Hubo, sobre todo, un vigoroso y sólido espíritu antikirchnerista en la votación del domingo en Santa Fe, que consagró al socialista Antonio Bonfatti, por un margen estrechísimo, gobernador de los próximos cuatro años.
Una síntesis matemática, que la política no traduce siempre con la misma precisión, hizo el presidenciable Hermes Binner: “El 78% de los santafesinos se pronunció en contra del kirchnerismo”, resumió el día después.
El 70% lo hizo en la primera vuelta en la ciudad de Buenos Aires , que se adjudicó Mauricio Macri. Habrá que ver qué sucede en el balotaje del domingo.
Aquella proyección de Binner, con certeza, no resultaría tan lineal porque en el interior del socialismo como, quizás, en la enorme barrida electoral que provocó Miguel Del Sel, podrían anidarse, a futuro, votos para Cristina Fernández. Pero la elección y el clima, mas allá de esos matices, estuvieron atravesados por un ánimo de fastidio contra los K.
Se detectó en la calle. Ayer a la mañana recrudecieron en los muros de Rosario afiches que habían surgido, tímidamente, con anterioridad. “Aká tampoco”, rezan en clara alusión a lo ocurrido en la Capital Federal. Un reflejo similar, mayoritario, fue posible recoger en los programas de radio de la mañana, donde los oyentes se encargaron con sus mensajes, sobre todo, de resaltar el derrumbe de Agustín Rossi, el candidato K, antes que el triunfo de Bonfatti o la irrupción de Del Sel.
En torno a la radiografía del voto del cómico de Midachi pareció concentrarse la mayor variedad y sorpresa electoral. Del Sel cosechó, ya se dijo, el voto del campo en el interior de la provincia.
Ganó en 11 de los 19 departamentos . Pero en los grandes centros urbanos, donde votó mejor de lo esperado, produjo una curiosa combinación de los extremos sociales . Sucedió en la capital de Santa Fe y también en Rosario.
El socialista Bonfatti, por ejemplo, se impuso en 15 de los 22 barrios rosarinos. La intendenta electa, también del socialismo, Mónica Fein se impuso en todos. Del Sel se quedó con las 7 zonas que cedió el oficialismo . Todas de características sociales muy humildes. Pero, aún sin ganar, realizó votaciones sorprendentes en barrios residenciales, como Fisherton, en el oeste de la ciudad.
El kirchnerismo no figuró en ninguna de esas peleas .
El antikichnerismo afloró también, de manera torrentosa, en el peronismo tradicional de Santa Fe. Rossi apenas pudo conservar un puñado de votos que, en las internas de mayo, habían respaldado al intendente de Rafaela, Omar Perotti, y al ex canciller Rafael Bielsa. Muchos de aquellos votos que emigraron no fueron clandestinos: hubo dirigentes que trabajaron con Perotti y Bielsa que resolvieron inclinarse también por Del Sel.
¿Por qué motivo semejante deserción?. Causó gran malestar, en primer término, el modo en que Cristina Fernández le impuso la lista de diputados nacionales para octubre a Rossi. Incomodó además que en la celebración del 20 de junio, por el Día de la Bandera, la Presidenta diera un lugar preferencial a los militantes de La Cámpora, traídos en micro desde Capital y Buenos Aires. La Cámpora es en Santa Fe, apenas, un sello de goma . Tampoco fueron felices ciertas conductas políticas del propio candidato.
El gobierno de Cristina, además, pareciera seguir sin reparar en el daño irreparable que produjo la crisis con el campo en el 2008. Santa Fe ha sido, en ese aspecto, un espejo. Carlos Reutemann había recogido el voto agrario en las legislativas del 2009. Premeditadamente o no, permitió que ese flujo desembocara en las playas de Del Sel. El kirchnerismo debería tomar nota de un dato estadístico: el voto agrario en las principales localidades santafesinas sumaría un volumen de 300 mil . Casi la mitad de lo que obtuvo Del Sel el domingo.
El problema no quedaría limitado a Santa Fe. El kirchnerismo basa una de sus fortalezas electorales en Buenos Aires. Pero a la vista de lo sucedido en Capital y Santa Fe, más allá de lo que indican las encuestas, cabría interrogarse: ¿El voto del campo bonaerense regresará en agosto y octubre a Cristina? ¿O buscará manifestarse en alguna alternativa opositora? ¿El conurbano será el bastión de siempre? ¿O, al menos en el primer cordón, impactará el humor social que dominó la primera vuelta en la Capital Federal? El kirchnerismo reaccionó como reacciona siempre: negando la realidad . El único equívoco correspondió a Aníbal Fernández. Por una vez traicionó su conciencia: admitió que la elección de Rossi no fue buena. Florencio Randazzo pretendió blindar a Cristina de cualquier consecuencia política. Y Amado Boudou despistó al querer atribuir al sentido general de la elección un voto castigo a Binner.
El candidato a vicepresidente, en verdad, no anda con buena palabra ni con buen pie. Días atrás, en su afán de campaña, visitó San Antonio de Areco, a donde llegó en moto y con su guitarra. Cuando se puso a tocar comenzó a tener inconvenientes con algunos jóvenes chacareros y debió partir rápidamente.
Otra cuestión que es prudente de ser indagada, después de Capital y Santa Fe, sería la de las encuestas. Los números K, que exhiben a Cristina por las nubes, se han silenciado . Los números que no son K e stán siendo sometidos a revisión a raíz de algunas conductas llamativas de los encuestados.
En Santa Fe, ningún encuestador arrimó las cifras finales aunque varios acertaron el orden de los competidores. Fue imposible detectar la dimensión del fenómeno de Del Sel, incluso en las boca de urnas. Esos ensayos, al atardecer del domingo, le otorgaban a Bonfatti una generosa luz de 10 puntos sobre el candidato del PRO. Y de cuatro o cinco a Del Sel sobre Rossi. Ya se sabe como terminó el recuento.
¿Qué sucedió? Según dos encuestadores, uno de ellos que trabaja para el socialismo, hubo cuestiones combinadas. Mucha gente consultada luego de votar, negó haberlo hecho por alguno de los tres principales candidatos. El rubro de los “otros” llegó a acumular mas de un 10%. La realidad evidenció que, de modo mayoritario, se habían inclinado por De Sel.
En las encuestas previas existió también lo que los consultores etiquetan como “voto no manifiesto”. El que la jerga popular llamaría vergonzante. Por esa razón, Del Sel aparecía sólo como un atisbo, no como el vendaval que resultó.
Algo de esa volatilidad de las encuestas, quizás, el kirchnerismo esté olfateando. El domingo venidero habrá otro zamarreo en Capital, luego vendrán los comicios en Córdoba, donde los K estarán ausentes, y finalmente las internas abiertas y simultáneas de agosto, en las cuales Cristina aspira a torcer el clima político adverso que le genera esta sucesión de derrotas.
No del todo seguro de lo que dicen sus encuestas, el Gobierno pretende, por vía judicial, que las boletas colectoras –habilitadas para octubre- puedan instrumentarse también en agosto. Una manera de derivar todos los votos posibles hacia la Presidenta.
Luego de la derrota en primera vuelta en Capital, representantes del kirchnerismo hicieron presentaciones, en tal sentido, antes los jueces electorales María Servini de Cubría y Manuel Blanco. Ambos rechazaron la pretensión oficial. Hubo entonces una apelación ante la Cámara Federal Electoral. Los jueces de esa Cámara están sufriendo una presión casi insostenible , para que revean lo resuelto por aquellos jueces.
Una síntesis matemática, que la política no traduce siempre con la misma precisión, hizo el presidenciable Hermes Binner: “El 78% de los santafesinos se pronunció en contra del kirchnerismo”, resumió el día después.
El 70% lo hizo en la primera vuelta en la ciudad de Buenos Aires , que se adjudicó Mauricio Macri. Habrá que ver qué sucede en el balotaje del domingo.
Aquella proyección de Binner, con certeza, no resultaría tan lineal porque en el interior del socialismo como, quizás, en la enorme barrida electoral que provocó Miguel Del Sel, podrían anidarse, a futuro, votos para Cristina Fernández. Pero la elección y el clima, mas allá de esos matices, estuvieron atravesados por un ánimo de fastidio contra los K.
Se detectó en la calle. Ayer a la mañana recrudecieron en los muros de Rosario afiches que habían surgido, tímidamente, con anterioridad. “Aká tampoco”, rezan en clara alusión a lo ocurrido en la Capital Federal. Un reflejo similar, mayoritario, fue posible recoger en los programas de radio de la mañana, donde los oyentes se encargaron con sus mensajes, sobre todo, de resaltar el derrumbe de Agustín Rossi, el candidato K, antes que el triunfo de Bonfatti o la irrupción de Del Sel.
En torno a la radiografía del voto del cómico de Midachi pareció concentrarse la mayor variedad y sorpresa electoral. Del Sel cosechó, ya se dijo, el voto del campo en el interior de la provincia.
Ganó en 11 de los 19 departamentos . Pero en los grandes centros urbanos, donde votó mejor de lo esperado, produjo una curiosa combinación de los extremos sociales . Sucedió en la capital de Santa Fe y también en Rosario.
El socialista Bonfatti, por ejemplo, se impuso en 15 de los 22 barrios rosarinos. La intendenta electa, también del socialismo, Mónica Fein se impuso en todos. Del Sel se quedó con las 7 zonas que cedió el oficialismo . Todas de características sociales muy humildes. Pero, aún sin ganar, realizó votaciones sorprendentes en barrios residenciales, como Fisherton, en el oeste de la ciudad.
El kirchnerismo no figuró en ninguna de esas peleas .
El antikichnerismo afloró también, de manera torrentosa, en el peronismo tradicional de Santa Fe. Rossi apenas pudo conservar un puñado de votos que, en las internas de mayo, habían respaldado al intendente de Rafaela, Omar Perotti, y al ex canciller Rafael Bielsa. Muchos de aquellos votos que emigraron no fueron clandestinos: hubo dirigentes que trabajaron con Perotti y Bielsa que resolvieron inclinarse también por Del Sel.
¿Por qué motivo semejante deserción?. Causó gran malestar, en primer término, el modo en que Cristina Fernández le impuso la lista de diputados nacionales para octubre a Rossi. Incomodó además que en la celebración del 20 de junio, por el Día de la Bandera, la Presidenta diera un lugar preferencial a los militantes de La Cámpora, traídos en micro desde Capital y Buenos Aires. La Cámpora es en Santa Fe, apenas, un sello de goma . Tampoco fueron felices ciertas conductas políticas del propio candidato.
El gobierno de Cristina, además, pareciera seguir sin reparar en el daño irreparable que produjo la crisis con el campo en el 2008. Santa Fe ha sido, en ese aspecto, un espejo. Carlos Reutemann había recogido el voto agrario en las legislativas del 2009. Premeditadamente o no, permitió que ese flujo desembocara en las playas de Del Sel. El kirchnerismo debería tomar nota de un dato estadístico: el voto agrario en las principales localidades santafesinas sumaría un volumen de 300 mil . Casi la mitad de lo que obtuvo Del Sel el domingo.
El problema no quedaría limitado a Santa Fe. El kirchnerismo basa una de sus fortalezas electorales en Buenos Aires. Pero a la vista de lo sucedido en Capital y Santa Fe, más allá de lo que indican las encuestas, cabría interrogarse: ¿El voto del campo bonaerense regresará en agosto y octubre a Cristina? ¿O buscará manifestarse en alguna alternativa opositora? ¿El conurbano será el bastión de siempre? ¿O, al menos en el primer cordón, impactará el humor social que dominó la primera vuelta en la Capital Federal? El kirchnerismo reaccionó como reacciona siempre: negando la realidad . El único equívoco correspondió a Aníbal Fernández. Por una vez traicionó su conciencia: admitió que la elección de Rossi no fue buena. Florencio Randazzo pretendió blindar a Cristina de cualquier consecuencia política. Y Amado Boudou despistó al querer atribuir al sentido general de la elección un voto castigo a Binner.
El candidato a vicepresidente, en verdad, no anda con buena palabra ni con buen pie. Días atrás, en su afán de campaña, visitó San Antonio de Areco, a donde llegó en moto y con su guitarra. Cuando se puso a tocar comenzó a tener inconvenientes con algunos jóvenes chacareros y debió partir rápidamente.
Otra cuestión que es prudente de ser indagada, después de Capital y Santa Fe, sería la de las encuestas. Los números K, que exhiben a Cristina por las nubes, se han silenciado . Los números que no son K e stán siendo sometidos a revisión a raíz de algunas conductas llamativas de los encuestados.
En Santa Fe, ningún encuestador arrimó las cifras finales aunque varios acertaron el orden de los competidores. Fue imposible detectar la dimensión del fenómeno de Del Sel, incluso en las boca de urnas. Esos ensayos, al atardecer del domingo, le otorgaban a Bonfatti una generosa luz de 10 puntos sobre el candidato del PRO. Y de cuatro o cinco a Del Sel sobre Rossi. Ya se sabe como terminó el recuento.
¿Qué sucedió? Según dos encuestadores, uno de ellos que trabaja para el socialismo, hubo cuestiones combinadas. Mucha gente consultada luego de votar, negó haberlo hecho por alguno de los tres principales candidatos. El rubro de los “otros” llegó a acumular mas de un 10%. La realidad evidenció que, de modo mayoritario, se habían inclinado por De Sel.
En las encuestas previas existió también lo que los consultores etiquetan como “voto no manifiesto”. El que la jerga popular llamaría vergonzante. Por esa razón, Del Sel aparecía sólo como un atisbo, no como el vendaval que resultó.
Algo de esa volatilidad de las encuestas, quizás, el kirchnerismo esté olfateando. El domingo venidero habrá otro zamarreo en Capital, luego vendrán los comicios en Córdoba, donde los K estarán ausentes, y finalmente las internas abiertas y simultáneas de agosto, en las cuales Cristina aspira a torcer el clima político adverso que le genera esta sucesión de derrotas.
No del todo seguro de lo que dicen sus encuestas, el Gobierno pretende, por vía judicial, que las boletas colectoras –habilitadas para octubre- puedan instrumentarse también en agosto. Una manera de derivar todos los votos posibles hacia la Presidenta.
Luego de la derrota en primera vuelta en Capital, representantes del kirchnerismo hicieron presentaciones, en tal sentido, antes los jueces electorales María Servini de Cubría y Manuel Blanco. Ambos rechazaron la pretensión oficial. Hubo entonces una apelación ante la Cámara Federal Electoral. Los jueces de esa Cámara están sufriendo una presión casi insostenible , para que revean lo resuelto por aquellos jueces.