Analía del Franco
Socióloga.
Sensatez y previsibilidad
Como siempre sucede en los preludios de los grandes anuncios, las conjeturas sobre los enroques en el Gabinete fueron infinitas y, sin embargo, todo sucedió de manera mucho más sencilla que la prevista. En el marco de un discreto recambio de Gabinete, la presidenta preservó a su equipo haciendo los movimientos indispensables y por el momento al sólo efecto de cubrir las ausencias.
Mantener un equipo de trabajo con el que ganó las elecciones por segunda vez, y con el que se superó en diez puntos respecto del primer mandato, creo que implica por lo pronto sensatez, racionalidad y previsibilidad. De las tres nuevas nominaciones, diría que hay una de alto impacto, la de Hernán Lorenzino, hombre del equipo del nuevo vicepresidente. Su nombramiento, además de dar señales en el plano económico que “tranquilizan” a muchos, muestran también, y por suerte, que es la política la que va a seguir conduciendo a la economía.
Pero la menos esperada y a mi parecer la más contundente y desafiante es la designación de Juan Manuel Abal Medina como jefe de Gabinete de Ministros. Este cargo tiene un rol complejo ya que se necesita un perfil con múltiples capacidades, versátil. Se requiere de un saber político, de un manejo político, de solvencia, de capacidades de “managment de gestión pública”, de poder ser una bisagra confiable tanto para la presidenta como para el grupo de ministros y funcionarios, entre otras. El desafío para el flamante jefe de Gabinete se completa con los atributos que le son muy caros a Cristina Fernández, dirigencia joven con capacidad de innovación. En su caso agregaría formación teórica, experiencia de gestión, ser y pensar la política. Hacedor del proyecto kirchnerista.
Tomás Aguerre
Lic. en Ciencia Política de la UBA.
Continuar transformando
Lejos de la danza de nombres que circularon estas últimas semanas, las especulaciones atadas a la mayor o menor presencia de un funcionario en los medios de comunicación, Cristina Kirchner designó al actual secretario de Comunicación Pública, Juan Manuel Abal Medina, como el futuro jefe de Gabinete. Licenciado en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, con un Magíster en Ciencias Políticas en el Instituto de Altos Estudios Universitarios y doctor en Ciencias Políticas en FLACSO de México, su actividad académica es un hecho conocido por todos. El único antecedente de un politólogo accediendo a alguna instancia de poder similar es la figura de Dante Caputo, de la Universidad del Salvador, canciller durante todo el período alfonsinista.
La carrera de Abal Medina no se signa a su actividad académica. En 2005 ocupó la Secretaría de Gestión Pública de la Nación, además de haber sido, durante 2004 y 2005, el coordinador del Plan Estratégico de la Ciudad. Quizás uno de los puntos más sobresalientes para pensar un posible perfil de gestión haya sido su labor en el proyecto de reforma política impulsada por el kirchnerismo. Allí, Abal Medina dio forma y contenido a lo que terminaría siendo la ley que estableció la realización de Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, un mecanismo de selección de candidatos que tuvo su primer test en agosto pasado, cuando casi el 80% del padrón electoral se acercó a participar de la nueva modalidad electoral. Por entonces se discutió el rol de los partidos políticos, el proceso de fragmentación del sistema de partidos, el acceso de los mismos a la publicidad electoral en iguales condiciones y otra serie de debates afectos a esa disciplina de las ciencias sociales. El sueño de todo politólogo: trabajar en la esquina donde conviven la academia y la gestión.
El paso de Abal Medina por la Unasur, como secretario personal de Néstor Kirchner, dice algo más sobre lo que podría esperarse. Amén de que luego las coyunturas deciden más que lo estrictamente planificado, resulta inevitable suponer, como viene ocurriendo, una fuerte presencia de la Argentina en las cumbres y reuniones de organismos internacionales. La presencia de un politólogo allí, formado a priori en la observación de dichos menesteres, no otorga una ventaja sobre nadie (ninguna profesión lo hace, en verdad) pero resulta al menos una tarea digna de ser observada. Un politólogo se forma en la tarea de intentar comprender los fenómenos políticos que hacen a la vida en sociedad. Ayer fue el día en que el primero de ellos accedió a la oportunidad más importante para la disciplina de continuar transformando.
Socióloga.
Sensatez y previsibilidad
Como siempre sucede en los preludios de los grandes anuncios, las conjeturas sobre los enroques en el Gabinete fueron infinitas y, sin embargo, todo sucedió de manera mucho más sencilla que la prevista. En el marco de un discreto recambio de Gabinete, la presidenta preservó a su equipo haciendo los movimientos indispensables y por el momento al sólo efecto de cubrir las ausencias.
Mantener un equipo de trabajo con el que ganó las elecciones por segunda vez, y con el que se superó en diez puntos respecto del primer mandato, creo que implica por lo pronto sensatez, racionalidad y previsibilidad. De las tres nuevas nominaciones, diría que hay una de alto impacto, la de Hernán Lorenzino, hombre del equipo del nuevo vicepresidente. Su nombramiento, además de dar señales en el plano económico que “tranquilizan” a muchos, muestran también, y por suerte, que es la política la que va a seguir conduciendo a la economía.
Pero la menos esperada y a mi parecer la más contundente y desafiante es la designación de Juan Manuel Abal Medina como jefe de Gabinete de Ministros. Este cargo tiene un rol complejo ya que se necesita un perfil con múltiples capacidades, versátil. Se requiere de un saber político, de un manejo político, de solvencia, de capacidades de “managment de gestión pública”, de poder ser una bisagra confiable tanto para la presidenta como para el grupo de ministros y funcionarios, entre otras. El desafío para el flamante jefe de Gabinete se completa con los atributos que le son muy caros a Cristina Fernández, dirigencia joven con capacidad de innovación. En su caso agregaría formación teórica, experiencia de gestión, ser y pensar la política. Hacedor del proyecto kirchnerista.
Tomás Aguerre
Lic. en Ciencia Política de la UBA.
Continuar transformando
Lejos de la danza de nombres que circularon estas últimas semanas, las especulaciones atadas a la mayor o menor presencia de un funcionario en los medios de comunicación, Cristina Kirchner designó al actual secretario de Comunicación Pública, Juan Manuel Abal Medina, como el futuro jefe de Gabinete. Licenciado en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, con un Magíster en Ciencias Políticas en el Instituto de Altos Estudios Universitarios y doctor en Ciencias Políticas en FLACSO de México, su actividad académica es un hecho conocido por todos. El único antecedente de un politólogo accediendo a alguna instancia de poder similar es la figura de Dante Caputo, de la Universidad del Salvador, canciller durante todo el período alfonsinista.
La carrera de Abal Medina no se signa a su actividad académica. En 2005 ocupó la Secretaría de Gestión Pública de la Nación, además de haber sido, durante 2004 y 2005, el coordinador del Plan Estratégico de la Ciudad. Quizás uno de los puntos más sobresalientes para pensar un posible perfil de gestión haya sido su labor en el proyecto de reforma política impulsada por el kirchnerismo. Allí, Abal Medina dio forma y contenido a lo que terminaría siendo la ley que estableció la realización de Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, un mecanismo de selección de candidatos que tuvo su primer test en agosto pasado, cuando casi el 80% del padrón electoral se acercó a participar de la nueva modalidad electoral. Por entonces se discutió el rol de los partidos políticos, el proceso de fragmentación del sistema de partidos, el acceso de los mismos a la publicidad electoral en iguales condiciones y otra serie de debates afectos a esa disciplina de las ciencias sociales. El sueño de todo politólogo: trabajar en la esquina donde conviven la academia y la gestión.
El paso de Abal Medina por la Unasur, como secretario personal de Néstor Kirchner, dice algo más sobre lo que podría esperarse. Amén de que luego las coyunturas deciden más que lo estrictamente planificado, resulta inevitable suponer, como viene ocurriendo, una fuerte presencia de la Argentina en las cumbres y reuniones de organismos internacionales. La presencia de un politólogo allí, formado a priori en la observación de dichos menesteres, no otorga una ventaja sobre nadie (ninguna profesión lo hace, en verdad) pero resulta al menos una tarea digna de ser observada. Un politólogo se forma en la tarea de intentar comprender los fenómenos políticos que hacen a la vida en sociedad. Ayer fue el día en que el primero de ellos accedió a la oportunidad más importante para la disciplina de continuar transformando.