Mendoza está entre las provincias con mayor alternancia política desde 1983. Junto a Santa Fe, son las únicas dos provincias que no permiten la reelección inmediata del gobernador. Mendoza tiene una característica única: desde 1983, ninguno de sus gobernadores volvió al cargo tras el intervalo que marca la Constitución. La cláusula de no reelección inmediata se combina con la reelección indefinida de intendentes y legisladores. Esto dispara variados cuestionamientos sobre las capacidades institucionales del gobernador para orientar una agenda de prioridades. Luego de los primeros dos años, el gobernador mendocino promedio pierde “valor presente”, a menos que tenga un camino nacional de mayor jerarquía.
Es la contracara de tener una exigua “ventaja de los oficialismos”, como demuestra un estudio de CIPPEC. Mendoza presenta en cada elección a gobernador una diferencia relativamente acotada entre oficialismo y oposición, y los oficialismos tienen una probabilidad “razonable” de perder la elección. En Mendoza la cancha no está inclinada hacia el oficialismo de turno, como en la mayoría de las provincias. El debate sobre el impacto de la alternancia mendocina en el desarrollo y calidad de las políticas es amplio. De un lado están quienes ponderan la renovación política y el escenario de poder compartido. Del otro, quienes alertan sobre el efecto disruptivo en la continuidad de las políticas y la dificultad para agregar intereses en forma duradera. Esta discusión no puede pasar por alto la densidad y arraigo social de los partidos mendocinos, su rico entramado social y de intereses. Aún con cláusula de reelección, es posible que la fortaleza de los partidos por sobre los liderazgos personalistas y de la sociedad sobre la agenda pública continúen premiando la alternancia.
Pero es indudable que la alternancia política promovió buenas prácticas. En primer lugar, Mendoza y Buenos Aires inauguraron en 1987 los debates a gobernador. Bordón y Baglini iniciaron esa tradición, que Bermejo y sus adversarios continuaron con tres debates en la última elección. Por otro lado, en 2009, durante la gobernación de Celso Jaque (PJ), se formó el Consejo de Gobernadores, un espacio inédito en la Argentina. Finalmente, se destaca el encuentro reciente entre el gobernador electo Alfredo Cornejo y el actual mandatario Francisco Pérez, que señaliza un modelo de convivencia política de alto valor simbólico.
El ejemplo de Mendoza permite imaginar una política nacional en un umbral superior al actual. Un país que tenga debates presidenciales. Donde todos los expresidentes conformen un espacio de consulta del presidente electo frente a temas de Estado y para representar al país en foros internacionales o misiones especiales. Finalmente, es necesaria una transición en la que el gobierno saliente y el equipo del presidente electo dialogan e intercambian información relevante sobre áreas de gobierno. Tras 12 años de un mismo elenco de gobierno, y más allá de quien gane las elecciones, el traspaso profesional de los asuntos de Estado no puede quedar librado a la buena voluntad de los actores, el cálculo político ni la discreción de un grupo político.
Fernando Straface
Director ejecutivo de CIPPEC
Es la contracara de tener una exigua “ventaja de los oficialismos”, como demuestra un estudio de CIPPEC. Mendoza presenta en cada elección a gobernador una diferencia relativamente acotada entre oficialismo y oposición, y los oficialismos tienen una probabilidad “razonable” de perder la elección. En Mendoza la cancha no está inclinada hacia el oficialismo de turno, como en la mayoría de las provincias. El debate sobre el impacto de la alternancia mendocina en el desarrollo y calidad de las políticas es amplio. De un lado están quienes ponderan la renovación política y el escenario de poder compartido. Del otro, quienes alertan sobre el efecto disruptivo en la continuidad de las políticas y la dificultad para agregar intereses en forma duradera. Esta discusión no puede pasar por alto la densidad y arraigo social de los partidos mendocinos, su rico entramado social y de intereses. Aún con cláusula de reelección, es posible que la fortaleza de los partidos por sobre los liderazgos personalistas y de la sociedad sobre la agenda pública continúen premiando la alternancia.
Pero es indudable que la alternancia política promovió buenas prácticas. En primer lugar, Mendoza y Buenos Aires inauguraron en 1987 los debates a gobernador. Bordón y Baglini iniciaron esa tradición, que Bermejo y sus adversarios continuaron con tres debates en la última elección. Por otro lado, en 2009, durante la gobernación de Celso Jaque (PJ), se formó el Consejo de Gobernadores, un espacio inédito en la Argentina. Finalmente, se destaca el encuentro reciente entre el gobernador electo Alfredo Cornejo y el actual mandatario Francisco Pérez, que señaliza un modelo de convivencia política de alto valor simbólico.
El ejemplo de Mendoza permite imaginar una política nacional en un umbral superior al actual. Un país que tenga debates presidenciales. Donde todos los expresidentes conformen un espacio de consulta del presidente electo frente a temas de Estado y para representar al país en foros internacionales o misiones especiales. Finalmente, es necesaria una transición en la que el gobierno saliente y el equipo del presidente electo dialogan e intercambian información relevante sobre áreas de gobierno. Tras 12 años de un mismo elenco de gobierno, y más allá de quien gane las elecciones, el traspaso profesional de los asuntos de Estado no puede quedar librado a la buena voluntad de los actores, el cálculo político ni la discreción de un grupo político.
Fernando Straface
Director ejecutivo de CIPPEC
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