EL PAIS › ROBERTO CARLES, EL CANDIDATO QUE PROPUSO EL EJECUTIVO PARA LA CORTE SUPREMA, ESTUVO CON JORGE BERGOGLIO
El penalista tuvo primero una audiencia personal con Francisco en su residencia y después volvió a verlo con otros juristas.
Desde Roma
Francisco recibió a Carlés y a otros juristas que promueven la abolición de la pena de muerte.
El candidato del Gobierno para la Corte Suprema, Roberto Carlés, se encontró dos veces esta semana con el papa Francisco en el Vaticano: la primera a nivel estrictamente personal; la segunda, como miembro de la Red Mundial de Académicos por la Abolición de la Pena de Muerte, junto al español Federico Mayor Zaragoza, presidente de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte. Durante el encuentro con los juristas, en la Biblioteca del pontífice en el Palacio Apostólico, el papa Francisco les entregó una carta en la que, con conceptos contundentes, brega por la abolición de la pena de muerte. “El resultado de esta audiencia fue más que positivo y, como siempre, el Papa nos depara más de una sorpresa. Hoy la sorpresa fue una carta de cuatro páginas en la que fija su posición sobre el tema y hace referencia a otros pronunciamientos que había tenido, como la carta que nos dirigió a la Asociación Internacional de Derecho Penal y a la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología el 30 de mayo del año pasado, y al encuentro que tuvimos en ocasión de un congreso que reunió a importantes entidades internacionales de Derecho Penal y que organicé en Roma en octubre del año pasado”, dijo Carlés a Página/12 poco después de la audiencia en el Vaticano.
–Usted se encontró el jueves privadamente con el papa Francisco, ¿qué puede decir de ese encuentro?
–Puedo decir sólo que fui recibido en la residencia de Santa Marta, donde el Papa vive. Fue una visita estrictamente privada. A mí me dio una gran alegría poder visitarlo cuando en Italia se celebraba el Día del Padre, el día de San José. Era feriado en el Vaticano y eso tal vez nos permitió poder conversar un poco más. Pero no es la primera vez, hemos tenido varios encuentros el año pasado.
–¿Y en la audiencia con los juristas, cuáles fueron los temas que abordaron con Francisco?
–Le explicamos nuestro trabajo y nuestros objetivos, lo que hemos venido haciendo. La verdad es que el reciente anuncio de un Jubileo de la Misericordia, un nuevo Año Santo, es una oportunidad extraordinaria para que el Papa haga un llamado a los líderes del mundo, sobre todo a aquellos países donde todavía se mantiene la pena de muerte, para su abolición cuando sea políticamente posible, o por lo menos para conseguir moratorias lo más extensas posible. Esto último se ha logrado en algunos estados de Estados Unidos como Pensilvania.
–¿Se trataron temas argentinos en esta audiencia?
–No hubo temas argentinos en la audiencia. Se habló solo de la pena de muerte, pero en una perspectiva amplia, entendiéndola no sólo como la ejecución de la pena que se aplica después de un proceso penal sino refiriéndola también a los Estados que matan o ejecutan sin proceso, extrajudicialmente.
–¿Qué fue lo más contundente que dijo el Papa en la carta que les entregó, según usted?
–Una de las frases más claras es la que dice: “Hoy día la pena de muerte es inadmisible, por cuanto grave haya sido el delito del condenado”. El Papa fue incluso más allá diciendo que los Estados son señores de la vida y la muerte de las personas cuando no proveen, por ejemplo, a la satisfacción de las necesidades básicas, vivienda, salud, alimentación, y eso es también condenar a muerte a las poblaciones por más que no sea una pena de muerte formal. Francisco escribió textualmente: “Los Estados pueden matar por acción cuando aplican la pena de muerte, cuando llevan a sus pueblos a la guerra o cuando realizan ejecuciones extrajudiciales o sumarias. Pueden matar también por omisión, cuando no garantizan a sus pueblos el acceso a los medios esenciales para la vida”. Y agregó: “La pena capital es, además, un recurso frecuente al que echan mano algunos regímenes totalitarios y grupos de fanáticos, para el exterminio de disidentes políticos, de minorías, y de todo sujeto etiquetado como ‘peligroso’ o que puede ser percibido como una amenaza para su poder o para la consecución de sus fines”.
–En Argentina se ha publicado que la Iglesia estaría molesta por ciertas versiones que aseguran que su nominación como candidato a la Corte Suprema cuenta con el aval del papa Francisco… ¿qué responde?
–Cuando se habla de malestar en la Iglesia por una supuesta utilización del Papa para mi postulación a la Corte, lo primero que me viene a la mente es que yo también soy la Iglesia, soy parte de ella. Malestar en la Iglesia ¿de quién? Si hay alguien dentro de la Iglesia, dentro de la jerarquía eclesiástica o dentro del pueblo católico que tiene algo para decir, debería decirlo de forma institucional y clara. No sabemos quién ha hecho esas declaraciones. En segundo lugar, yo nunca he utilizado al Papa en ningún tema y menos a partir de mi postulación a la Corte. Las entrevistas y reuniones que he tenido con el Papa fueron mucho antes de ser postulado a la Corte con excepción de esta, que estaba pactada con anterioridad a mi nominación pero se efectuó después y que tuvo un objetivo que nada tiene que ver con la política argentina, como es la abolición de la pena de muerte. Yo tengo una excelente relación con el Papa. Más que utilización hay una colaboración mutua para tratar de impulsar algunas causas como la que tratamos ayer sobre la pena de muerte.
–Supongamos que usted accede a la Corte Suprema, sería el miembro más joven. ¿Qué es lo primero que querría impulsar?
–Me gustaría impulsar una Corte activa y mucho más abierta al diálogo con la ciudadanía en general. El centro de información judicial, por ejemplo, es un instrumento extraordinario por lo que hace al acceso a la información. Pero también quisiera promover las audiencias públicas y los “amigos del tribunal” para que la gente aporte material a los jueces. Hoy se habla mucho de la cultura del encuentro, de la necesidad de diálogo, del consenso. A mí me gustaría avanzar en ese sentido creando una Justicia más participativa.
El penalista tuvo primero una audiencia personal con Francisco en su residencia y después volvió a verlo con otros juristas.
Desde Roma
Francisco recibió a Carlés y a otros juristas que promueven la abolición de la pena de muerte.
El candidato del Gobierno para la Corte Suprema, Roberto Carlés, se encontró dos veces esta semana con el papa Francisco en el Vaticano: la primera a nivel estrictamente personal; la segunda, como miembro de la Red Mundial de Académicos por la Abolición de la Pena de Muerte, junto al español Federico Mayor Zaragoza, presidente de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte. Durante el encuentro con los juristas, en la Biblioteca del pontífice en el Palacio Apostólico, el papa Francisco les entregó una carta en la que, con conceptos contundentes, brega por la abolición de la pena de muerte. “El resultado de esta audiencia fue más que positivo y, como siempre, el Papa nos depara más de una sorpresa. Hoy la sorpresa fue una carta de cuatro páginas en la que fija su posición sobre el tema y hace referencia a otros pronunciamientos que había tenido, como la carta que nos dirigió a la Asociación Internacional de Derecho Penal y a la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología el 30 de mayo del año pasado, y al encuentro que tuvimos en ocasión de un congreso que reunió a importantes entidades internacionales de Derecho Penal y que organicé en Roma en octubre del año pasado”, dijo Carlés a Página/12 poco después de la audiencia en el Vaticano.
–Usted se encontró el jueves privadamente con el papa Francisco, ¿qué puede decir de ese encuentro?
–Puedo decir sólo que fui recibido en la residencia de Santa Marta, donde el Papa vive. Fue una visita estrictamente privada. A mí me dio una gran alegría poder visitarlo cuando en Italia se celebraba el Día del Padre, el día de San José. Era feriado en el Vaticano y eso tal vez nos permitió poder conversar un poco más. Pero no es la primera vez, hemos tenido varios encuentros el año pasado.
–¿Y en la audiencia con los juristas, cuáles fueron los temas que abordaron con Francisco?
–Le explicamos nuestro trabajo y nuestros objetivos, lo que hemos venido haciendo. La verdad es que el reciente anuncio de un Jubileo de la Misericordia, un nuevo Año Santo, es una oportunidad extraordinaria para que el Papa haga un llamado a los líderes del mundo, sobre todo a aquellos países donde todavía se mantiene la pena de muerte, para su abolición cuando sea políticamente posible, o por lo menos para conseguir moratorias lo más extensas posible. Esto último se ha logrado en algunos estados de Estados Unidos como Pensilvania.
–¿Se trataron temas argentinos en esta audiencia?
–No hubo temas argentinos en la audiencia. Se habló solo de la pena de muerte, pero en una perspectiva amplia, entendiéndola no sólo como la ejecución de la pena que se aplica después de un proceso penal sino refiriéndola también a los Estados que matan o ejecutan sin proceso, extrajudicialmente.
–¿Qué fue lo más contundente que dijo el Papa en la carta que les entregó, según usted?
–Una de las frases más claras es la que dice: “Hoy día la pena de muerte es inadmisible, por cuanto grave haya sido el delito del condenado”. El Papa fue incluso más allá diciendo que los Estados son señores de la vida y la muerte de las personas cuando no proveen, por ejemplo, a la satisfacción de las necesidades básicas, vivienda, salud, alimentación, y eso es también condenar a muerte a las poblaciones por más que no sea una pena de muerte formal. Francisco escribió textualmente: “Los Estados pueden matar por acción cuando aplican la pena de muerte, cuando llevan a sus pueblos a la guerra o cuando realizan ejecuciones extrajudiciales o sumarias. Pueden matar también por omisión, cuando no garantizan a sus pueblos el acceso a los medios esenciales para la vida”. Y agregó: “La pena capital es, además, un recurso frecuente al que echan mano algunos regímenes totalitarios y grupos de fanáticos, para el exterminio de disidentes políticos, de minorías, y de todo sujeto etiquetado como ‘peligroso’ o que puede ser percibido como una amenaza para su poder o para la consecución de sus fines”.
–En Argentina se ha publicado que la Iglesia estaría molesta por ciertas versiones que aseguran que su nominación como candidato a la Corte Suprema cuenta con el aval del papa Francisco… ¿qué responde?
–Cuando se habla de malestar en la Iglesia por una supuesta utilización del Papa para mi postulación a la Corte, lo primero que me viene a la mente es que yo también soy la Iglesia, soy parte de ella. Malestar en la Iglesia ¿de quién? Si hay alguien dentro de la Iglesia, dentro de la jerarquía eclesiástica o dentro del pueblo católico que tiene algo para decir, debería decirlo de forma institucional y clara. No sabemos quién ha hecho esas declaraciones. En segundo lugar, yo nunca he utilizado al Papa en ningún tema y menos a partir de mi postulación a la Corte. Las entrevistas y reuniones que he tenido con el Papa fueron mucho antes de ser postulado a la Corte con excepción de esta, que estaba pactada con anterioridad a mi nominación pero se efectuó después y que tuvo un objetivo que nada tiene que ver con la política argentina, como es la abolición de la pena de muerte. Yo tengo una excelente relación con el Papa. Más que utilización hay una colaboración mutua para tratar de impulsar algunas causas como la que tratamos ayer sobre la pena de muerte.
–Supongamos que usted accede a la Corte Suprema, sería el miembro más joven. ¿Qué es lo primero que querría impulsar?
–Me gustaría impulsar una Corte activa y mucho más abierta al diálogo con la ciudadanía en general. El centro de información judicial, por ejemplo, es un instrumento extraordinario por lo que hace al acceso a la información. Pero también quisiera promover las audiencias públicas y los “amigos del tribunal” para que la gente aporte material a los jueces. Hoy se habla mucho de la cultura del encuentro, de la necesidad de diálogo, del consenso. A mí me gustaría avanzar en ese sentido creando una Justicia más participativa.