permanente a producir hechos que disminuyen la calidad institucional de la democracia. Y ése tal vez sea uno de sus proyectos a largo plazo para quedar en condiciones de rediseñar la Argentina sin molestias.
Aclara José en el texto: “El objetivo de esta nota no es denunciar la simulación de Cambiemos ni desnudar la oscuridad de su alma verdadera sino entender por qué sus propuestas resultan convincentes, indagar los motivos profundos de su eficacia, entender por qué funciona”. Por eso no quiero citarlo corto y mal. Recomiendo leer entera su columna haciendo click en http://www.pagina12.com. ar/56997.
Solo quiero discutir una parte del párrafo final, que cito textualmente: “El macrismo no es, por recurrir a la fórmula de Ricardo Forster, una anomalía, un accidente o un golpe de suerte; es una fuerza potente que se encuentra en el trance de construir una nueva hegemonía. Los resultados socialmente negativos de sus políticas, el fondo individualista que late detrás de sus decisiones, la concepción liberal de justicia sobre la que sostiene su discurso lo empujan sin remedio a la derecha del cuadrante ideológico, pero es una derecha democrática y renovada, que hasta el momento estaba ausente de nuestra escena política. Esa es la gran novedad, la noticia que la oposición debería registrar si de verdad desea ganarle en octubre”.
A mí me parece que hay aún más novedades para no subestimar a esta nueva derecha. Y no solo para las elecciones del 22 de octubre sino pensando en términos de calidad democrática.
Para expresarlo con ejemplos:
El uso de decretos de necesidad y urgencia para decisiones sustanciales como la integración de los miembros de la Corte Suprema o la liquidación del régimen de legislación audiovisual que tenía previa sanción de ambas cámaras y un fallo favorable de la Corte Suprema.
La resistencia a continuar con la tradición de sintonía con el derecho internacional de los derechos humanos, sus convenciones con rango constitucional para el derecho interno y sus organismos, como la Comisión Interamericana.
La selección de nuevos miembros de la Corte Suprema tras valorar, entre otros antecedentes, sus cuestionamientos al sistema interamericano de derechos humanos. Una de sus consecuencias fue el fallo de la Corte aplicando el dos por uno a los genocidas. Otra, el fallo del supremo tribunal sobre la causa Fontevecchia, donde directamente cuestionó la jurisdicción del sistema interamericano.
El discurso pre-Nunca Más de Mauricio Macri sobre derechos humanos, con alusiones vagas y livianas a los años de plomo y su imposibilidad de pronunciar la frase “terrorismo de Estado”. En el caso de un Presidente lo discursivo no queda en el plano de las palabras. Siempre se traslada a los hechos.
La generalización de figuras como la imputación de resistencia a la autoridad para restringir la libertad de movimientos sobre todo de los adolescentes, y sobre todo de los adolescentes pobres.
La frivolización de un caso de desaparición forzada como la de Santiago Maldonado y el posible acto de encubrimiento que siguió a esa actitud.
La presión sobre la Justicia laboral a partir de palabras del mismo Presidente de la Nación, que llamó a nombrar “jueces que nos representen”.
El pedido de juicio político a camaristas laborales por convalidar la homologación de un acuerdo como el de la Asociación Bancaria con la patronal del sector.
La detención irregular, señalada por el propio Grupo de Detención Arbitraria de la ONU, de la dirigente social Milagro Sala.
El estilo barra brava aplicado para resolver la integración del nuevo Consejo de la Magistratura.
La bolilla negra al abogado de Abuelas Alan Iud y el retiro de su pliego de los candidatos a fiscales.
La designación de un juez subrogante a medida para manejar la Justicia electoral en la provincia de Buenos Aires.
El modo mañoso en que el Ejecutivo manejó los cómputos de las PASO en Santa Fe y en la provincia de Buenos Aires.
La derecha que representa el macrismo no debe ser subestimada porque, está claro, conecta con un amplio sector de la sociedad. La prueba es que ganó las elecciones de 2015 por el voto democrático de la mayoría y consiguió un buen desempeño en las PASO. Ni el análisis ni la pelea política quedan resueltos gritando cosas como “Macri/ basura/ vos sos la dictadura”. Esa consigna, como todo lema que solo busca referencias en el pasado, no da cuenta de una enorme novedad: la derecha que gobierna hoy muestra una inclinación permanente a producir hechos que disminuyen la calidad institucional de la democracia. Y ése tal vez sea uno de sus proyectos a largo plazo para quedar en condiciones de rediseñar la Argentina sin molestias.