Si bien coinciden en la necesidad de ampliar la cooperación, consideran un error no hablar de soberanía
El amplio acuerdo que acaba de sellar la Argentina con Gran Bretaña quedó atado a un acalorado debate interno entre dialoguistas y nacionalistas con el conflicto de las Islas Malvinas como telón de fondo.
El texto del comunicado que la canciller Susana Malcorra suscribió con el vicecanciller británico, Alan Duncan, es muy amplio y ambicioso. Contempla el reestablecimiento de la cooperación en materia comercial, de defensa, seguridad, inversiones, la problemática de los refugiados y el eventual ingreso de la Argentina a la OCDE.
Alan Duncan junto a Susana Malcorra. Foto: Cancillería
Pero, sin duda, el subtítulo que mayor ruido generó fue el que prevé un acuerdo para la explotación conjunta de recursos de pesca, hidrocarburos y comercio en el Atlántico Sur, más el restablecimiento de un vuelo de las Malvinas al continente.
Si bien el acuerdo prevé que «ambos gobiernos acordaron que la fórmula de soberanía del párrafo 2 de la Declaración Conjunta del 19 de octubre de 1989, se aplica a este comunicado conjunto y a todas sus consecuencias», la polémica se instaló entre aquellos sectores dialoguistas con el Reino Unido y los nacionalistas acérrimos.
Desde la oposición, el diputado socialista Juan Zabalza, que integra la Comisión de Relaciones Exteriores, expresó a LA NACION que «se acepta erróneamente no hablar de soberanía, y nosotros entendemos que cualquier reconocimiento de acciones comunes por parte de Argentina, ya sea en explotación pesquera o hidrocarburífera, es contrario a nuestro interés».
Para el ex embajador Felipe Frydman, «la deposición de actitudes confrontativas siempre es positivo». Pero aclaró de inmediato que «este acuerdo sólo refleja concesiones argentinas. Si realmente existen posibilidades de cooperación en otras áreas deberían haber sido incluidas en este acuerdo para marcar un equilibrio que no se ve reflejado en el texto».
¿Resulta este acuerdo una mera diferenciación del esquema confrontativo que imperó en el kirchnerismo con los isleños?
El ex canciller Dante Caputo destaca, en ese sentido, que «el acuerdo avanza en el mejoramiento de las relaciones con Gran Bretaña. Deja de lado la cuestión Malvinas. Sólo hace una referencia indirecta a las salvaguardias de soberanía y, así, el Gobierno no deja en claro con los argentinos ni con los británicos que el mejoramiento de relaciones servirá en el futuro para incluir la cuestión de soberanía en el marco de una relación bilateral buena y seria».
Así, el ex canciller expresó a LA NACION que «nadie sabe qué política tiene el Gobierno sobre las Malvinas. Estos acuerdos dan la impresión que ninguna».
Principios e intenciones
Desde el oficialismo, el vicecanciller Carlos Foradori se encargó de poner algunas clarificaciones.
«No se trata de un acuerdo, sino de un comunicado conjunto que describe principios y relata intenciones. Para cada caso, y para cada cuestión, ya sea sobre los recursos naturales, la identificación de los cuerpos de los caídos o la conexión de los vuelos, deben acordarse en convenios formales lo que ameritará reuniones, conversaciones y negociaciones previas y de especial consideración», expresó.
En el Gobierno aseguran que cualquier cuestión relacionada con las Malvinas será puesta a consideración del Congreso por lo que, aseguran, no se puede poner en dudas las intenciones de la Casa Rosada.
Hay quienes creen que la decisión de avanzar en este acuerdo con Londres coincide con el criterio dialoguista que emprendió el presidente Mauricio Macri.
El especialista en temas de política exterior, Juan Battaleme, remarcó que «el acuerdo representa una normalización de las relaciones entre la Argentina y el Reino Unido, en un entorno estratégico en el que ambos tienen intereses».
Y detalló que «esa buena señal debe ser tomada con prudencia y sin exceso de optimismo. Todo aquello que mejore las comunicaciones es esencial; las consultas y mecanismos de coordinación y cooperación eventualmente restablecerán el nivel de confianza entre ambos países previo a la etapa de confrontación poco fértil del gobierno pasado».
Juan Laporte, director de la fundación REAL, que tiene estrecho vínculo con la embajada de los Estados Unidos, cree que «el comunicado conjunto alcanzado con el Reino Unido marca un giro copernicano en las relaciones bilaterales, dejando el planteo de las Malvinas en el marco del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas y colocando las relaciones comerciales y políticas en su curso normal para potenciar nuestros intereses en esta nueva etapa de desarrollo a través de inversiones e innovaciones».
Con la puesta en marcha del amplio acuerdo sellado con Gran Bretaña, la canciller Malcorra buscó poner en práctica el teorema de Pareto, aquel que exige aplicar un 80% de agenda positiva en los temas comunes y dejar de lado las diferencias en el 20% restante. El problema es que ese porcentaje restante tiene nombre y apellido: se llama Islas Malvinas y tiene mucha gravitación en la política interna del país.
El amplio acuerdo que acaba de sellar la Argentina con Gran Bretaña quedó atado a un acalorado debate interno entre dialoguistas y nacionalistas con el conflicto de las Islas Malvinas como telón de fondo.
El texto del comunicado que la canciller Susana Malcorra suscribió con el vicecanciller británico, Alan Duncan, es muy amplio y ambicioso. Contempla el reestablecimiento de la cooperación en materia comercial, de defensa, seguridad, inversiones, la problemática de los refugiados y el eventual ingreso de la Argentina a la OCDE.
Alan Duncan junto a Susana Malcorra. Foto: Cancillería
Pero, sin duda, el subtítulo que mayor ruido generó fue el que prevé un acuerdo para la explotación conjunta de recursos de pesca, hidrocarburos y comercio en el Atlántico Sur, más el restablecimiento de un vuelo de las Malvinas al continente.
Si bien el acuerdo prevé que «ambos gobiernos acordaron que la fórmula de soberanía del párrafo 2 de la Declaración Conjunta del 19 de octubre de 1989, se aplica a este comunicado conjunto y a todas sus consecuencias», la polémica se instaló entre aquellos sectores dialoguistas con el Reino Unido y los nacionalistas acérrimos.
Desde la oposición, el diputado socialista Juan Zabalza, que integra la Comisión de Relaciones Exteriores, expresó a LA NACION que «se acepta erróneamente no hablar de soberanía, y nosotros entendemos que cualquier reconocimiento de acciones comunes por parte de Argentina, ya sea en explotación pesquera o hidrocarburífera, es contrario a nuestro interés».
Para el ex embajador Felipe Frydman, «la deposición de actitudes confrontativas siempre es positivo». Pero aclaró de inmediato que «este acuerdo sólo refleja concesiones argentinas. Si realmente existen posibilidades de cooperación en otras áreas deberían haber sido incluidas en este acuerdo para marcar un equilibrio que no se ve reflejado en el texto».
¿Resulta este acuerdo una mera diferenciación del esquema confrontativo que imperó en el kirchnerismo con los isleños?
El ex canciller Dante Caputo destaca, en ese sentido, que «el acuerdo avanza en el mejoramiento de las relaciones con Gran Bretaña. Deja de lado la cuestión Malvinas. Sólo hace una referencia indirecta a las salvaguardias de soberanía y, así, el Gobierno no deja en claro con los argentinos ni con los británicos que el mejoramiento de relaciones servirá en el futuro para incluir la cuestión de soberanía en el marco de una relación bilateral buena y seria».
Así, el ex canciller expresó a LA NACION que «nadie sabe qué política tiene el Gobierno sobre las Malvinas. Estos acuerdos dan la impresión que ninguna».
Principios e intenciones
Desde el oficialismo, el vicecanciller Carlos Foradori se encargó de poner algunas clarificaciones.
«No se trata de un acuerdo, sino de un comunicado conjunto que describe principios y relata intenciones. Para cada caso, y para cada cuestión, ya sea sobre los recursos naturales, la identificación de los cuerpos de los caídos o la conexión de los vuelos, deben acordarse en convenios formales lo que ameritará reuniones, conversaciones y negociaciones previas y de especial consideración», expresó.
En el Gobierno aseguran que cualquier cuestión relacionada con las Malvinas será puesta a consideración del Congreso por lo que, aseguran, no se puede poner en dudas las intenciones de la Casa Rosada.
Hay quienes creen que la decisión de avanzar en este acuerdo con Londres coincide con el criterio dialoguista que emprendió el presidente Mauricio Macri.
El especialista en temas de política exterior, Juan Battaleme, remarcó que «el acuerdo representa una normalización de las relaciones entre la Argentina y el Reino Unido, en un entorno estratégico en el que ambos tienen intereses».
Y detalló que «esa buena señal debe ser tomada con prudencia y sin exceso de optimismo. Todo aquello que mejore las comunicaciones es esencial; las consultas y mecanismos de coordinación y cooperación eventualmente restablecerán el nivel de confianza entre ambos países previo a la etapa de confrontación poco fértil del gobierno pasado».
Juan Laporte, director de la fundación REAL, que tiene estrecho vínculo con la embajada de los Estados Unidos, cree que «el comunicado conjunto alcanzado con el Reino Unido marca un giro copernicano en las relaciones bilaterales, dejando el planteo de las Malvinas en el marco del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas y colocando las relaciones comerciales y políticas en su curso normal para potenciar nuestros intereses en esta nueva etapa de desarrollo a través de inversiones e innovaciones».
Con la puesta en marcha del amplio acuerdo sellado con Gran Bretaña, la canciller Malcorra buscó poner en práctica el teorema de Pareto, aquel que exige aplicar un 80% de agenda positiva en los temas comunes y dejar de lado las diferencias en el 20% restante. El problema es que ese porcentaje restante tiene nombre y apellido: se llama Islas Malvinas y tiene mucha gravitación en la política interna del país.