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Brasil
Frente al deterioro de su imagen, abandonará por ahora la ley de medios
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. Foto: AFP
RÍO DE JANEIRO.- Después de los cuatro años de su primer mandato y de los tres meses de su segundo gobierno, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, parece haber finalmente aceptado que el eje de toda política es la comunicación. Y está dispuesta a dar un giro en su estrategia para superar la crisis en la que está sumergida.
Frente a un notable deterioro de su popularidad por el estancamiento económico y el escándalo de corrupción en Petrobras, Dilma señaló, la semana pasada, que abandonará su criticado aislamiento e intensificará el diálogo con los brasileños a través de la prensa.
Además, por ahora, dejará de lado el controvertido proyecto de regulación de los medios que tiene el Partido de los Trabajadores. «Debemos siempre rendir cuentas a la población y velar por nuestra democracia, que tiene en la libertad de expresión y de prensa uno de sus principales pilares», señaló Dilma.
La presidenta brasileña, que durante años tuvo una relación conflictiva y distante con los medios brasileños, habló durante la toma de posesión del ministro Edinho Silva, nuevo jefe de la Secretaría de Comunicación Social.
El antecesor de Silva, Thomas Traumann, se vio obligado a renunciar después de las masivas manifestaciones del 15 de marzo en contra del gobierno, cuando se filtró un informe preparado por él en el que advertía que el país pasa por un «caos político» y que la estrategia de comunicación del gobierno había sido «errada y errática».
Mientras en ese momento varios de sus ministros acusaron de «golpistas» a los organizadores de las marchas y a los medios que las cubrieron, Rousseff dejó en claro esta semana su posición personal.
«Libertad de expresión y libertad de prensa son, sobre todo, el ejercicio del derecho a tener opiniones, del derecho a criticar y apoyar, tanto políticas como al gobierno. El derecho de tener oposiciones y el derecho de expresarlas sin consecuencias y sin represión. Y libertad, también, de ir a las calles a reivindicar derechos o simplemente protestar. En Brasil tenemos que saber convivir con eso», destacó en una semana en la que hizo esfuerzos por mostrarse más en público, en eventos y viajes, y en la que además dio su primera entrevista, desde que asumió su segundo mandato, a la agencia Bloomberg.
Asediada por problemas económicos y por una rebelión del principal aliado del PT, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), la presidenta reconoce ahora la urgencia de explicar mejor su ambicioso programa de ajuste fiscal, a cargo del ministro de Economía, el neoliberal Joaquim Levy.
«Tenemos la obligación de explicar al pueblo que pasamos por una coyuntura que exige mayor rigor en los gastos públicos y ajustes para que el país vuelva a crecer lo más rápido posible», apuntó.
Según el cientista político Ricardo Ismael, la presidenta rompió la confianza incluso de sus propios votantes cuando durante la campaña prometió que no realizaría recortes y ahora está haciendo todo lo contrario.
«Su prioridad ahora es aprobar el paquete de ajuste para garantizar que Brasil no pierda el grado de inversión. Pero tiene que hacer mucho trabajo para recuperar la credibilidad que perdió en estos meses con el electorado», recalcó a LA NACION Ismael, profesor de la Pontificia Universidad Católica en Río de Janeiro, quien recordó que el respaldo a la mandataria se sitúa en apenas un 12% según la última encuesta de Ibope.
La publicidad oficial
Como nunca antes había sucedido, al darle la bienvenida a Silva en el gabinete, Rousseff aprovechó para resaltar que el nuevo ministro adoptará «el más riguroso cuidado» en la distribución de la información pública y la publicidad oficial, con su presupuesto de unos 65 millones de dólares anuales.
Su mensaje de imparcialidad contrastó con las medidas impulsadas por Traumann, el ex jefe de la Comunicación Social, quien defendía destinar más recursos de publicidad oficial a los medios cercanos al gobierno.
El nuevo ministro aclaró que seguirá las reglas técnicas para la aplicación de la publicidad oficial. «Creo en blindar las decisiones de criterios subjetivos, y en la creación de instrumentos que alejen cualquier decisión subjetiva», dijo Silva, quien en una entrevista con el diario Folha de São Paulo indicó que el gobierno «está perdiendo el relato» frente a la crisis.
Tal vez por eso, al ministro de Comunicaciones, Ricardo Berzoini, se le ordenó olvidar, al menos por ahora, el viejo proyecto que el PT arrastra desde el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva de aprobar una nueva ley de medios audiovisuales para hacer frente al supuesto «monopolio» de la cadena Globo.
Si bien en enero, el mismo día que asumió, Berzoini había anunciado con pompa la iniciativa, la semana pasada, ante el Congreso, dio marcha atrás.
«El gobierno tiene conciencia de que el tema es muy polémico y tiene que ser tratado con la más amplia apertura al diálogo. Y estar abierto al diálogo presupone no presentar una propuesta antes de oír a la sociedad, a los interesados, a los operadores del sector, a aquellos que tienen actividades comerciales, a quienes tienen elaboraciones académicas», declaró ante los legisladores.
Para el profesor de Ciencias Políticas Paulo Kramer, de la Universidad de Brasilia, el proyecto de regulación de los medios ha salido de la agenda del gobierno, aunque se mantiene en las intenciones de ciertos sectores del PT, liderados por Lula y por el presidente del partido, Rui Falcão.
«No fue nunca una idea apoyada personalmente por Dilma, pero tenía que agradar a su propia base. Ahora, con todos los problemas que tiene, no puede darse el lujo de abrir un nuevo frente de conflicto con los barones de los medios; sería muy contraproducente. Está haciendo todo lo posible por mejorar su relación con la opinión pública brasileña, y los grandes medios la pueden ayudar en eso, pueden ser sus aliados en este esfuerzo de comunicación», subrayó Kramer a LA NACION..
Brasil
Frente al deterioro de su imagen, abandonará por ahora la ley de medios
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. Foto: AFP
RÍO DE JANEIRO.- Después de los cuatro años de su primer mandato y de los tres meses de su segundo gobierno, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, parece haber finalmente aceptado que el eje de toda política es la comunicación. Y está dispuesta a dar un giro en su estrategia para superar la crisis en la que está sumergida.
Frente a un notable deterioro de su popularidad por el estancamiento económico y el escándalo de corrupción en Petrobras, Dilma señaló, la semana pasada, que abandonará su criticado aislamiento e intensificará el diálogo con los brasileños a través de la prensa.
Además, por ahora, dejará de lado el controvertido proyecto de regulación de los medios que tiene el Partido de los Trabajadores. «Debemos siempre rendir cuentas a la población y velar por nuestra democracia, que tiene en la libertad de expresión y de prensa uno de sus principales pilares», señaló Dilma.
La presidenta brasileña, que durante años tuvo una relación conflictiva y distante con los medios brasileños, habló durante la toma de posesión del ministro Edinho Silva, nuevo jefe de la Secretaría de Comunicación Social.
El antecesor de Silva, Thomas Traumann, se vio obligado a renunciar después de las masivas manifestaciones del 15 de marzo en contra del gobierno, cuando se filtró un informe preparado por él en el que advertía que el país pasa por un «caos político» y que la estrategia de comunicación del gobierno había sido «errada y errática».
Mientras en ese momento varios de sus ministros acusaron de «golpistas» a los organizadores de las marchas y a los medios que las cubrieron, Rousseff dejó en claro esta semana su posición personal.
«Libertad de expresión y libertad de prensa son, sobre todo, el ejercicio del derecho a tener opiniones, del derecho a criticar y apoyar, tanto políticas como al gobierno. El derecho de tener oposiciones y el derecho de expresarlas sin consecuencias y sin represión. Y libertad, también, de ir a las calles a reivindicar derechos o simplemente protestar. En Brasil tenemos que saber convivir con eso», destacó en una semana en la que hizo esfuerzos por mostrarse más en público, en eventos y viajes, y en la que además dio su primera entrevista, desde que asumió su segundo mandato, a la agencia Bloomberg.
Asediada por problemas económicos y por una rebelión del principal aliado del PT, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), la presidenta reconoce ahora la urgencia de explicar mejor su ambicioso programa de ajuste fiscal, a cargo del ministro de Economía, el neoliberal Joaquim Levy.
«Tenemos la obligación de explicar al pueblo que pasamos por una coyuntura que exige mayor rigor en los gastos públicos y ajustes para que el país vuelva a crecer lo más rápido posible», apuntó.
Según el cientista político Ricardo Ismael, la presidenta rompió la confianza incluso de sus propios votantes cuando durante la campaña prometió que no realizaría recortes y ahora está haciendo todo lo contrario.
«Su prioridad ahora es aprobar el paquete de ajuste para garantizar que Brasil no pierda el grado de inversión. Pero tiene que hacer mucho trabajo para recuperar la credibilidad que perdió en estos meses con el electorado», recalcó a LA NACION Ismael, profesor de la Pontificia Universidad Católica en Río de Janeiro, quien recordó que el respaldo a la mandataria se sitúa en apenas un 12% según la última encuesta de Ibope.
La publicidad oficial
Como nunca antes había sucedido, al darle la bienvenida a Silva en el gabinete, Rousseff aprovechó para resaltar que el nuevo ministro adoptará «el más riguroso cuidado» en la distribución de la información pública y la publicidad oficial, con su presupuesto de unos 65 millones de dólares anuales.
Su mensaje de imparcialidad contrastó con las medidas impulsadas por Traumann, el ex jefe de la Comunicación Social, quien defendía destinar más recursos de publicidad oficial a los medios cercanos al gobierno.
El nuevo ministro aclaró que seguirá las reglas técnicas para la aplicación de la publicidad oficial. «Creo en blindar las decisiones de criterios subjetivos, y en la creación de instrumentos que alejen cualquier decisión subjetiva», dijo Silva, quien en una entrevista con el diario Folha de São Paulo indicó que el gobierno «está perdiendo el relato» frente a la crisis.
Tal vez por eso, al ministro de Comunicaciones, Ricardo Berzoini, se le ordenó olvidar, al menos por ahora, el viejo proyecto que el PT arrastra desde el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva de aprobar una nueva ley de medios audiovisuales para hacer frente al supuesto «monopolio» de la cadena Globo.
Si bien en enero, el mismo día que asumió, Berzoini había anunciado con pompa la iniciativa, la semana pasada, ante el Congreso, dio marcha atrás.
«El gobierno tiene conciencia de que el tema es muy polémico y tiene que ser tratado con la más amplia apertura al diálogo. Y estar abierto al diálogo presupone no presentar una propuesta antes de oír a la sociedad, a los interesados, a los operadores del sector, a aquellos que tienen actividades comerciales, a quienes tienen elaboraciones académicas», declaró ante los legisladores.
Para el profesor de Ciencias Políticas Paulo Kramer, de la Universidad de Brasilia, el proyecto de regulación de los medios ha salido de la agenda del gobierno, aunque se mantiene en las intenciones de ciertos sectores del PT, liderados por Lula y por el presidente del partido, Rui Falcão.
«No fue nunca una idea apoyada personalmente por Dilma, pero tenía que agradar a su propia base. Ahora, con todos los problemas que tiene, no puede darse el lujo de abrir un nuevo frente de conflicto con los barones de los medios; sería muy contraproducente. Está haciendo todo lo posible por mejorar su relación con la opinión pública brasileña, y los grandes medios la pueden ayudar en eso, pueden ser sus aliados en este esfuerzo de comunicación», subrayó Kramer a LA NACION..