El brasileño Roberto Carvalho de Azevêdo será el próximo dirigente de la Organización Mundial del Comercio (OMC) tras imponerse al mexicano Herminio Blanco que contaba con el apoyo de la Unión Europea en bloque, incluido el voto de España. Azevêdo sustituirá al francés Pascal Lamy, que permanecerá en el cargo hasta el próximo 31 de agosto, y dirigirá la organización durante los próximos cuatro años, con la posibilidad de ser reelegido para otro mandato. Será el primer latinoamericano en dirigir la organización que en sus 60 años de historia (si se incluye a su predecesor el GATT), solo durante tres años estuvo dirigida por un representante de un país emergente.
Azevêdo (Salvador de Bahía, Brasil, 1957) ha contado con el apoyo de 93 países, según fuentes de su candidatura, y entre ellos el de las grandes potencias emergentes con las que conforma el grupo BRIC (iniciales de Brasil, Rusia, India y China), lo que revela el peso creciente de estos países en la esfera internacional. El diplomático brasileño cuenta a su favor con un profundo conocimiento de la organización, a la que ha estado vinculado desde 1998 y desde 2008 como embajador de su país ante la misma. Precisamente, ese conocimiento de cómo funcionan los resortes de la OMC ha llevado a Azevêdo a presentarse como el representante de los países del Sur frente a los del Norte, que se verían más reflejados en el perfil de Blanco. Aunque los dos candidatos procedían de países en desarrollo, el mexicano es considerado uno de los arquitectos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y se le vincula más al sector privado y a las posiciones liberales.
El gran reto del próximo director general de la OMC será evitar que la organización pierda toda relevancia como árbitro del comercio internacional, dada la proliferación de acuerdos bilaterales regionales, como las negociaciones abiertas en esa dirección por la Unión Europea y Estados Unidos y por todos los países del arco Pacífico, cuyas reglas quedarían al margen de la OMC. «Fijar las reglas fuera de la OMC puede ser un proceso irreversible” para la organización, admitía el pasado domingo en una entrevista con EL PAÍS.
Azevêdo también tiene el hándicap por delante de tratar de revivir las negociaciones comerciales de la Ronda de Doha, que se colapsaron definitivamente en 2008, en buena medida, por la negativa de las potencias emergentes al desarme de sus aranceles industriales sin que el acuerdo incluya la exigencia para los países desarrollados de reducir la complejidad de las normas de homologación comercial, que componen toda una barrera no arancelaria.
El proceso de selección del próximo director de la OMC arrancó el pasado mes de diciembre con la presentación de candidaturas por parte de los miembros de la organización. Un total de nueve aspirantes presentaron sus candidaturas. Corea del Sur presentó a su ministro de Exteriores y Comercio, Taheo Bark; el gobierno neozelandés a su titular de Comercio y Cambio Climático, Tim Groser; Jordania presentó a un exministro de Industria y Comercio, Ahmad Hindawi; y junto a ellos la diplomática keniana Amina Mohamed; la ministra indonesia de Turismo e Industrias Creativas, Mari Pangestu; el exministro de Comercio ghanés, Alan John Kwadwo Kyerematen; y los tres candidatos latinoamericanos: la ministra costarricense de Comercio Exterior, Anabel González, Blanco y Azevêdo.
Azevêdo (Salvador de Bahía, Brasil, 1957) ha contado con el apoyo de 93 países, según fuentes de su candidatura, y entre ellos el de las grandes potencias emergentes con las que conforma el grupo BRIC (iniciales de Brasil, Rusia, India y China), lo que revela el peso creciente de estos países en la esfera internacional. El diplomático brasileño cuenta a su favor con un profundo conocimiento de la organización, a la que ha estado vinculado desde 1998 y desde 2008 como embajador de su país ante la misma. Precisamente, ese conocimiento de cómo funcionan los resortes de la OMC ha llevado a Azevêdo a presentarse como el representante de los países del Sur frente a los del Norte, que se verían más reflejados en el perfil de Blanco. Aunque los dos candidatos procedían de países en desarrollo, el mexicano es considerado uno de los arquitectos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y se le vincula más al sector privado y a las posiciones liberales.
El gran reto del próximo director general de la OMC será evitar que la organización pierda toda relevancia como árbitro del comercio internacional, dada la proliferación de acuerdos bilaterales regionales, como las negociaciones abiertas en esa dirección por la Unión Europea y Estados Unidos y por todos los países del arco Pacífico, cuyas reglas quedarían al margen de la OMC. «Fijar las reglas fuera de la OMC puede ser un proceso irreversible” para la organización, admitía el pasado domingo en una entrevista con EL PAÍS.
Azevêdo también tiene el hándicap por delante de tratar de revivir las negociaciones comerciales de la Ronda de Doha, que se colapsaron definitivamente en 2008, en buena medida, por la negativa de las potencias emergentes al desarme de sus aranceles industriales sin que el acuerdo incluya la exigencia para los países desarrollados de reducir la complejidad de las normas de homologación comercial, que componen toda una barrera no arancelaria.
El proceso de selección del próximo director de la OMC arrancó el pasado mes de diciembre con la presentación de candidaturas por parte de los miembros de la organización. Un total de nueve aspirantes presentaron sus candidaturas. Corea del Sur presentó a su ministro de Exteriores y Comercio, Taheo Bark; el gobierno neozelandés a su titular de Comercio y Cambio Climático, Tim Groser; Jordania presentó a un exministro de Industria y Comercio, Ahmad Hindawi; y junto a ellos la diplomática keniana Amina Mohamed; la ministra indonesia de Turismo e Industrias Creativas, Mari Pangestu; el exministro de Comercio ghanés, Alan John Kwadwo Kyerematen; y los tres candidatos latinoamericanos: la ministra costarricense de Comercio Exterior, Anabel González, Blanco y Azevêdo.