Barry Eichengreen
Barry Eichengreen es profesor de Economía y Ciencia Política en la Universidad de California, Berkeley, donde enseña desde 1987. Obtuvo su doctorado en Economía en la Universidad de Yale, en 1979. Aunque es crítico del Fondo Monetario, fue asesor senior de esta institución entre 1997 y 1998. Es autor de doce libros y numerosos artículos sobre historia económica y economía internacional. Sus trabajos académicos se encuentran entre los más citados por sus colegas. Son especialmente reconocidos sus estudios sobre la Gran Depresión de 1930. Su libro más reciente se titula «Exorbitant Privilege: The Rise and Fall of the Dollar and the Future of the International Monetary System», en el que explica el ascenso y la declinación del dólar en el sistema financiero internacional. Eichengreen escribe regularmente para The Wall Street Journal. Con el advenimiento de la crisis, se ha convertido en uno de los expertos más escuchados tanto en el mundo académico como entre quienes toman decisiones de política económica. Según una encuesta realizada por la influyente revista The Economist, Eichengreen es uno de los cinco economistas contemporáneos más influyentes.
Emilio Ocampo: ¿Qué economistas lo influyeron en sus épocas de estudiante?
Barry Eichengreen: Cuando era estudiante en Yale, mis profesores Bill Parker, Jim Tobin (Premio Nobel de Economía 1981) y Carlos Díaz-Alejandro. Parker fue el primer economista que utilizó la teoría económica moderna y los métodos estadísticos para explicar fenómenos históricos (seguramente Parker no tendría problema en compartir ese honor con Douglass North [Premio Nobel de Economía 1993], que era su amigo y contemporáneo). Tobin fue el macroeconomista más importante de su generación y al mismo tiempo comunicaba un profundo sentido de responsabilidad social. Nos enseñaba que la economía debía ser utilizada para el bien público. Díaz-Alejandro demostró que era posible trabajar en la frontera entre la historia y la economía internacional, que es donde luego decidí ubicarme.
E.O.: Se ha escrito mucho sobre la crisis. ¿Al final de cuentas fue consecuencia de mucha o poca intervención del Gobierno?
B.E.: No estoy seguro de que me guste la formulación «mucha versus poca» intervención del Gobierno. Los factores fundamentales que explican la crisis de Estados Unidos, comenzando con el más importante, fueron la inadecuada regulación de mercados e instituciones financieras, una política monetaria expansiva y la existencia de desequilibrios globales. En Europa los factores que explican la crisis fueron igualmente una inadecuada regulación de los bancos y los mercados financieros y la pasividad de las autoridades frente a los excesos en el mercado inmobiliario. Además, dentro de la eurozona hubo enormes desequilibrios, que probaron ser no sustentables, cuyos efectos sobre Europa fueron parecidos en cierto sentido a los que afectaron a Estados Unidos.
E.O.: ¿Qué encuentra de similar entre la crisis que afectó a Estados Unidos y la que afecta actualmente a Europa?
B.E.: Ambas crisis tuvieron en su raíz una burbuja inmobiliaria; en Estados Unidos en los llamados estados arenosos (Arizona, California y Florida), y en Europa en Irlanda y España. Ambas burbujas fueron alimentadas por una política de tasas bajas, atribuibles en el primer caso a la política de la Reserva Federal y en el segundo a la «convergencia» de las tasas de interés de los países periféricos a los niveles de Alemania. En ambos casos, las autoridades regulatorias permitieron a los bancos apalancarse peligrosamente y tomar demasiado riesgo crediticio del sector inmobiliario, tanto a través de préstamos hipotecarios como de créditos a empresas constructoras o a través de productos estructurados sobre la base de hipotecas (MBS y CDO). En ambos casos, los bancos transfirieron temporariamente esos riesgos fuera de su balance mediante la creación de vehículos especiales (SPV) y fideicomisos de titulización de préstamos hipotecarios. Los bancos norteamericanos participaron desproporcionadamente en la creación de esos productos derivados, mientras los bancos europeos fueron los que compraron desproporcionadamente esos productos. En ambos casos, la preocupación de los respectivos Gobiernos y bancos centrales respecto del riesgo moral profundizó la crisis. Fue el temor al riesgo moral lo que llevó a la administración Bush y a la Reserva Federal de Nueva York a permitir que Lehman Brothers cayera, lo que tuvo consecuencias catastróficas. Es el mismo temor al riesgo moral lo que impide al Gobierno alemán y al Banco Central Europeo prestar más ayuda financiera a los bancos y países del sur de Europa que se encuentran en problemas.
E.O.: El profesor Simon Johnson de MIT sostiene que en Estados Unidos los banqueros tienen demasiado poder político. ¿Cree usted que esto es así? ¿Hay algo malo con los incentivos, la estructura de capital y la regulación de los bancos en el mundo desarrollado?
B.E.: Sin ninguna duda. Los bancos demasiado grandes para caer (too big too fail), obviamente tienen un incentivo a asumir riesgos excesivos. La manera en que son compensados los ejecutivos de los bancos e instituciones financieras agudizan el problema. Ni siquiera bajo las nuevas reglas de Basilea III se requerirá a los bancos mantener niveles de capital adecuados. Aún se les permite utilizar dudosos métodos internos como base para determinar la ponderación de riesgos y establecer sus niveles de capitalización. ¿Si los banqueros tienen demasiado poder? Ciertamente la industria financiera de Estados Unidos controla ciertos comités de acción política (PAC) muy poderosos. Nadie niega que ejercen influencia considerable sobre el proceso legislativo. Cambiar esto requeriría modificar las leyes de financiamiento electoral, lo cual es mucho más fácil decir que hacer. Finalmente, me pregunta si Estados Unidos se está moviendo hacia un sistema menos favorable a los derechos y libertades individuales. Ciertamente me preocupa la consecuencia de la decisión de la Corte Suprema de 2010 que permitió la creación de comités de acción política (Super PAC) que pueden aceptar donaciones y gastar sin límites a favor de causas y candidatos. No hay duda de que esto ha permitido a ciertos individuos muy ricos ejercer una influencia indebida sobre el proceso político.
E.O.: ¿Cuál es la relevancia de Keynes hoy?
B.E.: El tiempo ha demostrado que Keynes tenía razón al enfatizar la efectividad de la política fiscal en situaciones de trampa de liquidez como la actual (cuando las tasas de interés cercanas a cero y la política monetaria deja de ser efectiva). El paquete de estímulo fiscal de la administración Obama en 2009-2010 tuvo un impacto positivo sobre la recuperación económica, y los «austerios» de acá y Europa están pagando el precio de ignorar esta verdad.
E.O.: ¿Las teorías del economista Hyman Minsky son útiles para entender la dinámica de la crisis actual?
B.E.: El hallazgo conceptual de Minsky fue que los mercados financieros tienden a sobrerreaccionar tanto para arriba como para abajo. Tienden a tener períodos de excesivo optimismo seguidos por períodos de excesivo pesimismo. Minsky intentó endogeneizar esos ciclos, anticipando el trabajo posterior de Joe Stiglitz, George Akerlof y Bob Shiller, entre otros. Me atrae más su idea fundamental que su formulación teórica. Las ideas de Minsky son valiosas, pero la manera en que las explicó bordea lo incomprensible. Por esta razón su trabajo fue mayormente ignorado hasta que estalló la crisis. Si las ideas de Minsky tuvieron algo de difusión fue gracias a que tuvo un promotor talentoso en Charles Kindleberger, un economista e historiador que sabía escribir bien.
E.O.: ¿Es sostenible el crecimiento económico que China ha experimentado en las últimas dos décadas?
B.E.: Ninguna economía puede crecer a tasas de dos dígitos para siempre. Junto con los economistas Kwanho Shin y Don Park realizamos un estudio que demuestra la tendencia de las economías que crecen muy rápido a desacelerar su crecimiento cuando llegan a los niveles de ingreso per cápita que China alcanzará en 2015. Demostramos que la desaceleración es más probable en países con una situación demográfica desfavorable. Demostramos que la desaceleración es más probable en países con tasas de inversión muy altas. Y demostramos que la desaceleración es más probable en países con un tipo de cambio subvaluado. Todo esto suena a China. Esto me hace pensar que la desaceleración de la economía china va a ocurrir más pronto de lo que muchos piensan.
E.O.: ¿Qué economistas contemporáneos tienen las ideas más claras respecto de cómo resolver la crisis actual?
B.E.: Cuando pienso de qué manera se pueden resolver nuestros problemas financieros y bancarios, recurro a quienes han estudiado la historia de la banca y los sistemas financieros. No siempre estoy de acuerdo con Charles Calomiris (Universidad de Columbia), pero presto mucha atención a lo que dice. Cuando pienso cómo resolver los problemas del sector inmobiliario y de la titulización, leo lo que escriben Ken Snowdon, Price Fishback y Eugene White. Y dado que esta crisis, al igual que la de 1930, tiene una dimensión internacional, leo los trabajos de Doug Irwin, Kevin ORourke y Alan Taylor, los historiadores de economía internacional más destacados. Si quiero entender Europa (la crisis actual en definitiva es sobre Europa), leo a Albrecht Ritschl y Harold James.
E.O.: ¿Qué le ha enseñado la crisis?
B.E.: La crisis ha resaltado la importancia de dos cosas que yo creí que sabía, pero a las que, sin embargo, no les había dado suficiente peso. Primero, lo que es muy obvio en retrospectiva no es tan obvio en perspectiva. Cuando uno estudia la Gran Depresión a veces resulta evidente que quienes tomaban las decisiones de política económica cometieron enormes errores y que deberían haber sido lo suficientemente inteligentes para evitarlos. Yo soy un estudioso de las crisis financieras y no vi venir esta crisis financiera con todas sus manifestaciones. Así que esta experiencia me ha enseñado, y espero también al resto de la profesión, un poco de humildad. La crisis también ha resaltado la importancia de las restricciones políticas sobre la política económica. Contrariamente a lo que uno usualmente escucha, hay una corriente principal en la ciencia económica, y yo diría que existe un amplio consenso entre quienes pertenecen a esta corriente sobre cómo hay que responder frente a la crisis. De hecho no es tanto el fracaso del análisis económico lo que ha impedido una respuesta más efectiva, sino las restricciones que impone la política. Eso a su vez me ha llevado a darle más importancia al papel que esas restricciones tuvieron sobre las políticas económicas que se adoptaron frente a la Gran Depresión de 1930.
Barry Eichengreen es profesor de Economía y Ciencia Política en la Universidad de California, Berkeley, donde enseña desde 1987. Obtuvo su doctorado en Economía en la Universidad de Yale, en 1979. Aunque es crítico del Fondo Monetario, fue asesor senior de esta institución entre 1997 y 1998. Es autor de doce libros y numerosos artículos sobre historia económica y economía internacional. Sus trabajos académicos se encuentran entre los más citados por sus colegas. Son especialmente reconocidos sus estudios sobre la Gran Depresión de 1930. Su libro más reciente se titula «Exorbitant Privilege: The Rise and Fall of the Dollar and the Future of the International Monetary System», en el que explica el ascenso y la declinación del dólar en el sistema financiero internacional. Eichengreen escribe regularmente para The Wall Street Journal. Con el advenimiento de la crisis, se ha convertido en uno de los expertos más escuchados tanto en el mundo académico como entre quienes toman decisiones de política económica. Según una encuesta realizada por la influyente revista The Economist, Eichengreen es uno de los cinco economistas contemporáneos más influyentes.
Emilio Ocampo: ¿Qué economistas lo influyeron en sus épocas de estudiante?
Barry Eichengreen: Cuando era estudiante en Yale, mis profesores Bill Parker, Jim Tobin (Premio Nobel de Economía 1981) y Carlos Díaz-Alejandro. Parker fue el primer economista que utilizó la teoría económica moderna y los métodos estadísticos para explicar fenómenos históricos (seguramente Parker no tendría problema en compartir ese honor con Douglass North [Premio Nobel de Economía 1993], que era su amigo y contemporáneo). Tobin fue el macroeconomista más importante de su generación y al mismo tiempo comunicaba un profundo sentido de responsabilidad social. Nos enseñaba que la economía debía ser utilizada para el bien público. Díaz-Alejandro demostró que era posible trabajar en la frontera entre la historia y la economía internacional, que es donde luego decidí ubicarme.
E.O.: Se ha escrito mucho sobre la crisis. ¿Al final de cuentas fue consecuencia de mucha o poca intervención del Gobierno?
B.E.: No estoy seguro de que me guste la formulación «mucha versus poca» intervención del Gobierno. Los factores fundamentales que explican la crisis de Estados Unidos, comenzando con el más importante, fueron la inadecuada regulación de mercados e instituciones financieras, una política monetaria expansiva y la existencia de desequilibrios globales. En Europa los factores que explican la crisis fueron igualmente una inadecuada regulación de los bancos y los mercados financieros y la pasividad de las autoridades frente a los excesos en el mercado inmobiliario. Además, dentro de la eurozona hubo enormes desequilibrios, que probaron ser no sustentables, cuyos efectos sobre Europa fueron parecidos en cierto sentido a los que afectaron a Estados Unidos.
E.O.: ¿Qué encuentra de similar entre la crisis que afectó a Estados Unidos y la que afecta actualmente a Europa?
B.E.: Ambas crisis tuvieron en su raíz una burbuja inmobiliaria; en Estados Unidos en los llamados estados arenosos (Arizona, California y Florida), y en Europa en Irlanda y España. Ambas burbujas fueron alimentadas por una política de tasas bajas, atribuibles en el primer caso a la política de la Reserva Federal y en el segundo a la «convergencia» de las tasas de interés de los países periféricos a los niveles de Alemania. En ambos casos, las autoridades regulatorias permitieron a los bancos apalancarse peligrosamente y tomar demasiado riesgo crediticio del sector inmobiliario, tanto a través de préstamos hipotecarios como de créditos a empresas constructoras o a través de productos estructurados sobre la base de hipotecas (MBS y CDO). En ambos casos, los bancos transfirieron temporariamente esos riesgos fuera de su balance mediante la creación de vehículos especiales (SPV) y fideicomisos de titulización de préstamos hipotecarios. Los bancos norteamericanos participaron desproporcionadamente en la creación de esos productos derivados, mientras los bancos europeos fueron los que compraron desproporcionadamente esos productos. En ambos casos, la preocupación de los respectivos Gobiernos y bancos centrales respecto del riesgo moral profundizó la crisis. Fue el temor al riesgo moral lo que llevó a la administración Bush y a la Reserva Federal de Nueva York a permitir que Lehman Brothers cayera, lo que tuvo consecuencias catastróficas. Es el mismo temor al riesgo moral lo que impide al Gobierno alemán y al Banco Central Europeo prestar más ayuda financiera a los bancos y países del sur de Europa que se encuentran en problemas.
E.O.: El profesor Simon Johnson de MIT sostiene que en Estados Unidos los banqueros tienen demasiado poder político. ¿Cree usted que esto es así? ¿Hay algo malo con los incentivos, la estructura de capital y la regulación de los bancos en el mundo desarrollado?
B.E.: Sin ninguna duda. Los bancos demasiado grandes para caer (too big too fail), obviamente tienen un incentivo a asumir riesgos excesivos. La manera en que son compensados los ejecutivos de los bancos e instituciones financieras agudizan el problema. Ni siquiera bajo las nuevas reglas de Basilea III se requerirá a los bancos mantener niveles de capital adecuados. Aún se les permite utilizar dudosos métodos internos como base para determinar la ponderación de riesgos y establecer sus niveles de capitalización. ¿Si los banqueros tienen demasiado poder? Ciertamente la industria financiera de Estados Unidos controla ciertos comités de acción política (PAC) muy poderosos. Nadie niega que ejercen influencia considerable sobre el proceso legislativo. Cambiar esto requeriría modificar las leyes de financiamiento electoral, lo cual es mucho más fácil decir que hacer. Finalmente, me pregunta si Estados Unidos se está moviendo hacia un sistema menos favorable a los derechos y libertades individuales. Ciertamente me preocupa la consecuencia de la decisión de la Corte Suprema de 2010 que permitió la creación de comités de acción política (Super PAC) que pueden aceptar donaciones y gastar sin límites a favor de causas y candidatos. No hay duda de que esto ha permitido a ciertos individuos muy ricos ejercer una influencia indebida sobre el proceso político.
E.O.: ¿Cuál es la relevancia de Keynes hoy?
B.E.: El tiempo ha demostrado que Keynes tenía razón al enfatizar la efectividad de la política fiscal en situaciones de trampa de liquidez como la actual (cuando las tasas de interés cercanas a cero y la política monetaria deja de ser efectiva). El paquete de estímulo fiscal de la administración Obama en 2009-2010 tuvo un impacto positivo sobre la recuperación económica, y los «austerios» de acá y Europa están pagando el precio de ignorar esta verdad.
E.O.: ¿Las teorías del economista Hyman Minsky son útiles para entender la dinámica de la crisis actual?
B.E.: El hallazgo conceptual de Minsky fue que los mercados financieros tienden a sobrerreaccionar tanto para arriba como para abajo. Tienden a tener períodos de excesivo optimismo seguidos por períodos de excesivo pesimismo. Minsky intentó endogeneizar esos ciclos, anticipando el trabajo posterior de Joe Stiglitz, George Akerlof y Bob Shiller, entre otros. Me atrae más su idea fundamental que su formulación teórica. Las ideas de Minsky son valiosas, pero la manera en que las explicó bordea lo incomprensible. Por esta razón su trabajo fue mayormente ignorado hasta que estalló la crisis. Si las ideas de Minsky tuvieron algo de difusión fue gracias a que tuvo un promotor talentoso en Charles Kindleberger, un economista e historiador que sabía escribir bien.
E.O.: ¿Es sostenible el crecimiento económico que China ha experimentado en las últimas dos décadas?
B.E.: Ninguna economía puede crecer a tasas de dos dígitos para siempre. Junto con los economistas Kwanho Shin y Don Park realizamos un estudio que demuestra la tendencia de las economías que crecen muy rápido a desacelerar su crecimiento cuando llegan a los niveles de ingreso per cápita que China alcanzará en 2015. Demostramos que la desaceleración es más probable en países con una situación demográfica desfavorable. Demostramos que la desaceleración es más probable en países con tasas de inversión muy altas. Y demostramos que la desaceleración es más probable en países con un tipo de cambio subvaluado. Todo esto suena a China. Esto me hace pensar que la desaceleración de la economía china va a ocurrir más pronto de lo que muchos piensan.
E.O.: ¿Qué economistas contemporáneos tienen las ideas más claras respecto de cómo resolver la crisis actual?
B.E.: Cuando pienso de qué manera se pueden resolver nuestros problemas financieros y bancarios, recurro a quienes han estudiado la historia de la banca y los sistemas financieros. No siempre estoy de acuerdo con Charles Calomiris (Universidad de Columbia), pero presto mucha atención a lo que dice. Cuando pienso cómo resolver los problemas del sector inmobiliario y de la titulización, leo lo que escriben Ken Snowdon, Price Fishback y Eugene White. Y dado que esta crisis, al igual que la de 1930, tiene una dimensión internacional, leo los trabajos de Doug Irwin, Kevin ORourke y Alan Taylor, los historiadores de economía internacional más destacados. Si quiero entender Europa (la crisis actual en definitiva es sobre Europa), leo a Albrecht Ritschl y Harold James.
E.O.: ¿Qué le ha enseñado la crisis?
B.E.: La crisis ha resaltado la importancia de dos cosas que yo creí que sabía, pero a las que, sin embargo, no les había dado suficiente peso. Primero, lo que es muy obvio en retrospectiva no es tan obvio en perspectiva. Cuando uno estudia la Gran Depresión a veces resulta evidente que quienes tomaban las decisiones de política económica cometieron enormes errores y que deberían haber sido lo suficientemente inteligentes para evitarlos. Yo soy un estudioso de las crisis financieras y no vi venir esta crisis financiera con todas sus manifestaciones. Así que esta experiencia me ha enseñado, y espero también al resto de la profesión, un poco de humildad. La crisis también ha resaltado la importancia de las restricciones políticas sobre la política económica. Contrariamente a lo que uno usualmente escucha, hay una corriente principal en la ciencia económica, y yo diría que existe un amplio consenso entre quienes pertenecen a esta corriente sobre cómo hay que responder frente a la crisis. De hecho no es tanto el fracaso del análisis económico lo que ha impedido una respuesta más efectiva, sino las restricciones que impone la política. Eso a su vez me ha llevado a darle más importancia al papel que esas restricciones tuvieron sobre las políticas económicas que se adoptaron frente a la Gran Depresión de 1930.